lunes, 26 de mayo de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 15:1-24

Capítulo 15
Antíoco, hijo del rey Demetrio, envió desde las islas del mar una carta a Simón, sacerdote y etnarca de los judíos, y a toda la nación, 2 redactada en los siguientes términos: «El rey Antíoco saluda a Simón, Sumo Sacerdote y etnarca, y a la nación de los judíos. 3 Puesto que gente indeseable ha usurpado el trono de mis padres, yo estoy dispuesto a hacer valer mis derechos sobre el reino, a fin de restablecerlo como estaba antes. A tal efecto, he reclutado un ejército numeroso y equipado barcos de guerra, 4 con la intención de desembarcar en el país para perseguir a los que lo han arruinado y han devastado muchas ciudades de mi reino. 5 Por eso, ahora ratifico todas las exenciones de tributos que te concedieron mis predecesores, y las otras dispensas de contribuciones que ellos te otorgaron. 6 Te autorizo, además, a acuñar moneda propia, de curso legal en tu país. 7 Jerusalén y el Santuario serán libres. Las armas que has fabricado y las fortalezas que has construido y ocupas, quedarán en tu poder. 8 A partir de este momento, se te condona todo lo que adeudas al tesoro real y todo lo que adeudarás en el futuro. 9 Y cuando hayamos reconquistado nuestro reino, te colmaremos a ti, a tu pueblo y al Santuario de tales honores, que tu gloria será conocida en toda la tierra». 10 El año ciento setenta y cuatro Antíoco partió para el país de sus padres; todas las tropas se pusieron de su parte, de manera que sólo unos pocos quedaron con Trifón. 11 Antíoco lo persiguió y Trifón se refugió en Dora, a orillas del mar, 12 porque veía que había caído en desgracia y que las tropas lo habían abandonado. 13 Antíoco acampó frente a Dora con ciento veinte mil soldados de infantería y ocho mil jinetes. 14 Luego sitió la ciudad, mientras la escuadra se aproximaba por el mar. De esa manera bloqueó la ciudad por tierra y por mar, sin dejar que nadie entrara o saliera. 15 Mientras tanto, Numenio y su comitiva regresaron de Roma con cartas para los reyes de los diversos países, en las que se decía: 16 «Lucio, cónsul de los romanos, saluda al rey Tolomeo. 17 Los embajadores judíos, enviados por el Sumo Sacerdote Simón y por el Pueblo judío, se han presentado a nosotros como amigos y aliados, para renovar el antiguo pacto de amistad, 18 trayéndonos un escudo de oro de mil minas. 19 En consecuencia, nos ha parecido bien escribir a los reyes de los diversos países que no les hagan ningún daño ni los ataquen, ni a ellos ni a sus ciudades ni a su país, y que no presten apoyo a sus enemigos. 20 También hemos decidido aceptar de ellos el escudo. 21 Por lo tanto, si se encuentra entre ustedes algún hombre indeseable que haya huido del país de los judíos, entréguenlo al Sumo Sacerdote Simón, para que lo castigue de acuerdo con su ley». 22 Cartas iguales fueron remitidas al rey Demetrio, a Atalo, a Ariartes, a Arsaces 23 y a todos los países, a saber: Sámpsamo, Esparta, Delos, Mindos, Sición, Caria, Samos, Panfilia, Licia, Halicarnaso, Rodas, Fasélida, Cos, Side, Arados, Gortina, Cnido, Chipre y Cirene. 24 Redactaron, además, una copia de esta carta para el Sumo Sacerdote Simón.

