domingo, 6 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 2:1-41

Capítulo 2

En esos días, Matatías, hijo de Juan, hijo de Simeón, sacerdote del linaje de Joarib, salió de Jerusalén y fue a establecerse a Modín. 2 Tenía cinco hijos: Juan, por sobrenombre Gadí; 3 Simón, llamado Tasí; 4 Judas, llamado Macabeo; 5 Eleazar, llamado Avarán; y Jonatán, llamado Afús. 6 Al ver las impiedades que se cometían en Judá y en Jerusalén, 7 Matatías exclamó: «¡Ay de mí! ¿Para esto he nacido? ¿Para ver la ruina de mi pueblo y la destrucción de la Ciudad Santa? ¿Para quedarme sentado en ella, mientras es entregada al poder del enemigo y el Santuario está en manos de extranjeros? 8 Su Templo ha quedado como un hombre envilecido, 9 los objetos que eran su gloria fueron llevados como botín, sus niños masacrados en las plazas, sus jóvenes pasados al fijo de la espada enemiga. 10 ¿Qué pueblo no ha heredado su realeza, apoderándose de sus despojos? 11 Ella ha sido privada de todo su esplendor y de libre se ha convertido en esclava. 12 Y ahí está nuestro Santuario, nuestro honor y nuestro orgullo, convertido en un desierto y profanado por los paganos. 13 ¿Vale la pena seguir viviendo así? 14 Matatías y sus hijos rasgaron sus vestiduras, se pusieron un sayal y se lamentaron amargamente. 15 Entre tanto, los delegados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín, para exigir que se ofrecieran los sacrificios. 16 Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte. 17 Entonces los enviados del rey fueron a decirle: «Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos. 18 Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos». 19 Matatías respondió en alta voz: «Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes, 20 yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres. 21 El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos. 22 Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda». 23 Cuando acabó de pronunciar estas palabras un judío se adelantó a la vista de todos para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey. 24 Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar. 25 Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar. 26 Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú. 27 Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: «Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga». 28 Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas. 29 Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí 30 con sus mujeres, sus hijos y sus ganados, porque la desgracia se había desencadenado sobre ellos. 31 Los funcionarios del rey y la guarnición que residía en Jerusalén, en la Ciudad de David, recibieron la denuncia de que algunos hombres, conculcando la orden del rey, habían ido a ocultarse en los escondites del desierto. 32 Un fuerte contingente salió a perseguirlos y logró alcanzarlos. Los cercaron y se dispusieron a atacarlos. Era un día sábado, 33 y les dijeron: «¡Es hora de acabar con esto! ¡Salgan, cumplan la orden del rey y salvarán sus vidas!». 34 Ellos respondieron: «No saldremos, ni obedeceremos la orden real, profanando así el sábado». 35 Inmediatamente los atacaron, 36 pero ellos no se defendieron, ni siquiera arrojándoles piedras o cerrando la entrada de sus refugios. 37 «Muramos todos, decían, manteniendo nuestra integridad. El cielo y la tierra son testigos de que ustedes nos hacen perecer injustamente». 38 Así fueron atacados en pleno sábado, y perecieron los hombres con sus mujeres, sus hijos y el ganado. Eran en total unas mil personas. 39 Al enterarse de lo ocurrido, Matatías y sus amigos se lamentaron amargamente por las víctimas, 40 pero dijeron: «Si todos nos comportamos como nuestros hermanos y no peleamos contra esta gente en defensa de nuestras vidas y de nuestras costumbres, muy pronto nos exterminarán de la tierra». 41 Y aquel mismo día resolvieron lo siguiente: «Hagamos frente a todo el que venga a atacarnos en día sábado, para no morir como nuestros hermanos en sus refugios».

