sábado, 19 de abril de 2014

3° Lectura. Job 19

Capítulo 19
Job respondió, diciendo: 2 ¿Hasta cuándo me va a afligir y me van a torturar con sus palabras? 3 Ya es la décima vez que me ultrajan, que me maltratan desvergonzadamente. 4 Aunque fuera verdad que cometí un error, mi error me concierne sólo a mí. 5 Ustedes se envalentonan contra mí y me imputan mi ignominia: 6 pero sepan que es Dios el que me agravia y que él me ha envuelto en su red. 7 Si grito: «¡Violencia!», no tengo respuesta; si pido auxilio, no se hace justicia. 8 El cercó mi camino y no puedo pasar; cubrió de tinieblas mi sendero. 9 Me ha despojado de mi honor y quitó la corona de mi cabeza. 10 Me demolió por completo, y ya me voy; arrancó, como un árbol, mi esperanza. 11 Encendió su indignación contra mí y me trató como a su enemigo. 12 Sus escuadrones llegaron en tropel, se abrieron camino hasta mí y acamparon alrededor de mi carpa. 13 Mis hermanos se alejaron de mí y soy un extraño para mis amigos. 14 Desaparecieron mis allegados y familiares, me olvidaron 15 los huéspedes de mi casa. Mis servidoras me consideran un extraño, me he convertido en un intruso para ellas. 16 Llamo a mi servidor, y no responde, aunque se lo pida por favor. 17 Mi mujer siente asco de mi aliento, soy repugnante para los hijos de mis entrañas. 18 Hasta los niños pequeños me desprecian: cuando me levanto, se burlan de mí. 19 Mis amigos íntimos me abominan, los que yo amaba se vuelven contra mí. 20 Los huesos se me pegan a la piel y se me desprenden los dientes de las envías. 21 ¡Apiádense, apiádense de mí, amigos míos, porque me ha herido la mano de Dios! 22 ¿Por qué ustedes me persiguen como Dios y no terminan de saciarse con mi carne? 23 ¡Ah, si se escribieran mis palabras y se las grabara en el bronce; 24 si con un punzón de hierro y plomo fueran esculpidas en la roca para siempre! 25 Porque yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo 26 Y después que me arranquen esta piel, yo, con mi propia carne, veré a Dios. 27 Sí, yo mismo lo veré, lo contemplarán mis ojos, no los de un extraño. ¡Mi corazón se deshace en mi pecho! 28 Si ustedes dicen: «¿Cómo lo perseguiremos y qué pretexto encontraremos para procesarlo?», 29 teman que la espada los hiera a ustedes mismos, porque esas son culpas dignas de la espada: y entonces sabrán que hay un juez.

2° Lectura. Deuteronomio 31-32

Capítulo 31
Las últimas instrucciones de Moisés
L1 Moisés fue a decir estas palabras a todo Israel: 2 «Ya tengo ciento veinte años. En adelante no podré ejercer ninguna actividad: además, el Señor me dijo: «Tú no pasarás el Jordán». 3 El Señor, tu Dios, es el que cruzará delante de ti; él eliminará de tu presencia a todas esas naciones, y tú las desposeerás de sus dominios. Será Josué el que cruzará al frente de ti, como el Señor lo ha ordenado. 4 El Señor tratará a esas naciones como trató a Sijón y a Og –los reyes amorreos– y a sus países, cuando los destruyó por completo. 5 El las pondrá en tus manos, y entonces ustedes deberán comportarse con ellas conforme a la orden que les di. 6 ¡Sean fuertes y valientes! No tengan miedo ni tiemblen ante ellas. Porque el Señor, tu Dios, te acompaña, y él no te abandonará ni te dejará desamparado». 7 Después Moisés llamó a Josué y le dijo en presencia de todo Israel: «Sé fuerte y valiente. Tú irás con este pueblo hasta la tierra que el Señor les dará porque así lo juró a sus padres, y tú los pondrás en posesión de ella. 8 El Señor irá delante de ti, él estará contigo y no te abandonará ni te dejará desamparado. No temas ni te acobardes». La lectura ritual de la Ley 9 Moisés escribió esta Ley y la entregó a los sacerdotes levitas –los encargados de transportar el Arca de la Alianza del Señor– y a todos los ancianos de Israel. 