lunes, 17 de marzo de 2014

4° Lectura Judit 9

1 Entonces Judit se postró en tierra, esparció ceniza sobre su cabeza, puso al descubierto el sayal con que estaba ceñida e imploró al Señor en alta voz. Era la hora en que se ofrecía en Jerusalén, en el Templo de Dios, el incienso de la tarde. Judit dijo:
2 «¡Señor, Dios de mi padre Simeón! Tú pusiste en sus manos una espada vengadora contra aquellos extranjeros que arrancaron el velo de una virgen para violarla, desnudaron su cuerpo para avergonzarla y profanaron su seno para deshonrarla. Aunque tú habías dicho: «Eso no se hará», ellos, sin embargo, lo hicieron.
3 Por eso entregaste a sus jefes a la masacre, y así su lecho, envilecido por su engaño, también por un engaño quedó ensangrentado. Bajo tus golpes, cayeron muertos los esclavos con sus príncipes y los príncipes, sobre sus tronos.
4 Tú entregaste sus mujeres al pillaje y sus hijas al cautiverio, y dejaste todos sus despojos para que fueran repartidos entre tus hijos predilectos, los cuales, enardecidos de celo por causa de ti y horrorizados por la mancha infligida a su propia sangre, habían invocado tu ayuda. ¡Dios, Dios mío, escucha ahora la plegaria de este viuda!
5 Tú has hecho el pasado, el presente y el porvenir; tú decides los acontecimientos presentes y futuros, y sólo se realiza lo que tú has dispuesto.
6 Las cosas que tú has ordenado se presentan y exclaman: «¡Aquí estamos!». Porque tú preparas todos tus caminos, y tus juicios están previstos de antemano.
7 Mira que los asirios, colmados de poderío, se glorían de sus caballos y sus jinetes, se enorgullecen del vigor de sus soldados, confían en sus escudos y sus lanzas, en sus arcos y sus hondas, y no reconocen que tú eres el Señor, el que pone fin a las guerras.
8 ¡Tu nombre es «Señor»! Quebranta su fuerza con tu poder, aplasta su poderío con tu ira, porque se han propuesto profanar tu Santuario, manchar la Morada donde habita la Gloria de tu Nombre, y derribar tu altar a golpes de hierro.
9 Mira su arrogancia, descarga tu indignación sobre sus cabezas: concédeme, aunque no soy más que una viuda, la fuerza para cumplir mi cometido. Por medio de mis palabras seductoras
10 castiga al esclavo junto con su jefe y al jefe junto con su esclavo. ¡Abate su soberbia por la mano de una mujer!
11 Porque tu fuerza no está en el número ni tu dominio en los fuertes, sino que tú eres el Dios de los humildes, el defensor de los desvalidos, el apoyo de los débiles, el refugio de los abandonados y el salvador de los desesperados.
12 ¡Sí, Dios de mi padre y Dios de la herencia de Israel, Soberano del cielo y de la tierra, Creador de las aguas y Rey de toda la creación: escucha mi plegaria!
13 Que mi palabra seductora se convierta en herida mortal para los que han maquinado un plan siniestro contra tu Alianza y tu Santa Morada, la cumbre de Sión y la Casa que es posesión de tus hijos.
14 ¡Que toda tu nación y cada una de sus tribus reconozcan que tú eres Dios, el Dios de toda fuerza y de todo poder, y que no hay otro protector fuera de ti para la estirpe de Israel!

3° Lectura Eclesiastés 3:16-22 - 4


16 Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y en lugar de la justicia, la iniquidad.
17 Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque allá hay un tiempo para cada cosa y para cada acción.
18 Yo pensé acerca de los hombres: si Dios los prueba, es para que vean que no se distinguen de los animales.
19 Porque los hombres y los animales tienen todos la misma suerte: como mueren unos, mueren también los otros. Todos tienen el mismo aliento vital y el hombre no es superior a las bestias, porque todo es vanidad.
20 Todos van hacia el mismo lugar; todo viene del polvo y todo retorna al polvo.
21 ¿Quién sabe si el aliento del hombre sube hacia lo alto, y si el aliento del animal baja a lo profundo de la tierra?
22 Por eso, yo vi que lo único bueno para el hombre es alegrarse de sus obras, ya que esta es su parte: ¿Quién, en efecto, lo llevará a ver lo que habrá después de él?


