lunes, 14 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 4:1-36

Capítulo 4
Gorgias tomó cinco mil hombres y mil jinetes elegidos, y el ejército partió durante la noche 2 para atacar el campamento de los judíos y derrotarlos sorpresivamente. La gente de la Ciudades a los guiaba. 3 Cuando Judas se enteró de esto, salió con sus soldados para derrotar al ejército real que estaba en Emaús, 4 mientras el resto de las tropas estaban dispersas fuera del campamento. 5 Gorgias llegó de noche al campamento de Judas y al no encontrar a nadie, los estuvo buscando por las montañas, pensando que habían huido. 6 Al rayar el alba, Judas apareció en la llanura con tres mil hombres, pero estos no disponían de las armaduras ni de las espadas que hubieran deseado. 7 Ellos veían, en cambio, que el campamento de los paganos era poderoso y estaba bien fortificado, rodeado de la caballería y con hombres adiestrados para la guerra. 8 Judas dijo a sus hombres: «No teman a esa muchedumbre ni se asusten por sus ataques. 9 Recuerden cómo se salvaron nuestros padres en el Mar Rojo, cuando el Faraón los perseguía con un ejército. 10 Invoquemos ahora al Cielo para que tenga piedad de nosotros. 11 Así reconocerán todas las naciones que hay Alguien que libera y salva a Israel». 12 Los extranjeros alzaron los ojos y, al ver que los judíos venían contra ellos, 13 salieron del campamento a presentar batalla. Los hombres de Judas hicieron sonar la trompeta 14 y entraron en combate. Los paganos fueron derrotados y huyeron hacia la llanura, 15 y los que habían quedado rezagados cayeron al filo de la espada. Los demás fueron perseguidos hasta Gázara y hasta las llanuras de Idumea, Azoto y Iamnia. Los que murieron fueron alrededor de tres mil hombres. 16 Cuando Judas y su ejército dejaron de perseguirlos, 17 Judas dijo al pueblo: «No tengan avidez por el botín, porque nos espera otra batalla. 18 Gorgias y su ejército están cerca de nosotros en la montaña: hagan frente a nuestros enemigos y combatan contra ellos; después podrán apoderarse libremente del botín». 19 Apenas Judas terminó de hablar, se asomó por las montañas un destacamento enemigo. 20 Ellos vieron que los suyos habían huido y que el campamento había sido incendiado, porque el humo que se divisaba ponía de manifiesto lo que había sucedido. 21 Ante tal espectáculo se llenaron de espanto, y como vieron en la llanura al ejército de Judas, dispuesto a librar batalla. 22 huyeron todos al país de los filisteos. 23 Judas volvió entonces al campamento para saquearlo, y recogieron gran cantidad de oro y plata, telas de púrpura violeta y de púrpura marina, y muchas otras riquezas. 24 De regreso cantaban y bendecían al Cielo: «Porque es bueno, porque es eterno su amor». 25 Israel obtuvo aquel día una gran victoria. 26 Los extranjeros que habían podido escapar se fueron a anunciar a Lisias todo lo que había sucedido. 27 Esta noticia lo dejó consternado y abatido, porque a Israel no le había sucedido lo que él deseaba y las cosas no habían salido como el rey se lo había ordenado. 28 Al año siguiente, Lisias reunió sesenta mil hombres elegidos y cinco mil jinetes para combatir contra los judíos. 29 Cuando llegaron a Idumea y acamparon en Betsur, Judas les salió al encuentro con diez mil hombres, 30 y al ver aquel poderoso ejército, hizo esta oración: «Bendito seas, Salvador de Israel, que aplastaste la soberbia del gigante por la mano de tu servidor David y entregaste el ejército de los filisteos en manos de Jonatán, hijo de Saúl, y de su escudero. 31 Entrega así este ejército en manos de tu pueblo Israel. Que ellos se sientan avergonzados de sus tropas y de su caballería. 32 Infúndeles miedo, quiebra la audacia que les da su fuerza y que se conmuevan por su derrota. 33 Derríbalos con la espada de los que te aman, para que te canten himnos de alabanza todos los que conocen tu Nombre». 34 Cuando se enfrentaron los dos ejércitos, cayeron en el combate unos cinco mil hombres de Lisias. 35 Al ver la derrota sufrida por sus tropas y la intrepidez de los soldados de Judas, que estaban resueltos a vivir o a morir heroicamente, Lisias volvió a Antioquía, donde reclutó mercenarios con la intención de regresar a Judea con fuerzas más numerosas. 36 Judas y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a purificar el Santuario y a celebrar su dedicación».

