lunes, 21 de abril de 2014

3° Lectura. Job 21

Capítulo 21
Job respondió, diciendo: 2 ¡Oigan, oigan bien mis palabras, concédanme al menos este consuelo! 3 Tengan paciencia mientras hablo yo, y una vez que haya hablado, se podrán burlar. 4 ¿Acaso yo me quejo de un hombre o no tengo motivo para estar indignado? 5 Vuélvanse a mí, y quedarán consternados, se pondrán la mano sobre la boca. 6 Cuando me acuerdo, yo mismo me horrorizo y todo mi cuerpo se estremece. 7 ¿Cómo es posible que vivan los malvados, y que aun siendo viejos, se acreciente su fuerza? 8 Su descendencia se afianza ante ellos, sus vástagos crecen delante de sus ojos. 9 Sus casas están en paz, libres de temor, y no los alcanza la vara de Dios. 10 Su toro fecunda sin fallar nunca, su vaca tiene cría sin abortar jamás. 11 Hacen correr a sus niños como ovejas, sus hijos pequeños saltan de alegría. 12 Entonan canciones con el tambor y la cítara y se divierten al son de la flauta. 13 Acaban felizmente sus días y descienden en paz al Abismo. 14 Y ellos decían a Dios: «¡Apártate de nosotros, no nos importa conocer tus caminos! 15 ¿Qué es el Todopoderoso para que lo sirvamos y qué ganamos con suplicarle?». 16 ¿No tienen la felicidad en sus manos? ¿No está lejos de Dios el designio de los malvados? 17 ¿Cuántas veces se extingue su lámpara y la ruina se abate sobre ellos? ¿Cuántas veces en su ira él les da su merecido, 18 y ellos son como paja delante del viento, como rastrojo que se lleva el huracán? 19 ¿Reservará Dios el castigo para sus hijos? ¡Que lo castigue a él, que él lo sienta! 20 ¡Que sus propios ojos vean su fracaso, que beba el furor del Todopoderoso! 21 ¿Qué le importará de su casa después de él, cuando se haya cortado el número de sus meses? 22 Pero ¿puede enseñarse la sabiduría a Dios, a él, que juzga a los seres más elevados? 23 Uno muere en la plenitud de su vigor, enteramente feliz y tranquilo, 24 con sus caderas repletas de grasa y la médula de sus huesos bien jugosa. 25 Otro muere con el alma amargada, sin haber gustado la felicidad. 26 Después, uno y otro yacen juntos en el polvo y los recubren los gusanos. 27 ¡Sí, yo sé lo que ustedes piensan, los razonamientos que alegan contra mí! 28 «¿Dónde está, dicen ustedes, la casa del potentado y la carpa en que habitaban los malvados?». 29 Pero ¿no han preguntado a los que pasan por el camino? ¿No han advertido, por las señales que dan, 30 que el impío es preservado en el día de la ruina y es puesto a salvo en el día del furor? 31 ¿Quién le devuelve el mal que hizo? 32 Es llevado al cementerio, y una lápida monta guardia sobre él. 33 Son dulces para él los terrones del valle; todo el mundo desfila detrás de él, y ante él, una multitud innumerable. 34 ¡Qué inútil es el consuelo que me ofrecen! Sus respuestas son puras falacias.

