El sucesor de Matatías fue su hijo Judas, llamado Macabeo.
2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel.
3 El extendió la gloria de su pueblo y se revistió de la coraza como un héroe; se ciñó sus armas de guerra y libró batallas, protegiendo al ejército con su espada.
4 Fue como un león por sus hazañas, como un cachorro que ruge ante su presa.
5 Persiguió implacablemente a los impíos y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo.
6 Los impíos se acobardaron ante él, temblaron todos los que hacían el mal, y gracias a él se logró la salvación.
7 Puso en aprieto a muchos reyes, alegó a Jacob con sus proezas, y su memoria será eternamente bendecida.
8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la ira de Dios.
9 Su fama llegó hasta los confines de la tierra, y congregó a los que estaban a punto de perecer.
10 Apolonio reunió muchos paganos y un numeroso contingente de Samaría para hacer la guerra contra Israel.
11 Al enterarse de esto, Judas salió a su encuentro, lo derrotó y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a al fuga.
12 Cuando recogieron el botín, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre combatió con ella.
13 Serón, el capitán del ejército de Siria, al saber que Judas había agrupado alrededor de él un contingente de hombres adictos y dispuestos a combatir,
14 pensó: «Voy a hacerme famoso y a cubrirme de gloria en todo el reino, atacando a Judas y a sus secuaces, que intentan despreciar la orden del rey».
15 Entonces reanudó la lucha y con él subió un poderoso ejército de impíos para ayudarlo a vengarse de los israelitas.
16 Cuando se acercó a la subida de Betjorón, Judas le salió al encuentro con unos pocos hombres.
17 Estos, al ver el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo, siendo tan pocos, podremos combatir con una multitud tan poderosa? Además, estamos extenuados porque hoy no hemos comido nada en todo el día».
18 Judas les respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos, y al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos.
19 Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo.
20 Ellos nos atacan, llenos de insolencia y de impiedad, para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos y para apoderarse de nuestros despojos.
21 Nosotros, en cambio, luchamos por nuestra vida y por nuestras costumbres.
22 El Cielo los aplastará delante de nosotros: ¡no les tengan miedo!».
23 Apenas terminó de hablar, se lanzó sorpresivamente sobre el enemigo, y Serón fue aplastado con todo su ejército.
24 Después lo persiguieron por la pendiente de Betjorón hasta la llanura: allí murieron unos ochocientos hombres, y los demás huyeron al país de los filisteos.
25 Así Judas y sus hermanos comenzaron a ser temidos, y el pánico se extendió por las naciones vecinas.
26 Su fama llegó a oídos del rey, y por todas partes se comentaban las batallas de Judas.
27 Al enterarse de esto, el rey Antíoco se enfureció y mandó reunir todas las fuerzas de su reino, un ejército poderosísimo.
|
jueves, 10 de abril de 2014
4° Lectura. 1° Macabeos 3:1-27
3° Lectura. Job 10
Mi alma está asqueada de la vida, quiero dar libre curso a mi queja, expresaré toda mi amargura.
2 Diré a Dios: «No me condenes, dame a conocer por qué me recriminas».
3 ¿Es un placer para ti oprimir, despreciar la obra de tus manos y favorecer el designio de los malvados?
4 ¿Acaso tienes ojos de carne? ¿Ves tú las cosas como las ven los hombres?
5 ¿Son tus días como los de un mortal y tus años como los días de un hombre,
6 para que estés al acecho de mi culpa y vayas en busca de mi pecado,
7 aún sabiendo que no soy culpable y que nadie puede librar de tu mano?
8 Tus manos me modelaron y me hicieron, y luego, cambiando de parecer, me destruyes.
9 Acuérdate que me hiciste de la arcilla y que me harás retornar al polvo.
10 ¿Acaso no me derramaste como leche y me cuajaste como el queso?
11 Me revestiste de piel y de carne y me tejiste con huesos y tendones.
12 Me diste la vida y me trataste con amor, y tu solicitud preservó mi aliento.
13 ¡Pero tú ocultabas alto en tu corazón, ahora comprendo lo que tenías pensado!
14 Si yo peco, tú me vigilas y no me absuelves de mi culpa.
15 Si soy culpable, ¡ay de mí! Si soy inocente, tampoco puedo alzar cabeza, saturado de ignominia, embriagado de aflicción.
16 Si me levanto, tú me cazas como un león y redoblas contra mi tu asombroso poder.
17 Suscitas contra mí nuevos testigos, acrecientas tu furor contra mí y me atacas con tropas de relevo.
18 ¿Por qué me sacaste del seno materno? Yo habría expirado sin que nadie me viera,
19 sería como si nunca hubiera existido, me habrían llevado del vientre a la tumba.
20 ¡Duran tan poco los días de mi vida! ¡Apártate de mí! Así podré sonreír un poco,
21 antes que me vaya, para no volver, a la región de las tinieblas y las sombras,
22 a la tierra de la oscuridad y el desorden, donde la misma claridad es tiniebla.
|
2° Lectura. Deuteronomio 13-14
1° Lectura. Hechos 2:1-13
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
2 De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
3 Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
4 Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
5 Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
6 Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
7 Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos?
8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?
9 Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor,
10 en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma,
11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios».
12 Unos a otros se decían con asombro: «¿Qué significa esto?».
13 Algunos, burlándose, comentaban: «Han tomado demasiado vino».
|
Suscribirse a:
Entradas (Atom)