martes, 11 de febrero de 2014

4° Lectura TOBÍAS 6

1 El joven partió con el ángel, y el perro los seguía. Caminaron los dos y, al llegar la primera noche, acamparon a orillas del río Tigris.
2 El joven bajó a lavarse los pies en el río, y de pronto saltó del agua un gran pez que intentó devorarle el pie. El joven gritó,
3 pero el ángel le dijo: «¡Agárralo y no lo dejes escapar!». Entonces él se apoderó del pez y lo sacó a tierra.
4 El ángel le dijo: «Abrelo, sácale la hiel, el corazón y el hígado, y colócalos aparte; luego tira las entrañas. Porque la hiel, el corazón y el hígado son útiles como remedios».
5 El joven abrió el pez, y le sacó la hiel, el corazón y el hígado. Asó una parte del pez y la comió, y guardó la otra parte después de haberla salado.
6 Luego los dos juntos continuaron su camino hasta llegar cerca de Media.
7 Entre tanto, el joven preguntó al ángel: «Hermano Azarías, ¿qué clase de remedio hay en el corazón, en el hígado y en le hiel del pez?».
8 El ángel le respondió: «Si se quema el corazón o el hígado del pez delante de un hombre o de una mujer atacados por un demonio o espíritu maligno, cesan los ataques y desaparecen para siempre.
9 En cuanto a la hiel, sirve para ungir los ojos afectados de manchas blancas: basta con soplar sobre esas manchas para que se curen».
10 Cuando entraron en Media y ya se acercaban a Ecbátana,
11 Rafael dijo al joven: «¡Hermano Tobías!». Este le preguntó: «¿Qué quieres?». El ángel continuó: «Es necesario que pasemos esta noche en casa de Ragüel; él es pariente tuyo y tiene una hija que se llama Sara.
12 Ella es su única hija, Por ser tú el pariente más cercano, tienes más derecho sobre ella que todos los demás, y es justo que recibas la herencia de su padre. Es una joven seria, decidida y muy hermosa, y su padre es una persona honrada».
13 Y añadió: «Tú tienes el derecho de casarte con ella. Escúchame, hermano: esta misma noche, yo hablaré de ella a su padre para que él la haga tu prometida; y cuando volvamos de Ragués, celebraremos la boda. Yo sé que Ragüel no podría negártela ni comprometerla con otro, sin hacerse reo de muerte, conforme la lo prescrito en el Libro de Moisés. El sabe, en efecto, que a ti te corresponde tomar por esposa a su hija antes de cualquier otro. Por eso, óyeme, bien, hermano: esta noche, hablaremos de la joven y la pediremos en matrimonio. Cuando volvamos de Ragués, la tomaremos y la llevaremos con nosotros a tu casa».
14 Tobías dijo a Rafael: «Hermano Azarías, he oído decir que ella se ha casado siete veces, y que todos sus maridos han muerto la noche misma de la boda, apenas se acercaban a ella. También he oído decir que es un demonio el que los mataba.
15 Yo tengo miedo, ya que a ella no le hace ningún mal, porque la ama, pero mata a todo el que intenta tener relaciones con ella. Y soy hijo único, y si muero, mi padre y mi madre bajarán a la tumba llenos de dolor por mi causa. Y ellos no tienen otro hijo que les dé sepultura».
16 El ángel le dijo: «¿No recuerdas que tu padre te recomendó casarte con una mujer de tu familia? Escúchame bien, hermano. No te preocupes de ese demonio y cásate con ella. Estoy seguro de que esta noche te la darán por esposa.
17 Pero eso sí, cuando entres en la habitación, toma una parte del hígado y del corazón del pez, y colócalos sobre el brasero de los perfumes. Entonces se extenderá el olor, y cuando el demonio lo huela, huirá y nunca más aparecerá a su lado.
18 Antes de tener relaciones con ella, levántense primero los dos para orar y supliquen al Señor del cielo que tenga misericordia de ustedes y los salve. No tengas miedo, porque ella está destinada para ti desde siempre y eres tú el que debe salvarla. Ella te seguirá, y yo presiento que te dará hijos que serán para ti como hermanos. No te preocupes».
19 Cuando Tobías oyó decir esto a Rafael y supo que Sara era hermana suya, de la misma descendencia que la familia de su padre, la amó intensamente y se enamoró de ella.

