martes, 6 de mayo de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 10:1-48

Capítulo 10
L1 El año ciento sesenta, Alejandro, hijo de Antíoco, por sobrenombre Epífanes, desembarcó y ocupó Tolemaida, donde fue bien recibido y comenzó a reinar. 2 Enterado de esto, el rey Demetrio reclutó un ejército muy numeroso y salió a su encuentro para combatirlo. 3 Además, Demetrio envió a Jonatán una carta amistosa, dándole mayores poderes, 4 haciéndose esta reflexión: «Anticipémonos a negociar la paz con él antes que él la haga con Alejandro en detrimento nuestro, 5 acordándose de los males que le causamos a él, a sus hermanos y a su nación». 6 Demetrio le dio autorización para reclutar tropas, fabricar armamentos y ser su aliado. También ordenó que le entregaran los rehenes detenidos en la Ciudadela. 7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta en presencia de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela. 8 Estos últimos quedaron muy atemorizados cuando supieron que el rey lo había autorizado para reclutar tropas, y 9 los de la Ciudadela entregaron los rehenes a Jonatán, el cual los devolvió a sus familias. 10 Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y comenzó a reconstruir y restaurar la ciudad. 11 Ordenó a los constructores que reconstruyeran las murallas y que rodearan el monte Sión con un muro de piedras talladas, y así lo hicieron. 12 Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por Báquides, huyeron, 13 abandonando cada uno su puesto para regresar a su país. 14 Sólo en Betsur quedaron algunos de los que habían renegado de la Ley y de los mandamientos, porque esa era una ciudad de refugio. 15 El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que Demetrio había hecho a Jonatán. También le contaron las guerras y las proezas que él y sus hermanos habían realizado y las contrariedades que habían soportado. 16 Entonces exclamó: «¿Podremos hallar otro hombre como este? ¡Hagámoslo ahora mismo nuestro amigo y nuestro aliado!». 17 Y en seguida le envió una carta redactada en los siguientes términos: 18 «El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán. 19 Hemos oído que eres un guerrero valiente y digno de nuestra amistad. 20 Por eso te nombramos hoy Sumo Sacerdote de tu nación y te concedemos el título de Amigo del rey para que apoyes nuestra causa y nos asegures tu amistad». Al mismo tiempo, le enviaba una capa de púrpura y una corona de oro. 21 Jonatán se revistió de los ornamentos sagrados el séptimo mes del año ciento sesenta, en la fiesta de las Chozas; reclutó tropas y fabricó una gran cantidad de armas. 22 Apenas supo esto, Demetrio se disgustó mucho y dijo: 23 «¿Qué hemos hecho? Alejandro se nos ha adelantado, ganándose la amistad y el apoyo de los judíos. 24 También yo voy a escribirles en términos persuasivos, ofreciéndoles dignidades y regalos, para que se comprometan a ayudarme». 25 Y les escribió en estos términos: 26 «El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos. Nos hemos enterado con satisfacción de que ustedes han observado los pactos hechos con nosotros y han perseverado en nuestra amistad, sin pasarse al enemigo. 27 Continúen guardándonos la misma fidelidad y nosotros los recompensaremos a cambio de la colaboración que nos prestan. 28 Los eximiremos de muchas obligaciones y les haremos regalos. 29 Y desde ahora, los libero a ustedes, y eximo a todos los judíos, de las contribuciones, del impuesto a la sal y de la entrega de las coronas de oro. 30 Renuncio también, a partir de hoy y para siempre, a percibir el tercio de los granos y la mitad de los frutos de los árboles que me corresponden, tanto de Judá como de los tres distritos anexos de Samaría y Galilea. 31 Jerusalén, con su territorio, sus diezmos y derechos, será sagrada y estará exenta de impuestos. 32 Renuncio asimismo a toda autoridad sobre la Ciudadela de Jerusalén y se la cedo al Sumo Sacerdote, a fin de que establezca en ella a todos los hombres que él mismo elija para su defensa. 33 A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de mi reino, le concedo la libertad gratuitamente, y ninguno estará obligado a pagar impuestos, ni siquiera los del ganado. 34 Todas las fiestas, los sábados, los novilunios y los días fijados para las solemnidades –con los tres días que preceden y siguen a cada fiesta –serán días de inmunidad y exención para todos los judíos residentes en mi reino: 35 nadie tendrá derecho a demandar o inquietar a ninguno de ellos por ningún motivo. 36 En los ejércitos del rey se alistarán hasta treinta mil judíos que percibirán el mismo sueldo que las demás tropas del rey. 37 Algunos de ellos serán apostados en las principales fortalezas del rey y otros ocuparán cargos de confianza en el reino. Sus jefes y oficiales serán elegidos entre ellos y todos podrán vivir conforme a sus leyes, tal como lo ha dispuesto el rey para el país de Judá. 38 Los tres distritos de la provincia de Samaría, incorporados a Judea, quedarán anexados definitivamente a ella y considerados como parte suya, de manera que dependan de un solo jefe y no estén sometidos a otra autoridad que la del Sumo Sacerdote. 39 Doy como presente al Templo de Jerusalén la ciudad de Tolemaida y sus alrededores, para cubrir las expensas del Santuario. 40 Por mi parte, daré cada año quince mil siclos de plata, que se tomarán de los ingresos del rey en los lugares apropiados. 41 Toda la cantidad que los agentes del fisco han dejado de pagar, como se hacía en los años precedentes, será entregada desde ahora para las obras del Templo. 42 Además, los cinco mil siclos de plata que se solían recaudar cada año de los ingresos del Santuario quedarán condonados en beneficio de los sacerdotes que ejercen el culto. 43 Todos aquellos que por una deuda al Tesoro real y por cualquier otra causa se refugien en el Templo de Jerusalén o en alguna de sus dependencias, quedarán absueltos, ellos con las posesiones que tengan en mi reino. 44 Los gastos para las obras de construcción y reparación del Santuario, correrán por cuenta del rey. 45 También estarán a cargo del rey la construcción de las murallas de Jerusalén y la fortificación de su recinto, lo mismo que la reconstrucción de las murallas en las ciudades de Judea». 46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron estas palabras, no les dieron crédito ni las aceptaron, porque se acordaban del enorme daño que Demetrio había causado a Israel y de la opresión a que los había sometido. 47 Entonces se decidieron por Alejandro porque, a su parecer, les hacía mejores propuestas de paz, y fueron siempre sus aliados. 48 El rey Alejandro reunió un gran ejército y tomó posiciones contra Demetrio.

3° Lectura. Job 36

Capítulo 36
Elihú tomó la palabra y dijo: 2 Sopórtame un poco, y yo te instruiré: aún queda algo por decir en defensa de Dios. 3 Traeré de lejos mi saber para justificar a mi Creador 4 No, mis palabras no mienten: es un maestro consumado el que está junto a ti. 5 Dios es grande y no se retracta, él es grande por la firmeza de sus decisiones. 6 El no deja vivir al malvado y hace justicia a los oprimidos 7 No retira sus ojos de los justos, los sienta en el trono con los reyes y los exalta para siempre. 8 Si a veces están atados con cadenas, o prisioneros en los lazos de opresión, 9 es para denunciarles sus acciones y las rebeldías que cometieron en su arrogancia. 10 El les abre el oído para que se corrijan y los exhorta a convertirse de la maldad. 11 Si ellos escuchan y se someten, acaban sus días prósperamente y sus años en medio de delicias; 12 pero si no escuchan, atraviesan el Canal y perecen a causa de su ignorancia. 13 Los de corazón impío, que acumulan rencor y no piden auxilio cuando él los encadena, 14 mueren en plena juventud, como se consumen los de vida licenciosa. 15 Con la opresión, él salva al oprimido y le abre el oído por medio de la aflicción. 16 También a ti te invita a pasar de la angustia a un lugar espacioso y sin estrechez, donde tu mesa, bien servida, estará llena de manjares. 17 Pero si tu medida está colmada para el juicio condenatorio, el juicio y la sentencia te arrastrarán. 18 Que el furor no te incite a la rebeldía ni te extravíe la magnitud de la expiación. 19 ¿Acaso en el peligro valdrán ante Dios tus riquezas y todos los alardes de la fuerza? 20 No suspires por aquella noche en que los pueblos serán arrancados de su sitio, 21 ¡Cuídate de volverte hacia la maldad, ya que por eso fuiste probado con la desgracia! 22 Sí, Dios es sublime por la fuerza: ¿quién instruye como él? 23 ¿Quién inspecciona su conducta? ¿Quién puede decirle: «Has obrado mal»? 24 Acuérdate más bien de exaltar su obra, que otros hombres celebren con sus cantos. 25 Todo el mundo la contempla, el hombre la percibe desde lejos. 26 Sí, Dios es tan grande que no podemos comprenderlo, el número de sus años es insondable. 27 El atrae hacia lo alto las gotas de agua y destila la lluvia que alimenta las vertientes: 28 la lluvia que derraman las nubes y que cae a raudales sobre el suelo. 29 ¿Quién comprenderá el desplazamiento de las nubes y el fragor que sale de su morada? 30 El extiende su luz a su alrededor y sumerge las profundidades del océano. 31 Así él sustenta a los pueblos y les da alimento en abundancia. 32 Cubre de rayos la palma de sus manos y le señala un blanco seguro. 33 Su trueno anuncia su llegada, y en su ira, él crea la tempestad.