10 Después les dio las siguientes instrucciones: Cada siete años, en el tiempo fijado para el año de la remisión durante la fiesta de las Chozas. 11 cuando todo Israel se presente delante del Señor en el lugar que el haya elegido, leerás en voz alta esta Ley, en presencia de todo Israel. 12 Reúne al pueblo –hombres, mujeres y niños y también a los extranjeros que vivan en tus ciudades– para que la oigan y así aprendan a temer al Señor. su Dios, y a practicar cuidadosamente todas las apalabras de esta Ley. 13 También deberán oírla sus hijos, los que todavía no la conocen, para que aprendan a temer al Señor mientras ustedes vivan en la tierra que van a poseer después de cruzar al Jordán. Instrucciones del Señor a Moisés y a Josué 14 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Josué y preséntense en la Carpa del Encuentro para que les dé mis instrucciones». Moisés y Josué se presentaron, 15 y el Señor se apareció en la Carpa, en sus columna de nube, la cual se detuvo a la entrada de la Carpa. 16 El Señor dijo a Moisés: «Pronto irás a descansar junto con tus padres, y este pueblo se prostituirá yendo detrás de dioses extraños, los dioses de la tierra donde está por entrar; me abandonará y quebrantará la alianza que hice con él. 17 Entonces arderá mi enojo, y yo los abandonaré y les ocultaré mi rostro. Se convertirán en una presa pronta para ser devorada, muchos males y desgracias se abatirán sobre ellos, le dirán. «Estas desgracias me suceden porque mi Dios no está conmigo». 18 Pero aquel día yo mantendré oculto mi rostro, por todo el mal que ellos hicieron yendo detrás de otros dioses. 19 Por eso, escribe este poema y enséñalo a los israelitas. Ordénales que lo reciten, para que me sirva de testigo contra ellos. 20 Porque cuando yo los introduzca en la tierra que prometí a sus padres con un juramento –esa tierra que mana leche y miel– ellos comerán hasta saciarse y engordarán. Entonces se volverán hacia otros dioses y los servirán, despreciándome a mí y quebrantando mi alianza. 21 Pero muchos males y desgracias se abatirán sobre ellos, y este poema dará testimonio contra ellos, porque sus descendientes no lo habrán olvidado. Yo conozco los planes que hoy están tramando, son antes de introducirlos en la tierra que juré darles». 22 Aquel día, Moisés escribió este poema y se lo hizo aprender a los israelitas. 23 Luego el Señor dio esta orden a Josué. Hijo de Nun: «Sé fuerte y valiente, porque tú conducirás a los israelitas hasta la tierra que juré darles, y yo estaré contigo». La Ley junto al Arca de la Alianza 24 Cuando Moisés terminó de fijar por escrito las palabras de esta Ley. 25 ordenó a los levitas encargados de transportar el Arca de la Alianza del Señor: 26 «Tomen este Libro y pónganlo junto al Arca de la Alianza del Señor, su Dios. Que esté presente allí como un testigo contra ti. 27 Porque yo conozco muy bien tu rebeldía y tu obstinación. Y si ahora que estoy todavía con ustedes, son tan rebeldes al Señor, ¡cuánto más lo serán después de mi muerte! 28 Reúneme aquí a todos los ancianos de sus tribus y a sus escribas, para que pueda transmitirles todas estas palabras y para poner el cielo y al tierra como testigos contra ellos. 29 Porque estoy seguro de que cuando yo muera, ustedes se van a pervertir y se van a desviar del camino que les he trazado. Y en el futuro les van a suceder muchas desgracias por haber obrado mal a los ojos del Señor, su Dios, y por haberlo irritado con sus malas obras». 30 Entonces Moisés recitó hasta el final las palabras de este poema, en presencia de toda la comunidad de Israel.

