sábado, 15 de marzo de 2014

4° Lectura Judit 8


1 En aquellos días llegó todo esto a oídos de Judit, hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hijo de Oziel, hijo de Helcías, hijo de Ananías, hijo de Gedeón, hijo de Rafaín, hijo de Ajitob, hijo de Elías, hijo de Jilquías, hijo de Eliab, hijo de Natanael, hijo de Salamiel, hijo de Sarasadai, hijo de Israel.
2 Su esposo Manasés, que era de su misma tribu y de su misma familia, había muerto durante la cosecha de la cebada:
3 mientras vigilaba a los que ataban las gavillas en el campo, tuvo una insolación que lo postró en cama, y murió en Betulia, su ciudad. Allí fue sepultado con sus padres, en el campo que está situado entre Dotaim y Belamón.
4 Judit había permanecido viuda en su casa durante tres años y cuatro meses.
5 Sobre la terraza de su casa se había hecho levantar una carpa; llevaba un sayal sobre su cuerpo y vestía ropas de luto.
6 Ayunaba todos los días, excepto los sábados, los novilunios y los días de fiesta y de regocijo del pueblo de Israel.
7 Era muy hermosa y de aspecto sumamente agradable. Su esposo Manasés le había dejado oro y plata, servidores y servidoras, ganados y campos, y ella había quedado como dueña de todo.
8 Nadie podía reprocharle nada, porque era muy temerosa de Dios.
9 Judit se enteró de las amargas quejas que el pueblo, descorazonado por la falta de agua, había dirigido al jefe de la ciudad. También se enteró de la respuesta que les había dado Ozías, cuando juró entregar la ciudad a los asirios en el término de cinco días.
10 Envió entonces a la servidora que estaba al frente de todos sus bienes, para que llamara a Cabris y Carmis, ancianos de la ciudad.
11 Estos se presentaron, y ella les dijo: «Escúchenme, por favor, jefes de la población de Betulia. Ustedes se equivocaron hoy ante el pueblo, al jurar solemnemente que entregarían la ciudad a nuestros enemigos, si el Señor no viene a ayudarnos en el término fijado.
12 Al fin de cuentas, ¿quiénes son ustedes, para tentar así a Dios y usurpar su lugar entre los hombres?
13 ¡Ahora ustedes ponen a prueba al Señor todopoderoso, pero esto significa que nunca entenderán nada!
14 Si ustedes son incapaces de escrutar las profundidades del corazón del hombre y de penetrar los razonamientos de su mente, ¿cómo pretenden sondear a Dios, que ha hecho todas estas cosas, y conocer su pensamiento o comprender sus designios? No, hermanos; cuídense de provocar la ira del Señor, nuestro Dios.
15 Porque si él no quiere venir a ayudarnos en el término de cinco días, tiene poder para protegernos cuando él quiera o para destruirnos ante nuestros enemigos.
16 No exijan entonces garantías a los designios del Señor, nuestro Dios, porque Dios no cede a las amenazas como un hombre ni se le impone nada como a un mortal.
17 Por lo tanto, invoquemos su ayuda, esperando pacientemente su salvación, y él nos escuchará si esa es su voluntad.