Capítulo 4
1 Yo volví mis ojos a todas las opresiones que se cometen bajo el sol: ahí están las lágrimas de los oprimidos, y no hay quien los consuele. La fuerza está del lado de los opresores, y no hay nadie que les dé su merecido.
2 Entonces tuve por más felices a los muertos, porque ya están muertos, que a los vivos, porque viven todavía;
3 y consideré más feliz aún al que todavía no ha existido, porque no ha visto las infamias que se cometen bajo el sol.
4 Yo vi que todo el esfuerzo y toda la eficacia de una obra no son más que rivalidad de unos contra otros. También esto es vanidad y correr tras el viento.
5 El necio se cruza de brazos y se devora a sí mismo.
6 Más vale un puñado con tranquilidad, que las dos manos bien llenas a costa de fatigas y de correr tras el viento.
7 Luego volví mis ojos a otra cosa vana bajo el sol:
8 un hombre está completamente solo, no tiene hijo ni hermano, pero nunca pone fin a su esfuerzo ni se sacia de ambicionar riquezas. Entonces, ¿para quién me esfuerzo y me privo del bienestar? También esto es vanidad y una tarea ingrata.
9 Valen más dos juntos que uno solo, porque es mayor la recompensa del esfuerzo.
10 Si caen, uno levanta a su compañero; pero ¡pobre del que está solo y se cae, sin tener a nadie que lo levante!
11 Además, si se acuestan juntos, sienten calor, pero uno solo ¿cómo se calentará?
12 Y a uno solo se lo domina, pero los dos podrán resistir, porque la cuerda trenzada no se rompe fácilmente.
13 Más vale un joven pobre y sabio que un rey viejo y necio, que ya no es capaz de hacerse aconsejar.
14 Aunque aquel salió de la cárcel para reinar y había sido pobre en su propio reino,
15 yo vi a todos los vivientes que caminan bajo el sol ponerse de parte del joven sucesor, que se erigió en lugar del otro.
16 Era una multitud interminable la que él encabezaba. Pero los que vendrán después tampoco estarán contentos con él, porque también esto es vanidad y correr tras el viento.
17 Vigila tus pasos cuando vayas a la Casa de Dios. Acércate dispuesto a escuchar, más bien que a ofrecer el sacrificio de los insensatos, porque ellos no se dan cuenta que obran mal.

