domingo, 13 de abril de 2014

3° Lectura. Job 13

Capítulo 13
Sí, todo esto lo vi con mis propios ojos, lo escuché con mis oídos y lo entendí, 2 Lo que ustedes saben, lo sé yo también: no estoy por debajo de ustedes. 3 Pero yo quiero hablarle al Todopoderoso, mi deseo es discutir con Dios. 4 ¡Ustedes lo encubren todo con sus mentiras, médicos inútiles son todos ustedes! 5 ¡Si se callaran de una vez, darían una prueba de sabiduría! 6 Escuchen, entonces, mi defensa; presten atención a mi querella. 7 ¿Es por Dios que ustedes hablan falsamente y para favorecerlo apelan al engaño? 8 ¿Se muestran parciales en atención a él y pretenden ser los abogados de Dios? 9 ¿Eso los beneficiará cuando él los examine? ¿Jugarán con él como se juega con un hombre? 10 No, él será el primero en acusarlos si toman partido solapadamente. 11 ¿Acaso no los espantará su majestad, y su terror no se abatirá sobre ustedes? 12 Las que ustedes alegan son sentencias de ceniza, sus respuestas son de barro. 13 Dejen de hablarme, soy yo el que hablaré, ¡no importa lo que me pueda pasar! 14 Arriesgaré el todo por el todo y pondré en peligro mi vida. 15 ¡Que él me mate! Ya no tengo esperanza, sólo quiero defender mi conducta ante él. 16 Y esto mismo será un triunfo para mí, porque ningún impío puede comparecer ante él. 17 Oigan, oigan bien mis palabras, que mis declaraciones lleguen a sus oídos. 18 Estoy preparado para el juicio, yo sé que la razón estará de mi par. 19 ¿Hay alguien que me pueda incriminar? Entonces aceptaría quedarme callado y expirar. 20 Concédeme dos cosas solamente, y así no me ocultaré de tu presencia: 21 aparte de mí la palma de tu mano y que tu terror no me atemorice. 
22 Luego llámame, y yo te responderé, o hablaré yo, y tú me responderás. 23 ¿Cuántas son mis culpas y mis pecados? Dame a conocer mi rebeldía y mi pecado. 24 ¿Por qué ocultas tu rostro y me consideras tu enemigo? 25 ¿Quieres atemorizar a una hoja llevado por el viento? ¿Vas a perseguir a una paja reseca? 26 ¡Tú me dictas contra mí sentencias amargas y me imputas las culpas de mi juventud, 27 tú que pones mis pies en el cepo, tú que vigilas todos mis senderos y cercas las plantas de mis pies! 28 Así este hombre se deshace como madera carcomida, como ropa devorada por la polilla.

2° Lectura. Deuteronomio 19-20

Capítulo 19
Las ciudades de refugio y el derecho de asilo
L1 cuando el Señor, tu Dios, haya extirpado a las naciones cuyo territorio te entrega, y cuando tú las hayas desposeido y vivas en sus ciudades y en sus casas, 2 deberás poner aparte tres ciudades en medio del territorio que el Señor, tu Dios. te dará en posesión. 3 Medirás convenientemente las distancias y dividirás en tres partes el país que el Señor, tu Dios te dará como herencia, para que allí pueda refugiarse el que haya cometido un homicidio. 4 Pero sólo en el caso siguiente: el homicida podrá salvarse huyendo a una de esas ciudades si mató a su prójimo involuntariamente, sin haberlo odiado antes. 5 Por ejemplo, si un hombre va a cortar leña al bosque en compañía de otro, y al empuñar el hacha para cortar un árbol, el hierro se suelta del mango y golpea a su acompañante, provocándole la muerte, el homicida irá a refugiarse en una de esas ciudades y así pondrá a salvo su vida. 6 Es preciso evitar que el vengador del homicidio persiga lleno de furor al homicida, lo alcance –ya que el camino es muy largo– y le quite la vida, siendo así que no es reo de muerte, porque nunca fue enemigo de su víctima. 7 Por eso te ordeno que pongas aparte esas tres ciudades. 8 Si el Señor, tu Dios, extiende tus fronteras como lo juró a tus padres, y te da toda la tierra que les prometió 9 –siempre que te empeñes en cumplir integramente el mandamiento que hoy te prescribo de amar al Señor, tu Dios, y seguir sus caminos– entonces, a esas tres ciudades les añadirás otras tres. 10 Así no se derramará sangre inocente en medio del país que el Señor, tu Dios, te da como herencia, y tú no te harás culpable de un derramamiento de sangre. 11 Pero si alguien, impulsado por el odio, tiende a su prójimo una emboscada, y arrojándose sobre él, lo hiere mortalmente, y luego va a refugiarse en una de esas ciudades, 12 los ancianos de su ciudad lo harán apresar y lo pondrán en manos del vengador del homicidio, para que muera. 13 No le tendrás compasión, sino que harás desaparecer de Israel todo derramamiento de sangre inocente. Así serás feliz. Los límites de la propiedad 14 No desplazarás los límites de la propiedad de tu vecino, los que han establecido los predecesores, en la herencia que recibirás cuando tomes posesión de la tierra que te da el Señor, tu Dios. 

