Capítulo 48
anto. Salmo de los hijos de Coré.
2 El Señor es grande y digno de alabanza,
en la Ciudad de nuestro Dios.
3 Su Santa Montaña, la altura más hermosa,
La Montaña de Sión, la Morada de Dios,
es la Ciudad del gran Rey:
4 Dios se manifestó como un baluarte
en medio de sus palacios.
5 Porque los reyes se aliaron
y avanzaron unidos contra ella;
6 pero apenas la vieron quedaron pasmados
y huyeron despavoridos.
7 Allí se apoderó de ellos el terror
y dolores como los del parto,
8 como cuando el viento del desierto
destroza las naves de Tarsis.
9 Hemos visto lo que habíamos oído
en la Ciudad de nuestro Dios,
en la Ciudad del Señor de los ejércitos,
que él afianzó para siempre.
10 Nosotros evocamos tu misericordia
en medio de tu Templo, oh Dios.
11 Tu alabanza, lo mismo que tu nombre,
llega hasta los confines de la tierra.
Tu derecha está llena de justicia:
12 se alegra la Montaña de Sión;
las ciudades de Judá se regocijan
a causa de tus juicios.
13 Den una vuelta alrededor de Sión
y cuenten sus torreones;
14 observen sus baluartes y miren sus palacios,
para que puedan decir a la próxima generación:
15 «Así es Dios, nuestro Dios por los siglos de los siglos,
aquel que nos conduce».
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lunes, 19 de mayo de 2014
3° Lectura. Salmos 48
2° Lectura. Rut 3-4
Entonces Noemí, su suegra, le dijo: «Hija mía, yo quisiera conseguirte un lugar seguro, donde puedas ser feliz.
2 Por otra parte, Booz, el hombre con cuyas servidoras estuviste, es pariente cercano nuestro. Esta noche él estará aventando la cebada en la era.
3 Lávate, perfúmate, cúbrete con tu manto y baja a la era. No dejes que te reconozca antes que termine de comer y beber.
4 Cuando se acueste, fíjate en el lugar donde él esté acostado; entonces ve, destápale los pies y acuéstate allí, Después él mismo te indicará lo que debes hacer».
5 Ella le respondió: «Haré todo lo que me has dicho».
6 Rut bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado.
7 Booz comió y bebió, y se puso alegre. Luego fue a acostarse junto a la parva de cebada. Ella fue sigilosamente, le destapó los pies y se acostó.
8 A eso de la media noche, el hombre se despertó sobresaltado, y al incorporarse, vio que había una mujer acostada a sus pies.
9 «Y tú, ¿quién eres?», le preguntó. «Soy Rut, tu servidora, respondió ella; extiende tu manta sobre tu servidora, porque a ti te toca responder por mí».
10 El exclamó: «¡Que el Señor te bendiga, hija mía! Tú has realizado un segundo acto de piedad filial, mejor que el primero, al no pretender a ningún joven, ni pobre ni rico.
11 Y ahora, no temas, hija mía. Haré por ti todo lo que me digas, porque toda la gente de mi pueblo sabe muy bien que eres una mujer virtuosa.
12 Es verdad que a mí me toca responder por ti, pero hay otro pariente más cercano que yo.
13 Pasa aquí la noche; y mañana, si él quiere ejercer contigo su derecho, que lo haga; de lo contrario, lo haré yo. Te lo juro. Acuéstate hasta que amanezca».
14 Rut quedó acostada a sus pies hasta la madrugada, y se levantó a la hora en que un hombre todavía no puede reconocer a otro, porque Booz no quería que se supiera que la mujer había venido a la era.
15 Entonces le dijo: «Trae el manto que tienes puesto y sujétalo bien». Mientras ella lo sujetó, él midió media bolsa de cebada y puso la carga sobre sus hombros. Después, ella entró en la ciudad.
16 Cuando llegó adonde estaba su suegra, esta le dijo: «¿Cómo te ha ido, hija mía?». Rut le contó todo lo que el hombre había hecho por ella,
17 y añadió: «Me entregó esta media bolsa de cebada, diciéndome que no debía volver con las manos vacías a la casa de mi suegra».
18 Noemí respondió: «Quédate tranquila, hija mía, hasta que veas cómo se resuelve todo esto. Seguramente este hombre no descansará hasta arreglar hoy mismo este asunto».
Capítulo 4 |
1° Lectura. Hechos 26:1-18
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