Capítulo 32
El canto de Moisés
L1 «Escucha, cielo, y hablaré. oiga la tierra las palabras de mi boca. 2 Que mi enseñanza descienda como lluvia y mi palabra caiga como rocío como aguacero sobre la hierva como chaparrones sobre el pasto 3 Yo voy a proclamar el nombre del Señor: ¡den gloria a nuestro Dios! 4 El es la Roca: su obra es perfecta, todos sus caminos son justos; es un Dios fiel y sin falsedad, justiciero y recto. 5 Pero se comportaron mal con él los que ya no son sus hijos, a causa de su depravación. esa generación tortuosa y perversa. 6 ¿Así le pagas al Señor, pueblo necio e insensato? ¿Acaso él no es tu padre y tu creador, el que te hizo y te afianzó? 7 Acuérdate de los días lejanos, considera las épocas pasadas; pregúntale a tu padre, y él te informará, a los ancianos, y ellos te lo dirán: 8 Cuando el Altísimo dio una herencia a cada nación, cuando distribuyó a los hombres, él fijó las fronteras de los pueblos según el número de los hijos de Dios. 9 Pero la parte del Señor es su pueblo. la porción de su herencia es Jacob. 10 Lo encontró en una tierra desierta. en la soledad rugiente de la estepa: lo rodeó y lo cuidó. lo protegió como a la pupila de sus ojos. 11 Como el águila que impulsa a su nidada. revoloteando sobre sus pichones. así extendió sus alas, lo tomó y lo llevó sobre sus plumas. 12 El Señor solo lo condujo, no había a su lado ningún dios extranjero. 13 Lo puso encima de las alturas del país, para que comiera los frutos de los campos; lo alimentó con miel de los peñascos, con aceite de la roca dura; 14 con cuajada de vaca y leche de oveja, con la gordura de corderos y cameros; con toros de Basán y con cabritos, y con la mejor harina de trigo; y le dio como bebida, la sangre espumante de la uva. 15 Así engordó lesurún y dio patadas –¡sí, engordaste, te pusiste obeso y corpulento!–. El rechazó al Dios que lo creó, despreció a su Roca salvadora. 16 Provocaron sus celos con dioses extraños, lo irritaron con abominaciones. 17 Ofrecieron sacrificios a demonios que no son Dios. a dioses que no conocían, a dioses nuevos, recién llegados, que sus padres no habían venerado. 18 Así despreciaste a la Roca que te engendró. olvidaste al Dios que te hizo nacer. 19 Al ver esto, el Señor se indignó y desechó a sus hijos y a sus hijas. 20 Entonces dijo: Les ocultaré mi rostro, para ver en qué terminan. Porque son una generación perversa, hijos faltos de lealtad. 21 Provocaron mis celos con algo que no es Dios. me irritaron con sus ídolos vanos; yo provocaré sus celos con algo que no es un pueblo, los irritaré con una nación insensata 22 Porque se ha encendido el fuego de mi ira y arderá hasta el fondo del abismo; consumirá la tierra y sus cosechas y abrasará los cimientos de las montañas. 23 Amontonaré desastres sobre ellos, lanzaré contra ellos todas mis flechas. 24 Quedarán extenuados por el hambre, consumidos por la fiebre y la peste maligna; enviaré contra ellos los dientes de las fieras y el veneno de reptiles que se arrastran sobre el polvo. 25 Afuera los diezmará la espada. y adentro, el terror. tanto al joven como a la muchacha, al niño de pecho como al anciano. 26 Yo me propuse reducirlos a polvo y borrar su recuerdo de entre los hombres, 27 pero temí que sus enemigos se jactaran, que cayeran en el error y dijeran: «Nuestra mano ha prevalecido, no es el Señor el que hizo todo esto». 28 Porque esa gente ha perdido el juicio y carece de inteligencia. 29 Si fueran sensatos entenderían estas cosas. comprenderán la suerte que les espera 30 ¿Cómo podría uno solo desbandar a mil y dos, poner en fuga a diez mil, si su Roca no los hubiera vendido y el Señor no los hubiera entregado? 31 Porque la roca de ellos no es como nuestra Roca: nuestros mismos enemigos lo confirman. 32 Su viña es un retoño de la viña de Sodoma. de las plantaciones de Gomorra. Sus uvas son uvas venenosas. sus racimos tienen un sabor amargo. 33 Su vino es veneno de serpientes, un terrible veneno de víboras. 34 ¿Acaso no está esto registrado y sellado en mis archivos? 35 Mía será la venganza y la retribución en el momento que vacilen sus pies, porque está cerca el día de su ruina y ya se precipita el desenlace. 36 Sí, el Señor hará justicia con su pueblo y tendrá compasión de sus servidores. Cuando vea que sus manos flaquean y ya no quedan esclavos ni hombres libres, 37 él dirá: ¿Dónde están sus dioses, la roca donde buscaron un refugio 38 los que comían la grasa de sus sacrificios y bebían el vino de sus libaciones? Que se levanten y vengan en su ayuda, que sean para ustedes un refugio. 39 Miren bien que yo, sólo yo soy, y no hay otro dios junto a mí. Yo doy la muerte y la vida. yo hiero y doy la salud. y no hay nadie que libre de mi mano 40 Yo levanto mi mano hacia el cielo y juro: Tan cierto como que vivo eternamente, 41 cuando afile mi espada fulgurante y mi mano empuñe la justicia, me vengaré de mis enemigos y daré su merecido a mis adversarios. 42 Embriagaré mis flechas con sangre mi espada devorará carne: sangre de muertos y cautivos, cabezas de jefes enemigos. 43 Naciones, aclamen a su pueblo, porque él vengará la sangre de sus servidores, se vengará de sus enemigos y purificará su tierra y su pueblo». 44 Moisés fue con Josué, hijo de Nun, y recitó delante del pueblo todas las palabras de este poema. La Ley, fuente de vida 45 Cuando Moisés terminó de recitar estas palabras a todo Israel, 46 les dijo: «Presten atención a todas las palabras de esta Ley, con las que hoy atestiguo contra ustedes. Prescríbanselas a sus hijos, para que ellos practiquen cuidadosamente todas las palabras de esta Ley. 47 Porque esta no es una palabra vana, sino que es la vida de ustedes, y por ella vivirán muchos años en la tierra que van a poseer después que crucen el Jordán». El anuncio de la muerte de Moisés 48 Aquel mismo día, el Señor dijo a Moisés: 49 «Sube a esa montaña de los Abarím, al monte Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo doy en propiedad a los israelitas. 50 Tú morirás en la montaña a la que vas a subir e irás a reunirte con los tuyos, como tu hermano Aarón murió en el monte Hor y fue a reunirse con los suyos. 51 Porque ustedes fueron infieles a mí junto a las aguas de Meribá de Cades, en el desierto de Sin, y no manifestaron mi santidad en medio de los israelitas. 52 Por eso no entrarás en la tierra que yo daré a los israelitas, sino que solamente la verás de lejos».