3° Lectura. Job 14

Capítulo 14
El hombre, nacido de mujer, tiene una vida breve y cargada de tormentos: 2 como una flor, brota y se marchita; huye sin detenerse, como una sombra. 3 ¡Y sobre alguien así tú abres los ojos, lo enfrentas contigo en un juicio! 4 Pero ¿quién sacará lo puro de lo impuro? Nadie, ciertamente. 5 Ya que sus días están determinados y tú conoces el número de sus meses, ya que le has puesto un límite infranqueable, 6 ¡aparta de él tu mirada y déjalo solo, para que disfrute de su jornada como un asalariado! 7 Para el árbol hay una esperanza: si es cortado, aún puede reverdecer y no dejará de tener retoños. 8 Aunque su raíz haya envejecido en el suelo y su tronco esté muerto en el polvo, 9 apenas siente el agua, produce nuevos brotes y echa ramas, como una planta joven. 10 Pero el hombre, cuando muere, queda inerte; el mortal que expira, ¿dónde está? _14a si un hombre muere, ¿podrá revivir? 11 El agua del mar se evapora, un río se agota y se seca: 12 así el hombre se acuesta y no se levanta; desaparecerán los cielos, antes que él se despierte, antes que se alce de su sueño. 13 ¡Ah, si tú me ocultaras en el Abismo, si me escondieras hasta que pase tu enojo y me fijaras un plazo para acordarte de mí! 14 –Un hombre, una vez muerto, ¿podrá revivir?–. Entonces yo esperaría, todos los días de mi servicio, hasta que llegue mi relevo: 15 tú llamarías, y yo te respondería, ansiarías ver la obra de tus manos. 16 Porque entonces no contarías mis pasos ni observarías mi pecado; 17 mi delito estaría bajo sello en una bolsa y cubrirías mi culpa con un enduido. 18 Pero la montaña cae y se desmorona, la roca es removida de su sitio; 19 las aguas desgastan las piedras, al polvo de la tierra se lo lleva el aguacero: ¡así tú destruyes la esperanza del mortal! 20 Lo abates para siempre, y él se va, desfiguras su rostro y lo despides. 21 Se honra a sus hijos, pero él no lo sabe; si son envilecidos, él no se da cuenta. 22 ¡Sólo en carne propia siente el sufrimiento, sólo por sí mismo está de duelo!

2° Lectura. Deuteronomio 21-22

Capítulo 21
Expiación del homicidio cometido por un desconocido

Si en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en posesión, alguien encuentra un hombre muerto, tendido en medio del campo, y no se sabe quién lo mató, 2 tus ancianos y tus jueces irán a medir las distancias que hay entre la víctima y las ciudades de alrededor. 3 Luego los ancianos de la ciudad más cercana tomarán una ternera que no haya sido sometida a ningún trabajo ni haya estado bajo el yugo; 4 la llevarán hasta un arroyo de agua perenne, a un lugar donde no se cultiva ni se siembra, y la desnucarán junto al arroyo. 5 También se harán presentes los sacerdotes levitas, porque el Señor los eligió para que estuvieran a su servicio y para que estuvieran a su servicio y para que bendijeran en su Nombre. y a ellos les corresponde resolver los litigios y los casos de agresión. 6 Luego los ancianos de la ciudad más cercana a la víctima se levarán las manos en el arroyo, sobre la ternera desnucada. 7 y pronunciarán éstas palabras: «Nuestras manos no han derramado esa sangre y nuestros ojos no han visto nada. 8 Perdona, Señor, a tu pueblo Israel, ese pueblo que tú rescataste, y no dejes recaer sangre inocente sobre tu pueblo Israel». Así quedarán absueltos del delito de sangre. 9 De esta manera harás desaparecer de entre ustedes la sangre inocente. haciendo lo que es recto a los ojos del Señor. El matrimonio con una prisionera de guerra 10 Cuando salgas a combatir contra tus enemigos, y el Señor, tu Dios, los ponga en tus manos, si tomas algunos prisioneros 11 y entre ellos ves una mujer hermosa que te resulta atrayente, y por eso la quieres tomar por esposa, 12 deberás llevarla a tu casa. Entonces ella se rapará la cabeza, se cortará las uñas, 13 se quitará su ropa de cautiva y permanecerá en tu casa durante un mes entero, llorando a su padre y a su madre. Sólo después de esto podrás unirte a ella para ser su esposo, y ella será tu mujer. 14 Pero si más tarde dejas de quererla, le permitirás disponer de sí misma, y no podrás venderla por dinero ni maltratarla, porque la has violentado. El derecho de primogenitura 15 Si un hombre que tiene dos mujeres, ama a una y a la otra no, a las dos le dan hijos, pero el primogénito es hijo de la mujer que no ama, 16 Cuando reparta la herencia entre sus hijos, no podrá considerar como primogénito al hijo de la mujer que ama, en perjuicio del verdadero primogénito. 17 El deberá reconocer como primogénito al hijo de la mujer que no ama, dándole dos partes de todo lo que posee, porque este hijo es el primer fruto de su vigor, y por eso le corresponde el derecho de primogenitura. 

 El hijo rebelde 18 Si un hombre tiene un hijo indócil y rebelde, que desobedece a su padre y a su madre, y no les hace caso cuando ellos lo reprenden, 19 su padre y su madre lo presentarán ante los ancianos del lugar, en la puerta de la ciudad, 20 y dirán a los ancianos: «Este hijo nuestro es indócil y rebelde; no quiere obedecernos, y es un libertino y un borracho». 21 Entonces todos los habitantes de su ciudad lo matarán a pedradas. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes, y todo Israel, cuando se entere, sentirá temor. El cadáver expuesto 22 Si un hombre, culpable de un crimen que merece la pena de muerte, es ejecutado y colgado de un árbol, 23 su cadáver no quedará en el árbol durante la noche, sino que lo enterrarás ese mismo día, porque el que está colgado de un árbol es una maldición de Dios. Y tú no mancharás el suelo que el Señor, tu Dios, te da como herencia.

