miércoles, 30 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 8

Capítulo 8
Entre tanto, la fama de los romanos llegó a oídos de Judas: supo que eran guerreros valerosos, se mostraban benévolos con todos sus aliados y entablaban amistad con todos los que acudían a ellos; sobre todo, se enteró de que eran guerreros valerosos. 2 Le habían contado, en efecto, sus campañas y las proezas que habían realizado entre los galos, dominándolos y sometiéndolos a tributo, 3 como así también todo lo que habían hecho en la región de España, para adueñarse de las minas de plata y de oro que hay allí, 4 y cómo gracias a su habilidad y constancia, se habían apoderado de todo el territorio, a pesar de ser un lugar muy distante. Asimismo, a los reyes que habían venido a combatirlos desde los confines de la tierra, los habían derrotado, aplastándolos completamente, mientras que los restantes les pagaban tributo cada año. 5 Ellos habían derrotado y sometido a Filipo y a Perseo, reyes de Quitím, y a cuantos se les opusieron. 6 También habían vencido a Antíoco el Grande, rey de Asia, que les había hecho la guerra con ciento veinte elefantes, con caballos, carros y un ejército muy numeroso: 7 lo tomaron prisionero y le impusieron, a él y a sus sucesores, un fuerte tributo, además de la entrega de rehenes y la cesión 8 de sus mejores provincias –la región de la India, Media y Lidia– que luego entregaron al rey Eumenes. 9 Los de Grecia habían pensado ir a exterminarlos, 10 pero los romanos, al enterarse, habían enviado contra ellos a un solo general para combatirlos: así mataron a muchos de ellos, llevaron prisioneros a sus mujeres y sus niños, saquearon sus bienes, sometieron al país, arrasaron sus fortalezas y les impusieron su dominio hasta el día de hoy. 11 También destruyeron y sometieron a los demás reinos y a las islas que alguna vez les opusieron resistencia. 12 En cambio, mantuvieron su amistad con sus aliados y con todos los que buscaron su apoyo. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y lejanos y son temidos por todos los que oyen en hablar de ellos. 13 Sólo reinan los que ellos quieren ayudar a reinar, y deponen a los que quieren. Están en el apogeo de su poder. 14 Sin embargo, ninguno de ellos se ciñe la corona ni se reviste de púrpura para engrandecerse. 15 Antes bien, han creado un Senado, donde cada día sesionan trescientos veinte senadores, que deliberan constantemente sobre los asuntos del pueblo, a fin de asegurar el orden público. 16 Cada año confían a un solo hombre el poder y el dominio sobre toda la nación, y todos le obedecen, sin que haya entre ellos envidias ni celos. 17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, hijo de Hacós, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma para concertar un pacto de amistad, 18 con el fin de librarse del yugo, porque veían que los griegos tenían esclavizado a Israel. 19 Ellos partieron para Roma y, después de un larguísimo viaje, se presentaron ante el Senado y dijeron: 20 «Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el Pueblo judío nos han enviado para concertar con ustedes un pacto de paz y para que nos inscriban en el número de sus aliados y amigos». 21 La propuesta agradó a los romanos. 22 Y esta es la copia del documento que grabaron en planchas de bronce y enviaron a Jerusalén como memorial de paz y de alianza: 23 «¡Que los romanos y la nación de los judíos tengan felicidad en el mar y en la tierra para siempre! ¡Lejos de ellos la espada y el enemigo! 24 Si una guerra amenaza primero a Roma, o a cualquiera de sus aliados, en cualquier parte de sus dominios, 25 la nación de los judíos luchará a su lado de todo corazón según se lo exijan las circunstancias. 26 Los enemigos no recibirán trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido Roma. Observarán sus compromisos sin ninguna compensación. 27 De la misma manera, si una guerra amenaza primero a la nación de los judíos, los romanos lucharán a su lado, con toda el alma según se lo exijan las circunstancias. 28 Sus agresores no recibirán trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido Roma. Observarán sus compromisos con lealtad». 29 Estas son las cláusulas que los romanos estipularon con el Pueblo judío. 30 «Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo harán de común acuerdo, y lo que añadan o quiten tendrá fuerza obligatoria». 31 Con relación a los males que el rey Demetrio ha causado a los judíos, ya le hemos escrito lo siguiente: «¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo sobre los judíos, nuestros amigos y aliados? 32 Si vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y te haremos la guerra por mar y por tierra».

3° Lectura. Job 30

Capítulo 30
Pero ahora se ríe de mí hasta la gente más joven que yo., a cuyos padres yo no consideraba dignos de juntarlos con los perros de mis rebaños. 2 ¿De qué me hubiera servido la fuerza de sus manos? Ellos habían perdido todo su vigor: 3 agotados por la penuria y el hambre, roían el suelo reseco, la tierra desierta y desolada. 4 Arrancaban malezas de los matorrales y raíces de retama eran su alimento. 5 Se los expulsaba de en medio de los hombres; se los echaba a gritos, como a un ladrón. 6 Habitaban en los barrancos de los torrentes, en las grietas del suelo y los peñascos. 7 Rebuznaban entre los matorrales, se apretujaban bajo los cardos 8 ¡Gente envilecida, raza sin nombre, echados a golpes del país! 9 ¡Y ahora, ellos me hacen burla con sus cantos, soy el tema de sus dichos jocosos! 10 Abominan y se alejan de mí no les importa escupirme en la cara. 11 Porque Dios aflojó mi cuerda y me humilló, ellos también pierden el freno ante mí. 12 A mi derecha se levanta una turba: se abren camino hasta mi para arruinarme. 13 destruyen mi sendero para perderme: atacan sin que nadie los detenga, 14 irrumpen como por una ancha brecha, avanzan rodando como un torbellino. 15 Los terrores se han vuelto contra mí. mi dignidad es arrastrada como por el viento, mi esperanza de salvación ha pasado como una nube. 16 Y ahora mi vida se diluye en mi interior, me han tocado días de aflicción. 17 De noche, siento taladrar mis huesos, los que me roen no se dan descanso. 18 El me toma de la ropa con gran fuerza, me ciñe como el cuello de mi túnica. 19 El me ha arrojado en el fango, y me asemejó al polvo y la ceniza. 20 Clamo a ti, y no me respondes; me presento, y no me haces caso. 21 Te has vuelto despiadado conmigo, me atacas con todo el rigor de tu mano. 22 Me levantas y me haces cabalgar en el viento, y me deshaces con la tempestad. 23 Sí, ya lo sé, me llevas a la muerte, al lugar de reunión de todos los vivientes. 24 ¿Acaso no tendí mi mano al pobre cuando en su desgracia me pedía auxilio? 25 ¿No lloré con el que vivía duramente y mi corazón no se afligió por el pobre? 26 Yo esperaba lo bueno y llegó lo malo, aguardaba la luz y llegó la oscuridad. 27 Me hierven las entrañas incesantemente, me han sobrevenido días de aflicción. 28 Ando ensombrecido y sin consuelo, me alzo en la asamblea y pido auxilio. 29 Me he convertido en hermano de los chacales y en compañero de los avestruces. 30 Mi piel ennegrecida se me cae, mis huesos arden por la fiebre. 31 Mi cítara sólo sirve para el duelo y mi flauta para acompañar a los que lloran.

