miércoles, 16 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 4:37-61

Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión. 38 Cuando vieron el Santuario desolado, el altar profanado, las puertas completamente quemadas, las malezas crecidas en los atrios como en un bosque o en la montaña, y las salas destruidas, 39 rasgaron sus vestiduras, hicieron un gran duelo, se cubrieron la cabeza con ceniza 40 y cayeron con el rostro en tierra. Luego, a una señal dada por las trompetas, alzaron sus gritos al cielo. 41 Judas ordenó a unos hombres que combatieran a los que estaban en la Ciudadela hasta terminar la purificación del Santuario. 42 Después eligió sacerdotes irreprochables, fieles a la Ley, 43 que purificaron el Santuario y llevaron las piedras contaminadas a un lugar impuro. 44 Luego deliberaron sobre lo que debía hacerse con el altar de los holocaustos que había sido profanado. 45 Tuvieron la feliz idea de demolerlo para que no fuera un motivo de oprobio, ya que los paganos lo habían contaminado. Lo demolieron, 46 y depositaron sus piedras sobre la montaña del Templo, en un lugar conveniente, hasta que surgiera un profeta y resolviera lo que había que hacer con ellas. 47 Después recogieron piedras sin tallar, como lo prescribe la Ley, y erigieron un nuevo altar, igual que el anterior. 48 También repararon el Santuario y el interior del Templo, y consagraron los atrios. 49 Hicieron nuevos objetos sagrados y colocaron dentro del Templo el candelabro, el altar de los perfumes y la mesa. 50 Quemaron incienso sobre el altar, y encendieron las lámparas del candelabro que comenzaron a brillar en el Templo. 51 Además, pusieron los panes sobre la mesa, colgaron las cortinas y concluyeron la obra que habían emprendido. 52 El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba 53 y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido. 54 Este fue dedicado con cantos, cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en que los paganos lo habían profanado. 55 Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria. 56 Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias. 57 Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas. 58 En todo el pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido por los paganos. 59 Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar. 60 En aquel tiempo, levantaron alrededor del monte Sión altas murallas y torres poderosas, para que los extranjeros no vinieran otra vez y lo pisotearan como lo habían hecho antes. 61 Además, Judas puso en él una guarnición para que lo defendiera, y fortificó a Betsur, a fin de que el pueblo tuviera una fortaleza frente a Idumea.

3° Lectura. Job 16

Capítulo 16
Job respondió, diciendo: 2 Ya escuché muchos discursos semejantes ¡tristes consoladores son todos ustedes! 3 ¿Terminarán de una vez las palabras en el aire? ¿Qué es lo que te incita a replicar así? 4 También yo hablaría como ustedes, si ustedes estuvieran en mi lugar. Los ensordecería con palabras y les haría gestos de conmiseración. 5 Los reconfortaría con mi boca y mis labios no dejarían de moverse. 6 Pero si hablo, no se alivia mi dolor; si me callo, tampoco se aparta de mí. 7 Porque ahora, él me ha extenuado y desolado, todos sus temores 8 me tienen acorralado; se levanta contra mí con testigo, mi debilidad me acusa en mi propia cara. 9 Su ira me desgarra y me hostiga, él rechina sus dientes contra mí. Mi adversario me atraviesa con la mirada; 10 ellos abrieron sus fauces contra mí. me golpearon con desprecio las mejillas, se confabularon todos contra mí. 11 Dios me entrega al poder del injusto, me arroja en manos de los malvados. 12 Yo estaba tranquilo y él me destrozó, me tomó por el cuello y me hizo pedazos. Me puso como blanco ante él, 13 sus flechas vuelan a mi alrededor. Traspasa mis riñones sin piedad y derrama por tierra mi hiel. 14 Abre en mí una brecha tras otra, arremete contra mí como un guerrero. 15 Llevo cosido un cilicio a mi piel, tengo hundida la frente en el polvo. 16 Mi rostro está enrojecido por el llanto y la oscuridad envuelve mis pupilas. 17 Sin embargo, no hay violencia en mis manos y mi plegaria es pura. 18 ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no haya un lugar de descanso para mi clamor! 19 Aún ahora, mi testigo está en el cielo y mi garante, en las alturas. 20 Mis amigos se burlan de mí, mientras mis ojos derraman lágrimas ante Dios. 21 ¡Que él sea árbitro entre un hombre y Dios, como entre un hombre y su prójimo! 22 Porque mis años están contados y voy a emprender el camino sin retorno.