2° Lectura Números 3-4


Capítulo 3
La tribu de Leví: los sacerdotes
1 Esta era la descendencia de Aarón y de Moisés, cuando el Señor habló a Moisés sobre la montaña del Sinaí:
2 Los nombres de los hijos de Aarón eran los siguientes: Nadab –el primogénito– y Abihú, Eleazar e Itamar.
3 Estos eran los nombres de los hijos de Aarón, los sacerdotes que recibieron la unción y la investidura para ejercer el sacerdocio.
4 Nadab y Abihú murieron en la presencia del Señor, cuando presentaron ante él un fuego profano, en el desierto del Sinaí. Y como no tenían hijos, los que ejercieron el sacerdocio delante de Aarón, su padre fueron Eleazar e Itamar.
Las funciones de los levitas
5 El Señor dijo a Moisés:
6 Manda a la tribu de Leví que se acerque, y tú la pondrás a disposición del sacerdote Aarón, para servirlo.
7 Ellos realizarán tareas para él y para toda la comunidad de Israel, delante de la Carpa del Encuentro, encargándose del servicio de la Morada.
8 Tendrán a su cargo todo el mobiliario de la Carpa del Encuentro y realizarán tareas para los israelitas, encargándose del servicio de la Morada.
9 Tú pondrás a los levitas a las órdenes de Aarón y de sus hijos: así ellos estarán dedicados a él exclusivamente, de parte de los israelitas.
10 A Aarón y a sus hijos, en cambio, les encargarás que ejerzan las funciones sacerdotales. Si se acerca un extraño, será castigado con la muerte.
La elección de los levitas
11 El Señor dijo a Moisés:
12 Entre todos los israelitas, en lugar de los primogénitos –de aquellos que abren el seno materno– yo elijo a los descendientes de Leví. Los levitas me pertenecen,
13 porque todo primogénito me pertenece. Cuando exterminé a todos los primogénitos de Egipto, consagré para mí a todos los primogénitos de Israel, hombres y animales, a fin de que fueran míos. Yo soy el Señor.
El censo de los levitas
14 El Señor dijo a Moisés en el desierto del Sinaí:
15 Inscribe en un registro, por familias y por clanes, a todos los levitas varones que tengan más de un mes.
16 Moisés los registró, según la orden que había recibido del Señor.
17 Los nombres de los hijos de Leví eran Gersón, Quehat y Merarí.
18 Los nombres de los hijos de Gersón, por clanes, eran Ligní y Semei;
19 los hijos de Quehat, por clanes, eran Amram, Ishar, Hebrón y Oziel;
20 y los hijos de Merarí, por clanes, eran Majlí y Musí. Los clanes de los levitas, repartidos por familias, eran los siguientes:
21 De Gersón procedían el clan de los libnitas y el clan de los semeítas: estos eran los clanes de los gersonitas.
22 Los registrados, contando todos los varones de un mes en adelante, eran en total 7.500 hombres.
23 Los clanes de los gersonitas acampaban detrás de la Morada, hacia el oeste.
24 El jefe de la casa paterna de los gersonitas era Eliasaf, hijo de Lael.
25 Los gersonitas tenían a su cargo, en la Carpa del Encuentro, la Morada y la Carpa, su toldo y el tapiz que estaba a la entrada de la Carpa del Encuentro;
26 las cortinas del atrio y el cortinado para la entrada del atrio que rodea la Morada, las cuerdas y el altar; todo el servicio relacionado con esos objetos.
27 De Quehat procedían el clan de los amritas, el clan de los isharitas, el clan de los hebronitas y el clan de los ozielitas: estos eran los clanes de los quehatitas
28 Contando todos los varones de un mes en adelante, eran en total 8.300 hombres. Ellos tenían a su cargo el servicio del Santuario.
29 Los clanes de los quehatitas acampaban en el lado sur de la Morada.
30 El jefe de la casa paterna de los clanes de los quehatitas era Elisafán, hijo de Oziel.
31 Ellos tenían a su cargo el Arca, la mesa, el candelabro, los altares, los utensilios sagrados que se usaban en el culto, el cortinado que dividía el Santuario y todo el servicio relacionado con esos objetos.
32 El jefe supremo de todos los levitas era Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que tenía la supervisión de todos los que realizaban las tareas del Santuario.
33 De Merarí procedían el clan de los majilitas y el clan de los musitas: estos eran los clanes de los meraritas.
34 Los registrados, contando todos los que tenían de un mes en adelante, eran en total 6.200 hombres.
35 El jefe de la casa paterna de los clanes de los meraritas era Suriel, hijo de Abijail. Estos acampaban al norte de la Morada.
36 Los hijos de Merarí tenían a su cargo el cuidado de los bastidores de la Morada, sus travesaños, sus postes, sus bases y todos sus enseres; todo el servicio relacionado con esos objetos.
37 También debían ocuparse de las columnas que rodean el atrio, de sus bases, sus estacas y sus cuerdas.
38 Al este, frente a la Morada, delante de la Carpa del Encuentro, acampaban Moisés, Aarón y sus hijos, que realizaban las tareas del Santuario, en favor de los israelitas. Cualquier extraño que se acercara debía ser castigado con la muerte.
39 Los levitas inscritos –los varones mayores de un mes, que Moisés y Aarón registraron por familias, según las orden del Señor– fueron en total 22.000 hombres.
Los levitas y el rescate de los primogénitos
40 El Señor dijo a Moisés: Realiza un censo de todos los primogénitos varones entre los israelitas, de la edad de un mes en adelante, llevando cuenta de sus nombres.
41 Luego aparta para mía a los levitas –porque yo soy el Señor– en lugar de todos los primogénitos de los israelitas, y aparta también el ganado de los levitas, en lugar de todos los primogénitos del ganado de los israelitas.
42 Entones Moisés hizo el censo de todos los primogénitos entre los israelitas, como el Señor se lo había ordenado.
43 Los primogénitos varones de un mes en adelante que fueron registrados eran en total 22.273 hombres.
44 Luego el Señor dijo a Moisés:
45 Aparta a los levitas en lugar de todos los primogénitos israelitas, y aparta también el ganado de los israelitas. Los levitas serán para mí: yo soy el Señor.
46 Y como precio del rescate por los doscientos setenta y tres primogénitos israelitas que exceden el número de los levitas,
47 toma cinco siclos por cabeza –en siclos del Santuario, teniendo en cuenta que cada siclo equivale a veinte gueras–
48 y entrega ese dinero a Aarón y a sus hijos, como precio de rescate por la diferencia.
49 Moisés tomó el dinero del rescate por aquellos primogénitos, que excedían a los rescatados por los levitas,
50 recibió el dinero de los primogénitos israelitas –1.365 siclos, en siclos del Santuario–
51 y entregó el dinero del rescate a Aarón y a sus hijos, según la orden que Moisés había recibido del Señor.

Capítulo 4
Las obligaciones de los levitas: los quehatitas
1 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
2 Realiza un censo especial de los levitas hijos de Quehat, por clanes y por familias.
3 Registra a todos los que puedan entrar en servicio, para ejercer funciones en la Carpa del Encuentro, es decir, a los que tengan entre treinta y cincuenta años.
4 Los quehatitas serán los responsables, en la Carpa del Encuentro, de los objetos más santos.
5 Cuando haya que levantar campamento, Aarón y sus hijos irán a descolgar el velo protector y cubrirán con él el Arca del Testimonio.
6 Sobre él pondrán una funda de cuero fino, y encima extenderán una tela, toda de púrpura violeta. Luego le ajustarán las andas.
7 En seguida extenderán una tela de púrpura violeta sobre la mesa de los panes de la ofrenda, y depositarán sobre ella las fuentes, los vasos, las tazas y los jarros para la libación. El pan de la ofrenda perpetua estará sobre la mesa.
8 Encima de todo esto, extenderán una tela de púrpura escarlata y la envolverán con una funda de cuero fino. Luego le ajustarán las andas.
9 Asimismo, tomarán una tela de púrpura violeta y cubrirán el candelabro, sus lámparas, sus tenazas, sus platillos, y todas las vasijas de aceite que se emplean para el servicio del candelabro.
10 Lo pondrán, junto con todos sus enseres, en una funda de cuero fino, y después lo depositarán sobre angarillas.
11 Luego extenderán una tela de púrpura violeta sobre el altar de oro, lo cubrirán con una funda de cuero fino y le ajustarán las andas.
12 Recogerán todos los utensilios que se emplean en el culto del Santuario, les pondrán una tela de púrpura violeta, los cubrirán con una funda de cuero fino, y finalmente los depositarán sobre unas angarillas.
13 Después de haber limpiado las cenizas del altar, extenderán sobre él una tela de púrpura escarlata
14 y pondrán encima todos los enseres que se usan para su servicio: los braseros, los tenedores, las palas y los aspersorios, o sea, todos los enseres del altar. Luego extenderán sobre él una funda de cuero fino y le ajustarán las andas.
15 Y al levantarse el campamento, una vez que Aarón y sus hijos hayan terminado de cubrir los objetos sagrados y todos sus accesorios, vendrán los hijos de Quehat para transportarlos, pero no tocarán los objetos sagrados, porque morirían. Estos son los objetos de la Carpa del Encuentro, que deberán ser transportados por los hijos de Quehat.
16 El sacerdote Eleazar, hijo de Aarón, será el encargado del aceite para iluminación, del incienso aromático, de la ofrenda perpetua y del óleo de la unción; ejercerá la supervisión de toda la Morada, con todos los objetos sagrados y todos los utensilios que hay en ella.
17 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
18 No permitan que el grupo de los clanes de los quehatitas sea eliminado del número de los levitas.
19 Por eso, para que puedan vivir y no mueran cuando se acerquen a los objetos más santos, procedan con los quehatitas de la siguiente manera: vendrán Aarón y sus hijos, y asignarán a cada uno de ellos su oficio y su carga;
20 pero los quehatitas no entrarán a ver los objetos sagrados ni siguiera un momento, no sea que mueran.
Los gersonitas
21 Luego el Señor dijo a Moisés:
22 Realiza también un censo de los gersonitas, por clanes y por familias.
23 Registra a todos los que puedan entrar en servicio para ejercer funciones en la Carpa del Encuentro, es decir, a los que tengan entre treinta y cincuenta años.
24 Los clanes de los gersonitas serán los responsables de los siguientes oficios y cargas:
25 ellos llevarán los tapices de la Morada, la Carpa del Encuentro y su tolda, el cortinado que está a la entrada de la Carpa del Encuentro;
26 las cortinas del atrio, la cortina de la entrada del atrio que rodea la Morada y el altar, y también sus cuerdas y todos los accesorios que se emplean en su servicio: ellos se encargarán de hacer todo lo necesario.
27 Los gersonitas harán su trabajo bajo las órdenes de Aarón y de sus hijos, tanto lo que se refiere al transportes cuanto al servicio: ustedes los harán responsables del cuidado de toda su carga.
28 Estas son las obligaciones de los clanes de los gersonitas, respecto de la Carpa del Encuentro. Las cumplirán bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.
Los meraritas
29 En cuanto a los meraritas, deberás registrar, por clanes y por familias,
30 a todos los que puedan entrar en servicio para ejercer funciones en la Carpa del Encuentro, es decir, a los que tengan entre treinta y cincuenta años.
31 Ellos tendrán a su cargo, en la Carpa del Encuentro, todos los oficios relacionados con el traslado de los siguientes objetos: los bastidores de la Morada, con sus travesaños, columnas y bases;
32 las columnas que rodean el atrio, con sus bases, estacas y cuerdas, con todos sus accesorios y todo su equipamiento. Además, deberán tener un inventario de los objetos que tienen la obligación de transportar.
33 Estos son los oficios de los clanes de los meraritas, con todas las obligaciones que deberán cumplir en la Carpa del Encuentro, bajo la dirección de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.
Conclusión
34 De esta manera, Moisés, Aarón y los jefes de la comunidad hicieron el censo de los quehatitas, por clanes y por familias,
35 registrando a todos los que podían entrar en servicio para ejercer funciones en la Carpa del Encuentro, es decir, a los que tenían entre treinta y cincuenta años.
36 Los registrados por clanes fueron en total 2.750 hombres.
37 Estos fueron los inscritos en el registro de los clanes de los quehatitas, todos los que prestaban servicio en la Carpa del Encuentro. Moisés y Aarón los registraron, según la orden que el Señor había dado por medio de Moisés.
38 Los inscritos en el registro de los gersonitas, por clanes y por familias,
39 todos los que podían entrar en servicio para ejercer funciones en el Carpa del Encuentro, es decir, los que tenían entre treinta y cincuenta años,
40 fueron en total 2.630 hombres.
41 Estos fueron los registrados en el censo de los clanes de los gersonitas, todos los que prestaban servicio en la Carpa del Encuentro, y que Moisés y Aarón registraron por orden del Señor.
42 Los inscritos en el registro de los meraritas, por clanes y por familias,
43 todos los que podían entrar en servicio para ejercer funciones en la Carpa del Encuentro, es decir, los que tenían entre treinta y cincuenta años,
44 fueron en total 3.200 hombres.
45 Estos fueron los inscritos en el registro de los clanes de los meraritas, que Moisés y Aarón registraron según la orden que el Señor había dado por medio de Moisés.
46 Todos los levitas que Moisés, Aarón y los jefes de Israel registraron por clanes y por familias
47 –los que debían prestar servicios en el culto y traslado de la Carpa del Encuentro, es decir, los que tenían entre treinta y cincuenta años–
48 fueron 8.580 hombres.