3° Lectura. Salmos 55

Capítulo 55
D
el maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Poema de David.
2 Dios mío, escucha mi oración,
no seas insensible a mi súplica;
3 atiéndeme y respóndeme.
La congoja me llena de inquietud;
4 estoy turbado por los gritos el enemigo,
por la opresión de los malvados:
porque acumulan infamias contra mí
y me hostigan con furor.
5 Mi corazón se estremece dentro de mi pecho,
me asaltan los horrores de la muerte,
6 me invaden el temor y el temblor,
y el pánico se apodera de mí.
7 ¡Quién me diera alas de paloma
para volar y descansar!
8 Entonces huiría muy lejos,
habitaría en el desierto.
9 Me apuraría a encontrar un refugio
contra el viento arrasador y la borrasca.
10 Confunde sus lenguas, Señor, divídelas,
porque no veo más que violencia
y discordia en la ciudad,
11 rondando día y noche por sus muros.
Dentro de ella hay maldad y opresión,
12 en su interior hay ruindad;
la crueldad y el engaño
no se apartan de sus plazas.
13 Si fuera mi enemigo el que me agravia,
podría soportarlo;
si mi adversario se alzara contra mí,
me ocultaría de él.
14 ¡Pero eres tú, un hombre de mi condición,
mi amigo y confidente,
15 con quien vivía en dulce intimidad:
juntos íbamos entre la multitud
a la Casa de Dios!
16 Que la muerte los sorprenda,
que bajen vivos al Abismo,
porque dentro de sus moradas sólo existe la maldad.
17 Yo, en cambio, invoco a mi Dios,
y el Señor me salvará.
18 De tarde, de mañana, al mediodía,
gimo y me lamento,
pero él escuchará mi clamor.
19 El puso a salvo mi vida;
se acercó cuando eran muy numerosos
los que estaban contra mí.
20 Dios, que reina desde siempre,
los oyó y los humilló.
Porque ellos no se corrigen
ni temen a Dios;
21 alzan las manos contra sus aliados
y violan los pactos.
22 Su boca es más blanda que la manteca,
pero su corazón desea la guerra;
sus palabras son más suaves que el aceite,
pero hieren como espadas.
23 Confía tu suerte al Señor,
y él te sostendrá:
nunca permitirá que el justo perezca.
24 Y tú, Dios mío, los precipitarás
en la fosa más profunda.
Los hombres sanguinarios y traidores
no llegarán ni a la mitad de sus días.
Yo, en cambio, confío en ti, Señor.

2° Lectura. 1° Samuel 9 - 10:1-16

Capítulo 9

Saúl y las asnas de su padre
Había un hombre de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afiaj, hijo de un benjaminita. El hombre estaba en muy buena posición, 2 y tenía un hijo llamado Saúl, que era joven y apuesto. No había entre los israelitas otro más apuesto que él; de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás. 3 Una vez, se le extraviaron las asnas a Quis, el padre de Saúl. Quis dijo entonces a su hijo Saúl: «Lleva contigo a uno de los servidores y ve a buscar las asnas». 4 Ellos recorrieron las montaña de Efraím y atravesaron la región de Salisá, sin encontrar nada. Cruzaron por la región de Saalém, pero no estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín, y tampoco las hallaron. 5 Cuando llegaron a la región de Suf, Saúl dijo al servidor que lo acompañaba: «Volvámonos, no sea que mi padre ya no piense más en las asnas y esté inquieto por nosotros». 6 Pero el servidor le respondió: «En esta ciudad hay un hombre de Dios. Es un hombre muy respetado: todo lo que él dice sucede infaliblemente. Vamos allá; a lo mejor él nos indica el camino que debemos tomar». 7 Saúl dijo a su servidor: «Vamos, ¿pero qué podemos llevarle a ese hombre? Ya no queda pan en nuestras alforjas, y tampoco tenemos un regalo para ofrecérselo al hombre de Dios. ¿Qué tenemos?». 8 El servidor volvió a tomar la palabra, y respondió a Saúl: «Mira, aquí tengo un cuarto de siclo de plata; se lo daré al hombre de Dios y él nos indicará el camino». 10 Saúl dijo a su servidor: «Está bien, vamos». Y se fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios. El encuentro de Saúl con Samuel 11 Mientras subían por la cuesta de la ciudad, encontraron a unas jóvenes que salían a sacar agua, y les preguntaron: «¿Está por aquí el vidente?». _9 –Antiguamente, en Israel, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: «Acudamos al vidente». Porque antes se llamaba "vidente" al que hoy se llama "profeta"–. 12 Ellas les respondieron: «Sí, por ahí derecho, pero apúrense. Precisamente acaba de llegar a la ciudad, porque hoy se ofrece un sacrificio público en el lugar alto. 13 Apenas entren en la ciudad, lo encontrarán antes que suba al lugar alto para el banquete. El pueblo no comerá hasta que él llegue, porque a él le corresponde bendecir el sacrificio, y después comen los invitados. Suban ahora mismo, porque seguro que hoy lo encontrarán». 14 Ellos subieron a la ciudad. Mientras entraban, les salió al encuentro Samuel, que subía al lugar alto. 15 Un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había hecho a Samuel esta revelación: 16 «Mañana, a la misma hora, te enviaré a un hombre del país de Benjamín; tú lo ungirás como jefe de mi pueblo Israel, y él salvará a mi pueblo del poder de los filisteos. Porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, y su clamor ha llegado hasta mí». 17 Cuando Samuel divisó a Saúl, el Señor le advirtió: «Este es el hombre de quien te dije que regirá a mi pueblo». 18 Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, y le dijo: «Por favor, indícame dónde está la casa del vidente». 19 «El vidente soy yo, respondió Samuel a Saúl; sube delante de mí al lugar alto. Hoy ustedes comerán conmigo. Mañana temprano te dejaré partir y responderé a todo lo que te preocupa. 20 Por las asnas que perdiste hace tres días, no te inquietes: ya las han encontrado. Además, ¿de quién va a ser todo lo que hay de valioso en Israel? ¿No será tuyo y de toda la casa de tu padre?». 21 Saúl respondió: «¿No soy un benjaminita, de la más pequeña entre las tribus de Israel? Y mi clan, ¿no es el menor entre todos los clanes de Benjamín? ¿Por qué me hablas así?». 22 Samuel llevó consigo a Saúl y a su servidor, los hizo entrar en la sala y les asignó un puesto especial, a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta. 23 Samuel dijo entonces al cocinero: «Sírvele la porción que te di para que la pusieras aparte». 24 El cocinero extrajo el muslo y la cola, y los puso delante de Saúl. Samuel dijo: «Ahí, tienes servida tu ración. Come, porque la he reservado para ti, cuando yo invité al pueblo a la fiesta». Así Saúl comió con Samuel aquel día. 25 En seguida bajaron del lugar alto a la ciudad, y Samuel conversó con Saúl en la azotea. 26 Por la mañana, se levantaron de madrugada. Apenas despuntó el alba, Samuel llamó a Saúl en la azotea y le dijo: «Levántate, voy a dejarte partir». Saúl se levantó, y los dos, él y Samuel, salieron afuera. 27 Cuando habían bajado hasta las afueras de la ciudad, Samuel le dijo: «Dile al servidor que se nos adelante». El se adelantó, y Samuel añadió: «Detente un momento, y te haré oír la palabra de Dios».