2° Lectura. Deuteronomio 25-27

Capítulo 25
Si entre dos hombres se produce un litigio y ellos acuden a la justicia, se los juzgará, y se absolverá al inocente y se condenará al culpable. 2 Si este último merece ser apaleado, el juez lo obligará a tenderse en el suelo y lo hará castigar en su presencia, con un número de golpes proporcionados a su culpa. 3 Podrá infligirle hasta cuarenta golpes, pero no más, no sea que castigándolo más de la cuenta, el castigo resulte excesivo y tu hermano quede envilecido a tus ojos. 4 No pondrás bozal al buey que trilla. Obligaciones matrimoniales de los cuñados 5 Si varios hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no se casará con un extraño. El hermano del difunto se unirá con ella y cumplirá con su deber de cuñado. 6 El primogénito que de ella nazca perpetuará el nombre del hermano difunto, y así su nombre no se borrará de Israel. 7 Pero si el cuñado se niega a tomarla por esposa, ella subirá a la puerta de la ciudad donde están los ancianos, y dirá: «Mi cuñado se niega a perpetuar en Israel el nombre de su hermano; y no está dispuesto a cumplir en mi favor sus deberes de cuñado». 8 Entonces los ancianos de su ciudad llamarán a ese hombre y le pedirán una explicación. Si él persiste en su negativa, diciendo: «No quiero casarme con ella», 9 su cuñada se acercará a él en presencia de los ancianos, le quitará la sandalia del pie, lo escupirá en la cara y le dirá: «Así se debe obrar con el hombre que no edifica la casa de su hermano». 10 Y en adelante, se lo apodará en Israel: «Casa del descalzo». El pudor en las peleas 11 Si unos hombres se pelean, y la mujer de uno de ellos, para librar a su marido de los golpes del otro, extiende la mano y lo toma por las partes genitales, 12 deberás cortarle la mano sin tenerle compasión. Deberes de justicia 13 No tendrás en tu bolsa dos pesas, una liviana y otra pesada. 14 No tendrás en tu casa dos medidas, una grande y otra pequeña. 15 Deberás tener una pesa exacta y justa, y también una medida exacta y justa, para gozar de una larga vida en el suelo que El Señor, tu Dios, te da. 16 Porque él considera abominable a que procede de esa manera, a cualquiera que comete una injusticia. El castigo de Amalec 17 Recuerda lo que te hizo Amalec cuando ustedes iban por el camino, después que salieron de Egipto: 18 cómo te salió el paso y atacó por la espalda a todos los que se habían quedado a la retaguardia, agotados por el cansancio. Entonces tú estabas fatigado y sin fuerzas, pero él no tuvo temor de Dios. 19 Por eso, cuando el Señor, tu Dios, te libre definitivamente de todos los enemigos que están a tu alrededor, en la tierra que él te dará en herencia, borrarás de todas partes el recuerdo de Amalec. ¡No lo olvides!


Capítulo 26

La entrega de las primicias
Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en herencia, cuando tomes posesión de ella y te establezcas allí, 2 recogerás las primicias de todos los frutos que extraigas de la tierra que te da el Señor, tu Dios, las pondrás en una canasta, y las llevarás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, para constituirlo morada de su Nombre. 3 Entonces te presentarás al sacerdote que esté en funciones en aquellos días, y le dirás: «Yo declaro hoy ante el Señor, tu Dios, que he llegado a la tierra que él nos dio, porque así lo había jurado a nuestros padres». 4 El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la depositará ante el altar, 5 y tú pronunciarás estas palabras en presencia del Señor, tu Dios. «Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. 6 Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. 7 Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria. nuestro cansancio y nuestra opresión. 8 y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios. 9 El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra que mana leche y miel. 