Capítulo 22
Prescripciones diversas
L1 Si ves extraviados al buey o a la oveja de tu hermano, no te despreocupes de ellos y vé a devolvérselos cuanto antes. 2 Si ese hermano no es tu vecino o no sabes quién es, encierra al animal en tu casa y cuídalo hasta que él lo venga a reclamar. Entonces se lo devolverás. 3 Lo mismo harás con su asno, con su ropa y con cualquier otro objeto que pierdas tu hermano y que tú encuentres: no podrás despreocuparte de ellos 4 Si ves caídos en el camino al asno o al buey de tu hermano, no te despreocupes de ellos y ayúdalo a levantarlos. 5 La mujer no se pondrá ropa de hombre, ni el hombre un vestido de mujer: el que lo hace resulta abominable a los ojos del Señor, tu Dios. 6 Si mientras vas caminando, encuentras en un árbol o en el suelo un nido de pájaros con pichones o con huevos, y la madre está echada encima de ellos, no tomes a la madre con su cría. 7 Deja en libertad a la madre y toma para ti los pichones. Así serás feliz y tendrás una larga vida. 8 Cuando construyas una casa nueva, pondrás una baranda alrededor de la terraza. Así no harás a tu casa responsable de derramamiento de sangre, en el caso de que alguien se caiga de allí. 9 No sembrarás en tu viña otra clase de plantas, porque de lo contrario toda la cosecha será sagrada: tanto el producto de lo que siembres como el fruto de la viña. 10 No ares con un buey y un asno juntos. 11 No vestirás ropa tejida de lana mezclada con lino. 12 Coloca unos flecos en las cuatro puntas del manto con que te cubres. Las acusaciones contra una joven esposa 13 Si un hombre se casa con una mujer y se une a ella, pero después le toma aversión, 14 la acusa falsamente y la difama, diciendo: «Yo me casé con esta mujer, y cuando me uní a ella comprobé que no era virgen», 15 entonces el padre y la madre de la joven tomarán las pruebas de su virginidad, y las exhibirán ante los ancianos, en la puerta de la ciudad. 16 El padre de la joven dirá a los ancianos: «Yo entregué mi hija a este hombre para que fuera su esposa, pero él le ha tomado aversión 17 y ahora la acusa falsamente, declarando que no encontró en ella las señales de la virginidad. Aquí están las pruebas de que mi hija era realmente virgen». Y en seguida extenderán la sábana nupcial ante los ancianos de la ciudad. 18 Entonces estos tomarán al hombre y lo castigarán 19 por haber difamado a una virgen israelita, condenándolo, además, a pagar cien siclos de plata, que entregarán al padre de la joven. Ella seguirá siendo su mujer, y el hombre no podrá repudiarla nunca más. 20 Pero si la acusación resulta verdadera y no aparecen las pruebas de la virginidad de la joven, 21 la sacarán a la puerta de la casa de su padre, y la gente de esa ciudad la matará a pedradas, por haber cometido una acción infame en Israel, prostituyéndose en la casa de su padre. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes. El adulterio, la violación y el incesto 22 Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos; el hombre que estaba acostado con la mujer, y también ella. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes. 23 Si una joven virgen está comprometida con un hombre, y otro la encuentra en la ciudad y se acuesta con ella, 24 se hará salir a los dos a la puerta de esa ciudad y los matarán a pedradas; a la joven por no haber pedido auxilio, a pesar de que estaba en la ciudad; y al hombre por haber violado a la mujer de su prójimo. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes. 25 Pero si el hombre encuentra en el campo a la joven comprometida y se acuesta con ella por la fuerza, sólo morirá el hombre que se acostó con ella. 26 A la joven, no le harás nada, porque no ha cometido un pecado que merezca la muerte. Es un caso semejante al de un hombre que ataca a otro y lo mata: 27 como el encuentro se produjo en el campo, tal vez la joven pidió auxilio, pero no había nadie que la socorriera. 28 Si un hombre encuentra a una joven virgen que no está comprometida, la toma por la fuerza y se acuesta con ella, y son sorprendidos, 29 el hombre que se acostó con ella deberá pagar al padre de la joven cincuenta siclos de plata y ella será su mujer. Nunca podrá repudiarla, porque él la violó.

1° Lectura. Hechos 4:23-37

Una vez en libertad, los Apóstoles regresaron adonde estaban sus hermanos, y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. 24 Al oírlos, todos levantaron la voz y oraron a Dios unánimemente: «Señor, tú hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; 25 tú, por medio del Espíritu Santo, pusiste estas palabras en labios de nuestro padre David, tu servidor: "¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen vanos proyectos? 26 Los reyes de la tierra se rebelaron y los príncipes se aliaron contra el Señor y contra su Ungido". 27 Porque realmente se aliaron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato con las naciones paganas y los pueblos de Israel, contra tu santo servidor Jesús, a quien tú has ungido. 28 Así ellos cumplieron todo lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado de antemano. 

 29 Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu Palabra con toda libertad: 30 extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios en el nombre de tu santo servidor Jesús:. 31 Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios. 32 La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos. 33 Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima. 34 Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían 35 y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades. 36 Y así José, llamado por los Apóstoles Bernabé –que quiere decir hijo del consuelo– un levita nacido en Chipre 37 que poseía un campo, lo vendió, y puso el dinero a disposición de los Apóstoles.