1° Lectura. Hechos 7: 23-60

Al cumplir cuarenta años, sintió un vivo deseo de visitar a sus hermanos, los israelitas. 24 Y como vio que maltrataban a uno de ellos salió en su defensa, y vengó al oprimido matando al egipcio. 25 Moisés pensaba que sus hermanos iban a comprender que Dios, por su intermedio, les daría la salvación. Pero ellos no lo entendieron así. 26 Al día siguiente sorprendió a dos israelitas que se estaban peleando y trató de reconciliarlos, diciéndoles: «Ustedes son hermanos, ¿por qué se hacen daño?». 27 Pero el que maltrataba a su compañero rechazó a Moisés y le dijo: «¿Quién te ha nombrado jefe o árbitro nuestro? 28 ¿Acaso piensas matarme como mataste ayer al egipcio?». 29 Al oír esto, Moisés huyó y fue a vivir al país de Madián, donde tuvo dos hijos. 30 Al cabo de cuarenta años se le apareció un ángel en el desierto del monto Sinaí, en la llama de una zarza ardiente. 31 Moisés quedó maravillado ante tal aparición y, al acercarse para ver mejor, oyó la voy del Señor que le decía: 32 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob». Moisés atemorizado, no se atrevió a mirar. 33 Entonces el Señor le dijo: «Quítate las sandalias porque estás pisando un lugar sagrado. 34 Yo he visto la opresión de mi Pueblo que está en Egipto, he oído sus gritos de dolor, y por eso he venido a librarlos. Ahora prepárate, porque he decidido enviarte a Egipto». 35 Y a este Moisés, a quien ellos rechazaron diciendo: ¿Quién te ha nombrado jefe o árbitro nuestro?, Dios lo envió como jefe y libertador con la ayuda del ángel que se apareció en la zarza. 36 El los liberó, obrando milagros y signos en Egipto, en el Mar Rojo y en el desierto, durante cuarenta años. 37 Y este mismo Moisés dijo a los israelitas: Dios suscitará de entre ustedes un profeta semejante a mí. 38 Y cuando el pueblo estaba congregado en el desierto, él hizo de intermediario en el monte Sinaí, entre el ángel que le habló y nuestros padres, y recibió las palabras de vida que luego nos comunicó. 39 Pero nuestros padres no sólo se negaron a obedecerle, sino que lo rechazaron y, sintiendo una gran nostalgia por Egipto, 40 dijeron a Aarón: «Fabrícanos dioses que vayan al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a ese Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto». 41 Entonces, fabricaron un ternero de oro, ofrecieron un sacrificio al ídolo y festejaron la obra de sus manos. 42 Pero Dios se apartó de ellos y los entregó al culto de los astros, como está escrito en el libro de los Profetas: "Israelitas, ¿acaso ustedes me ofrecieron víctimas y sacrificios durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto? 43 Por el contrario, llevaron consigo la carpa de Moloc y la estrella del Dios Refán, esos ídolos que ustedes fabricaron para adorarlos. Por eso yo los deportaré más allá de Babilonia". 44 En el desierto, nuestros padres tenían la Morada del Testimonio. Así lo había dispuesto Dios, cuando ordenó a Moisés que la hiciera conforme al modelo que había visto. 45 Nuestros padres recibieron como herencia esta Morada y, bajo la guía de Josué, la introdujeron en el país conquistado a los pueblos que Dios iba expulsando a su paso. Así fue hasta el tiempo de David. 46 David, que gozó del favor de Dios, le pidió la gracia de construir una Morada para el Dios de Jacob. 47 Pero fue Salomón el que le edificó una casa, 48 si bien es cierto que el Altísimo no habita en casas hechas por la mano del hombre. Así lo dice el Profeta: 49 "El cielo es mi trono, y la tierra la tarima de mis pies. ¿Qué casa me edificarán ustedes, dice el Señor, o donde podrá estar mi lugar de reposo? 50 ¿No fueron acaso mis manos las que hicieron todas las cosas?" 
 51 ¡Hombres rebeldes, paganos de corazón y cerrados a la verdad! Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo y son iguales a sus padres. 52 ¿Hubo algún profeta a quien ellos no persiguieran? Mataron a los que anunciaban la venida del Justo, el mismo que acaba de ser traicionado y asesinado por ustedes, 53 los que recibieron la Ley por intermedio de los ángeles y no la cumplieron». 54 Al oír esto, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él. 55 Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. 56 Entonces exclamó: «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios». 57 Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre, 58 y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo. 59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». 60 Después, poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Y al decir esto, expiró.