49 A cada uno le fue asignada una obligación en el servicio y el traslado de la Carpa, según la orden del Señor por medio de Moisés; y cada uno fue registrado como el Señor lo había ordenado a Moisés.

1° Lectura Mateo 17

1 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado.
2 Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
3 De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús.
4 Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantará aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
5 Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo».
6 Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor.
7 Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
8 Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
9 Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
10 Entonces los discípulos le preguntaron: «¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elías?».
11 El respondió: «Sí, Elías debe venir a poner en orden todas las cosas;
12 pero les aseguro que Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él lo que quisieron. Y también harán padecer al Hijo del hombre».
13 Los discípulos comprendieron entonces que Jesús se refería a Juan el Bautista.
14 Cuando se reunieron con la multitud se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas,
15 le dijo: «Señor, ten piedad de mí hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua.
16 Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar».
17 Jesús respondió: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí».
18 Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento, quedó curado.
19 Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?».
20 «Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: «Trasládate de aquí a allá», y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes».
21 [«En cuanto a esta clase de demonios, no se los puede expulsar sino por medio de la oración y del ayuno»].
22 Mientras estaban reunidos en Galilea, Jesús les dijo: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres:
23 lo matarán y al tercer día resucitará». Y ellos quedaron muy apenados.
24 Al llegar a Cafarnaúm, los cobradores del impuesto del Templo se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿El Maestro de ustedes no paga el impuesto?».
25 «Sí, lo paga», respondió. Cuando Pedro llegó a la casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? ¿De quiénes perciben los impuestos y las tasas los reyes de la tierra, de sus hijos o de los extraños?».
26 Y como Pedro respondió: «De los extraños», Jesús le dijo: «Eso quiere decir que los hijos están exentos.
27 Sin embargo, para no escandalizar a esta gente, ve al lago, echa el anzuelo, toma el primer pez que salga y ábrele la boca. Encontrarás en ella una moneda de plata: tómala, y paga por mí y por ti».