domingo, 13 de abril de 2014

1° Lectura. Hechos 4:1-22

Capítulo 4
Mientras los Apóstoles hablaban al pueblo, se presentaron ante ellos los sacerdotes, el jefe de los guardias del Templo y los saduceos, 2 irritados de que predicaran y anunciaran al pueblo la resurrección de los muertos cumplida en la persona de Jesús. 3 Estos detuvieron a los Apóstoles y los encarcelaron hasta el día siguiente, porque ya era tarde. 4 Muchos de los que habían escuchado la Palabra abrazaron la fe, y así el número de creyentes, contando sólo los hombres, se elevó a unos cinco mil. 5 Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes de los judíos, los ancianos y los escribas, 6 con Anás, el Sumo Sacerdote, Caifás, Juan, Alejandro y todos los miembros de las familias de los sumos sacerdotes. 7 Hicieron comparecer a los Apóstoles y los interrogaron: «¿Con qué poder o en nombre de quién ustedes hicieron eso?». 8 Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: «Jefes del pueblo y ancianos, 9 ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado, 10 sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos. 11 El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular. 12 Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación». 13 Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura. Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús, 14 pero no podrían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado estaba de pie, al lado de ellos. 15 Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar, 16 diciendo: «¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes de Jerusalén. 17 A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre». 18 Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra o enseñaran en el nombre de Jesús. 19 Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen si está bien a los ojos del Señor que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios. 20 Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído». 21 Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo que había sucedido. 22 El hombre milagrosamente curado tenía más de cuarenta años.

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