10 Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me diste». Tú depositarás las primicias ante el Señor, tu Dios, y te postrarás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante de él. 11 Luego te regocijarás por todos los bienes que él te concede, a ti y a tu casa, y también se alegrarán el levita y el extranjero que viven contigo. Prescripciones sobre el diezmo trienal 12 El tercer año, el año del diezmo, cuando tomes la décima parte de tus cosechas y se la des al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, a fin de que ellos puedan comer en tus ciudades hasta saciarse. 13 dirás en presencia del Señor, tu Dios: «Yo saqué de mi casa lo que debía ser consagrado, y se lo di al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme al mandamiento que tú me diste, sin quebrantar ni olvidar ninguno de tus preceptos. 14 No comí nada de eso estando de duelo, no consumí nada en estado de impureza, ni lo ofrecí como alimento a un muerto. Obedecí la voz del Señor, mi Dios, y obre en todo según lo que tú me ordenaste. 15 Inclínate desde tu santa morada, desde lo alto del cielo, y bendice a tu pueblo Israel y a la tierra que nos diste –esa tierra que mana leche y miel– como lo habías jurado a nuestros padres». Israel, Pueblo de Dios 

 16 Hoy el Señor, tu Dios, te ordena practicar estos preceptos y estas leyes. Obsérvalas y practícalas y estas leyes. Obsérvalas y practícalas con todo tu corazón y con toda tu alma. 17 Hoy tú le has hecho declarar al Señor que él será tu Dios, y que tú, por tu parte, seguirás sus caminos, observarás sus preceptos, sus mandamientos y sus leyes, y escucharás su voz. 18 Y el Señor hoy te ha hecho declarar que tú serás el pueblo de su propiedad exclusiva, como él te lo ha prometido, y que tú observarás todos sus mandamientos; 19 que te hará superior –en estima, en renombre y en gloria– a todas las naciones que hizo; y que serás un pueblo consagrado al Señor, como él te lo ha prometido.