Capítulo 10
La unción de Saúl como rey

Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl: Luego lo besó y dijo: «¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia! 2 Hoy mismo, cuando te hayas alejado de mí, encontrarás a dos hombres cerca de la tumba de Raquel, en territorio de Benjamín, en Selsáj. Ellos te dirán: «Han hallado las asnas que habías ido a buscar. Ahora tu padre ya no piensa más en ese asunto, y está inquieto por ustedes, diciendo: ¿Qué puedo hacer por mi hijo?». 3 Más adelante, cuando llegues a la Encina de Tabor, te encontrarás con tres hombres que suben a dar culto a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos, otro tres hogazas de pan y otro un odre de vino. 4 Ellos te saludarán y te darán dos panes, y tú los aceptarás. 5 Después llegarás a Guibeá de Dios, donde está la guarnición filistea. Apenas entres en la ciudad, tropezarás con un grupo de profetas que bajan del lugar alto, precedidos de arpas, tamborines, flautas y cítaras, en estado de trance profético. 6 Entonces te invadirá el espíritu del Señor; entrarás en trance con ellos y serán cambiado en otro hombre. 7 Cuando te hayan sucedido todas estas señales, haz todo lo que sea conveniente, porque Dios está contigo. 8 Tú bajarás a Guilgal antes que yo, y yo bajaré a unirme contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Espera siete días hasta que yo llegue y te comunique lo que debes hacer». El regreso de Saúl 9 Apenas Saúl se dio vuelta para alejarse de Samuel, Dios le cambió el corazón, y aquel mismo día se cumplieron las señales. 10 Desde allí, se dirigieron a Guibeá, y se encontraron con un grupo de profetas. Entonces lo invadió el espíritu de Dios y entró en trance en medio de ellos. 11 Todos los que lo conocían de antes, al verlo en trance en medio de los profetas, se decían unos a otros: «¿Qué le ha sucedido al hijo de Quis? ¿También Saúl está entre los profetas?». 12 Uno de los presentes intervino, diciendo: «¿Quién es el padre de estos?». Así se hizo proverbial la frase: «¿También Saúl está entre los profetas?». 13 Cuando salió de su trance profético, Saúl regresó a su casa. 14 Su tío les preguntó a él y a su servidor» «¿A dónde fueron?». «A buscar las asnas, respondió; pero como no aparecían por ninguna parte, acudimos a Samuel». 15 El tío de Saúl dijo: «Cuéntame lo que les dijo Samuel». 16 Saúl respondió a su tío: «Nos dijo solamente que las asnas habían sido halladas». Pero no le contó nada de lo que había dicho Samuel sobre el asunto del reino. Saúl designado y aclamado rey

1° Lectura. Romanos 1:16-32

Yo no me avergüenzo del Evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos en primer lugar, y después de los que no lo son. 17 En el Evangelio se revela la justicia de Dios, por la fe y para la fe, conforme a lo que dice la Escritura: El justo vivirá por la fe. 18 En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. 19 Porque todo cuanto de se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, 20 ya que sus atributos invisibles –su poder eterno y su divinidad– se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa. 21 en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. 22 Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles. 24 Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus propios cuerpos, 25 ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador, que es bendito eternamente. Amén. 26 Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. 27 Del mismo modo, los hombres dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. 28 Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. 29 Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. 30 Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, 31 insensatos, desleales, insensibles, despiadados. 32 Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen.