miércoles, 19 de marzo de 2014

4° Lectura. Judit 10

 A
penas terminó de invocar al Dios de Israel con todas estas palabras,

2 Judit se levantó del suelo, llamó a su servidora y bajó a la casa donde pasaba los sábados y los días de fiesta.
3 Luego se despojó del sayal que tenía ceñido, se quitó su ropa de viuda, se lavó el cuerpo con agua, se ungió con perfumes y peinó sus cabellos. Después ciño la cabeza con un turbante y se puso la ropa de fiesta con que solía engalanarse cuando aún vivía su marido Manasés;
4 se calzó las sandalias, se puso collares, brazaletes, anillos, aros y todas sus joyas: en una palabra, se embelleció hasta el extremo, para seducir a todos los que la vieran.
5 En seguida, entregó a su servidora un odre de vino y una vasija de aceite; llenó una bolsa con granos tostados de cebada, una torta de higos secos y panes puros; lo envolvió todo cuidadosamente y lo entregó a su servidora.
6 Después se dirigieron a la puerta de Betulia, y encontraron apostados junto a ella a Ozías y a los ancianos de la ciudad, Cabris y Carmis.
7 Cuando vieron a Judit con el rostro trasformado y la ropa cambiada, quedaron maravillados de su hermosura y dijeron:
8 «Que el Dios de nuestros padres te conceda ser bien recibida y dar cumplimiento a lo que te has propuesto, para orgullo de los israelitas y exaltación de Jerusalén».
9 Judit adoró a Dios y les respondió: «Ordenen que me abran las puertas de la ciudad, para que yo salga a cumplir lo que acaban de expresarme». Ellos ordenaron a los jóvenes que le abrieran, como ella lo había pedido.
10 Así lo hicieron, y Judit salió acompañada de su servidora. Los hombres de la ciudad la siguieron con la mirada, mientras descendía de la montaña hasta que atravesó el valle, y allí la perdieron de vista.
11 Mientras caminaban a lo largo del valle, les salió al encuentro una avanzada de los asirios.
12 Ellos detuvieron a Judit y la interrogaron: «¿De dónde eres? ¿De dónde vienes y a dónde vas?». Ella respondió: «Soy una hebrea, pero huyo de mi pueblo, porque está a punto de convertirse en presa de ustedes.
13 Por eso vengo a presentarme ante Holofernes, el general en jefe del ejército, para darle buenas informaciones; yo le indicaré un camino por el que podrá pasar para apoderarse de toda la región montañosa, sin que pierda la vida ni uno solo de sus hombres».
14 Al oír sus palabras y contemplar su rostro, que los dejó cautivados por su extraordinaria hermosura, aquellos hombres le dijeron:
15 «Has puesto a salvo tu vida, apresurándote a presentarte ante nuestro señor. Ahora, sigue adelante hasta su tienda de campaña, y algunos de nosotros te escoltarán hasta hacerte comparecer ante él.
16 Cuando te presentes, no temas: comunícale todo lo que acabas de decir, y él te tratará bien».
17 Entonces eligieron a cien de sus hombres, para que la escoltaran, a ella y a su servidora, hasta la carpa de Holofernes.
18 Cuando se divulgó por el campamento la noticia de su llegada, se produjo una agitación general: todos se acercaban y la rodeaban, mientras ella permanecía fuera de la carpa de Holofernes, esperando que la anunciaran.
19 Maravillados de su hermosura, no podían menos de admirar también a los israelitas y se decían unos a otros: «¿Quién podrá despreciar a un pueblo que tiene semejantes mujeres? ¡No conviene dejar en pie ni a uno solo de sus hombres, porque los sobrevivientes serán capaces de seducir a toda la tierra!».
20 Los guardias personales de Holofernes y todos sus oficiales salieron e introdujeron a Judit en la carpa.
21 Holofernes estaba reclinado en su diván, bajo un dosel de púrpura, recamado en oro, esmeraldas y piedras preciosas.
22 Judit fue anunciada, y él salió a la antecámara de la carpa, precedido de lámparas de plata.
23 Cuando apareció Judit delante de él y de sus oficiales, todos quedaron maravillados por la hermosura de su rostro: ella se postró con el rostro en tierra, pero los servidores de Holofernes la levantaron.

