sábado, 3 de mayo de 2014

3° Lectura. Job 33

Capítulo 33
¡Vamos, Job, escucha mis palabras, oye atentamente lo que voy a decir! 2 Ya ves que he abierto mi boca, mi lengua ha comenzado a hablar. 3 Mi corazón desborda de palabras sabias, mis labios dirán la pura verdad. 4 A mí me hizo el soplo de Dios, el aliento del Todopoderoso me dio la vida. 5 Respóndeme, si eres capaz; prepárate, y toma posición ante mí. 6 Para Dios, yo soy igual que tú, yo también fui modelado de la arcilla. 7 Por eso, no te espantará el temor a mí ni el peso de mi mano te abrumará. 8 Sí, tú has dicho a mis oídos –yo escuché el sonido de tus palabras–: 9 «Soy puro, no cometí ninguna falta; estoy limpio y libre de culpa; 10 sin embargo él encuentra pretextos contra mí y me considera su enemigo: 11 Pone mis pies en el cepo y vigila todos mis pasos». 12 Pero yo te respondo: En esto no tienen razón, porque Dios es más grande que el hombre. 13 ¿Por qué pretendes litigar con él como si no respondiera a ninguna de tus palabras? 14 En realidad, Dios habla una vez, y luego otra, sin que se preste atención. 15 En un sueño, en una visión nocturna, cuando un profundo sopor invade a los hombres y ellos están dormidos en su lecho, 16 entonces, él se revela a los mortales y los atemoriza con apariciones, 17 para apartar al hombre de sus malas obras y extirpar el orgullo del mortal; 18 para preservar su alma de la Fosa] y su vida, del Canal subterráneo. 19 También lo corrige en su lecho por el sufrimiento, cuando sus huesos tiemblan sin cesar: 20 el hombre siente náusea de la comida y pierde el gusto por los manjares apetecibles; 21 su carne desaparece de las miradas y se trasparentan sus huesos, que antes no se veían; 22 su alma se acerca a la Fosa y su vida, a las aguas de la Muerte. 23 Si hay un ángel junto a él, un intérprete, uno entre mil, para indicarle al hombre su deber; 24 si él tiene compasión y dice: «Líbralo de bajar a la Fosa, yo he encontrado un rescate». 25 entonces su carne recupera la frescura juvenil y él vuelve a los días de su adolescencia; 26 invoca a Dios, que se le muestra propicio, contempla su rostro con gritos de alegría, anuncia a los demás su salvación, 27 y entona, entre los hombres, este canto: «Yo había pecado y tergiversado el derecho, pero él no me trató como correspondía; 28 ¡libró mi alma de pasar por la Fosa y mi vida contempla la luz!». 29 Todo esto es lo que hace Dios, dos y tres veces, en favor del hombre, 30 para hacer volver su vida de la Fosa e iluminarlo con la luz de los vivientes. 31 Atiende, Job, escúchame; cállate, y yo hablaré. 32 Si tienes algo que decir, replícame, habla, porque yo quisiera darte la razón. 33 De lo contrario, escúchame; cállate, y te enseñaré la sabiduría.