 Los testigos 15 No basta un solo testigo para declarar a un hombre culpable de crimen o delito; cualquiera sea la índole del delito, la sentencia deberá fundarse en la declaración de dos o más testigos. 16 Si un falso testigo se levanta contra un hombre y lo acusa de rebeldía, 17 las dos partes en litigio comparecerán delante del Señor, en presencia de los sacerdotes y de los jueces en ejercicio. 18 Los jueces investigarán el caso cuidadosamente, y si se pone de manifiesto que el acusador es un testigo falso y a atestiguado falsamente contra su hermano. 19 le harán a él lo mismo que él había proyectado hacer contra su hermano. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes. 20 Y cuando se enteren los otros, sentirán temor y no volverá a cometerse esta infamia entre ustedes. 21 No tendrás compasión: vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie.

Capítulo 20
Las instrucciones a los combatientes
Cuando salgas a combatir contra tus enemigos y veas caballos, carros de guerra y un ejército más numeroso que tú, no les tengas miedo; el Señor, tu Dios el mismo que te hizo salir de Egipto, está contigo. 2 Y cuando ya estén prontos para entrar en combate, el sacerdote se adelantará y arengará a la tropa 3 en estos términos: «Escucha, Israel. Ahora ustedes están próximos a entrar en batalla contra sus enemigos. ¡Tengan valor! No teman, ni se angustien, ni tiemblen ante ellos, 4 porque el Señor, su Dios, los acompaña, y él combatirá en favor de ustedes para darles la victoria sobre sus enemigos». 5 Los escribas, por su parte, dirán a la tropa: «¿Alguien construyó una casa nueva y todavía no la estrenó? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y otro hombre la estrene. 6 ¿Alguien plantó una viña y todavía no recogió los primeros frutos? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y otro hombre los recoja. 7 ¿Alguien está comprometido con una mujer y todavía no se unió a ella? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que muera en el combate y otro hombre se case con ella». 8 Además, los escribas harán esta advertencia a la tropa: «¿Alguien tiene miedo y le falta valor? Que se retire y vuelva a su casa, no sea que transmita a sus hermanos su propia cobardía». 9 Y cuando los escribas hayan terminado de instruir a la tropa, los jefes de batallones se pondrán al frente de ella. 

 El asedio de las ciudades enemigas 10 Cuando te acerques a una ciudad para atacarla, primero le ofrecerás la paz. 11 Si ella la acepta y te abre sus puertas, toda la población te pagará tributo y te servirá. 12 Pero si rehúsa el ofrecimiento de paz y te opone resistencia, deberás sitiarla. 13 Cuando el Señor, tu Dios, la ponga en tus manos, tú pasarás al filo de la espada a todos sus varones. 14 En cuanto a las mujeres, los niños, el ganado y cualquier otra cosa que haya en la ciudad, podrás retenerlos como botín, y disfrutar de los despojos de los enemigos que el Señor, tu Dios, te entrega. 15 Así tratarás a todas las ciudades que estén muy alejadas de ti y que no pertenezcan a las naciones vecinas. 16 Pero en las ciudades de esos pueblos que el Señor, tu Dios, te dará como herencia, no deberás dejar ningún sobreviviente. 17 Consagrarás al exterminio total a los hititas, a los amorreos, a los cananeos, a los perizitas, a los jivitas y a los jebuseos, como te lo ordena el Señor, tu Dios, 18 para que ellos no les enseñen a imitar todas las abominaciones que cometen en honor de sus dioses. Así ustedes no pecarán contra el Señor, su Dios. 19 Si para conquistar una ciudad tienes que asediarla mucho tiempo, no destruirás sus árboles a golpes de hacha. Come de sus frutos, pero no los cortes. ¿Acaso los árboles del campo son hombres, para que los hagas también a ellos víctimas del asedio? 20 Podrás destruir y cortar, en cambio, los árboles que sepas que no dan ningún fruto, a fin de construir máquinas de asedio contra la ciudad que te oponga resistencia, hasta que logres someterla.

1° Lectura. Hechos 4:1-22

Capítulo 4
Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los sacerdotes, el jefe de los guardias del Templo y los saduceos, 2 irritados de que predicaran y anunciaran al pueblo la resurrección de los muertos cumplida en la persona de Jesús. 3 Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el día siguiente, porque ya era tarde. 4 Muchos de los que habían escuchado la Palabra abrazaron la fe, y así el número de creyentes, contando sólo los hombres, se elevó a unos cinco mil. 5 Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, 6 con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de las familias de los sumos sacerdotes. 7 Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?». 8 Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, 9 ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, 10 sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. 11 El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. 12 Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación». 13 Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús, 14 pero no podrían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos. 15 Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar, 16 diciendo: «¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de Jerusalén. 17 A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre». 18 Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús. 19 Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios. 20 Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído». 21 Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido. 22 El hombre milagrosamente curado tenía más de cuarenta años.