2° Lectura. Josué 20-21

Capítulo 20
Las ciudades de refugio
El Señor dijo a Josué: 2 «Habla en estos términos a los israelitas: Determinen cuáles serán las ciudades de refugio –esas de las que yo les hablé por medio de Moisés– 3 para que allí puedan encontrar asilo los homicidas que hayan matado a una persona sin premeditación e inadvertidamente. Así ustedes tendrán un refugio contra el vengador del homicidio. 4 El homicida huirá a una de estas ciudades, se detendrá a la entrada de la puerta, y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos lo admitirán, y le asignarán un lugar para que habite con ellos. 5 Y si el vengador del homicidio lo persigue, no lo pondrán en sus manos, porque mató a su prójimo inadvertidamente, sin haberlo odiado antes. 6 Después de comparecer delante de la comunidad para ser juzgado, el homicida permanecerá en aquella ciudad hasta la muerte del Sumo Sacerdote que esté en funciones en aquellos días. Entonces podrá entrar de nuevo en la ciudad y en su casa, en la ciudad de donde había huido». 7 Con este fin, los israelitas consagraron las siguientes ciudades: Quedes, en Galilea, en la montaña de Neftalí; Siquem, en la montaña de Efraím; Quiriat Arba –o sea Hebrón– en la montaña de Judá. 8 Y al otro lado del Jordán, al este de Jericó, se designó a Béser –de la tribu de Rubén, que estaba situada en el desierto, sobre el altiplano– a Ramot de Galaad, de la tribu de Gad, y a Golán, situada en Basán y perteneciente a la tribu de Manasés. 9 Estas fueron las ciudades asignadas a todos los israelitas y a los extranjeros que residían en medio de ellos, para que todo el que matara sin premeditación a una persona pudiera refugiarse en ellas, y así no muriera en manos del vengador del homicidio, antes de comparecer delante de la comunidad.


Capítulo 21
Las ciudades levíticas

Los jefes de familia de los levitas se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los jefes de familia de las tribus israelitas, 2 que estaban en Silo, en le país de Canaán, y les dijeron: «El Señor ordenó por medio de Moisés que se nos asignaran algunas ciudades, a fin de que residiéramos en ellas, y también sus campos de pastoreo para nuestros ganados». 3 Entonces los israelitas, conforme a la orden del Señor, dieron a los levitas las siguientes ciudades con sus campos de pastoreo, tomándolas de sus propias posesiones. 4 Se hizo el sorteo para los clanes de los quehatitas; y a los levitas descendientes de Aarón, el sacerdote, les tocaron en suerte trece ciudades de las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín; 5 a los clanes de los otros quehatitas les tocaron en suerte diez ciudades de las tribus de Efraím, de Dan y de la mitad de Manasés. 6 A los clanes de los gersonitas les tocaron en suerte trece ciudades de las tribus de Isacar, de Aser, de Neftalí y de la mitad de Manasés, en Basán. 7 Y a los clanes de los meraritas les tocaron en suerte doce ciudades de las tribus de Rubén, de Gad y de Zabulón. 8 Así los israelitas dieron a los levitas, mediante un sorteo, esas ciudades con sus campos de pastoreo, como el Señor lo había ordenado por medio de Moisés. Las ciudades de los quehatitas 9 Ellos les entregaron las ciudades de la tribu de Judá y de la tribu de Simeón que se nombran más adelante. 10 Y como la primera suerte les tocó a los levitas que pertenecían a los clanes de los quehatitas y eran descendientes de Aarón, 11 a ellos les dieron Quiriat Arbá –la ciudad de Arba, el padre de Anac, o sea, Hebrón– en la montaña de Judá, con los campos de pastoreo que tenía a su alrededor. 12 Los campos de cultivo y los poblados próximos a la ciudad, en cambio, ya habían sido dados a Caleb, hijo de Iefuné. 13 Y Además de Hebrón –que era una ciudad de refugio para los homicidas– los israelitas dieron a los descendientes del sacerdote Aarón las ciudades de Libná, 14 Iatir, Estemoa, 15 Jolón, Debir, 16 Ain, Iutá y Bet Semes, cada una con su respectivo campo de pastoreo: nueve ciudades de aquellas dos tribus. 17 De la tribu de Benjamín les dieron Gabaón, Gueba, 18 Anatot y Almón, todas con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 19 Trece ciudades y sus campos de pastoreo era el total de las ciudades pertenecientes a los sacerdotes hijos de Aarón. 20 A los clanes de los otros levitas descendientes de Quehat les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraím. 21 A ellos les dieron Siquem, en la montaña de Efraím –la ciudad de refugio para los homicidas– con sus correspondientes campos de pastoreo, y también Guézer, 22 Quibsaim, Bet Jorón, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 23 De la tribu de Dan les dieron Eltequé, Guibetón, 24 Aialón, Gat Rimón, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 25 De la mitad de la tribu de Manasés les dieron Taanac e Ibleam, cada una con sus campos de pastoreo: dos ciudades. 26 Eran en total diez ciudades, con sus campos de pastoreo, para los restantes clanes de los quehatitas. Las ciudades de los gersonitas 27 A los clanes levíticos de los gersonitas les dieron: de la mitad de la tribu de Manasés, Golán en Basán –la ciudad de refugio para los homicidas– y también Astarot, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 28 De la tribu de Isacar les dieron Quisión, Daberat, 29 Iarmut y En Ganím, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 30 De la tribu de Aser les dieron Misal, Abdón, 31 Jelcat y Rejob, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 32 De la tribu de Neftalí les dieron Quedes en Galilea –la ciudad de refugio para los homicidas– Jamot Dor y Racat, cada una con sus campos de pastoreo: tres ciudades. 33 Las ciudades de los clanes de los gersonitas, con sus respectivos campos de pastoreo, eran trece en total. Las ciudades de los meraritas 34 El resto de los levitas, o sea, a los clanes de los meraritas les dieron: de la tribu de Zabulón, Iocneam, Cartá, 35 Rimón y Nahalal, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 36 De la tribu de Rubén, al otro lado del Jordán les dieron Beser –la ciudad de refugio para los homicidas– que está situada en el desierto, sobre el altiplano, y además Iahás, 37 Quedemot y Mefaat, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 38 De la tribu de Gad, les dieron Ramot de Galaad –la ciudad de refugio para los homicidas– y además, Majanaim, 39 Jesbón y Lázer, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 40 En total, eran doce las ciudades asignadas mediante un sorteo al resto de los clanes levíticos, o sea, a los meraritas. 41 Por lo tanto, las ciudades levíticas en medio de las posesiones de los israelitas eran cuarenta y ocho en total, con sus campos de pastoreo. 42 Cada una de estas ciudades incluía, además de la ciudad, los campos de pastoreo que tenían a su alrededor. Lo mismo sucedía con todas las ciudades mencionadas. Conclusión general 43 Así el Señor entregó a Israel todo el territorio que había jurado dar a sus padres. Los israelitas tomaron posesión de él y lo habitaron. 44 El Señor les dio la paz en todas sus fronteras, como lo había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo resistirles, porque el Señor se los entregó a todos. 45 Ni una sola de las admirables promesas que el Señor había hecho a los israelitas cayó en el vacío: todas se cumplieron.

1° Lectura. Hechos 13:26-52

Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios. 27 En efecto, la gente de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado, pero las cumplieron sin saberlo, condenado a Jesús. 28 Aunque no encontraron nada en él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo condenara. 29 Después de cumplir todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del patíbulo y lo pusieron en el sepulcro. 30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos 31 y durante un tiempo se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos delante del pueblo. 32 Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres, 33 fue cumplida por él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy. 34 Que Dios lo ha resucitado de entre los muertos y que no habrá de someterse a la corrupción, es lo que el mismo Dios ha declarado diciendo: Cumpliré las santas promesas hechas a David, aquellas que no pueden fallar. 35 Por eso también dice en otro pasaje: No permitirás que tu Santo sufra la corrupción. 36 Sin embargo David, después de haber cumplido la voluntad de Dios en su tiempo, murió, fue a reunirse con sus padres y sufrió la corrupción. 37 Pero aquel a quien Dios resucitó no sufrió la corrupción. 38 Ustedes deben saber que la remisión de los pecados les ha sido anunciada por él. Y la justificación que ustedes no podían alcanzar por la Ley de Moisés, gracias a él, 39 la alcanza todo el que cree. 40 Tengan cuidado de que no les suceda lo que dijeron los profetas: 41 "¡Ustedes, los que desprecian, llénense de estupor y ocúltense! Porque en estos días voy a realizar algo, que si alguien lo contara no lo podrían creer"». 42 A la salida, les pidieron que retomaran el mismo tema el sábado siguiente. 43 Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. 44 Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. 45 Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. 46 Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. 47 Así nos ha ordenado el Señor: "Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra"». 48 Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe. 49 Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. 50 Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. 51 Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio. 52 Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.

martes, 29 de abril de 2014

3° Lectura. Job 29

Capítulo 29
Job continuó pronunciando su poema, y dijo: 2 ¡Si pudiera volver a los tiempos pasados, a los días en que Dios cuidaba de mí, 3 cuando hacía brillar su lámpara sobre mi cabeza y yo caminaba a su luz entre las tinieblas! 4 ¡Si estuviera como en el otoño de mi vida, cuando Dios protegía mi carpa, 5 cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo y me rodeaban mis hijos; 6 cuando mis pies se bañaban en lecha cuajada y la roca derramaba para mí arroyos de aceite! 7 Si yo salía a la puerta principal de la ciudad y ocupaba mi puesto en la plaza, 8 los jóvenes se retiraban al verme, los ancianos se levantaban y permanecían de pie. 9 Los príncipes retenían sus palabras y se tapaban la boca con la mano; 10 a los jefes se les apagaba la voz, se les pegaba la lengua al paladar. 21 Ellos me escuchaban con expectación, callaban para oír mi consejo. 22 Después que yo hablaba, nadie replicaba, mi palabra caía sobre ellos gota a gota. 23 Me esperaban como a la lluvia, abrían su boca como a la lluvia de primavera. 24 Si les sonreía, les costaba creerlo y no querían perderse la luz de mi rostro. 25 Yo les elegía el camino y me ponía al frente; me instalaba como un rey con sus tropas y adonde yo los llevaba, se dejaban guiar. 11 Sí, el que me oía me felicitaba y el que me veía daba testimonio a mi favor. 12 Porque yo salvaba al pobre que pedía auxilio y al huérfano privado de ayuda. 13 El desesperado me hacía llegar su bendición, y yo alegraba el corazón de la viuda. 14 Me había revestido de justicia, y ella me cubría, mi rectitud era como un manto y un turbante. 15 Yo era ojos para el ciego y pies para el lisiado, 16 era un padre para los indigentes y examinaba a fondo el caso del desconocido. 17 Rompía las mandíbulas del injusto y le hacía soltar la presa de sus dientes. 18 Entonces pensaba: «Moriré en mi nido, multiplicaré mis días como el ave fénix 19 Mi raíz se extenderá hacia el agua y el rocío se posará en mi ramaje. 20 Mi gloria será siempre nueva en mí y el arco rejuvenecerá en mi mano».

2° Lectura. Josué 18-19

Capítulo 18
La distribución del territorio en Silo
Toda la comunidad de los israelitas se reunió en Silo, y allí fue instalada la Carpa del Encuentro. El país ya estaba sometido a los israelitas, 2 pero todavía quedaban siete tribus a las que no se les había repartido su herencia. 3 Entonces Josué dijo a los israelitas: «¿Hasta cuándo van a demorar en ir a tomar posesión del país que les dio en herencia el Señor, el Dios de sus padres? 4 Designen a tres hombres por cada tribu, y yo los enviaré a recorrer el país. Ellos harán su descripción para que pueda ser repartido, y después regresarán. 5 Dividirán el territorio en siete partes, Judá se quedará en su territorio, al sur, y la casa de José en el suyo, al norte. 6 Y cuando ustedes hayan hecho la descripción del país, dividiéndolo en siete partes, me la traerán para que yo la sortee aquí, en la presencia del Señor, nuestro Dios. 7 Porque los levitas no tendrán ninguna parte en medio de ustedes, ya que el sacerdocio del Señor es su herencia; y Gad, Rubén y la mitad de la tribu de Manasés ya han recibido en el lado oriental del Jordán, la herencia que les asignó Moisés, el servidor del Señor. 8 Cuando los hombres que iban a hacer la descripción del país se disponían a partir, Josué les dio esta orden: «Vayan a recorrer el país, descríbanlo, y luego regresen. Después yo lo sortearé entre ustedes delante del Señor, aquí mismo, en Silo». 9 Los hombres partieron, recorrieron el país y registraron por escrito las ciudades, dividiéndolas en siete grupos. Después regresaron al campamento de Silo, donde estaba Josué. 10 Allí Josué echó las suertes entre los israelitas, delante del Señor, y repartió el territorio a cada una de las tribus de Israel. La tribu de Benjamín 11 Se extrajo la suerte correspondiente a los clanes de la tribu de Benjamín, y a ellos les tocó el territorio comprendido entre el de los hijos de Judá y el de los hijos de José. 12 Por el lado septentrional, el límite partía del Jordán y subía por la pendiente norte de Jericó; luego subía por la montaña hacia el oeste, para terminar en el desierto de Bet Aven. 13 De allí el límite pasaba a Luz, hacia la pendiente meridional de Luz –o sea, Betel– y después descendía hasta Atarot Adar, sobre el monte que está al sur de Bet Jorón de Abajo. 14 Luego el límite daba vuelta, girando por el lado oeste, hacia el sur, y saliendo de la montaña que se encuentra frente a Bet Jorón, al sur, iba a terminar en Quiriat Baal –o sea en Quiriat Iearím– ciudad que pertenece a los hijos de Judá. Este era el límite occidental. 15 Por el lado meridional, el límite partía del extremo de Quiriat Iearím, seguía hacia Gasín y salía cerca de las aguas de la fuente de Neftóaj. 16 Luego bajaba hasta el extremo del monte que está frente al valle de Ben Hinnóm, al norte del valle de los Refaím; seguía bajando por el valle de Hinnóm, al sur del flanco de los jebuseos, y descendía hasta En Roguel. 17 Desde allí doblaba hacia el norte y llegaba a En Semes; luego se dirigía hacia Guelilot, que está frente a la subida de Adumím, y bajaba en el Peñasco de Boján, el rubenita. 18 Después pasaba por la pendiente que hay frente a Bet Arabá; al norte, y bajaba hasta la Arabá; 19 seguía por la pendiente de Bet Joglá, hacia el norte, y terminaba en la parte septentrional del mar de la Sal, en el extremo sur del Jordán. Esta era la frontera sur. 20 Por el este, el límite estaba formado por el Jordán. Esta fue la herencia de los clanes de Benjamín, con los límites que la rodean. Las ciudades de Benjamín 21 Las ciudades asignadas a los clanes de la tribu de Benjamín fueron las siguientes: Jericó, Bet Joglá, Emec Quesís, 22 Bet Ha Arabá, Semaraim, Betel, 23 Avím, Pará, Ofrá, 24 Quefar Ha Amoni, Ofní, Gueba: en total, doce ciudades con sus poblados. 25 Además, Gabaón, Ramá, Beerot, 26 Mispé, Quefirá, Mosá, 27 Réquem, Irpeel, Taralá, 28 Selá, Elef, Jerusalén –la ciudad jebusea– Guibeá y Quiriat: en total, catorce ciudades con sus poblados. Esta fue la herencia que recibieron los clanes de la tribu de Benjamín.