3° Lectura. Job 6

Capítulo 6
Job respondió, diciendo: 2 ¡Ah, si pudiera pesarse mi dolor y se pusiera en la balanza toda mi desgracia! 3 Ahora pesarían más que la arena del mar, ¡por eso digo tantos desatinos! 4 Las flechas del Todopoderoso están clavadas en mí y mi espíritu absorbe su veneno; los terrores de Dios están enfilados contra mí. 5 ¿Rebuzna el asno salvaje sobre la hierba verde o muge el toro junto a su forraje? 6 ¿Se come sin sal un alimento insípido o tiene sabor la clara de huevo? 7 Lo que yo me resistía incluso a tocar es mi alimento en la enfermedad. 8 ¡Si al menor se cumpliera mi pedido y Dios me concediera lo que espero! 9 ¡Si Dios se decidiera a aplastarme, si soltara su mano y me partiera en dos! 10 Entonces tendría de qué consolarme y saltaría de gozo en mi implacable tormento, por no haber renegado de las palabras del Santo. 11 ¿Qué fuerza tengo para poder esperar? ¿Cuál es mi fin para soportar con paciencia? 12 ¿Tengo acaso la resistencia de las piedras o es de bronce mi carne? 13 No, no encuentro ninguna ayuda dentro de mí mismo y se me han agotado los recursos. 14 Bien merece la lealtad de su amigo el hombre deshecho que ha perdido el temor a Dios. 15 Pero mis hermanos me han traicionado como un torrente, como el cauce de los torrentes pasajeros, 16 que corren turbios durante el deshielo, arrastrando la nieve derretida. 17 Al llegar el verano, se evaporan; con el calor, se extinguen en su propio lecho. 18 Las caravanas desvían su trayecto, se internan en el desierto y perecen. 19 Las caravanas de Temá vuelven los ojos hacia ellos, los viajantes de Sabá esperan encontrarlos. 20 Pero se avergüenzan de haber esperado, llegan hasta allí, y quedan defraudados. 21 Así son ahora ustedes para mí: ven algo horrible, y se llenan de espanto. 22 Yo nunca les dije: «Denme algo, regálenme una parte de sus bienes, 23 líbrenme del poder del enemigo, rescátenme de las manos de los violentos». 24 Instrúyanme, y yo me callaré; háganme entender dónde está mi error, 25 ¿Acaso son hirientes las palabras rectas? Pero ¿qué se arregla con los reproches de ustedes? 26 ¿O pretenden arreglarlo todo con reproches, mientras echan al viento las palabras de un desesperado? 27 ¡Ustedes echarían suertes sobre un huérfano y traficarían con su propio amigo! 28 ¡Decídanse de una vez, vuélvanse hacia mí! ¿Acaso les voy a mentir en la cara? 29 Vuelvan, les ruego, y que no haya falsedad; vuelvan, está en juego mi justicia. 30 ¿Acaso hay falsedad en mi lengua o mi paladar no sabe discernir la desgracia?

2° Lectura. Deuteronomio 5-6

Capítulo 5
La promulgación del Decálogo
Moisés convocó a todo Israel y les dijo: Escucha, Israel, los preceptos y las leyes que yo promulgo hoy en presencia de todos ustedes. Apréndanlos para ponerlos en práctica cuidadosamente. 2 El Señor, nuestro Dios, hizo una alianza con nosotros en el Horeb. 3 No la hizo con nuestros padres, sino con nosotros, los que hoy estamos aquí, todos con vida. 4 En la montaña les habló cara a cara, desde el fuego. 5 Mientras yo hacía de intermediario entre el Señor y ustedes para anunciarles su palabra, porque ustedes, atemorizados por el fuego, no habían subido a la montaña. El Señor dijo: 6 Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 7 No tendrás otros dioses delante de mí. 8 No te harás ninguna escultura y ninguna imagen de lo que hay arriba, en el cielo, o abajo, en la tierra, o debajo de la tierra, en las aguas. 9 No te postrarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy el Señor, tu Dios, un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos, hasta la tercera y cuarta generación, si ellos me aborrecen: 10 Y tengo misericordia a lo largo de mil generaciones, si me aman y cumplen mis mandamientos. 
 11 No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. 12 Observa el día sábado para santificarlo, como el Señor, tu Dios, te lo ha ordenado. 13 Durante seis días trabajarás y realizarás todas tus tareas. 14 Pero el séptimo día es día de descanso en honor del Señor, tu Dios. En él no harán ningún trabajo ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún otros de tus animales, ni tampoco el extranjero que reside en tus ciudades. Así podrán descansar tu esclavo y tu esclava, como lo haces tú. 15 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor te hizo salir de allí con el poder de su mano y la fuerza de su brazo. Por eso el Señor, tu Dios, te manda celebrar el día sábado. 16 Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor, tu Dios, te lo ha mandado, para que tengas una larga vida y seas feliz en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 17 No matarás. 18 No cometerás adulterio. 19 No robarás. 20 No darás falso testimonio contra tu prójimo. 21 No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás su casa, su campo, su esclavo, su esclava, su buey, su asno ni ninguna otra cosa que le pertenezca. 22 Estas son las palabras que el Señor les dirigió en la montaña, cuando todos ustedes estaban reunidos. El les habló con voz potente, desde el fuego, la nube y una densa oscuridad. No añadió nada más, sino que escribió esas palabras en las dos tablas de piedra que me entregó. Moisés, mediador entre Dios y el pueblo 23 Cuando oyeron la voz que salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía envuelta en llamas, todos ustedes, jefes de tribu y ancianos, se acercaron a mí. 24 Y me dijeron? «El Señor, nuestro Dios, nos ha mostrado su gloria y su grandeza, y hemos oído su voz, que salía desde el fuego. Hoy hemos visto que Dios puede hablar con los hombres sin que por eso mueran. 25 Pero ahora. ¿por qué tendremos que morir, consumidos por este gran fuego? Si seguimos escuchando la voz del Señor, nuestro Dios, seguramente moriremos. 26 ¿Hay acaso algún hombre que pudo sobrevivir después de haber oído la voz del Dios viviente que le hablaba desde el fuego, como la hemos oído nosotros? 27 Por eso, acércate y escucha lo que dice el Señor, nuestro Dios, y luego repítenos todo lo que el te diga. Nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica». 28 Cuando el Señor oyó las palabras que ustedes me dirigieron, me advirtió: «He oído las palabras que te dijo este pueblo. todo lo que han dicho está muy bien. 
 29 Ojalá que siempre estén dispuestos como ahora a temerme y a cumplir mis mandamientos!, Así ellos y sus hijos serán siempre felices. 30 Ahora ve a decirles que regresen a sus carpas. 31 Tú, en cambio, quédate aquí junto a mí, y yo te indicaré los mandamientos, los preceptos y las leyes que deberás enseñarles, a fin de que los pongan en práctica en la tierra que les daré en posesión». 



 Exhortación a cumplir los mandamientos 32 Pongan cuidado en practicar lo que el Señor, su Dios, les ha ordenado, sin desviarse ni a la derecha ni a la izquierda. 33 Vayan por el camino que el Señor, su Dios, les ha trazado, para gozar de una larga vida en la tierra de la que van a tomar posesión.

Capítulo 6
El más importante de los mandamientos
Este es el mandamiento, y estos son los preceptos y las leyes que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en el país del que van a tomar posesión. 2 A fin de que temas al Señor, tu Dios, observando constantemente todos los preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. 3 Por eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido. 4 Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. 5 Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6 Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. 7 Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. 8 Atalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. 9 Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes. 10 Cuando el Señor, tu Dios te introduzca en la tierra que él te dará, porque así lo juró a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob en ciudades grandes y prósperas que tú no levantaste; 11 en casas colmadas de toda clase de bienes, que tú no acumulaste; en pozos que tú no cavaste; en viñedos y olivares que tú no plantaste y cuando comas hasta saciarte, 12 ten cuidado de no olvidar al Señor que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 13 Teme al Señor tu Dios, sírvelo y jura por su Nombre. 

 Exhortación a la fidelidad 14 No vayan detrás de otros dioses, de los dioses de los pueblos que están alrededor de ustedes. 15 Porque el Señor, tu Dios, que está en medio de tí, es un Dios celoso, y si su enojo se enciende contra tí, te exterminará de la tierra. 16 No provoquen al Señor, su Dios, como lo hicieron en Masá. 17 Observen cuidadosamente los mandamientos del Señor, su Dios, y las instrucciones y los preceptos que él te dio. 18 Practica lo que es recto y bueno a los ojos del Señor, para ser feliz e ir a tomar posesión de la hermosa tierra que él prometió con un juramento a tus padres. 19 Porque el Señor expulsará a todos los enemigos que encuentres a tu paso, como te lo ha anunciado. 20 Y cuando tu hijo te pregunte el día de mañana: «¿Qué significan esas normas, esos preceptos y esas leyes que el Señor nos ha impuesto?», 21 tú deberás responderle: «Nosotros fuimos esclavos del Faraón en Egipto, pero el Señor nos hizo salir de allí con mano poderosa. 22 El realizó, ante nuestros mismos ojos, grandes signos y tremendos prodigios contra Egipto, contra el Faraón y contra toda su casa. 23 El nos hizo salir de allí y nos condujo para darnos la tierra que había prometido a nuestros padres con un juramento. 24 El Señor nos ordenó practicar todos estos preceptos y temerlo a él, para que siempre fuéramos felices y para conservamos la vida, como ahora sucede. 25 Y esta será nuestra justicia: observar y poner en práctica todos estos mandamientos delante del Señor, nuestro Dios, como él nos lo ordenó».

1° Lectura. Mateo 27:1-31

Capítulo 27
Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. 2 Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron. 3 Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, 4 diciendo: «He pecado, entregando sangre inocente». Ellos respondieron: «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo». 5 Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. 6 Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre». 7 Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. 8 Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». 9 Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. 10 Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado. 11 Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». El respondió: «Tú lo dices». 12 Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. 13 Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?». 14 Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. 15 En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. 16 Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. 17 Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». 18 El sabía bien que lo habían entregado por envidia. 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho». 20 Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. 21 Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». 22 Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!». 23 El insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!». 
 24 Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes». 25 Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos». 26 Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. 27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. 28 Entonces lo desvistieron y le pusieron un mano rojo. 29 Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos». 30 Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. 31 Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.