sábado, 26 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 7:1-25

Macabeos 7
L1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y llegó con unos pocos hombres a una ciudad marítima, donde se proclamó rey. 2 Cuando se disponía a entrar en el palacio de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para hacerlos comparecer ante él. 3 Apenas se enteró, dijo: «No quiero ni verles la cara». 4 Entonces el ejército los mató y Demetrio ocupó su trono real. 5 Todos los israelitas renegados e impíos acudieron a él, guiados por Alcimo, que ambicionaba el sumo sacerdocio. 6 Ellos acusaron al pueblo delante del rey, diciendo: «Judas y sus hermanos han eliminado a todos tus adictos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país. 7 Por eso, manda ahora a una persona de tu confianza, para que vea los estragos que nos han causado a nosotros y a todo el territorio del rey, y los castigue a ellos y a todos los que los apoyan». 8 El rey eligió a Báquides, uno de sus Amigos, que gobernaba la región occidental del Eufrates; este era un personaje importante en la corte y leal al rey. 9 Lo envió junto con el impío Alcimo, a quien confirió el sumo sacerdocio, y le dio la orden de tomar represalias contra los israelitas. 10 Ellos partieron con un ejército numeroso y, al llegar al territorio de Judá, enviaron mensajeros a Judas y a sus hermanos con falsas propuestas de paz. 11 Pero estos, viendo que habían venido con un ejército tan numeroso, no dieron crédito a sus palabras. 12 Sin embargo, un grupo de escribas se reunió con Alcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución satisfactoria. 13 Entre los israelitas, los asideos eran los primeros en pedir la paz, 14 porque decían: «El que ha venido con el ejército es un sacerdote de la familia de Aarón: él no nos va a traicionar». 15 Báquides les habló amistosamente y les aseguró bajo juramento: «No vamos a hacerles ningún mal, ni a ustedes ni a sus amigos». 16 Ellos le creyeron, pero él hizo apresar y ejecutar a sesenta de ellos en un solo día, conforme a la palabra que estaba escrita: 17 «Desparramaron los cadáveres y la sangre de tus fieles alrededor de Jerusalén y nadie les daba sepultura». 18 A causa de esto, cundió el pánica en toda la población, y decían: «No hay en ellos verdad ni justicia, porque han violado el compromiso y el juramento que habían hecho». 19 Después, Báquides partió de Jerusalén, acampó en Betzet y mandó apresar a muchos que se habían puesto de su parte y a algunos del pueblo; los degolló y los arrojó en una gran cisterna. 20 Luego puso la provincia en manos de Alcimo, dejando un destacamento a su disposición, y regresó adonde estaba el rey. 21 Alcimo luchó por mantenerse en el sumo sacerdocio, 22 y se unieron a el todos los que perturbaban al pueblo: así se hicieron dueños de Judá y causaron un daño tremendo a Israel. 23 Judas, al ver que Alcimo y sus secuaces hacían a los israelitas más daño que los paganos, 24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para vengarse de los desertores y no dejarlo circular por la región. 25 Cuando Alcimo vio que Judas y sus partidarios se fortalecían y que él no podría resistirles, acudió al rey y los acusó de graves delitos.

3° Lectura. Job 26

Capítulo 26
J
ob replicó, diciendo:
2 ¡Qué bien has ayudado al débil y socorrido al brazo sin fuerza!
3 ¡Qué bien has aconsejado al ignorante y enseñado la prudencia al simple!
4 ¿A quién le has dirigido tus palabras y quién inspiraba lo que salió de ti?

2° Lectura. Josué 11-12


Capítulo 11
La coalición de los cinso reyes del norte
Cuando Iabín, rey de Jasor, se enteró de lo que había sucedido, envió mensajeros al rey Iobab de Madón, al rey Simrón y al de Acsaf; 2 a los reyes que estaban al norte, en la zona montañosa, y en la Arabá, al sur de Genesaret, en la región baja y sobre las alturas del Dor, hacia el oeste. 3 Los cananeos se encontraban al este y al oeste; los amorreos, los jivitas, los perizitas y los jebuseos, en la Montaña; y los hititas al pie del Hermón, en le territorio de Mispá. 4 Los cinco reyes salieron con todas sus tropas –que formaban una multitud tan numerosa como la arena que está a la orilla del mar– y con una enorme cantidad de carros de guerra y caballos. 5 Y una vez reunidos en el lugar fijado, fueron a acampar todos juntos cerca de las aguas de Meróm, para combatir contra Israel. 6 Pero el Señor dijo a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana, a esta misma hora, yo haré que estén todos muertos delante de Israel. Tú mutilarás sus caballos y quemarás sus carros de guerra». La victoria de Meróm 7 Entonces Josué, con todos sus combatientes, marchó contra ellos hasta las aguas de Meróm, atacándolos sorpresivamente. 8 El Señor los puso en manos de Israel, que los derrotó y los persiguió hasta Sidón –la Grande– y hasta Misrefort Maim; y por la parte oriental, hasta el valle de Mispá. La derrota que les infligió Israel fue tal que no dejaron ningún sobreviviente. 9 Y Josué los trató como el Señor se lo había mandado: mutiló a sus caballos y quemó sus carros de guerra. La toma de Jasor y de otras ciudades del norte 10 En aquel tiempo, Josué volvió atrás, se apoderó de Jasor y mató a su rey con la espada, porque Jasor había sido antiguamente la cabeza de todos aquellos reinos. 11 También pasó al filo de la espada a todos los seres vivientes que había en ella, consagrándolos al exterminio total. No quedó nada con vida, y Jasor fue incendiada. 12 Josué tomó asimismo todas las ciudades de aquellos reyes, y a estos últimos los capturó y los pasó al filo de la espada, consagrándolos al exterminio, como Moisés, el servidor del Señor, se lo había ordenado. 13 Pero Israel no quemó ninguna de las ciudades que ahora vuelven a alzarse sobre sus ruinas, a excepción de Jasor, que fue la única incendiada por Josué. 14 El botín de estas ciudades, incluido el ganado, se lo repartieron los israelitas; a las personas, en cambio, las pasaron al filo de la espada, hasta acabar con todos. No dejaron a nadie con vida. 15 Josué se atuvo exactamente a las órdenes que le había dado Moisés –el servidor del Señor– órdenes que este, a su vez, había recibido del Señor. Y al ejecutarlas, no descuidó nada de lo que el Señor había ordenado a Moisés. Resumen de la conquista 16 Así Josué conquistó todo este territorio, la Montaña, todo el Négueb, toda la región de Gosen, la Sefelá, la Arabá, la montaña de Israel y sus estribaciones, 17 desde la montaña Desnuda que sube hacia Seir, hasta Baal Gad, en el valle del Líbano, al pie del Hermón, Josué capturó a sus reyes y los mandó matar. 18 El tuvo que combatir mucho tiempo contra estos reyes; 19 y como ninguna ciudad, excepto los jivitas que habitan en Gabaón, quiso hacer las paces con los israelitas, estos tuvieron que conquistarlas a todas por la fuerza. 20 Pero el designio del Señor era que ellos se obstinaran en hacer la guerra contra Israel, a fin de que fueran consagrados sin piedad al exterminio y así fueran aniquilados, como el Señor había ordenado a Moisés. El exterminio de los anaquitas 21 En aquel tiempo, Josué hizo una campaña contra los anaquitas y los exterminó de la Montaña: de Hebrón, de Debir, de Anab, en una palabra, de toda la montaña de Judá y de toda la montaña de Israel. Los consagró al exterminio con todas sus ciudades, 22 y no quedó un solo anaquita en territorio de Israel. Sólo quedaron algunos en Gaza, en Gad y en Asdod. 23 Así Josué se apoderó de todo el país, de acuerdo con lo que el Señor le había dicho a Moisés, y lo entregó como propiedad hereditaria a cada una de las tribus de Israel. Y ya no hubo más guerra en el país.