Capítulo 19
La tribu de Simeón

La segunda suerte le tocó a Simeón, o sea, a la tribu de los hijos de Simeón con sus clanes. La herencia que se les asignó estaba en medio del territorio de los hijos de Judá. 2 Ellos recibieron como herencia: Berseba, Semá, Moladá, 3 Jasar Sual, Balá Esem, 4 Eltolad, Betul, Jormá, 5 Siquelag, Bet Ha Marcabot, Jasar Susá, 6 Bet Lebaot y Serujén: en total trece ciudades con sus poblados. 7 Además, Ayín, Rimón, Eter y Asán: en total, cuatro ciudades con sus poblados. 8 También recibieron todos los poblados de los alrededores de estas ciudades, hasta Baalat Beer y Ramat Négueb. Esta era la herencia de los hijos de Simeón con sus clanes, 9 la que se tomó de la porción de territorio asignada a los hijos de Judá, porque la parte de estos últimos era demasiado grande. Así los hijos de Simeón recibieron su herencia en medio de los hijos de Judá. La tribu de Zabulón 10 La tercera suerte le tocó a los hijos de Zabulón con sus clanes. El límite de su herencia se extendía hasta Sarid; 11 después subía al oeste, hacia Maaralá, y llegaba hasta Dabéset y hasta el torrente que está frente a Iocneam. 12 Partiendo nuevamente de Sarid, el límite iba al este, hacia el levante, hasta llegar a Quislot Tabor; luego llegaba a Daberat y subía a Iafia. 13 Desde allí, yendo hacia el este, pasaba a Guita Jéfer, y a Itá Casín; después llegaba a Rimón y doblaba hacia Neá. 14 En seguida el límite doblaba hacia el norte, hacia Janatón, para ir a terminar en el valle de Iftajel. 15 Su territorio incluía, además, Catat, Nahalal, Simeón, Idalá y Belén: en total doce ciudades con sus poblados. 16 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Zabulón: las ciudades y sus poblados. La tribu de Isacar 17 la cuarta suerte le tocó a Isacar, o sea, a los hijos de Isacar con sus clanes. 18 En su territorio estaba Izreel, Ha Quesulot, Suném, 19 Jafaraim, Sión, Anajarat, 20 Rabit, Quisión, Ebes, 21 Rémet, En Gamín, En Jadá y Bet Pasés. 22 El límite tocaba el Tabor, Sajasím, Bet Semes y terminaba en el Jordán: en total, dieciséis ciudades con sus poblados. 23 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Isacar: las ciudades y sus poblados. La tribu de Aser 24 La quinta suerte le tocó a la tribu de los hijos de Aser con sus clanes. 25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Acsaf, 26 Alamélec, Amad y Misal, y hacia el oeste la frontera tocaba el Carmelo y Sijor Libnat. 27 Luego daba vuelta hacia el oriente, hasta Bet Dagón, y remontando hacia el norte, tocaba Zabulón y el valle de Iftajel. Después continuaba hasta Bet Emec y Neiel, e iba a terminar en Cabul. Al norte, el territorio comprendía 28 Abdón, Rejob, Jammón y Caná, hasta Sidón, la Grande. 29 Luego el límite daba vuelta hacia Ramá, hasta la fortaleza de Tiro. De allí doblaba hasta Josá, y terminaba en el mar. El territorio incluía, además, Majaleb, Aczib, 30 Acó, Afec y Rejob; en total, veintidós ciudades con sus poblados. 31 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Aser: las ciudades y sus poblados. La tribu de Neftalí 32 La sexta suerte le tocó a los clanes de la tribu de Neftalí. 33 Su frontera partía de Jélef y de Elón Besaananím, y pasando por Adamí Ha Néqueb y Iabnel, hasta Lacúm, terminaba en el Jordán. 34 Hacia el oeste, el límite doblaba hasta Aznot Tabor; de allí llegaba a Jucoc, y tocaba Zabulón por el sur, Aser por el oeste y el Jordán por el este. 35 Las ciudades fortificadas eran las siguientes: Siddím, Ser, Jamat, Racat, Genesaret, 36 Adamá, Ramá, Jasor, 37 Quedes, Edrei, En Jasor, 38 Irón, Migdal El, Jorém, Bet Anat, Bet Semes: en total, diecinueve ciudades con sus poblados. 39 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Neftalí: las ciudades y sus poblados. La tribu de Dan 40 La séptima suerte le tocó a los clanes de la tribu de Dan. 41 El territorio de su herencia comprendía Sorá, Estaol, Ir Semes, 42 Salbím, Aialón, Itlá, 43 Elón, Timná, Ecrón, 44 Eltequé, Guibetón, Baalat, 45 Iehud, Bené Berac, Gat Rimón, 46 Me Ha Iarcón y Racón, con el territorio que está enfrente de Jope. 47 Pero aquel territorio resultaba demasiado estrecho para los hijos de Dan, y por eso subieron a atacar a Lesem. La tomaron y la pasaron al filo de la espada; y una vez que la ocuparon, se establecieron en ella, llamándola Dan, por el nombre de su padre. 48 Esta fue la herencia de los clanes de la tribu de Dan: las ciudades y sus poblados. La propiedad hereditaria de Josué 49 Cuando los israelitas terminaron de repartirse el territorio y de marcar sus límites, dieron una herencia en medio de ellos a Josué, hijo de Nun. 50 Como el Señor lo había ordenado, le asignaron la ciudad que él pidió, es decir, Timnat Séraj en la montaña de Efraím. El la reedificó y se estableció en ella. 51 Estas son las posesiones que el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los jefes de familia de las tribus israelitas distribuyeron mediante un sorteo en Silo, en la presencia del Señor, a la entrada de la Carpa del Encuentro. Así se puso término a la repartición del país.

1° Lectura. Hechos 13:1-25

Capítulo 13
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. 2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». 3 Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. 4 Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. 5 Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos. 6 Recorrieron toda la isla y llegaron hasta Pafos, donde encontraron a un mago judío llamado Barjesús, que se hacía pasar por profeta 7 y estaba vinculado al procónsul Sergio Pablo, hombre de gran prudencia. Este hizo llamar a Bernabé y a Saulo, porque deseaba escuchar la Palabra de Dios. 8 Pero los discípulos chocaron con la oposición de Barjesús –llamado Elimas, que significa mago– el cual quería impedir que el procónsul abrazara la fe. 9 Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en él, 10 y le dijo: «Hombre falso y lleno de maldad, hijo del demonio, enemigo de la justicia, ¿cuándo dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11 Ahora la mano del Señor va a caer sobre ti: quedarás ciego y privado por un tiempo de la luz del sol». En ese mismo momento, se vio envuelto en oscuridad y tinieblas, y andaba a tientas buscando a alguien que le tendiera la mano. 12 Al ver lo que había sucedido, el procónsul, profundamente impresionado por la doctrina del Señor, abrazó la fe. 13 Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó y volvió a Jerusalén, 14 pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. 15 Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar». 16 Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: «Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios. 17 El Dios de Este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí 18 y los cuidó durante cuarenta años en el desierto. 19 Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras, 20 al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel. 21 Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. 22 Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad. 23 De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. 24 Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. 25 Y al final de su carrera, Juan decía: «Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias».

lunes, 28 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 7:26-50

El rey envió entonces a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo acérrimo de Israel, con la orden expresa de exterminar al pueblo. 27 Nicanor llegó a Jerusalén con un gran ejército, y envió a Judas y sus hermanos un falso mensaje de paz, diciéndoles: 28 «No nos hagamos la guerra; iré a entrevistarlos en son del paz con una pequeña escolta». 29 Cuando se presentó ante Judas, ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para secuestrar a Judas. 30 Este, al darse cuenta de que Nicanor había venido con pérfidas intenciones, tuvo miedo de él y no quiso verlo más. 31 Entonces Nicanor comprendió que sus planes habían sido descubiertos y salió a combatir contra Judas cerca de Cafarsalamá. 32 Allí cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor, y los demás huyeron a la Ciudad de David. 33 Después de esto, Nicanor subió al monte Sión. Algunos sacerdotes y ancianos del pueblo salieron del Santuario para saludarlo amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey. 34 Pero él se burló de ellos con desprecio, los ultrajó y les habló insolentemente. 35 Después, juró muy enojado: «Si no me entregan ahora mismo a Judas y a su ejército, cuando vuelva victorioso, prenderé fuego a esta Casa». Y salió enfurecido. 36 Los sacerdotes entraron al Santuario, y de pie ante el altar y el Templo, exclamaron llorando: 37 «Tú has elegido esta Casa, que es llamada con tu Nombre, a fin de que fuera una casa de oración y de súplica para tu pueblo. 38 Dales su merecido a este hombre y a su ejército, y que caigan al filo de la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no les des tregua». 39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Betjorón, donde se le unió un contingente de Siria. 40 Judas, por su parte, acampó en Adasa con tres mil hombres, e hizo esta oración: 41 «Cuando los enviados del rey blasfemaron, apareció tu Angel y exterminó a ciento ochenta y cinco mil de ellos. 42 Así también, destruye hoy ante nosotros a este ejército, para que los demás reconozcan que su jefe blasfemó contra tu Santuario, y júzgalo conforme a su maldad». 43 El día trece del mes de Adar, los ejércitos entraron en combate y el de Nicanor fue desbaratado. El primero en caer fue el mismo Nicanor, 44 y cuando los soldados vieron que había caído, tiraron las armas y huyeron. 45 Los israelitas los persiguieron durante todo un día, desde Adasa hasta las proximidades de Gázara, tocando detrás de ellos las trompetas de alarma. 46 De todas las poblaciones judías de los alrededores salía gente que los fue envolviendo, hasta obligarlos a volverse unos contra otros. 47 Así cayeron todos al filo de la espada, y no quedó ni uno solo. Los judíos se apoderaron de los despojos y del botín, y cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, que él había levantado con prepotencia. Luego las llevaron y las colgaron a la entrada de Jerusalén. 48 El pueblo se llenó de alegría; todos celebraron ese día como una gran fiesta 49 y determinaron conmemorar cada año aquel día, trece de Adar. 50 Y el país de Judá gozó de paz durante algún tiempo.