2° Lectura. Jueces 6

Capítulo 6
Gedeón y Abimélec: la opresión de los madianitas
Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos del Señor, y él los entregó en manos de Madián durante siete años. 2 Los madianitas oprimieron a Israel, y para librarse de ellos, los israelitas se hicieron escondites en las cuevas de las montañas, en las cavernas y en los lugares escarpados. 3 Cada vez que Israel sembraba, venían los madianitas, los amalecitas y los Orientales, y los invadían. 4 Acampaban frente a ellos y destruían los productos del suelo hasta los confines de Gaza. No dejaban víveres, ovejas, bueyes ni asnos en Israel, 5 porque subían con su ganado y sus tiendas de campaña, y eran numerosos como langostas. Tanto ellos como sus camellos eran incontables, y entraban en el país para devastarlo. 6 Israel quedó muy debilitado a causa de Madián, y los israelitas clamaron al Señor. Intervención de un profeta 7 Cuando los israelitas clamaron al Señor a causa de Madián, 8 el Señor les envió un profeta, que les habló en estos términos: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo los hice subir de Egipto y los saqué de un lugar de esclavitud; 9 los libré del poder de los egipcios y de las manos de sus opresores. Los expulsé a ellos para entregarles a ustedes su territorio. 10 Y también les dije: «Yo soy el Señor, su Dios. No adoren a los dioses de los amorreos, en cuyo territorio habitan». Pero ustedes no escucharon mi voz». Vocación de Gedeón 11 El Angel del Señor fue a sentarse bajo al encina de Ofrá, que pertenecía a Joás de Abiézer. Su hijo Gedeón estaba moliendo trigo en el lagar, para ocultárselo a los madianitas. 12 El Angel del Señor se le apareció y le dijo: «El Señor está contigo, valiente guerrero». 13 «Perdón, señor, le respondió Gedeón; pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas esas maravillas que nos contaron nuestros padres, cuando nos decían: «El Señor nos hizo subir de Egipto?» Pero ahora él nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de Madián». 14 El Señor se volvió hacia él y le dijo: «Ve, y con tu fuerza salvarás a Israel del poder de los Madianitas. Soy yo el que te envío». 15 Gedeón le respondió: «Perdón, Señor, pero ¿cómo voy a salvar yo a Israel, si mi clan es el más humildes de Manasés y yo soy el más joven en la casa de mi padre?». 16 «Yo estaré contigo, le dijo el Señor, y tú derrotarás a Madián como si fuera un solo hombre». 17 Entonces Gedeón respondió: «Señor, se he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres realmente tú el que está hablando conmigo. 18 Te ruego que no te muevas de aquí hasta que yo regrese. En seguida traeré mi ofrenda y la pondré delante de ti». El Señor le respondió: «Me quedaré hasta que vuelvas». 19 Gedeón fue a cocinar un cabrito y preparó unos panes sin levadura con una medida de harina. Luego puso la carne en una canasta y el caldo en una olla; los llevó debajo de la encina y se los presentó. 20 El Angel del Señor le dijo: «Toma la carne y los panes ácimos, deposítalos sobre esta roca y derrama sobre ellos el caldo». Así lo hizo Gedeón. 21 Entonces el Angel del Señor tocó la carne y los panes ácimos con la punta del bastón que llevaba en la mano, y salió de la roca un fuego que los consumió. En seguida el Angel del Señor desapareció de su vista. 22 Gedeón reconoció entonces que era el Angel del Señor, y exclamó: ¡Ay de mí, Señor, porque he visto cara a cara al Angel del Señor!». 23 Pero el Señor le respondió: «Quédate en paz. No temas, no morirás». 24 Gedeón erigió allí un altar al Señor y lo llamó: «El Señor es la paz». Todavía hoy se encuentra ese altar en Ofrá de Abiézer. Destrucción del altar del Baal 25 Aquella misma noche, el Señor dijo a Gedeón: «Toma el novillo de tu padres y otro toro de siete años. Luego destruirás el altar del Baal que pertenece a tu padres y cortarás el poste sagrado que está junto a él. 26 Después edificarás al Señor, tu Dios, en la cima de esta altura escarpada, un altar muy bien construido. Entonces tomarás el otro toro y lo ofrecerás en holocausto, con la leña del poste sagrado». 27 Gedeón reunió a diez de sus servidores e hizo lo que el Señor le había dicho. Pero por temor a su familia y a la gente de la ciudad, en lugar de hacerlo de día, lo hizo durante la noche. 28 A la mañana siguiente, toda la gente vio que el altar del Baal estaba destruido y que habían cortado el poste sagrado que estaba junto a él. Vieron también que un novillo había sido ofrecido en holocausto sobre el altar que acababa de ser edificado. 29 Entonces se preguntaron: «¿Quién habrá hecho esto?». Después de averiguarlo, supieron que había sido Gedeón, el hijo de Joás. 30 En seguida dijeron a Joás: «Trae aquí a tu hijo. ¡El debe morir, porque ha derribado el altar del Baal y ha cortado el poste sagrado que estaba junto a él!». 31 Pero Joás respondió a los que estaban delante de él: «¿Acaso a ustedes les corresponde defender al Baal? ¿Son ustedes los que tienen que salvarlo? Si Baal es Dios, que se defienda solo, ya que Gedeón derribó su altar. El que pretenda defenderlo, morirá antes del amanecer». 32 Por eso, a partir de ese momento, Gedeón se llamó Ierubaal, porque decían» «¡Que Baal se defienda de él, ya que él derribó su altar!». Preparativos para el combate 33 Todo Madián, Amalec y los Orientales se reunieron de común acuerdo, cruzaron el Jordán y acamparon en la llanura de Izreel. 34 Entonces el espíritu del Señor descendió sobre Gedeón: el tocó la trompeta, y los de Abiézer se reunieron detrás de él. 35 Envió mensajeros por todo el territorio de Manasés, y ellos también se le unieron. Lo mismo hizo en Aser, en Zabulón y en Neftalí, y todos ellos acudieron al encuentro. La prueba del bellón de lana 36 Gedeón dijo a Dios: «Si realmente vas a salvar a Israel por mi intermedio, como lo has prometido, concédeme esto: 37 Yo voy a tender un vellón de lana sobre la era; si cae rocío solamente sobre el vellón, y todo el resto queda seco, sabré que tú salvarás a Israel por mi intermedio, como lo has dicho». 38 Así sucedió: Gedeón se levantó de madrugada, exprimió el vellón para sacarle el rocío y llenó con él una copa de agua. 39 Después le dijo a Dios: «No te enojes conmigo si me atrevo a hablarte nuevamente. Quisiera hacer otra prueba con el vellón: Que sólo el vellón quede seco y todo el suelo se cubra de rocío». 40 Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras que el suelo estaba cubierto de rocío.