2° Lectura. Jueces 1

Capítulo 1
La ocupación progresiva de Canaán: la campaña de Judá contra los cananeos
Después de la muerte de Josué, los israelitas consultaron al Señor, diciendo: «¿Quién de nosotros será el primero en subir a luchar contra los cananeos?». 2 El Señor respondió: «Que suba Judá, porque yo he puesto el país en sus manos». 3 Entonces Judá dijo a su hermano Simeón: «Sube conmigo al territorio que me ha tocado en suerte. Atacaremos a los cananeos, y después yo iré contigo al territorio que te ha sido asignado». Y Simeón lo acompañó. 4 Cuando Judá subió, el Señor puso en sus manos a los cananeos y a los perizitas, y derrotaron en Bézec a diez mil hombres. 5 Allí se encontraron con Adoní Bézec, combatieron contra él y derrotaron a los cananeos y a los perizitas. 6 Adoní Bézec trató de escapar, pero ellos lo persiguieron, lo capturaron y le cortaron el dedo pulgar de las manos y de los pies. 7 Entonces Adoní Bézec exclamó: «Setenta reyes, con los pulgares de sus manos y de sus pies cortados, recogían migajas debajo de mi mesa. Y ahora Dios me retribuye de acuerdo con lo que hice». Luego lo llevaron a Jerusalén, y allí murió. 8 La tribu de Judá atacó a Jerusalén; la tomaron, pasaron a sus habitantes al filo de la espada e incendiaron la ciudad. La conquista de Hebrón 9 Luego la tribu de Judá fue a combatir contra los cananeos que habitaban en la Montaña, el Négueb y la Sefelá. 10 Judá avanzó contra los cananeos que habitaban en Hebrón –Hebrón se llamaba antiguamente Quiriat Arabá– y derrotó a Sesai, Ajimán y Talmai. 11 Desde allí subió contra los habitantes de Debir, que antes se llamaba Quiriat Séfer. 12 Entonces Caleb dijo: «Al que derrote y conquiste a Quiriat Séfer, yo le daré como esposa a mi hija Acsá». 13 El que la conquistó fue Otniel, hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb, y este le dio como esposa a su hija Acsá. 14 Cuando ella llegó a la casa de su esposo, este le sugirió que pidiera un campo a su padre. Ella se bajó del asno, y Caleb le preguntó: «Qué quieres?». 15 «Quiero que me hagas un regalo, le respondió; ya que me has mandado al territorio de Négueb, concédeme al menos un manantial». Y él le dio el manantial de Arriba y el manantial de Abajo. Fracaso de Judá en el litoral marítimo 16 Los del clan de Jobab, el quenita, que había sido suegro de Moisés, subieron con la tribu de Judá desde la ciudad de las Palmeras hasta el desierto de Judá, al sur de Arad, y se establecieron entre los amalecitas. 17 Judá, por su parte, su fue con su hermano Simeón. Ellos derrotaron a los cananeos que habitaban en Sefat y consagraron la ciudad al exterminio total; por eso, la ciudad se llamó Jormá. 18 Pero Judá no pudo apoderarse de Gaza y su territorio, ni de Ascalón y su territorio, ni de Ecrón y su territorio. 19 El Señor estaba con Judá, y este pudo ocupar la Montaña, pero no logró desposeer a los habitantes de la llanura, porque estaban equipados con carros de hierro. 20 De acuerdo con lo establecido por Moisés, Hebrón fue asignada a Caleb, y él expulsó de allí a los tres hijos de Anac. 21 La tribu de Benjamín, en cambio, no pudo desposeer a los jebuseos que habitaban en Jerusalén. Por eso los Jebuseos continúan habitando en Jerusalén con la tribu de Benjamín, hasta el día de hoy. La conquista de Betel 22 La casa de José, por su parte, subió contra Betel, y el Señor estaba con ella. 23 La casa de José envió espías a Betel –la ciudad que antiguamente se llamaba Luz– 24 y cuando los espías vieron a un hombre que salía de la ciudad, le dijeron: «Muéstranos el acceso a la ciudad, y te perdonaremos la vida». 25 El les indicó el acceso a la ciudad, y ellos pasaron a sus habitantes al filo de la espada, pero dejaron ir a aquel hombre con toda su familia. 26 El hombre se dirigió al país de los hititas, y fundó una ciudad, a la que llamó Luz. Este es el nombre que tiene hasta el día de hoy. Conquistas y fracasos de las tribus del Norte 27 Manasés, en cambio, no pudo adueñarse de Bet Seán y de Tanac con sus respectivas ciudades dependientes. Tampoco desposeyó a los habitantes de Dor, de Ibleam y de Meguido, con sus respectivas ciudades dependientes, sino que los cananeos continuaron ocupando ese territorio. 28 Pero cuando Israel se hizo más fuerte, obligó a los cananeos a pagar tributo, aunque no llegó a desposeerlos. 29 Efraím no pudo desposeer a los cananeos que habitaban en Guézer, de manera que estos continuaron viviendo en medio de él, en Guézer. 30 Zabulón no desposeyó a los habitantes de Quitrón ni a los de Nahalol: los cananeos continuaron viviendo en medio de él, pero fueron obligados a pagar tributo. 31 Aser no pudo desposeer a los habitantes de Acó, de Sidón, de Majleb, de Aczib, de Afric y de Rejob. 32 Por eso la tribu de Aser se estableció en medio de los cananeos que ocupaban el país, ya que no pudieron desposeerlos. 33 Tampoco Neftalí pudo desposeer a los habitantes de Bet Semes, ni a los de Bet Anát, y se estableció en medio de los cananeos que habitaban en el país, Pero los habitantes de Bet Semes y de Bet Anát fueron obligados a pagar tributo. 34 Los amorreos obligaron a la tribu de Dan a replegarse hacia la región montañosa, impidiéndosele bajar hasta el llano. 35 Los amorreos pudieron permanecer en Har Jéres, en Aialón y en Salbím, pero cuando la casa de José afianzó su poder, fueron obligados a pagar tributo. 36 En cuanto a los edomitas, su frontera se extiende desde la cuesta de Acrabím, a partir de la Roca, y continúa hacia arriba.

1° Lectura. Hechos 15:22-41

Entonces los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos 23 y les encomendaron llevar la siguiente carta: «Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. 24 Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, 25 hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, 26 los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. 28 El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: 29 que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós». 30 Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde convocaron a la asamblea y le entregaron la carta. 31 Esta fue leída y todos se alegraron por el aliento que les daba. 32 Judas y Silas, que eran profetas, exhortaron a sus hermanos y los confirmaron, hablándoles largamente. 33 Al cabo de un tiempo, los hermanos los enviaron nuevamente a la comunidad que los había elegido, despidiéndolos en paz. 34 [Como Silas creyó que debía quedarse, Judas partió solo.] 35 Pablo y Bernabé permanecieron en Antioquía, enseñando y anunciando la Buena Noticia de la Palabra del Señor, junto con muchos otros. 36 Algún tiempo después, Pablo dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar a los hermanos que están en las ciudades donde ya hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo se encuentran». 37 Bernabé quería llevar consigo también a Juan, llamado Marcos. 38 Pero Pablo consideraba que no debía llevar a quien los había abandonado cuando estaban en Panfilia y no había trabajado con ellos. 39 La discusión fue tan viva que terminaron por separarse; Bernabé, llevando consigo a Marcos, se embarcó rumbo a Chipre. 40 Pablo, por su parte, eligió por compañero a Silas y partió, encomendado por sus hermanos a la gracia del Señor. 41 Así atravesó la Siria y la Cilicia, confirmando a las comunidades.