3° Lectura. Job 28

Capítulo 28
Hay un sitio de donde se extrae la plata y un lugar donde se refina el oro; 2 el hierro se saca del polvo y la piedra fundida da el cobre. 3 El hombre disipa las tinieblas y explora hasta el límite más extremo la roca lóbrega y sombría. 4 Gente extranjera perfora galerías ignoradas por el pie del caminante; allí, lejos de los mortales, oscilan suspendidos en el vacío. 5 La tierra, de donde sale el alimento, se transforma en su interior como por el fuego. 6 Sus piedras son el lugar del zafiro y contienen polvo de oro. 7 El ave de rapiña no conoce ese camino y el ojo del buitre nunca lo vio. 8 No lo pisaron los animales feroces ni el león anduvo por él. 9 El hombre extiende su mano al pedernal y conmueve las montañas hasta su raíz. 10 Abre túneles en la roca y ve toda clase de piedras preciosas. 11 Explora las fuentes de los ríos y saca a luz tesoros escondidos. 12 Pero la Sabiduría, ¿de dónde sale? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia? 13 El hombre no conoce su camino ni se la encuentra en la tierra de los vivientes. 14 El Abismo dice: «No está en mí», y el Mar: «No está conmigo». 15 No se puede dar oro fino a cambio de ella ni se la compra a precio de plata. 16 No se la evalúa con oro de Ofir ni con ónix precioso o zafiro. 17 No se le igualan ni el oro ni el cristal, ni se la puede cambiar por vasos de oro. 18 Los corales y el cuarzo, ¡mejor ni nombrarlos!, y adquirir la Sabiduría vale más que las perlas. 19 El topacio de Cus no se le iguala, ni se la puede evaluar con oro fino. 20 La Sabiduría, entonces, ¿de dónde viene? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia? 21 Ella se oculta a los ojos de todos los vivientes y se esconde de los pájaros del cielo. 22 La Perdición y la Muerte dicen: «Sólo su fama llegó a nuestros oídos». 23 Dios es el que discierne sus caminos y sólo él sabe dónde está, 24 porque él mira hasta los confines de la tierra y ve todo lo que hay bajo el cielo. 25 Cuando él daba consistencia al viento y fijaba las medidas de las aguas; 26 cuando imponía una ley a la lluvia y un camino al estampido de los truenos, 27 entonces, él la vio y la valoró, la apreció y la escrutó hasta el fondo. 28 Y dijo al hombre: «El temor de Dios es la Sabiduría, y apartarse del mal, la Inteligencia».

2° Lectura. Josué 15-17

Capítulo 15
La tribu de Judá
El territorio que tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá, limitaba en su extremo meridional, hacia el sur, con Edom y el desierto de Sin. 2 Su frontera sur se extendía desde los bordes del mar de la Sal –de la punta que da hacia el sur– 3 hasta la parte meridional de la subida de los Escorpiones; luego pasaba por Sin y subía hasta el sur de Cades Barné; de allí pasaba a Jesrón, subía hasta Adar y daba vuelta hacia Carcaá; 4 finalmente pasaba por Asmón y llegaba al Torrente de Egipto, para ir a terminar en el mar. Este será para ustedes el límite meridional. 5 La frontera oriental era el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán. La frontera norte, a su vez, partía de la parte del mar, que está junto a la desembocadura del Jordán; 6 Luego subía hasta Bet Joglá, pasaba al norte de Be Ha Arabá y legaba hasta la Piedra de Boján, el rubenita. 7 Después ascendía del valle de Acor a Debir, y daba vuelta hacia Guilgal, que está frente a la subida de Adumím al sur del Torrente. La frontera pasaba inmediatamente junto a las aguas de En Semes, llegaba a En Roguel, 8 y volvía a subir, viniendo desde el sur, por el valle de Ben Hinnóm, por el oeste, y al extremo septentrional del valle de los Refaím. 9 Desde la cima del monte, la frontera daba vuelta hacia la fuente de Neftóaj, y seguía hasta el monte Efrón, para volverse luego hacia Baalá, o sea, hacia Quiriat Iearím. 10 Desde Baalá, la frontera giraba hacia el oeste, hacia el monte Seir, y pasando por el flanco septentrional del monte Iearím –o sea Quesalóm– bajaba hasta Bet Semes y llegaba hasta Timná. 11 Después seguía hasta la pendiente de Ecrón, hacia el norte, giraba hacia Sicrón, y cruzando por el monte de Baalá, salía por Iabneel para ir a terminar en el mar. 12 Finalmente, el límite occidental estaba formado por el Mar Grande y su playa. Estos eran los límites que bordeaban el territorio asignado a los clanes de los hijos de Judá. Caleb en Hebrón 13 A Caleb, hijo de Iefuné, se le asignó una parte en medio de los hijos de Judá, como el Señor se lo había ordenado a Josué. Esa parte era Quiriat Arbá –Arbá era el padre de Anac y Quiriat Arbá es Hebrón–. 14 Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac –Sesai, Ajimán y Talmai– descendientes de Anac. 15 Luego subió contra los habitantes de Debir, que antes se llamaba Quiriat Séfer. 16 Entonces Caleb dijo: «Al que derrote y conquiste a Quiriat Séfer, yo le daré como esposa a mi hija Acsá». 17 El que la conquistó fue Otniel, hijo de Quenaz y hermano de Caleb, y este le dio como esposa a su hija Acsá. 18 Cuando ella llegó a la casa de su esposo, este le sugirió que pidiera un campo a su padre. Ella se bajó del asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?». 19 «Quiero que me hagas un regalo, le respondió. Ya que me has mandado al territorio del Négueb, concédeme al menos un manantial». Y él le dio el manantial de Arriba y el manantial de Abajo. Las ciudades de la tribu de Judá 20 Esta fue la herencia de los clanes de la tribu de Judá. 21 Las ciudades fronterizas pertenecientes a la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom, en el Négueb, eran las siguientes: Cabseel, Eder, Iagur, 22 Quiná, Dimoná, Adadá, 23 Quedes, Jasor, Itnam, 24 Zif, Télem, Bealot, 25 Jasor Jadatá, Queriot, Jesrón –o sea Jasor– 26 Amam, Semá, Moladá, 27 Jasar Gadá, Jesmón, Bet Pélet, 28 Jasar Sual, Berseba, Biziotiá, 29 Baalá, Iyim, Esem, 30 Eltolad, Quesil, Jormá, 31 Siquelag, Madmaná, Sansaná; 32 Lebaot, Silijím, En Rimón: en total veintinueve ciudades con sus poblados. 33 En la Sefelá: Estaol Sorá, Asna, 34 Zanóaj, En Ganín, Tupúaj, Enán, 35 Iarmut, Adulán, Socó, Azecá, 36 Saaraim, Aditaim, Ha Guederá, Guedorotaim: en total catorce ciudades con sus poblados. 37 Senan, Jadasá, Migdal Gad. 38 Dilán, Ha Mispá, Iocteel, 39 Laquís, Boscat, Eglón, 40 Cabón, Lajmás, Quitlís, 41 Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: en total dieciséis ciudades con sus poblados. 42 Libná, Eter, Asán, 43 Iftaj, Asná, Nesib, 44 Queilá, Aczib, Maresá: en total, nueve ciudades con sus poblados. 45 Ecrón, con las ciudades dependientes y sus poblados, 46 y a partir de Ecrón, hacia el mar, todas aquellas ciudades que están al lado de Asdod, con sus poblados: 47 Asdod con las ciudades dependientes y sus poblados, Gaza con las ciudades dependientes y sus poblados, hasta el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande. 48 En la Montaña: Samir, Iatir, Socó, 49 Daná, Quiriat Séfer –o sea, Debir– 50 Anab, Estemoa, Aním, 51 Gosen, Jolón, Guiló: en total, once ciudades con sus poblados. 52 Arab, Dumá, Esán, 53 Ianúm, Bet Tapúaj, Afec, 54 Jumtá, Quiriat Arbá –o sea, Hebrón– y Sior: en total nueve ciudades con sus poblados. 55 Maón, Carmel, Zif, Iutá, 56 Izreel, Zanoaj, 57 Ha Caín, Guibeá y Timná: en total, diez ciudades con sus poblados. 58 Jaljul, Bet Sur, Guedor, 59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: en total seis ciudades con sus poblados. 60 Quiriat Baal –o sea, Quiriat Iearim– y Ha Rabá: en total, dos ciudades con sus poblados. 61 En el desierto: Bet Ha Arabá, Midím, Secacá, 62 Nigsán, la ciudad de la Sal y Engadí: en total, seis ciudades con sus poblados. 63 Pero los hijos de Judá no pudieron desposeer a los jebuseos, que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos viven todavía hoy en Jerusalén, junto a los hijos de Judá.


Capítulo 16
La tribu de Efraím

La parte que tocó en suerte a los hijos de José se extendía desde el Jordán, a la altura de Jericó, hasta las aguas de Jericó, por el este; luego venía el desierto, que desde Jericó sube por la montaña hasta Betel; 2 siguiendo de Betel hasta Luz, pasaba por Atarot, o sea por el territorio de los arquitas; 3 después bajaba al oeste, hacia el territorio de los iafletitas, hasta la región de Bet Jorón de Abajo y hasta Guézer, y terminaba en el mar, 4 Esta es la parte que recibieron como herencia Manasés y Efraím, los hijos de José. 5 El territorio correspondiente a los clanes de los efraimitas fue el siguiente: el límite de su herencia, por el lado oriental, era Atarot Adar hasta Bet Jorón de Arriba, 6 y llegaba hasta el mar. Al norte estaba Micmetat, y al este, el límite doblaba hacia Taanat Silo, pasando al este de Ianóaj. 7 Después bajaba de Ianóaj a Atarot y a Naará, y tocaba Jericó, para terminar en el Jordán. 8 Desde Tapúaj, la frontera iba hacia el oeste por el torrente de Caná, y terminaba en el mar. Esta es la herencia asignada a los clanes de los efraimitas, 9 además de las ciudades distribuidas a ellos dentro de las posesiones de los hijos de Manasés, todas las ciudades con sus poblados. 10 Pero ellos no pudieron desposeer a los cananeos que habitaban en Guézer, y por eso siguen viviendo en medio de Efraím hasta el día de hoy, aunque tienen que pagar tributo.


Capítulo 17
La tribu de Manasés
También a la tribu de Manasés le tocó en suerte una parte del territorio, porque él era el primogénito de José. Pero Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, como era un hombre belicoso, ya había recibido la región de Galaad y la de Basán, 2 y por eso la suerte correspondió a los otros clanes de los hijos de Manasés, a saber: a los hijos de Abiézer, a los hijos de Jelec, a los hijos de Asriel, a los hijos de Sequém, a los hijos de Semidá. Estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, con sus respectivos clanes. 3 Pero Selofjad –hijo de Jéfer hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés– no tenía hijos varones. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá. 4 Estas se presentaron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun, y a los jefes, y les dijeron : «El Señor ordenó a Moisés que nos diera una herencia entre nuestros hermanos». Y conforme a la orden del Señor, se les dio una herencia entre los hermanos de su padres. 5 Así Manasés obtuvo en suerte diez porciones de territorio, además de la región de Galaad y de Basán, que está al otro lado del Jordán, 6 ya que las hijas de Manasés recibieron una herencia entre sus hijos. La región de Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés. 7 La frontera de Manasés, por el lado de ser, era Micmetat, que está enfrente de Siquem; luego seguía hacia el sur, hasta Iasib, la fuente de Tapúaj. 8 El territorio de Tapúaj pertenecía a Manasés, mientras que Tapúaj –en los límites de Manasés– pertenecía a los efraimitas. 9 Luego la frontera bajaba al torrente de Caná e iba a terminar en el mar. Al sur del torrente hay unas ciudades de Efraím en medio de las ciudades de Manasés, y el territorio de Manasés se encuentra al norte del torrente. 10 Al sur el territorio pertenecía a Efraím y al norte a Manasés; el mar les servía de frontera, y lindaban con Aser por el norte, y con Isacar por el este. 11 Además, Manasés tenía en Isacar y en Aser a Bet Seán, Ibleam y Dor, con sus respectivas ciudades dependientes; y a los habitantes de En Dor, de Taanac y de Meguido –las tres alturas– con sus respectivas ciudades dependientes. 12 Los hijos de Manasés no lograron conquistar esas ciudades, y los cananeos pudieron permanecer en aquella región. 13 Pero después, cuando los israelitas se hicieron más fuertes, obligaron a los cananeos a pagar tributo, aunque no llegaron a desposeerlos. 14 Los hijos de José dijeron a Josué: «¿Por qué nos has asignado como herencia en el sorteo una sola porción de territorio, siendo nosotros un pueblo numeroso, ya que el Señor nos ha bendecido tanto?» 15 Entonces Josué les respondió: «Si son un pueblo tan numeroso, suban a los bosques y talen allí a su gusto en la región de los perizitas y de los refaitas, porque la montaña de Efraím es demasiado estrecha para ustedes». 16 Los hijos de José dijeron: «La montaña no nos basta, y en las llanuras todos los cananeos tienen carros de hierro, tanto los de Bet Seán y sus ciudades dependientes, como los de la llanura de Izreel». 17 Josué respondió a la casa de José, es decir, a Efraím y Manasés: «Ustedes son un pueblo numeroso y tienen mucha fuerza. No tendrán solamente una porción, 18 porque la montaña les pertenecerá. Y si ella está cubierta de bosques, la talarán y será de ustedes hasta sus límites, ya que desposeerán a los cananeos, por más que tengan carros de hierro y sean muy fuertes.

1° Lectura. Hechos 12

Capítulo 12
Por aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. 2 Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, 3 y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de «los panes Acimos». 4 Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. 5 Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. 6 La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión. 7 De pronto, apareció el Angel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Angel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!». Entonces las cadenas se le cayeron de las manos. 8 El Angel le dijo: «Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias» y Pedro lo hizo. Después de dijo: «Cúbrete con el manto y sígueme». 9 Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Angel, sino que creía tener una visión. 10 Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Angel se alejó de él. 11 Pedro, volviendo en sí, dijo: «Ahora sé que realmente el Señor envió a su Angel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío». 12 Y al advertir lo que le había sucedido, se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, donde un grupo numeroso se hallaba reunido en oración. 13 Cuando golpeó a la puerta de calle, acudió una sirvienta llamada Rosa; 14 esta, al reconocer su voz, se alegró tanto, que en lugar de abrir, entró corriendo a anunciar que Pedro estaba en la puerta. 15 «Estás loca», le respondieron. Pero ella insistía que era verdad. Ellos le dijeron: «Será su ángel». 16 Mientras tanto, Pedro seguía llamando. Cuando abrieron y vieron que era él, no salían de su asombro. 17 Pedro le hizo señas con la mano para que se callaran, y les relató cómo el Señor lo había sacado de la cárcel, añadiendo: «Hagan saber esto a Santiago y a los hermanos». Y saliendo de allí, se fue a otro lugar. 18 Cuando amaneció, se produjo un gran alboroto entre los soldados, porque no podían explicarse qué había pasado con Pedro. 19 Herodes lo hizo buscar, pero como no lo encontraron, después de haber interrogado a los guardias, dio orden de ejecutarlos. Luego descendió de Judea a Cesarea, y permaneció allí. 20 Herodes estaba en grave conflicto con los habitantes de Tiro y Sidón. Estos se pusieron de acuerdo para ir a verlo, y después de haberse conquistado a Blasto, el camarero del rey, solicitaron la reconciliación, ya que importaban sus víveres del territorio del rey. 21 El día fijado, Herodes se sentó en su trono con la vestidura real y les dirigió la palabra. 22 El pueblo comenzó a gritar: «¡Es un dios el que habla, no un hombre!». 23 Pero en ese mismo instante, el Angel del Señor lo hirió, por no haber dado gloria a Dios, y Herodes murió carcomido por los gusanos. 24 Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente. 25 Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.

domingo, 27 de abril de 2014

3° Lectura. Job 27

Capítulo 27
Job continuó pronunciando su poema, y dijo: 2 ¡Por el Dios viviente, que me priva de mi derecho, y por el Todopoderoso, que me llenó de amargura; 3 mientras haya en mí un aliento de vida y el soplo de Dios esté en mis narices, 4 mis labios no dirán nada falso ni mi lengua pronunciará una mentira! 5 ¡Lejos de mí darles la razón a ustedes: hasta que expire, no renunciaré a mi integridad! 6 Me aferré a mi justicia, y no la soltaré mi corazón no se avergüenza de ninguno de mis días. 7 ¡Que mi enemigo tenga la suerte del malvado, y mi adversario, la del hombre injusto! 8 Porque ¿qué puede esperar el impío, aunque suplique, aunque eleve su alma a Dios? 9 ¿Acaso Dios escuchará su grito cuando le sobrevenga la calamidad? 10 ¿Se deleita él en el Todopoderoso e invoca a Dios en todo tiempo? 11 Yo los instruyo sobre la conducta de Dios, no oculto las intenciones del Todopoderoso, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos? 12 Si todos ustedes ya lo han comprobado, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos? 13 Esta es la parte que Dios asigna al malvado y la herencia que los violentos reciben del Todopoderoso. 14 Si tienen muchos hijos, la espada los espera, y sus vástagos no se saciarán de pan. 15 A los que sobrevivan, los sepultará la Muerte, y sus viudas no llorarán. 16 Si él acumula plata como polvo y amontona ropa fina como arcilla, 17 ¡que siga amontonando!: un justo se vestirá con ella y un inocente heredará la plata. 18 Se edificó una casa como la araña, como la choza que hace un guardián. 19 Se acuesta rico, pero es por última vez: abre los ojos, y no queda nada. 20 En pleno día lo asaltan los terrores y por la noche lo arrebata un torbellino. 21 El viento del este lo levanta y se lo lleva, lo barre del lugar donde habita. 22 Se lo hostiga sin compasión y tiene que huir de la mano que lo hiere. 23 La gente aplaude por su ruina y se lo silba por todas partes.

3° Lectura. Capítulo 24 (fragmento que continua al Cap 27)

Capítulo 24 
(fragmento que continua al Cap 27)
Es algo frágil sobre la superficie de las aguas, su posesión es maldecida en el país y nadie toma el camino de sus viñedos. 19 La sequía y el calor consumen las aguas de la nieve, y el Abismo arrebata a aquellos que pecaron. 20 El seno que lo formó se olvida de él, nadie más se acuerda de su hombre, y la injusticia es quebrada como un árbol. 21 El maltrataba a la estéril privada de hijos y no hacía ningún bien a la viuda. 22 Pero aquel que con su fuerza sojuzga a los tiranos, se levanta, y no le permite que cuente más con su vida. 23 El lo dejaba apoyarse con seguridad, pero sus ojos vigilaban sus caminos. 28 Se encumbró por un instante, y ya no existe, se dobla como una hierba amarga que se arranca y se marchita como la cabeza de una espiga.

2° Lectura. Josué 13-14

Capítulo 13
Exhortación del Señor a Josué
Cuando Josué ya era de edad muy avanzada, el Señor le dijo: «Tú eres un anciano muy entrado en años, y todavía queda por conquistar una gran parte del país. 2 El territorio que falta conquistar es el siguiente: todos los distritos de los filisteos y todo el país de los guesuritas, 3 o sea, desde el Sijor, que está sobre la frontera de Egipto, hasta el límite de Ecrón por el norte. Esta región se considera como perteneciente a los cananeos. Allí están los cinco príncipes de los filisteos –el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón– y también los avitas, 4 que están al sur. Además queda todo el país de los cananeos, desde Ará de los sidonios hasta Afec y hasta la frontera de los amorreos. 5 Y por último, el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia oriente, desde Baal Gad, que está al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat. 6 Yo expulsaré delante de los israelitas a todos los habitantes de la Montaña, desde el Líbano hasta Misrefot Maim, y a todos los sidonios. Tú, por tu parte, distribuye el país entre los israelitas mediante un sorteo, para que lo posean como herencia, según te lo he ordenado. 7 Sí, ya es hora de que repartas este país entre las nueve tribus y media, para que lo posean como herencia. Porque la mitad de la tribu de Manasés, 8 lo mismo que los rubenitas y los gaditas, ya han recibido la herencia que les dio Moisés en el lado oriental del Jordán». El territorio asignado a las tribus de la Transjordania En efecto, Moisés, el servidor del Señor, había asignado a esas tribus, 9 el territorio que va desde Aroer, a orillas del torrente Arnón, con la ciudad que está en medio del valle; todo el altiplano, desde Medbá hasta Dibón, 10 y todas las ciudades de Sijón –el rey de los amorreos que había reinado en Jesbón– hasta la frontera de los amonitas. 11 Además, les había asignado Galaad y el territorio de los guesuritas y de los maacatitas, con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salcá. 12 Y en Basán, todo el territorio de Og –que había reinado en Astarot y Edrei, y era uno de los últimos sobrevivientes de los Gigantes– a quien Moisés venció y despojó de sus dominios. 13 Pero los israelitas no expulsaron a los guesuritas y a los maacatitas, que por eso continúan viviendo en medio de Israel hasta el día de hoy. 14 A la tribu de Leví, en cambio, Moisés no le asignó ninguna herencia: las ofrendas hechas al Señor, el Dios de Israel, son su herencia, como él mismo se lo había declarado. La tribu de Rubén 15 Moisés ya había dado una parte a los clanes de la tribu de los rubenitas. 16 A ellos les tocó el territorio que sale de Aroer, a orillas del torrente Arnón, con la ciudad que está en medio del valle; todo el altiplano en dirección a Medbá, 17 hasta llegar a Jesbón, y todas las ciudades del altiplano: Dibón, Bamot Baal, Bet Baal Meón, 18 Iajsá, Quedemot, Mefaat, 19 Quiriataim, Sibmá, Séret Ha Sájar en la montaña que da sobre el valle, 20 Bet Peor, las pendientes del Pisgá y Bet Ha Iesimot. 21 Todas las ciudades del altiplano habían pertenecido a Sijón, el rey de los amorreos que reinaba en Jesbón, y al que Moisés había derrotado, lo mismo que a los principes de Madián: Evi, Réquem, Sur, Jur y Reba, vasallos de Sijón que habitaban en aquel país. 22 Asimismo, los israelitas habían pasado al filo de la espada al adivino Balaam, hijo de Beor, junto con las otras víctimas. 23 La ribera del Jordán servía de límite a los rubenitas. Esta fue la herencia asignada a los clanes de los rubenitas: las ciudades y sus poblados. La tribu de Gad 24 Moisés también había dado una parte a los clanes de los gaditas. 25 Su territorio comprendía Iázer, todas las ciudades de Galaad y la mitad del país de los amonitas, hasta Aroer, que está enfrente de Rabbá. 26 Además, desde Jesbón hasta Ramat Ha Mispá y Betoním, y desde Majanaim hasta el territorio de Lo Debar. 27 Y en el valle, Bet Jaram, Bet Mimrá, Sucot y Safón, el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón. Y el lado oriental del Jordán, hasta el extremo del mar de Genesaret, les servía de límite. 28 Esta fue la herencia de los clanes de los gaditas: las ciudades y sus poblados. La mitad de la tribu de Manasés 29 Moisés también había dado una parte a los clanes de la mitad de la tribu de Manasés. 30 Su territorio, partiendo de Majanaim, comprendía todo Basán, y todas las poblaciones de Iair, en Basán: en total, sesenta ciudades. 31 La mitad de Galaad, Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, pasaron a los clanes de los hijos de Maquir, hijo de Manasés. 32 Este fue el reparto que hizo Moisés en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al este de Jericó. 33 Pero Moisés no asignó ninguna herencia a la tribu de Leví, porque el Señor, el Dios de Israel, es su herencia, como él mismo se lo había declarado.

Capítulo 14
El territorio asignado a las tribus de la Cisjordania

Estos son los territorios que los israelitas recibieron como herencia en el país de Canaán, o sea, los territorios que les asignaron el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun, y los jefes de familia de las tribus de Israel. 2 Ellos los distribuyeron mediante un sorteo –como el Señor lo había mandado por medio de Moisés– entre las nueve tribus y media que faltaban. 3 Porque a las otras dos tribus y media, Moisés ya les había asignado una herencia al otro lado del Jordán, pero a los levitas no les había dado ninguna herencia en medio de ellos 4 Los hijos de José, por su parte, habían formado dos tribus: la de Efraím y la de Manasés; pero a los levitas no se les dio ningún territorio dentro del país, sino solamente algunas ciudades de residencia, con los correspondientes campos de pastoreo para su ganado y sus rebaños. 5 En la distribución de la tierra los israelitas hicieron exactamente lo que el Señor había ordenado a Moisés. 6 Los hijos de Judá fueron a Guilgal, donde estaba Josué; y Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, le dijo: «Tú sabes muy bien lo que el Señor dijo a Moisés, el hombre de Dios, acerca de mí y de ti, en Cades Barné. 7 Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, el servidor del Señor, me envió de Cades Barné a explorar el país, y yo lo informé con toda franqueza. 8 Mientras los compañeros que habían ido conmigo desalentaban al pueblo, yo me mantuve plenamente fiel al Señor, mi Dios. 9 Aquel día, Moisés hizo esta promesa, ratificándola con un juramento: «La tierra que pisaron tus pies será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque te has mantenido plenamente fiel al Señor, mi Dios», 10 Ahora ves que el Señor me ha conservado la vida conforme a su promesa. Y han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor dirigió esta palabra a Moisés, cuando todavía Israel iba por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años, 11 pero todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Hoy tengo la misma fuerza que tenía entonces, tanto para combatir como para ir de un lado a otro. 12 Por eso, dame esta montaña que el Señor me prometió aquel día. Tú mismo oíste ese día que allí se encuentran los anaquitas, y que las ciudades son grandes y amuralladas. Pero sin duda el Señor estará conmigo, y yo los expulsaré como él me lo prometió». 13 Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Iefuné, y le dio Hebrón como herencia. 14 Por eso Hebrón ha sido hasta el día de hoy la herencia de Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, ya que él se había mantenido plenamente fiel al Señor, el Dios de Israel. 15 El nombre primitivo de Hebrón fue Quiriat Arbá, y Arbá fue el más grande de los anaquitas. Después cesó la guerra en el país.

1° Lectura. Hechos 11:19-30

Mientras tanto, los que se habían dispersado durante la persecución que se desató a causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y anunciaban la Palabra únicamente a los judíos. 20 Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la Buena Noticia del Señor Jesús. 21 La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron. 22 Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. 23 Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme. 24 Bernabé era un hombre bondadoso, lleno de Espíritu Santo y de mucha fe. Y una multitud adhirió al Señor. 25 Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, 26 y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de «cristianos». 27 En esos días, unos profetas llegaron de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, llamado Agabo, movido por el Espíritu, se levantó y anunció que el hambre asolaría toda la tierra. Esto ocurrió bajo el reinado de Claudio. 29 Los discípulos se decidieron a enviar una ayuda a los hermanos de Judea, cada uno según sus posibilidades. 30 Y así lo hicieron, remitiendo las limosnas a los presbíteros por intermedio de Bernabé y de Saulo.

sábado, 26 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 7:1-25

Macabeos 7
L1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y llegó con unos pocos hombres a una ciudad marítima, donde se proclamó rey. 2 Cuando se disponía a entrar en el palacio de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para hacerlos comparecer ante él. 3 Apenas se enteró, dijo: «No quiero ni verles la cara». 4 Entonces el ejército los mató y Demetrio ocupó su trono real. 5 Todos los israelitas renegados e impíos acudieron a él, guiados por Alcimo, que ambicionaba el sumo sacerdocio. 6 Ellos acusaron al pueblo delante del rey, diciendo: «Judas y sus hermanos han eliminado a todos tus adictos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país. 7 Por eso, manda ahora a una persona de tu confianza, para que vea los estragos que nos han causado a nosotros y a todo el territorio del rey, y los castigue a ellos y a todos los que los apoyan». 8 El rey eligió a Báquides, uno de sus Amigos, que gobernaba la región occidental del Eufrates; este era un personaje importante en la corte y leal al rey. 9 Lo envió junto con el impío Alcimo, a quien confirió el sumo sacerdocio, y le dio la orden de tomar represalias contra los israelitas. 10 Ellos partieron con un ejército numeroso y, al llegar al territorio de Judá, enviaron mensajeros a Judas y a sus hermanos con falsas propuestas de paz. 11 Pero estos, viendo que habían venido con un ejército tan numeroso, no dieron crédito a sus palabras. 12 Sin embargo, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución satisfactoria. 13 Entre los israelitas, los asideos eran los primeros en pedir la paz, 14 porque decían: «El que ha venido con el ejército es un sacerdote de la familia de Aarón: él no nos va a traicionar». 15 Báquides les habló amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No vamos a hacerles ningún mal, ni a ustedes ni a sus amigos». 16 Ellos le creyeron, pero él hizo apresar y ejecutar a sesenta de ellos en un solo día, conforme a la palabra que estaba escrita: 17 «Desparramaron los cadáveres y la sangre de tus fieles alrededor de Jerusalén y nadie les daba sepultura». 18 A causa de esto, cundió el pánica en toda la población, y decían: «No hay en ellos verdad ni justicia, porque han violado el compromiso y el juramento que habían hecho». 19 Después, Báquides partió de Jerusalén, acampó en Betzet y mandó apresar a muchos que se habían puesto de su parte y a algunos del pueblo; los degolló y los arrojó en una gran cisterna. 20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejando un destacamento a su disposición, y regresó adonde estaba el rey. 21 Alcimo luchó por mantenerse en el sumo sacerdocio, 22 y se unieron a el todos los que perturbaban al pueblo: así se hicieron dueños de Judá y causaron un daño tremendo a Israel. 23 Judas, al ver que Alcimo y sus secuaces hacían a los israelitas más daño que los paganos, 24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para vengarse de los desertores y no dejarlo circular por la región. 25 Cuando Alcimo vio que Judas y sus partidarios se fortalecían y que él no podría resistirles, acudió al rey y los acusó de graves delitos.