1° Lectura. Hechos 17:1-15

Capítulo 17
Atravesaron Anfípolis y Apolonia, y llegaron a Tesalónica, donde los judíos tenían una sinagoga. 2 Pablo, como de costumbre, se dirigió a ellos y discutió durante tres sábados, basándose en la Escritura. 3 Explicaba los textos y demostraba que el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos. «Y el Mesías, afirmaba, es este Jesús que yo les anuncio». 4 Algunos se convencieron y se unieron al grupo de Pablo y de Silas, lo mismo que un gran número de adoradores de Dios, de paganos y no pocas mujeres influyentes. 5 Llenos de envidia, los judíos reunieron un grupo de gente de la calle y promovieron un alboroto, sembrando la agitación en la ciudad. Entonces se presentaron delante de la casa de Jasón en busca de Pablo y de Silas, para conducirlos ante la asamblea del pueblo. 6 Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los magistrados de la ciudad, gritando: «Esos que han revolucionado todo el mundo, han venido también aquí 7 y Jasón los ha recibido en su casa. Toda esta gente contraviene los edictos del Emperador, pretendiendo que hay otro rey, llamado Jesús». 8 Estos gritos impresionaron mucho a la multitud y a los magistrados, 9 y solamente después de haber exigido una fianza de parte de Jasón y de los otros, los pusieron en libertad. 10 Esa misma noche, los hermanos hicieron partir a Pablo y a Silas hacia Berea. En cuanto llegaron, se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Como estos eran mejores que los de Tesalónica, acogieron la Palabra con sumo interés, y examinaban todos los días las Escrituras para verificar la exactitud de lo que oían. 12 Muchos de ellos abrazaron la fe, lo mismo que algunos paganos, entre los cuales había mujeres de la aristocracia y un buen número de hombres. 13 Pero, cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo había anunciado la Palabra de Dios también en Berea, fueron allí a perturbar a la multitud sembrando la agitación. 14 Entonces los hermanos hicieron partir inmediatamente a Pablo en dirección al mar; Silas y Timoteo, en cambio, permanecieron allí. 15 Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y luego volvieron con la orden de que Silas y Timoteo se reunieran con él lo más pronto posible.