3° Lectura PROVERBIOS 1


1 Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel,
2 para conocer la sabiduría y la instrucción, para entender las palabras profundas,
3 para obtener una instrucción esmerada –justicia, equidad y rectitud–
4 para dar perspicacia a los incautos, y al joven, ciencia y reflexión;
5 Que escuche el sabio, y acrecentará su saber, y el inteligente adquirirá el arte de dirigir.
6 para entender los proverbios y las sentencias agudas, las palabras de los sabios y sus enigmas.
7 El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría, los necios desprecian la sabiduría y la instrucción.
8 Escucha, hijo mío, la instrucción de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre,
9 porque son una diadema de gracia para tu cabeza y un collar para tu cuello.
10 Hijo mío, si los pecadores intentan seducirte, tú no aceptes.
11 Si ellos dicen: «Ven con nosotros, tendamos una emboscada sangrienta, acechemos por puro gusto al inocente;
12 traguémoslos vivos como el Abismo, todos enteros, como los que bajan a la Fosa;
13 hallaremos toda clase de bienes preciosos, llenaremos nuestras casas con el botín;
14 tendrás tu parte igual que nosotros, todos haremos una bolsa común».
15 hijo mío, no los acompañes por el camino, retira tus pies de sus senderos,
16 porque sus pies corren hacia el mal y se apresuran para derramar sangre.
17 Pero en vano se tiende la red, si pueden verla todos los pájaros:
18 ellos tienden contra sí mismos una emboscada sangrienta, están al acecho contra sus propias vidas.
19 Tal es la suerte del que obtiene ganancias injustas; le quitan la vida al que las posee.
20 La Sabiduría clama por las calles, en las plazas hace oír su voz;
21 llama en las esquinas más concurridas, a la entrada de las puertas de la ciudad, dice sus palabras:
22 «¿Hasta cuándo, incautos, amarán la ingenuidad? ¿Hasta cuándo los insolentes se complacerán en su insolencia y los necios aborrecerán la ciencia?
23 Tengan en cuenta mi reproche: yo voy a abrirles mi corazón y les haré conocer mis palabras.
24 Porque llamo y ustedes se resisten, extiendo mi mano y nadie presta atención,
25 porque ustedes desoyen todos mis consejos y no aceptan mi reproche,
26 yo, a mi vez, me reiré de la ruina de ustedes, me burlaré cuando los asalte el terror,
27 cuando los invada el terror como una tormenta y les llegue la ruina como un huracán. cuando les sobrevengan la angustia y la tribulación:
28 entonces me llamarán, y yo no responderé, me buscarán ansiosamente, y no me encontrarán.
29 Porque ellos aborrecieron la ciencia y no eligieron el temor del Señor,
30 porque no quisieron mi consejo y despreciaron todos mis reproches,
31 gustarán el fruto de su propia conducta, se hartarán de sus consejos.
32 Porque a los ingenuos los mata su propio extravío y la desidia pierde a los necios,
33 pero el que me escucha vivirá seguro y estará tranquilo, sin temer ningún mal».

2° Lectura ÉXODO 5 - 6: 1-27


Capítulo 5
La primera entrevista de Moisés con el Faraón
1 Inmediatamente, Moisés y Aarón fueron a decir al Faraón: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Deja partir a mi pueblo, para que celebre en el desierto una fiesta en mi honor».
2 Pero el Faraón respondió: «¿Y quien es el Señor para que yo le obedezca dejando partir a Israel? Yo no conozco al Señor y no dejaré partir a Israel».
3 Ellos dijeron: «El Dios de los hebreos vino a nuestro encuentro, y ahora tenemos que realizar una marcha de tres días por el desierto, para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios. De lo contrario él nos castigará con la peste o la espada».
4 El rey de Egipto les respondió: «¿Por qué ustedes, Moisés y Aarón, se empeñan en apartar al pueblo de sus tareas? Vuelvan al trabajo que les ha sido impuesto».
5 El pensaba así: «Ellos son ahora más numerosos que los nativos del país, ¿y todavía debo tolerarles que interrumpan sus trabajos?».
Las instrucciones del Faraón a sus capataces
6 Ese mismo día, el Faraón dio a los capataces y a los inspectores del pueblo las siguientes instrucciones:
7 «No sigan entregando a esa gente la paja para hacer los ladrillos, como lo hicieron hasta ahora. Que vayan a juntarla ellos mismos.
8 Pero exíjanles la misma cantidad de ladrillos que fabricaban antes, sin descontarles ni uno solo, porque son unos holgazanes. Por eso gritan: «¡Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios!»
9 Háganlos trabajar más duramente y que estén siempre ocupados; así no prestarán atención a esas patrañas».
10 En seguida salieron los capataces del pueblo, junto con los inspectores, y dijeron a la multitud: «Así habla el Faraón: «De ahora en adelante no les daré más paja.
11 Vayan ustedes mismos y tráiganla de donde puedan. Pero el rendimiento no deberá disminuir en lo más mínimo».
12 Entonces el pueblo se dispersó por todo el territorio de Egipto para recoger los rastrojos, y abastecerse así de paja.
13 Los capataces, por su parte, los apremiaban diciendo: «Terminen el trabajo que se les fijó para cada día, como lo hacían cuando les daban la paja».
14 Y los capataces del Faraón golpearon a los inspectores israelitas que ellos habían designado, diciendo: «¿Por qué ayer y hoy no completaron la cantidad establecida de ladrillos, como lo venían haciendo hasta ahora?».
La queja de los inspectores hebreos
15 Los inspectores de los israelitas fueron a quejarse al Faraón, diciendo: «¿Por qué tratas así a tus servidores?
16 No nos dan paja, no cesan de decirnos que hagamos ladrillos, y encima nos golpean. Y tú tienes la culpa».
17 Pero el Faraón respondió: «Ustedes son unos holgazanes, sí, unos perfectos holgazanes. Por eso andan diciendo: «Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios».
18 Ahora vayan a trabajar. Y no sólo no les darán más paja, sino que deberán entregar la misma cantidad de ladrillos.»
19 Cuando les anunciaron que no debían disminuir la producción de ladrillos establecida para cada día, los inspectores israelitas se vieron en un grave aprieto.
20 Y al encontrarse con Moisés y Aarón que los estaban esperando a la salida,
21 les dijeron: «Que el Señor fije su mirada en ustedes y juzgue. Porque nos han hecho odiosos al Faraón y a sus servidores, y han puesto en sus manos una espada para que nos maten».
La oración de Moisés
22 Moisés se volvió al Señor, diciendo: «Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para esto me has enviado?
23 Desde que me presenté ante el Faraón para hablarle en tu nombre, él no ha cesado de maltratar a este pueblo, y tú no haces nada para librar a tu pueblo.

Capítulo 6
1 El Señor le respondió: «¡Ahora verás lo que haré al Faraón! Tendrá que dejarlos partir por la fuerza, e incluso, se verá obligado a expulsarlos de su país».
Otro relato de la vocación de Moisés
2 Dios habló a Moisés y le dijo: «Yo soy el Señor.
3 Yo me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como el Dios Todopoderoso, pero no me di a conocer a ellos con mi nombre «el Señor».
4 También establecí mi alianza con ellos, para darles la tierra de Canaán, esa tierra donde ellos residieron como extranjeros.
5 Y cuando escuché los gemidos de los israelitas, esclavizados por los egipcios, me acordé de mi alianza.
6 Por eso, anuncia esto a los israelitas» Yo soy el Señor. Yo los libraré de los trabajos forzados que les imponen los egipcios, los salvaré de la esclavitud a que ellos los someten, y los rescataré con el poder de mi brazo, infligiendo severos y justos castigos.
7 Haré de ustedes mi Pueblo y yo seré su Dios. Así tendrán que reconocer que soy yo, el Señor, el que los libró de los trabajos forzados de Egipto.
8 Después los introduciré en la tierra que juré dar a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se la daré en posesión. Yo soy el Señor.
9 Moisés refirió estas palabras a los israelitas, pero ellos no quisieron escucharlo, porque estaban desalentados a causa de la dura servidumbre.
10 Entonces el Señor dijo a Moisés:
11 «Preséntate al Faraón, el rey de Egipto, y dile que deje partir de su país a los israelitas».
12 Moisés se excusó ante el Señor, diciendo: «Si los israelitas no quisieron escucharme, ¿cómo me va a escuchar el Faraón, a mí que no tengo facilidad de palabra?».
13 Pero el Señor habló a Moisés y a Aarón, y les dio órdenes para los israelitas y para el Faraón, rey de Egipto, a fin de hacer salir de Egipto a los israelitas.
La genealogía de Moisés y Aarón
14 Los jefes de las familias de Israel fueron los siguientes: Los hijos de Rubén, el primogénito de Israel, fueron Henoc, Palú, Jesrón y Carmí. Estos son los clanes de Rubén.
15 Los hijos de Simeón fueron Iemuel, Iamín, Ohad, Iaquín, Sójar y Saúl, el hijo de la cananea. Estos son los clanes de Simeón.
16 Los nombres de los hijos de Leví, con sus descendientes, fueron estos: Gersón, Quehat y Merarí. Leví vivió ciento treinta y siete años.
17 Los hijos de Gersón fueron Libní y Simei con sus clanes.
18 Los hijos de Quehat fueron Amram, Isar, Hebrón y Uziel. Quehat vivió ciento treinta y tres años.
19 Los hijos de Merarí fueron Majlí y Musí. Estos son los clanes de Leví con sus descendientes.
20 Amram se casó con Ioquébed, su tía, y de ella le nacieron Aarón y Moisés. Amram vivió ciento treinta y siete años.
21 Los hijos de Isar fueron Coré, Néfeg y Zicrí;
22 y los hijos de Uziel, fueron Misael, Elsafán y Sitrí.
23 Aarón se casó con Eliseba, hija de Aminadab y hermana de Najsón; de ella le nacieron Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar.
24 Los hijos de Coré fueron Asir, Elcaná y Abiasaf. Estos son los clanes de los coreítas.
25 Eleazar, hijo de Aarón, se casó con una de las hijas de Putiel, que fue madre de Pinjás. Estos son los jefes de las familias levíticas, con sus respectivos clanes.
26 Moisés y Aarón son los mismos que recibieron del Señor la orden de sacar de Egipto a los israelitas, distribuidos en grupos.
27 Ellos fueron los que hablaron al Faraón, el rey de Egipto, para hacer salir a los israelitas. Son los mismos Moisés y Aarón.

1° Lectura HEBREOS 8


1 Este es el punto capital de lo que estamos diciendo: tenemos un Sumo Sacerdote tan grande que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo.
2 El es el ministro del Santuario y de la verdadera Morada, erigida no por un hombre, sino por el Señor.
3 Ahora bien, todo Sumo Sacerdote es constituido para presentar ofrendas y sacrificios; de ahí la necesidad de que tenga algo que ofrecer.
4 Si Jesús estuviera en la tierra, no podría ser sacerdote, porque ya hay aquí otros sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la Ley.
5 Pero el culto que ellos celebran es una imagen y una sombra de las realidades celestiales, como Dios advirtió a Moisés cuando este iba a construir la Morada, diciéndole: Tienes que hacerlo todo conforme al modelo que te fue mostrado en la montaña.
6 Pero ahora, Cristo ha recibido un ministerio muy superior, porque es el mediador de una Alianza más excelente, fundada sobre promesas mejores.
7 Porque si esta primera Alianza hubiera sido perfecta, no habría sido necesario sustituirla por otra.
8 En cambio, Dios hizo al pueblo este reproche: "Llegarán los días –dice el Señor– en que haré una Nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá,
9 no como aquella que hice con sus padres el día en que los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ya que ellos no permanecieron fieles a mi Alianza, yo me despreocupé de ellos –dice el Señor–:
10 Y ésta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel después de aquellos días –dice el Señor–: Pondré mis leyes en su conciencia, las grabaré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo.
11 Entonces nadie tendrá que instruir a su compatriota ni a su hermano, diciendo: «Conoce al Señor»; porque todos me conocerán, desde el más pequeño al más grande.
12 Porque yo perdonaré sus iniquidades y no me acordaré más de sus pecados".
13 Al hablar de una Nueva Alianza, Dios declara anticuada la primera, y lo que es viejo y anticuado está a punto de desaparecer.