2° Lectura. Josué 1-2

Capítulo 1
Los preparativos para la conquista
Después de la muerte de Moisés, el servidor del Señor, el Señor dijo a Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés: 2 «Mi servidor Moisés ha muerto. Ahora levántate y cruza el Jordán con todo este pueblo, para ir hacia la tierra que yo daré a los israelitas. 3 Yo les entrego todos los lugares donde ustedes pondrán la planta de sus pies, como se lo prometí a Moisés. 4 El territorio de ustedes se extenderá desde el desierto y desde el Líbano hasta el Gran Río, el río Eufrates, y hasta el Gran Mar, al occidente. 5 Mientras vivas, nadie resistirá delante de ti; yo estaré contigo como estuve con Moisés: no te dejaré ni te abandonaré. 6 Sé valiente y firme: tú vas a poner a este pueblo en posesión del país que yo les daré, porque así lo juré a sus padres. 7 Basta que seas fuerte y valiente, para obrar en todo según la Ley que te dio Moisés, mi servidor. No te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, y así tendrás éxito en todas tus empresas. 8 Que el libro de esta Ley nunca se aparte de ti: medítalo día y noche, para obrar fielmente en todo conforme a lo que está escrito en él. Así harás prosperar tus empresas y tendrás éxito. 9 ¿Acaso no soy yo el que te ordeno que seas fuerte y valiente? No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas». Colaboración de las tribus de la Transjordania 10 Entonces Josué dio a los escribas del pueblo la siguiente orden: 11 «Recorran el campamento y manden al pueblo que haga provisión de víveres, porque dentro de tres días pasarán el Jordán para ir a ocupar la tierra que el Señor, su Dios, les da en posesión». 12 Luego dijo a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés: 13 «Recuerden la orden que les dio Moisés, el servidor del Señor, cuando dijo: «El Señor, su Dios, les concede el descanso y les da este territorio. 14 Sus mujeres, sus niños y sus rebaños se quedarán en el territorio que les dio Moisés, al otro lado del Jordán. Pero ustedes, todos los guerreros, cruzarán equipados con sus armas al frente de sus hermanos, para prestarles ayuda, 15 hasta que el Señor les conceda el descanso lo mismo que a ustedes, y también ellos tomen posesión de la tierra que les da el Señor, su Dios. Entonces volverán al territorio que les pertenece, aquel que les dio Moisés, el servidor del Señor, al otro lado del Jordán, hacia el oriente». 16 Ellos respondieron a Josué: «Haremos todo lo que nos ordenes e iremos adonde nos mandes. 17 Así como obedecimos en todo a Moisés, también te obedeceremos a ti. Basta que el Señor esté contigo como estuvo con él. 18 Cualquiera que se rebele contra tus órdenes y no te obedezca en todo lo que nos mandes, será castigado con la muerte. Tú, por tu parte, sé fuerte y valiente».

