martes, 29 de abril de 2014

3° Lectura. Job 29

Capítulo 29
Job continuó pronunciando su poema, y dijo: 2 ¡Si pudiera volver a los tiempos pasados, a los días en que Dios cuidaba de mí, 3 cuando hacía brillar su lámpara sobre mi cabeza y yo caminaba a su luz entre las tinieblas! 4 ¡Si estuviera como en el otoño de mi vida, cuando Dios protegía mi carpa, 5 cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo y me rodeaban mis hijos; 6 cuando mis pies se bañaban en lecha cuajada y la roca derramaba para mí arroyos de aceite! 7 Si yo salía a la puerta principal de la ciudad y ocupaba mi puesto en la plaza, 8 los jóvenes se retiraban al verme, los ancianos se levantaban y permanecían de pie. 9 Los príncipes retenían sus palabras y se tapaban la boca con la mano; 10 a los jefes se les apagaba la voz, se les pegaba la lengua al paladar. 21 Ellos me escuchaban con expectación, callaban para oír mi consejo. 22 Después que yo hablaba, nadie replicaba, mi palabra caía sobre ellos gota a gota. 23 Me esperaban como a la lluvia, abrían su boca como a la lluvia de primavera. 24 Si les sonreía, les costaba creerlo y no querían perderse la luz de mi rostro. 25 Yo les elegía el camino y me ponía al frente; me instalaba como un rey con sus tropas y adonde yo los llevaba, se dejaban guiar. 11 Sí, el que me oía me felicitaba y el que me veía daba testimonio a mi favor. 12 Porque yo salvaba al pobre que pedía auxilio y al huérfano privado de ayuda. 13 El desesperado me hacía llegar su bendición, y yo alegraba el corazón de la viuda. 14 Me había revestido de justicia, y ella me cubría, mi rectitud era como un manto y un turbante. 15 Yo era ojos para el ciego y pies para el lisiado, 16 era un padre para los indigentes y examinaba a fondo el caso del desconocido. 17 Rompía las mandíbulas del injusto y le hacía soltar la presa de sus dientes. 18 Entonces pensaba: «Moriré en mi nido, multiplicaré mis días como el ave fénix 19 Mi raíz se extenderá hacia el agua y el rocío se posará en mi ramaje. 20 Mi gloria será siempre nueva en mí y el arco rejuvenecerá en mi mano».

2° Lectura. Josué 18-19

Capítulo 18
La distribución del territorio en Silo
Toda la comunidad de los israelitas se reunió en Silo, y allí fue instalada la Carpa del Encuentro. El país ya estaba sometido a los israelitas, 2 pero todavía quedaban siete tribus a las que no se les había repartido su herencia. 3 Entonces Josué dijo a los israelitas: «¿Hasta cuándo van a demorar en ir a tomar posesión del país que les dio en herencia el Señor, el Dios de sus padres? 4 Designen a tres hombres por cada tribu, y yo los enviaré a recorrer el país. Ellos harán su descripción para que pueda ser repartido, y después regresarán. 5 Dividirán el territorio en siete partes, Judá se quedará en su territorio, al sur, y la casa de José en el suyo, al norte. 6 Y cuando ustedes hayan hecho la descripción del país, dividiéndolo en siete partes, me la traerán para que yo la sortee aquí, en la presencia del Señor, nuestro Dios. 7 Porque los levitas no tendrán ninguna parte en medio de ustedes, ya que el sacerdocio del Señor es su herencia; y Gad, Rubén y la mitad de la tribu de Manasés ya han recibido en el lado oriental del Jordán, la herencia que les asignó Moisés, el servidor del Señor. 8 Cuando los hombres que iban a hacer la descripción del país se disponían a partir, Josué les dio esta orden: «Vayan a recorrer el país, descríbanlo, y luego regresen. Después yo lo sortearé entre ustedes delante del Señor, aquí mismo, en Silo». 9 Los hombres partieron, recorrieron el país y registraron por escrito las ciudades, dividiéndolas en siete grupos. Después regresaron al campamento de Silo, donde estaba Josué. 10 Allí Josué echó las suertes entre los israelitas, delante del Señor, y repartió el territorio a cada una de las tribus de Israel. La tribu de Benjamín 11 Se extrajo la suerte correspondiente a los clanes de la tribu de Benjamín, y a ellos les tocó el territorio comprendido entre el de los hijos de Judá y el de los hijos de José. 12 Por el lado septentrional, el límite partía del Jordán y subía por la pendiente norte de Jericó; luego subía por la montaña hacia el oeste, para terminar en el desierto de Bet Aven. 13 De allí el límite pasaba a Luz, hacia la pendiente meridional de Luz –o sea, Betel– y después descendía hasta Atarot Adar, sobre el monte que está al sur de Bet Jorón de Abajo. 14 Luego el límite daba vuelta, girando por el lado oeste, hacia el sur, y saliendo de la montaña que se encuentra frente a Bet Jorón, al sur, iba a terminar en Quiriat Baal –o sea en Quiriat Iearím– ciudad que pertenece a los hijos de Judá. Este era el límite occidental. 15 Por el lado meridional, el límite partía del extremo de Quiriat Iearím, seguía hacia Gasín y salía cerca de las aguas de la fuente de Neftóaj. 16 Luego bajaba hasta el extremo del monte que está frente al valle de Ben Hinnóm, al norte del valle de los Refaím; seguía bajando por el valle de Hinnóm, al sur del flanco de los jebuseos, y descendía hasta En Roguel. 17 Desde allí doblaba hacia el norte y llegaba a En Semes; luego se dirigía hacia Guelilot, que está frente a la subida de Adumím, y bajaba en el Peñasco de Boján, el rubenita. 18 Después pasaba por la pendiente que hay frente a Bet Arabá; al norte, y bajaba hasta la Arabá; 19 seguía por la pendiente de Bet Joglá, hacia el norte, y terminaba en la parte septentrional del mar de la Sal, en el extremo sur del Jordán. Esta era la frontera sur. 20 Por el este, el límite estaba formado por el Jordán. Esta fue la herencia de los clanes de Benjamín, con los límites que la rodean. Las ciudades de Benjamín 21 Las ciudades asignadas a los clanes de la tribu de Benjamín fueron las siguientes: Jericó, Bet Joglá, Emec Quesís, 22 Bet Ha Arabá, Semaraim, Betel, 23 Avím, Pará, Ofrá, 24 Quefar Ha Amoni, Ofní, Gueba: en total, doce ciudades con sus poblados. 25 Además, Gabaón, Ramá, Beerot, 26 Mispé, Quefirá, Mosá, 27 Réquem, Irpeel, Taralá, 28 Selá, Elef, Jerusalén –la ciudad jebusea– Guibeá y Quiriat: en total, catorce ciudades con sus poblados. Esta fue la herencia que recibieron los clanes de la tribu de Benjamín.

Capítulo 19
La tribu de Simeón

La segunda suerte le tocó a Simeón, o sea, a la tribu de los hijos de Simeón con sus clanes. La herencia que se les asignó estaba en medio del territorio de los hijos de Judá. 2 Ellos recibieron como herencia: Berseba, Semá, Moladá, 3 Jasar Sual, Balá Esem, 4 Eltolad, Betul, Jormá, 5 Siquelag, Bet Ha Marcabot, Jasar Susá, 6 Bet Lebaot y Serujén: en total trece ciudades con sus poblados. 7 Además, Ayín, Rimón, Eter y Asán: en total, cuatro ciudades con sus poblados. 8 También recibieron todos los poblados de los alrededores de estas ciudades, hasta Baalat Beer y Ramat Négueb. Esta era la herencia de los hijos de Simeón con sus clanes, 9 la que se tomó de la porción de territorio asignada a los hijos de Judá, porque la parte de estos últimos era demasiado grande. Así los hijos de Simeón recibieron su herencia en medio de los hijos de Judá. La tribu de Zabulón 10 La tercera suerte le tocó a los hijos de Zabulón con sus clanes. El límite de su herencia se extendía hasta Sarid; 11 después subía al oeste, hacia Maaralá, y llegaba hasta Dabéset y hasta el torrente que está frente a Iocneam. 12 Partiendo nuevamente de Sarid, el límite iba al este, hacia el levante, hasta llegar a Quislot Tabor; luego llegaba a Daberat y subía a Iafia. 13 Desde allí, yendo hacia el este, pasaba a Guita Jéfer, y a Itá Casín; después llegaba a Rimón y doblaba hacia Neá. 14 En seguida el límite doblaba hacia el norte, hacia Janatón, para ir a terminar en el valle de Iftajel. 15 Su territorio incluía, además, Catat, Nahalal, Simeón, Idalá y Belén: en total doce ciudades con sus poblados. 16 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Zabulón: las ciudades y sus poblados. La tribu de Isacar 17 la cuarta suerte le tocó a Isacar, o sea, a los hijos de Isacar con sus clanes. 18 En su territorio estaba Izreel, Ha Quesulot, Suném, 19 Jafaraim, Sión, Anajarat, 20 Rabit, Quisión, Ebes, 21 Rémet, En Gamín, En Jadá y Bet Pasés. 22 El límite tocaba el Tabor, Sajasím, Bet Semes y terminaba en el Jordán: en total, dieciséis ciudades con sus poblados. 23 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Isacar: las ciudades y sus poblados. La tribu de Aser 24 La quinta suerte le tocó a la tribu de los hijos de Aser con sus clanes. 25 Su territorio comprendía: Jelcat, Jalí, Beten, Acsaf, 26 Alamélec, Amad y Misal, y hacia el oeste la frontera tocaba el Carmelo y Sijor Libnat. 27 Luego daba vuelta hacia el oriente, hasta Bet Dagón, y remontando hacia el norte, tocaba Zabulón y el valle de Iftajel. Después continuaba hasta Bet Emec y Neiel, e iba a terminar en Cabul. Al norte, el territorio comprendía 28 Abdón, Rejob, Jammón y Caná, hasta Sidón, la Grande. 29 Luego el límite daba vuelta hacia Ramá, hasta la fortaleza de Tiro. De allí doblaba hasta Josá, y terminaba en el mar. El territorio incluía, además, Majaleb, Aczib, 30 Acó, Afec y Rejob; en total, veintidós ciudades con sus poblados. 31 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Aser: las ciudades y sus poblados. La tribu de Neftalí 32 La sexta suerte le tocó a los clanes de la tribu de Neftalí. 33 Su frontera partía de Jélef y de Elón Besaananím, y pasando por Adamí Ha Néqueb y Iabnel, hasta Lacúm, terminaba en el Jordán. 34 Hacia el oeste, el límite doblaba hasta Aznot Tabor; de allí llegaba a Jucoc, y tocaba Zabulón por el sur, Aser por el oeste y el Jordán por el este. 35 Las ciudades fortificadas eran las siguientes: Siddím, Ser, Jamat, Racat, Genesaret, 36 Adamá, Ramá, Jasor, 37 Quedes, Edrei, En Jasor, 38 Irón, Migdal El, Jorém, Bet Anat, Bet Semes: en total, diecinueve ciudades con sus poblados. 39 Esta fue la herencia asignada a los clanes de los hijos de Neftalí: las ciudades y sus poblados. La tribu de Dan 40 La séptima suerte le tocó a los clanes de la tribu de Dan. 41 El territorio de su herencia comprendía Sorá, Estaol, Ir Semes, 42 Salbím, Aialón, Itlá, 43 Elón, Timná, Ecrón, 44 Eltequé, Guibetón, Baalat, 45 Iehud, Bené Berac, Gat Rimón, 46 Me Ha Iarcón y Racón, con el territorio que está enfrente de Jope. 47 Pero aquel territorio resultaba demasiado estrecho para los hijos de Dan, y por eso subieron a atacar a Lesem. La tomaron y la pasaron al filo de la espada; y una vez que la ocuparon, se establecieron en ella, llamándola Dan, por el nombre de su padre. 48 Esta fue la herencia de los clanes de la tribu de Dan: las ciudades y sus poblados. La propiedad hereditaria de Josué 49 Cuando los israelitas terminaron de repartirse el territorio y de marcar sus límites, dieron una herencia en medio de ellos a Josué, hijo de Nun. 50 Como el Señor lo había ordenado, le asignaron la ciudad que él pidió, es decir, Timnat Séraj en la montaña de Efraím. El la reedificó y se estableció en ella. 51 Estas son las posesiones que el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun y los jefes de familia de las tribus israelitas distribuyeron mediante un sorteo en Silo, en la presencia del Señor, a la entrada de la Carpa del Encuentro. Así se puso término a la repartición del país.

1° Lectura. Hechos 13:1-25

Capítulo 13
En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. 2 Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: «Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado». 3 Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. 4 Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. 5 Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos. 6 Recorrieron toda la isla y llegaron hasta Pafos, donde encontraron a un mago judío llamado Barjesús, que se hacía pasar por profeta 7 y estaba vinculado al procónsul Sergio Pablo, hombre de gran prudencia. Este hizo llamar a Bernabé y a Saulo, porque deseaba escuchar la Palabra de Dios. 8 Pero los discípulos chocaron con la oposición de Barjesús –llamado Elimas, que significa mago– el cual quería impedir que el procónsul abrazara la fe. 9 Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en él, 10 y le dijo: «Hombre falso y lleno de maldad, hijo del demonio, enemigo de la justicia, ¿cuándo dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? 11 Ahora la mano del Señor va a caer sobre ti: quedarás ciego y privado por un tiempo de la luz del sol». En ese mismo momento, se vio envuelto en oscuridad y tinieblas, y andaba a tientas buscando a alguien que le tendiera la mano. 12 Al ver lo que había sucedido, el procónsul, profundamente impresionado por la doctrina del Señor, abrazó la fe. 13 Desde Pafos, donde se embarcaron, Pablo y sus compañeros llegaron a Perge de Panfilia. Juan se separó y volvió a Jerusalén, 14 pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron. 15 Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: «Hermanos, si tienen que dirigir al pueblo alguna exhortación, pueden hablar». 16 Entonces Pablo se levantó y, pidiendo silencio con un gesto, dijo: «Escúchenme, israelitas y todos los que temen a Dios. 17 El Dios de Este Pueblo, el Dios de Israel, eligió a nuestros padres y los convirtió en un gran Pueblo, cuando todavía vivían como extranjeros en Egipto. Luego, con el poder de su brazo, los hizo salir de allí 18 y los cuidó durante cuarenta años en el desierto. 19 Después, en el país de Canaán, destruyó a siete naciones y les dio en posesión sus tierras, 20 al cabo de unos cuatrocientos cincuenta años. A continuación, les dio Jueces hasta el profeta Samuel. 21 Pero ellos pidieron un rey y Dios les dio a Saúl, hijo de Quis, de la tribu de Benjamín, por espacio de cuarenta años. 22 Y cuando Dios desechó a Saúl, les suscitó como rey a David, de quien dio este testimonio: He encontrado en David, el hijo de Jesé, a un hombre conforme a mi corazón que cumplirá siempre mi voluntad. 23 De la descendencia de David, como lo había prometido, Dios hizo surgir para Israel un Salvador, que es Jesús. 24 Como preparación a su venida, Juan había predicado un bautismo de penitencia a todo el pueblo de Israel. 25 Y al final de su carrera, Juan decía: «Yo no soy el que ustedes creen, pero sepan que después de mí viene aquel a quien yo no soy digno de desatar las sandalias».