3° Lectura. Eclesiastés 6

ay H un mal que yo he visto bajo el sol y que resulta muy pesado para el hombre.
2 A uno Dios le ha dado riquezas, posesiones y honores, y no le falta nada de todo lo que desea. Pero Dios no le permite disfrutar de eso, sino que lo disfruta un extraño. Esto es vanidad y un mal penoso.
3 Si un hombre tiene cien hijos y vive muchos años, por más numerosos que sean los días de sus años. si su alma no se sacia de felicidad y ni siquiera le dan sepultura, yo digo que un aborto es más feliz que él.
4 Porque este ha venido en vano y se va hacia las tinieblas, y su nombre será cubierto por las tinieblas;
5 no ha visto ni conocido el sol, pero descansa más tranquilo que aquel.
6 Y aunque ese hombre hubiera vivido dos mil años sin ser en ellos la felicidad, ¿acaso no van todos al mismo sitio?
7 Todo el esfuerzo del hombre va a parar a su boca, pero el deseo no se satisface jamás.
8 ¿En qué aventaja el sabio al necio? ¿Qué ventaja tiene el pobre que sabe enfrentarse con la vida?
9 Vale más lo que se ve con los ojos que lo que se imagina con el deseo. También esto es vanidad y correr tras el viento.
10 Lo que existe, ya ha sido llamado por su nombre. Ya se sabe lo que es el hombre, y que él no puede entrar en pleito con aquel que es más fuerte que él.
11 Donde abundan las palabras, aumenta la vanidad, ¿y qué aprovecha eso al hombre?
12 Porque ¿quién sabe lo que es bueno para el hombre en la vida, durante los contados días de su vida fugaz que él pasa como una sombra? ¿Quién puede, en efecto indicar al hombre lo que habrá después de él bajo el sol?

2° Lectura. Números 7-8

Capítulo 7

Las ofrendas de los jefes para la dedicación del Santuario
1 Cuando Moisés terminó de erigir la Morada, la ungió y la consagró, junto con todo su mobiliario, y lo mismo hizo con el altar y sus utensilios. Y una vez que la ungió y la consagró,
2 los jefes de Israel –los jefes de las familias patriarcales, los capitanes de las tribus, los encargados de supervisar el censo– se acercaron
3 a presentar sus ofrendas delante del Señor, a saber, seis carros de carga y doce bueyes, un carro cada dos jefes y un buey por cada uno. Al presentarlos ante la Morada,
4 el Señor dijo a Moisés:
5 «Acéptales estas cosas para que sean usadas en el culto de la Carpa del Encuentro, y dáselas a los levitas de acuerdo con el servicio que presta cada uno».
6 Entonces Moisés recibió los carros y los bueyes y se los dio a los levitas:
7 a los gersonitas les dio dos carros y cuatro bueyes, como exigían los servicios que ellos prestaban;
8 y a los meraritas, cuatro carros y ocho bueyes, como exigían los servicios que ellos prestaban a las órdenes de Itamar, hijo del sacerdote Aarón.
9 A los quehatitas, en cambio, no les dio nada, porque ellos se ocupaban de los objetos más santos y tenían que llevar su carga al hombro.
10 Los jefes presentaron la ofrenda de la dedicación del altar cuando este fue ungido. Y mientras iban presentado sus ofrendas ante el altar,
11 el Señor dijo a Moisés: Que cada día un jefe ofrezca por turno su ofrenda por la dedicación del altar».
La ofrenda de la tribu de Judá
12 El que presentó su ofrenda el primer día fue Najsón, hijo de Aminadab, de la tribu de Judá.
13 Su ofrenda consistió en una fuente de planta, que pesa ciento treinta siclos, y en un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
14 una naveta de oro,, de diez siclos, llena de incienso;
15 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
16 un chivo para un sacrificio por el pecado;
17 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Najsón, hijo de Aminadab.
La ofrenda de la tribu de Isacar
18 El segundo día presentó su ofrenda Natanael, hijo de Suar, jefe de la tribu de Isacar.
19 El presentó como ofrenda una fuente de planta, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
20 una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso;
21 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
22 un chivo para un sacrifico por el pecado;
23 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Natanael, hijo de Suar.
La ofrenda de la tribu de Zabulón
24 el tercer día presentó su ofrenda Eliab, hijo de Jelón, jefe de la tribu de Zabulón.
25 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
26 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
27 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
28 un chivo para un sacrificio por el pecado;
29 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Eliab, hijo de Jelón.
La ofrenda de la tribu de Rubén
30 El cuarto día presentó su ofrenda Elisur, hijo de Sedeur, jefe de la tribu de Rubén.
31 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para oblación;
32 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso,
33 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
34 un chivo para un sacrificio por el pecado;
35 y dos bueyes, cinco, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Elisur, hijo de Sedeur.
La ofrenda de la tribu de Simeón
36 El quinto día presentó su ofrenda Selumiel, hijo de Surisadai, jefe de la tribu de Simeón.
37 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad. amasada con aceite, para una oblación;
38 una naveta de oro de diez siclos, llena de incienso;
39 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
40 un chivo para un sacrifico por el pecado;
41 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrifico de comunión. Esta fue la ofrenda de Selumiel, hijo de Surisadai.
La ofrenda de la tribu de Gad
42 El sexto día presentó su ofrenda Eliasaf, hijo de Deuel, jefe de la tribu de Gad.
43 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
44 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
45 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
46 un chivo para un sacrificio por el pecado;
47 y dos bueyes, cinco carnero, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Eliasaf, hijo de Deuel.
La ofrenda de la tribu de Efraím
48 El séptimo día presentó su ofrenda Elisamá, hijo de Amihud, jefe de la tribu de Efraím.
49 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
50 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
51 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
52 un chivo para un sacrificio por el pecado;
53 y dos bueyes, cinco carnero, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Elisamá, hijo de Amihud.
La ofrenda de la tribu de Manasés
54 El octavo día presentó su ofrenda Gamaliel, hijo de Padasur, jefe de la tribu de Manasés.
55 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
56 una naveta de oro, diez siclos, llena de incienso;
57 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
58 un chivo para un sacrificio por el pecado;
59 y dos bueyes, cinco carnero, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrifico de comunión. Esta fue la ofrenda de Gamaliel, hijo de Padasur.
La ofrenda de la tribu de Benjamín
60 El noveno día presentó su ofrenda Abidán, hijo de Gedeón, jefe de la tribu de Benjamín.
61 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesa ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
62 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
63 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
64 un chivo para un sacrificio por el pecado;
65 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Abidán, hijo de Gedeón.
La ofrenda de la tribu de Dan
66 El décimo día presentó su ofrenda Ajiézer, hijo de Amisaddai, jefe de la tribu de Dan.
67 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
68 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
69 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
70 un chivo para un sacrificio por el pecado;
71 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrificio de comunión. Esta fue la ofrenda de Ajiézer, hijo de Amisadai.
La ofrenda de la tribu de Aser
72 El undécimo día presentó su ofrenda Paguiel, hijo de Ocrán, jefe de la tribu de Aser.
73 El presentó como ofrenda una fuente de planta, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
74 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
75 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
76 un chivo para un sacrificio por el pecado;
77 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrifico de comunión. Esta fue la ofrenda de Paguiel, hijo de Ocrán.
La ofrenda de la tribu de Neftalí
78 El duodécimo día presentó su ofrenda Ajirá, hijo de Enán, jefe de la tribu de Neftalí.
79 El presentó como ofrenda una fuente de plata, que pesaba ciento treinta siclos, y un tazón de plata, de setenta siclos –en siclos del Santuario– ambos recipientes llenos de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, para una oblación;
80 una naveta de oro, de diez siclos, llena de incienso;
81 un novillo, un carnero y un cordero de un año para un holocausto;
82 un chivo para un sacrificio por el pecado;
83 y dos bueyes, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año para un sacrifico de comunión. Esta fue la ofrenda de Ajirá, hijo de Enán.
Conclusión
84 Esta fue la ofrenda de los jefes de Israel para la dedicación del altar, el día en que fue ungido: doce fuentes de plata, doce tazones de plata y doce navetas de oro.
85 Cada fuente pesaba ciento treinta siclos, y cada tazón, setenta. Toda la plata de estos objetos sumaba en total dos mil cuatrocientos siclos, en siclos del Santuario.
86 Las doce navetas de oro llenas de incienso –a razón de diez siclos del Santuario por naveta– sumaban en total ciento veinte siclos.
87 Los animales presentados para los holocaustos fueron en total doce novillos, doce carneros y doce corderos de un año, con sus oblaciones correspondientes; y los presentados para el sacrificio por el pecado fueron doce chivos.
88 Los animales ofrecidos para los sacrificios de comunión fueron en total veinticuatro novillos, sesenta carneros, sesenta chivos y sesenta corderos de un año. Estas fueron las ofrendas para la dedicación del altar, cuando fue ungido.
El diálogo de Dios con Moisés
89 Cuando moisés entraba en la Carpa del Encuentro para conversar con el Señor, oía la voz que le hablaba desde lo alto de la tapa que estaba sobre el Arca del Testimonio, entre los dos querubines. Así el Señor le hablaba a Moisés.

Capítulo 8

Las lámparas del candelabro
1 El Señor dijo a Moisés:
2 Habla en estos términos a Aarón: «Cuando enciendas las lámparas, las siete luces deberán iluminar hacia la parte delantera del candelabro».
3 Así lo hizo Aarón: dispuso las lámparas hacia la parte delantera del candelabro, como el Señor lo había ordenado a Moisés.
4 El candelabro era todo de oro forjado, desde la base hasta la flor, y estaba hecho conforme al modelo que el Señor había mostrado a Moisés.

La dedicación de los levitas
5 El Señor dijo a Moisés:
6 Separa a los descendientes de Leví de los demás israelitas, y purifícalos.
7 Para eso, deberás proceder de la siguiente manera: los rociarás con agua lustral; ellos se pasarán la navaja por todo el cuerpo, se lavarán la ropa y así quedarán purificados.
8 Luego tomarán un novillo, con su correspondiente oblación de harina de la mejor calidad, amasada con aceite, y tú tomarás otro novillo para un sacrificio por el pecado.
9 Entonces harás acercar a los levas hasta la Carpa del Encuentro y reunirás a toda la comunidad de los israelitas.
10 Una vez que hayas hechos acercar a los levitas hasta la presencia del Señor, los israelitas impondrás las manos sobre ellos.
11 Luego Aarón, en nombre de todos, ofrecerá los levitas al Señor con el gesto de presentación. Así quedarán destinados al servicio del Señor.
12 Los levitas impondrán sus manos sobre las cabezas de los novillos: uno será ofrecido al Señor como sacrificio por el pecado, y el otro como holocausto, a fin de practicar el rito de expiación en favor de los levitas.
13 Tú deberás poner a los levitas a disposición de Aarón y de sus hijos, y los ofrecerás al Señor con el gesto de presentación.
14 Así pondrás aparte a los levitas para que me pertenezcas.
15 Y una vez que los hayas purificado y los hayas ofrecido con el gesto de presentación, comenzarán a prestar servicios en la Carpa del Encuentro.
16 Porque ellos están dedicados a mí exclusivamente, entre todos los israelitas: yo los tomé para mí en lugar de todos los que abren el seno materno, o sea, de todos los primogénitos.
17 Porque todos los primogénitos de los israelitas –tanto hombres como animales– son míos: yo me los consagré cuando exterminé a todos los primogénitos en Egipto.
18 Ahora tomo a los levitas en lugar de los primogénitos,
19 y se los doy a Aarón y a sus hijos, en calidad de dedicados, a fin de que presten servicios para los israelitas en la Carpa del Encuentro y practiquen el rito de expiación en favor de ellos. De esta manera, los israelitas no serán castigados por acercarse al Santuario.
20 Moisés, Aarón y toda la comunidad de Israel hicieron con los levitas lo que el Señor había ordenado a Moisés.
21 Los levitas se purificaron de sus pecados y lavaron su ropa. Luego Aarón los ofreció al Señor con el gesto de presentación y practicó el rito de expiación en favor de ellos, a fin de purificarlos.
22 Después de esto, los levitas comenzaron a prestar servicios en la Carpa del Encuentro, a las órdenes de Aarón y de sus hijos. Ellos hicieron con los levitas lo que el Señor había ordenado a Moisés.
23 Luego el Señor dijo a Moisés:
24 Los levitas se atendrán a esto: a partir de los veinticinco años, integrarán el grupo de servicio activo en la Carpa del Encuentro,
25 y a los cincuenta, cesarán en sus funciones y no prestarán más servicios.
26 Ayudarán a sus hermanos en la Carpa del Encuentro, realizando algunas tareas, pero no prestarán servicios. Así procederás con los levitas en lo referente a sus funciones.

1° Lectura. Mateo 18:18-35

18 Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.

Oración en común
19 También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
20 Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos».

El perdón de las injurias. Parábola del siervo despiadado.
21 Entonces se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?».
22 Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
23 Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
24 Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
25 Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
26 El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
27 El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
28 Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes".
29 El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda".
30 Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
31 Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
32 Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
33 ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?".
34 E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
35 Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».