Capítulo 2
Los espías de Josué en Jericó
Josué, hijo de Nun, envió clandestinamente desde Sitím a dos espías, con la siguiente consigna: «Vayan a observar el terreno». Ellos partieron y, al llegar a Jericó, entraron en casa de una prostituta llamada Rajab, donde se alojaron. 2 Cuando se notificó al rey de Jericó que unos hombres israelitas habían llegado durante la noche para observar el terreno, 3 mandó decir a Rajab: «Saca afuera a esos hombres que vinieron a verte, los que entraron en tu casa, porque han venido únicamente para observar todo el país». 4 Pero la mujer tomó a los dos hombres, los escondió y declaró: «Es verdad que esos hombres vinieron aquí, pero yo no sabía de dónde eran. 5 Se fueron al caer la noche, cuando estaban por cerrarse las puertas de la ciudad, y no sé adónde habrán ido. Salgan en seguida detrás de ellos, porque todavía pueden alcanzarlos». 6 En realidad, los había hecho subir a la terraza, ocultándolos entre unos haces de lino extendidos allí. 7 Entonces unos hombres salieron a perseguirlos en dirección al Jordán, hacia los vados; e inmediatamente después que los perseguidores salieron detrás de ellos, se cerraron las puertas de la ciudad. El pacto entre Rajab y los espías 8 Cuando Rajab subió a la terraza, donde estaban los espías, estos aún no se habían acostado. 9 Ella les dijo: «Yo sé que el Señor les ha entregado este país, porque el terror que ustedes inspiran se ha apoderado de nosotros, y todos los habitantes han quedado espantados a la vista de ustedes. 10 Nosotros hemos oído cómo el Señor secó las aguas del Mar Rojo cuando ustedes salían de Egipto, y cómo ustedes trataron a Sijón y a Og, los dos reyes amorreos que estaban al otro lado del Jordán y que ustedes condenaron al exterminio. 11 Al enterarnos de eso, nuestro corazón desfalleció, y ya no hay nadie que tenga ánimo para oponerles resistencia, porque el Señor, su Dios, es Dios allá arriba, en el cielo, y aquí abajo, en la tierra. 12 Por eso, júrenme ahora mismo por el Señor, que así como yo los traté con bondad, ustedes tratarán de la misma manera a mi familia. Dénme una señal segura 13 que dejarán con vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas, y a todo cuanto les pertenece, y que nos librarán de la muerte». 14 Los hombres le respondieron: «Nosotros responderemos por ustedes con nuestra vida, con tal que no nos delates. Cuando el Señor nos entregue este país, te trataremos con bondad y lealtad». 15 Entonces la mujer los descolgó por la ventana con una cuerda, porque su casa daba contra el muro de la ciudad, y ella vivía junto a él. 16 Y les hizo esta recomendación: «Vayan hacia la montaña para que sus perseguidores no puedan alcanzarlos. Manténganse ocultos allí durante tres días, hasta que ellos estén de regreso, y después podrán seguir viaje.» 17 Los hombres le respondieron: 18 «Cuando nosotros entremos en el país, tú atarás este cordón escarlata a la ventana por la que nos hiciste bajar, y reunirás contigo, dentro de la casa, a tu padre, a tu madre, a tus hermanos y a toda tu familia. 19 Si alguno sale fuera de las puertas de tu casa, su sangre caerá sobre su cabeza y nosotros seremos inocentes. Pero la sangre de todos los que estén contigo dentro de la casa, caerá sobre nuestras cabezas, si alguien pone su mano sobre alguno de ellos. 20 En cambio, si nos delatas, quedaremos libres del juramento que nos has exigido». 21 «Que se cumpla lo que acaban de decir», replicó ella, y los dejó partir. Apenas se fueron, la mujer ató a la ventana el cordón escarlata. El regreso de los espías 22 Los hombres se fueron a la montaña y se quedaron allí tres días, hasta que regresaron los perseguidores, que los habían buscado por todas partes sin encontrarlos. 23 Entonces los dos hombres volvieron a bajar de la montaña, cruzaron el río, y cuando estuvieron de nuevo con Josué, hijo de Nun, lo informaron de todo lo que les había ocurrido. 24 «No hay duda, le dijeron, que el Señor nos ha entregado el país, porque todos sus habitantes están espantados delante de nosotros».

1° Lectura. Hechos 8:26-40

El Angel del Señor dijo a Felipe: «Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto». 27 El se levantó y partió. Un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, había ido en peregrinación a Jerusalén 28 y se volvía, sentado en su carruaje, leyendo al profeta Isaías. 29 El Espíritu Santo dijo a Felipe: «Acércate y camina junto a su carro». 30 Felipe se acercó y, al oír que leía al profeta Isaías, le preguntó: «¿Comprendes lo que estás leyendo?». 31 El respondió: «¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?». Entonces le pidió a Felipe que subiera y se sentara junto a él. 32 El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: "Como oveja fue llevado al matadero; y como cordero que no se queja ante el que lo esquila, así él no abrió la boca. 33 En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?" 34 El etíope preguntó a Felipe: «Dime, por favor, ¿de quién dice esto el Profeta? ¿De sí mismo o de algún otro?». 35 Entonces Felipe tomó la palabra y, comenzando por este texto de la Escritura, le anunció la Buena Noticia de Jesús. 36 Siguiendo su camino, llegaron a un lugar donde había agua, y el etíope dijo: «Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?». 37 [Felipe dijo: «Si crees de todo corazón, es posible». «Creo, afirmó, que Jesucristo es el Hijo de Dios».] 38 Y ordenó que detuvieran el carro; ambos descendieron hasta el agua, y Felipe lo bautizó. 39 Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor, arrebató a Felipe, y el etíope no lo vio más, pero seguía gozoso su camino. 40 Felipe se encontró en Azoto, y en todas las ciudades por donde pasaba iba anunciando la Buena Noticia, hasta que llegó a Cesarea.