Capítulo 12
Recapitulación: los reyes derrotados al este y al oeste del Jordán

Estos son los reyes del país que los israelitas derrotaron y despojaron de su territorio en la parte oriental del Jordán, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón, con toda la Arabá oriental; 2 Sijón, rey de los amorreos que residía en Jesbón y dominaba desde Aroer –a orillas del torrente Arnón– hasta el torrente Iaboc –que sirve de frontera con los amonitas– incluyendo la cuenca del torrente Arnón, la mitad de Galaad, 3 y el lado oriental de la Arabá, hasta el mar de Genesaret por un lado, y hasta el mar de la Arabá o mar de la Sal por el otro, llegando por el este hasta Bet Ha Iesimot, y por el sur hasta más abajo de las laderas del Pisgá. 4 Y Og, rey de Basán –uno de los últimos sobrevivientes de los Gigantes– que residía en Astarot y en Edrei 5 y dominaba en el monte Hermón, en Salcá, en todo el Basán hasta las fronteras de los guesuritas y de los maacatitas, y en la mitad de Galaad hasta las fronteras de Sijón, rey de Jesbón. 6 Moisés, el servidor del Señor, y los israelitas habían derrotado a estos reyes, y Moisés había dado el territorio en propiedad a los rubenitas, a los gaditas y a la mitad de la tribu de Manasés. 7 Estos son los reyes que Josué y los israelitas derrotaron en el lado occidental del Jordán –desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta la montaña Desnuda, que sube hacia Seir– cuyos territorios Josué entregó en posesión a cada una de las tribus de Israel, 8 en la Montaña, en la Sefelá, en la Arabá, en las pendientes, en el desierto y en el Négueb, donde habitaban hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos:
9 El rey de Jericó y el rey de Ai, junto a Betel;
10 el rey de Jerusalén y el de Hebrón;
11 el rey de Iarmut y el rey de Laquís;
12 el rey de Eglón y el rey de Guézer;
13 el rey de Debir y el rey de Guéder;
14 el rey de Jormá y el rey de Arad;
15 el rey de Libná y el rey de Adulam;
16 el rey de Maquedá y el rey de Betel;
17 el rey de Tapúaj y el rey de Jéfer;
18 el rey de Afec y el rey de Sarón;
19 el rey de Madón y el rey de Jasor;
20 el rey de Sirmón Meroón y el rey de Acsaf;
21 el rey de Taanac y el rey de Meguido;
22 el rey de Quedes y el rey de Iocneam, en el Carmelo;
23 el rey de Dor, en la región de Dor;
24 el rey de los Goím, en Galilea, y el rey de Tirsá. En total, fueron treinta y un reyes.

1° Lectura. Hechos 11:1-18

Capítulo 11
Los Apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que también los paganos habían recibido la Palabra de Dios. 2 Y cuando Pedro regresó a Jerusalén, los creyentes de origen judío lo interpelaron, 3 diciéndole: «¿Cómo entraste en la casa de gente no judía y comiste con ellos?». 4 Pedro comenzó a contarles detalladamente lo que había sucedido: 5 «Yo estaba orando en la ciudad de Jope, cuando caí en éxtasis y tuvo una visión. Vi que bajaba del cielo algo parecido a un gran mantel, sostenido de sus cuatro puntas, que vino hasta mí. 6 Lo miré atentamente y vi que había en él cuadrúpedos, animales salvajes, reptiles y aves. 7 Y oí una voz que me dijo: «Vamos, Pedro, mata y come». 8 «De ninguna manera, Señor, respondí, yo nunca he comido nada manchado ni impuro». 9 Por segunda voz, oí la voz del cielo que me dijo: «No consideres manchado lo que Dios purificó». 10 Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo. 11 En ese momento, se presentaron en la casa donde estábamos tres hombres que habían sido enviados desde Cesarea para buscarme. 12 El Espíritu Santo me ordenó: que fuera con ellos sin dudar. Me acompañaron también los seis hermanos aquí presentes y llegamos a la casa de aquel hombre. 13 Este nos contó en qué forma se le había aparecido un ángel, diciéndole: «Envía a alguien a Jope, a buscar a Simón, llamado Pedro. 14 El te anunciará un mensaje de salvación para ti y para toda tu familia». 15 Apenas comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, como lo hizo al principio sobre nosotros. 16 Me acordé entonces de la palabra del Señor: «Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo». 17 Por lo tanto, si Dios les dio a ellos la misma gracia que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?». 18 Después de escuchar estas palabras se tranquilizaron y alabaron a Dios, diciendo: «También a los paganos ha concedido Dios el don de la conversión que conduce a la Vida».