18 Porque no hay nadie en nuestro tiempo, ni hay entre nosotros, en el día de hoy, tribu, ni familia, ni comarca, ni ciudad que adore dioses fabricados por mano de hombre, como sucedía en los tiempos pasados.
19 A causa de eso, nuestros padres fueron entregados a la espada y a la depredación, y sucumbieron miserablemente delante de nuestros enemigos.
20 Nosotros, en cambio, no reconocemos otro Dios fuera de él; por eso esperamos que no nos despreciará, ni a nosotros ni a ninguno de nuestra raza.
21 Si nosotros nos rendimos, caerá toda la Judea y nuestro Santuario será saqueado. Entonces tendremos que responder con nuestra propia sangre por esa profanación.
22 Además, el Señor hará rezar sobre nuestra cabeza, en medio de las naciones donde estaremos cautivos, la matanza de nuestros hermanos, la deportación de la gente del país y la devastación de nuestra herencia; y seremos objeto de burla y escarnio por parte de nuestros conquistadores.
23 Porque nuestra esclavitud no nos hará ganar la benevolencia de los vencedores, sino que el Señor, nuestro Dios, la convertirá en deshonra.
24 Por eso, hermanos, demos un buen ejemplo a nuestros hermanos, ya que su vida depende de nosotros, y lo más sagrado que tenemos, el Templo y el altar, también dependen de nosotros.
25 Más aún, demos gracias al Señor, nuestro Dios, que nos somete a prueba, lo mismo que a nuestros padres.
26 Recuerden todo lo que hizo con Abraham y en qué forma probó a Isaac, y todo lo que le sucedió a Jacob en Mesopotamia de Siria, cuando apacentaba las ovejas de Labán, hermano de su madre:
27 así como a ellos los purificó para probar sus corazones, de la misma manera, nosotros no somos castigados por él, sino que el Señor golpea a los que están cerca de él, para que eso les sirva de advertencia».
28 Ozías le respondió: «En todo lo que has dicho te has expresado con sensatez y nadie puede contradecir tus palabras.
29 No es esta la primera vez que se manifiesta tu sabiduría: desde que eras joven, todo el pueblo conoce tu inteligencia y la bondad de tu corazón.
30 Pero ahora el pueblo está consumido por la sed y nos ha obligado a ejecutar lo que le hemos propuesto y a comprometernos con un juramento que no nos es lícito violar.
31 Tú, que eres una mujer piadosa, ruega por nosotros para que el Señor envíe la lluvia que llenará nuestras cisternas, y así no quedaremos exhaustos».
32 Judit les respondió: «Escúchenme, porque voy a hacer algo que se transmitirá de generación en generación a los hijos de nuestra estirpe.
33 Esta noche, ustedes se ubicarán ante la Puerta de la ciudad. Yo saldré con mi servidora, y antes del plazo fijado para entregar la ciudad a nuestros enemigos, el Señor, por mi intermedio, visitará a Israel.
34 No traten de averiguar lo que voy a hacer, porque no les diré nada hasta haber ejecutado mi proyecto.»
35 Ozías y los jefes le dijeron: «Vete en paz, y que el Señor Dios vaya delante de ti para escarmiento de nuestros enemigos».
36 Luego salieron de la carpa y regresaron a sus puestos.

3° Lectura Eclesiastés 1:12-18 - 2

12 Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén,
13 y me dediqué a investigar y a explorar con sabiduría todo lo que se hace bajo el cielo: es esta una ingrata tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella.
14 Así observé todas las obras que se hacen bajo el sol, y vi que todo es vanidad y correr tras el viento.
15 Lo torcido no se puede enderezar, ni se puede contar lo que falta.
16 Entonces me dije a mí mismo: Yo acumulé una gran sabiduría, más que todos mis predecesores en Jerusalén, y mi corazón ha visto mucha sabiduría y ciencia.
17 Me dediqué a conocer la sabiduría, la ciencia, la locura y la necedad, y advertí que también eso es correr tras el viento.
18 Porque mucha sabiduría trae mucha aflicción, y el que acumula ciencia, acumula dolor.


Capítulo 2
1 Yo me dije a mí mismo: «Ven, te haré experimentar el placer; goza del bienestar». Pero también esto es vanidad.
2 De la risa, dije: «No es más que locura». y de la alegría: «¿Para qué sirve?».
3 Decidí estimular mi carne con el vino, manteniendo la mente lúcida, y dejarme llevar de la insensatez, hasta ver qué les conviene hacer a los hombres bajo el cielo, en los contados días de su vida.
4 Emprendí grandes obras: me construí mansiones y planté viñedos;
5 me hice jardines y parques, y planté allí toda clase de árboles frutales;
6 me fabriqué cisternas, para regar el bosque donde crecían los árboles;
7 compré esclavos y esclavas, y algunos me nacieron en casa; poseí también ganado en abundancia, más que todos mis predecesores en Jerusalén.
8 Amontoné además plata y oro, y tesoros dignos de reyes y de provincias; me conseguí cantores y cantoras, y muchas mujeres hermosas, que son la delicia de los hombres.
9 Llegué a ser tan grande, que superé a todos mis predecesores en Jerusalén. Sin embargo, la sabiduría permanecía siempre conmigo.
10 No negué a mis ojos nada de lo que pedían, ni privé a mi corazón de ningún placer; mi corazón se alegraba de todo mi trabajo, y este era el premio de todo mi esfuerzo.
11 Pero luego dirigí mi atención a todas las obras que habían hecho mis manos y a todo el esfuerzo que me había empeñado en realizar, y vi que todo es vanidad y correr tras el viento: ¡no se obtiene ningún provecho bajo el sol!
12 Entonces volví mis ojos hacia la sabiduría, hacia la locura y la insensatez. Porque ¿qué hará el sucesor del rey? Lo mismo que ya se había hecho antes.
13 Y vi que la sabiduría aventaja a la insensatez, como la luz a las tinieblas:
14 el sabio tiene los ojos bien puestos, mientras que el necio camina en tinieblas. Pero yo sé también que a los dos les espera la misma suerte.
15 Y me dije a mí mismo: si la suerte del necio será también la mía, ¿para qué, entonces, me hice más sabio? Y pensé que también esto es vanidad.
16 Porque no perdurará el recuerdo ni del sabio ni del necio: con el paso de los días, todo cae en el olvido. Así es: ¡el sabio muere igual que el necio!
17 Y llegué a detestar la vida, porque me da fastidio todo lo que se hace bajo el sol. Sí, todo es vanidad y correr tras el viento.
18 Y también detesté todo el esfuerzo que había realizado bajo el sol, y que tendré que dejar al que venga después de mí.
19 ¿Y quién sabe si él será sabio o necio? Pero será el dueño de lo que yo he conseguido con esfuerzo y sabiduría bajo el sol. También esto es vanidad.
20 Y llegué a desesperar de todo el esfuerzo que había realizado bajo el sol.
21 Porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, con ciencia y eficacia, tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. También esto es vanidad y una grave desgracia.
22 ¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol?
23 Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad.
24 Lo único bueno para el hombre es comer y beber, y pasarla bien en medio de su trabajo. Yo vi que también esto viene de la mano de Dios.
25 Porque ¿quién podría comer o gozar si no es gracias a él?

26 Porque al que es de su agrado él le da sabiduría, ciencia y alegría; al pecador, en cambio, lo ocupa en amontonar y atesorar para dárselo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y correr tras el viento.

2° Lectura Levítico 26-27

 Capítulo 26
Exhortación final
1 No se fabriquen ídolos ni se erijan imágenes o piedras conmemorativas; no pongan en su tierra piedras grabadas para postrarse delante de ellas, porque yo soy el Señor, su Dios.
2 Observen mis sábados y respeten mi Santuario. Yo soy el Señor.
Promesas de bendición
3 Si ustedes viven conforme a mis preceptos y observan fielmente mis mandamientos,
4 yo enviaré las lluvias a su debido tiempo, y así la tierra dará sus productos y las plantas del campo, sus frutos.
5 Entonces el tiempo de la trilla se prolongará hasta la vendimia y la vendimia, hasta la siembra. Comerán pan hasta saciarse y habitarán seguros en su tierra.
6 Yo aseguraré la paz en el país y ustedes descansarán sin que nadie los perturbe: alejaré del país los animales dañinos y ninguna espada asolará la tierra
7 Perseguirán a sus enemigos, y ellos caerán bajo la espada delante de ustedes.
8 Cinco de ustedes perseguirán a cien, y cien a diez mil; y sus enemigos caerán bajo la espada delante de ustedes.
9 Yo los miraré con bondad, los haré fecundos y numerosos, y mantendré mi alianza con ustedes.
10 Comerán grano viejo largamente almacenado, y tendrán que tirar el grano viejo para dar lugar al nuevo.
11 Yo pondré mi Morada en medio de ustedes y no les tendré aversión;
12 siempre estaré presente entre ustedes: ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
13 Yo soy el Señor, su Dios, el que los hice salir de Egipto para que no fueran más sus esclavos. Yo rompí las barras de su yugo y los hice caminar con la cabeza erguida.
Promesas de maldición
14 Pero si no me obedecen y no cumplen todos estos mandamientos;
15 si desprecian mis preceptos y muestran aversión por mis leyes; si dejan de practicar mis mandamientos y quebrantan mi alianza,
16 yo, a mi vez, los trataré de la misma manera: haré que el terror los domine –la debilidad y la fiebre que consumen los ojos y desgastan la vida–. En vano plantarán sus semillas, porque las comerán sus enemigos.
17 Yo volveré mi rostro contra ustedes y serán derrotados por sus enemigos; quedarán sometidos a sus adversarios y huirán aunque nadie los persiga.
18 Y si pesar de esto no me obedecen, seguiré corrigiéndolos siete veces más a causa de sus pecados.
19 Humillaré esa enorme soberbia, haciendo que el cielo sea para ustedes como hierro y la tierra como bronce.
20 Entonces agotarán sus fuerzas en vano, porque la tierra no dará sus productos ni las plantas del campo, sus frutos.
21 Y si me siguen contrariando y rehúsan obedecerme, volveré a castigarlos siete veces más a causa de sus pecados.
22 Enviaré contra ustedes las fieras del campo, para que les arrebaten a sus hijos y exterminen su ganado. Ellas las diezmarán, y los caminos de ustedes quedarán desiertos.
23 Y si a pesar de eso no se corrigen y me siguen contrariando,
24 yo también me pondré contra ustedes y los castigaré siete veces más a causa de sus pecados.
25 Atraeré contra ustedes una espada que vengará la transgresión de la alianza. Entonces buscarán refugio en sus ciudades, pero les enviaré la peste y caerán en poder del enemigo.
26 Cuando los prive del sustento diario, diez mujeres cocerán su pan en su horno, y lo distribuirán tan bien medido, que ustedes comerán pero no se saciarán.
27 Y si a pesar de eso no me obedecen y continúan contrariándome,
28 yo los trataré con indignación y los reprenderé severamente siete veces más, a causa de sus pecados.
29 Comerán la carne de sus hijos y de sus hijas,
30 y yo destruiré sus lugares altos, derribaré los altares donde ofrecen incienso, y arrojaré los cadáveres de ustedes sobre sus ídolos inertes. Les tendré aversión,
31 convertiré sus ciudades en ruinas, asolaré sus santuarios, y ya no aspiraré el aroma de sus sacrificios.
32 Devastaré la tierra, hasta tal punto que sus mismos enemigos quedarán espantados cuando vengan a ocuparla.
33 Los dispersaré entre las naciones y desenvainaré la espada detrás de ustedes. Así el país se convertirá en un desierto y sus ciudades, en ruinas.
34 Y durante todo el tiempo en que estará desolada, mientras ustedes vivan en el país de sus enemigos, la tierra pagará los años sabáticos que adeuda.
35 En todo el tiempo de la desolación, ella observará por fin el descanso que no observó en sus años sabáticos, cuando ustedes la habitaban.
36 A los sobrevivientes los llenaré de pánico en la tierra de sus enemigos: el ruido que produce una hoja al caer, los ahuyentará: huirán como quien huye de la espada, y caerán aunque nadie los persiga.
37 Sin ser perseguidos, se atropellarán unos a otros como si tuvieran delante una espada. Ustedes no podrán sostenerse en pie delante de sus adversarios,
38 sino que perecerán entre las naciones y se los tragará la tierra de sus enemigos.
39 Y aquellos que sobrevivan aún, se consumirán en la tierra de sus enemigos, a causa de sus propias culpas, y también a causa de las culpas de sus padres.
40 Entonces confesarán las culpas, que ellos y sus padres cometieron por haberme sido infieles, y sobre todo, por haberse puesto contra mí.
41 Pero yo también me pondré contra ellos y los llevaré al país de sus enemigos. Así se humillará su corazón incircunciso y pagarán sus culpas.
42 Yo me acordaré de mi alianza con Jacob, con Isaac y con Abraham, y me acordaré de la tierra.
43 Pero antes, la tierra quedará abandonada y pagará los años sabáticos que adeuda, mientras esté desolada por la ausencia de ellos; y también pagarán sus culpas, ya que despreciaron mis leyes y sintieron aversión por mis preceptos.
44 Pero aún entonces, cuando estén en la tierra de sus enemigos, yo no los rechazaré ni sentiré aversión por ellos hasta el punto de aniquilarlos y de anular mi alianza con ellos: porque yo soy el Señor, su Dios.
45 Me acordaré en favor de ellos de la alianza que establecí con sus antepasados, con los que hice salir de Egipto a la vista de las naciones para ser su Dios. Yo, el Señor.
46 Estos son los preceptos, las leyes y las instrucciones que el Señor estableció entre él y los israelitas sobre la montaña del Sinaí, por intermedio de Moisés.

Capítulo 27
Los aranceles: las personas
1 El Señor dijo a Moisés:
2 Habla en estos términos a los israelitas: Si alguien ofrece como voto al Señor la suma equivalente a una persona,
3 se aplicará la siguiente tasación: Si es un varón de veinte a sesenta años, la suma será de cincuenta siclos de plata, en siclos del Santuario;
4 y si es una mujer, la suma será de treinta siclos.
5 Si la edad es de cinco a veinte años, la suma será de veinte siclos por un varón y de diez por una mujer.
6 Si la edad es de un mes a cinco años, la suma será de cinco siclos de plata por un varón y de tres por una mujer.
7 Si la edad es de sesenta años en adelante, la suma será de quince siclos por un varón y de diez por una mujer.
8 Pero si el oferente es demasiado pobre para pagar la suma establecida, se presentará al sacerdote, el cual fijará un equivalente proporcionado a los recursos del que hace el voto.
Los animales
9 Si alguien entrega un animal de los que pueden ser presentados al Señor como ofrenda, el animal ofrecido será una cosa sagrada.
10 No está permitido cambiarlo o sustituirlo por otro, ya sea bueno por malo o malo por bueno. Si alguien sustituye un animal por otro, tanto el animal ofrecido como su sustituto serán una cosa sagrada.
11 Si se trata de un animal impuro, que no puede ser presentado como ofrenda al Señor, será presentado ante el sacerdote,
12 el cual lo tasará. Sea alta o baja, se aceptará la tasación fijada por el sacerdote;
13 y si alguien quiere rescatar el animal, tendrá que añadir un quinto más a la suma establecida.
Las casas
14 Si un hombre consagra su casa al Señor, el sacerdote deberá tasarla. Sea alta o baja, se aceptará la tasación fijada por el sacerdote.
15 Y si el que consagró su casa desea rescatarla, deberá añadir un quinto a la suma en que ha sido tasada, y así volverá a ser suya.
Los campos
16 Si un hombre consagra al Señor algún terreno de su propiedad, este será tasado según la cantidad de semilla que se pueda sembrar en él: cincuenta siclos de plata por cada cuatrocientos kilos de semilla de cebada.
17 Si lo consagra en el año mismo del jubileo, se mantendrá esta tasación.
18 Pero si consagra su campo después del jubileo, el sacerdote deberá computar el precio en razón de los años que falten para el jubileo, y así se hará el descuento correspondiente.
19 Si el que consagró su campo lo quiere rescatar, tendrá que añadir un quinto a la suma en que ha sido tasado, y así volverá a ser suyo.
20 Pero si no rescata su campo y este es vendido a otro, ya no será rescatable:
21 cuando quede libre en el año jubilar, será consagrado al Señor como si fuera un terreno interdicto, y pasará a ser propiedad del sacerdote.
22 Si alguien consagra al Señor un campo que compró, pero que no es terreno de su propiedad,
23 deberá computar el importe de su valor hasta el año del jubileo, y la persona pagará ese mismo día la suma en que ha sido tasado, como una ofrenda consagrada al Señor.
24 En el año jubilar el campo volverá al que lo vendió, o sea, al verdadero propietario de la tierra.
25 Todas las tasaciones se harán en siclos del Santuario; cada siclo equivale a veinte gueras.
El rescate de los primogénitos
26 Sin embargo, nadie podrá consagrar un primogénito de su ganado, ya que, por ser primogénito, pertenece al Señor: sea que se trate de un ternero o de un cordero, pertenecen al Señor.
27 Pero si se trata de animales impuros, podrán ser rescatados por la suma en que hayan sido tasados, añadiendo una quinta parte de su valor. Si no es rescatado, el animal será vendido por la suma establecida.
Los bienes consagrados al exterminio
28 Ninguno de los bienes que pertenecen a una persona –ya sea un hombre, un animal o un campo de su propiedad– podrá ser vendido o rescatado si ha sido consagrado al Señor por el exterminio total: todas esas cosas están exclusivamente consagradas al Señor.
29 Tampoco podrá ser liberada ninguna persona que deba ser exterminada, sino que se le hará morir.
Los diezmos
30 La décima parte de lo que produce la tierra –tanto los campos sembrados como los árboles frutales– pertenece al Señor: es una cosa consagrada al Señor.
31 Si un hombre quiere rescatar alguna parte de sus diezmos, deberá añadir un quinto de su valor.
32 La décima parte del ganado mayor o menor –o sea, uno cada diez de todos los animales que pasan bajo el cayado del pastor– será consagrada al Señor.
33 Nadie deberá seleccionar entre lo bueno y lo malo, o sustituir uno por otro. Si hace el sustituto serán una cosa sagrada, y no se los podrá rescatar.
34 Estos son los mandamientos que el Señor dio a Moisés para los israelitas sobre la montaña del Sinaí.

1° Lectura Mateo 15:21-39


21 Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
22 Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio».
23 Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos».
24 Jesús respondió: «Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».
25 Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!».
26 Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros».
27 Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!».
28 Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.
29 Desde allí, Jesús llegó a orillas del mar de Galilea y, subiendo a la montaña, se sentó.
30 Una gran multitud acudió a él, llevando paralíticos, lisiados, ciegos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a sus pies y él los curó.
31 La multitud se admiraba al ver que los mudos hablaban, los inválidos quedaban curados, los paralíticos caminaban y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.
32 Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino».
33 Los discípulos le dijeron: «¿Y dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado bastante cantidad de pan para saciar a tanta gente?».
34 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tienen?». Ellos respondieron: «Siete y unos pocos pescados».
35 El ordenó a la multitud que se sentara en el suelo;
36 después, tomó los panes y los pescados, dio gracias, los partió y los dio a los discípulos. Y ellos los distribuyeron entre la multitud.
37 Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que sobraron se llenaron siete canastas.
38 Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.
39 Después que despidió a la multitud, Jesús subió a la barca y se dirigió al país de Magadán.