Capítulo 27
Promulgación pública de la Ley
Moisés y los ancianos de Israel dieron esta orden al pueblo: Observa integramente el mandamiento que hoy les prescribo. 2 El día en que crucen el Jordán para ir a la tierra que el Señor, tu Dios, te da, erigirás unas piedras, bien grandes, las blanquearás con cal, 3 y escribirás en ellas todas las palabras de esta Ley. Harás esto cuando cruces el Jordán para entrar en el país que te da el Señor, tu Dios –esa tierra que mana leche y miel– como el Señor, el Dios de tus padres te lo ha prometido. 4 Después de cruzar el Jordán, pondrán esas piedras en el monte Ebal, según instrucciones que hoy les doy, y las blanquearán con cal. 5 Allí erguirás también un altar de piedra en honor del Señor, tu Dios. No usarás ningún instrumento de hierro para trabajar las piedras, 6 porque el altar del Señor deberá estar construido con piedras intactas. Ofrecerás en él holocaustos al Señor, tu Dios, 7 e inmolarás sacrificios de comunión. Allí comerás y te alegrarás en la presencia del Señor, tu Dios, 8 y escribirás en las piedras, con rasgos bien claros, todas las palabras de esta Ley. 9 Después, Moisés y los sacerdotes levitas se dirigieron a todo Israel en estos términos: «Calla, Israel, y escucha. Hoy te has convertido en el pueblo del Señor, tu Dios. 10 Escucha la voz del Señor, tu Dios, y practica los mandamientos y las leyes que hoy te prescribo». 11 Aquel día, Moisés dio esta orden al pueblo: 12 Después de cruzar el Jordán, las tribus de Simeón, Leví y Judá, Isacar, José y Benjamín, estarán en el monte Garizim, para proclamar la bendición al pueblo; 13 y las tribus de Rubén, Gad y Aser, Zabulón, Dan y Neftalí estarán en el monte Ebal, para proclamar la maldición. Las doce maldiciones 14 Los levitas tomarán la palabra y dirán en alta voz a todos los hombres de Israel: 15 Maldito sea el hombre que hace un ídolo tallado o de metal fundido –abominación para el Señor, obra de un artesano– y lo guarda en un lugar oculto. Y todo el pueblo responderá: Amén. 16 Maldito sea el que menosprecia a su padre o a su madre. Y todo el pueblo responderá: Amén. 17 Maldito sea el que desplaza los límites de la propiedad de su vecino. Y todo el pueblo responderá: Amén. 18 Maldito sea el que aparta a un ciego del camino. Y todo el pueblo responderá: Amén. 19 Maldito sea el que conculca el derecho del extranjero, del huérfano o de la viuda. Y todo el pueblo responderá. Amén. 20 Maldito sea el que se acuesta con la mujer de su padre, porque de esa manera descubre el borde de la manta de su padre. Y todo el pueblo responderá: Amén. 21 Maldito sea el que se acuesta con un animal. Y todo el pueblo responderá: Amén. 22 Maldito sea el que se acuesta con su hermana, la hija de su padre o de su madre. Y todo el pueblo responderá: Amén. Maldito sea el que se acuesta con su suegra. Y todo el pueblo responderá: Amén. 23 Maldito sea el que mata ocultamente a su prójimo. Y todo el pueblo responderá: Amén. 24 Maldito sea el que mata ocultamente a su prójimo. Y todo el pueblo responderá: Amén. 25 Maldito sea el que se deja sobornar para quitar la vida a un inocente: Y todo el pueblo responderá: Amén. 26 Maldito sea el que no respeta ni cumple las palabras de esta Ley. Y todo el pueblo responderá: Amén.

1° Lectura. Hechos 5:17-42

Intervino entonces el Sumo Sacerdote con todos sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia, 18 hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública. 19 Pero durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo: 20 «Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida». 21 Los Apóstoles, obedecieron la orden, entraron al Templo en las primeras horas del día, y se pusieron a enseñar. Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y sus partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de Israel, y mandaron a buscarlos a la cárcel. 22 Cuando llegaron los guardias a la prisión, no los encontraron. Entonces volvieron y dijeron: 23 «Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro». 24 Al oír esto, el jefe del Templo y los sumos sacerdotes quedaron perplejos y no podían explicarse qué había sucedido. 25 En ese momento llegó uno, diciendo: «Los hombres que ustedes arrestaron, están en el Templo y enseñan al pueblo». 26 El jefe de la guardia salió con sus hombres y trajeron a los Apóstoles, pero sin violencia, por temor a ser apedreados por el pueblo. 27 Los hicieron comparecer ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo: 28 «Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!».

 29 Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. 30 El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo. 31 A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados. 32 Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen». 33 Al oír estas palabras, ellos se enfurecieron y querían matarlos. 34 Pero un fariseo, llamado Gamaliel, que era doctor de la Ley, respetado por todo el pueblo, se levantó en medio del Sanedrín. Después de hacer salir por un momento a los Apóstoles, 35 dijo a los del Sanedrín: «Israelitas, cuídense bien de lo que van a hacer con esos hombres. 36 Hace poco apareció Teudas, que pretendía ser un personaje, y lo siguieron unos cuatrocientos hombres; sin embargo, lo mataron, sus partidarios se dispersaron, y ya no queda nada. 37 Después de él, en la época del censo, apareció Judas de Galilea, que también arrastró mucha gente: igualmente murió, y todos sus partidarios se dispersaron. 38 Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo, 39 pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios». Los del Sanedrín siguieron su consejo: 40 llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron. 41 Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús. 42 Y todos los días, tanto en el Templo como en las casas, no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús.