jueves, 10 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 3:1-27

Capítulo 3
El sucesor de Matatías fue su hijo Judas, llamado Macabeo. 2 Todos sus hermanos y los que habían seguido a su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel. 3 El extendió la gloria de su pueblo y se revistió de la coraza como un héroe; se ciñó sus armas de guerra y libró batallas, protegiendo al ejército con su espada. 4 Fue como un león por sus hazañas, como un cachorro que ruge ante su presa. 5 Persiguió implacablemente a los impíos y entregó a las llamas a los perturbadores de su pueblo. 6 Los impíos se acobardaron ante él, temblaron todos los que hacían el mal, y gracias a él se logró la salvación. 7 Puso en aprieto a muchos reyes, alegó a Jacob con sus proezas, y su memoria será eternamente bendecida. 8 Recorrió las ciudades de Judá, exterminó de ellas a los impíos y apartó de Israel la ira de Dios. 9 Su fama llegó hasta los confines de la tierra, y congregó a los que estaban a punto de perecer. 10 Apolonio reunió muchos paganos y un numeroso contingente de Samaría para hacer la guerra contra Israel. 11 Al enterarse de esto, Judas salió a su encuentro, lo derrotó y lo mató. Muchos sucumbieron y los demás se dieron a al fuga. 12 Cuando recogieron el botín, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre combatió con ella. 13 Serón, el capitán del ejército de Siria, al saber que Judas había agrupado alrededor de él un contingente de hombres adictos y dispuestos a combatir, 14 pensó: «Voy a hacerme famoso y a cubrirme de gloria en todo el reino, atacando a Judas y a sus secuaces, que intentan despreciar la orden del rey». 15 Entonces reanudó la lucha y con él subió un poderoso ejército de impíos para ayudarlo a vengarse de los israelitas. 16 Cuando se acercó a la subida de Betjorón, Judas le salió al encuentro con unos pocos hombres. 17 Estos, al ver el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo, siendo tan pocos, podremos combatir con una multitud tan poderosa? Además, estamos extenuados porque hoy no hemos comido nada en todo el día». 18 Judas les respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos, y al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos. 19 Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo. 20 Ellos nos atacan, llenos de insolencia y de impiedad, para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos y para apoderarse de nuestros despojos. 21 Nosotros, en cambio, luchamos por nuestra vida y por nuestras costumbres. 22 El Cielo los aplastará delante de nosotros: ¡no les tengan miedo!». 23 Apenas terminó de hablar, se lanzó sorpresivamente sobre el enemigo, y Serón fue aplastado con todo su ejército. 24 Después lo persiguieron por la pendiente de Betjorón hasta la llanura: allí murieron unos ochocientos hombres, y los demás huyeron al país de los filisteos. 25 Así Judas y sus hermanos comenzaron a ser temidos, y el pánico se extendió por las naciones vecinas. 26 Su fama llegó a oídos del rey, y por todas partes se comentaban las batallas de Judas. 27 Al enterarse de esto, el rey Antíoco se enfureció y mandó reunir todas las fuerzas de su reino, un ejército poderosísimo.

3° Lectura. Job 10

Capítulo 10
Mi alma está asqueada de la vida, quiero dar libre curso a mi queja, expresaré toda mi amargura. 2 Diré a Dios: «No me condenes, dame a conocer por qué me recriminas». 3 ¿Es un placer para ti oprimir, despreciar la obra de tus manos y favorecer el designio de los malvados? 4 ¿Acaso tienes ojos de carne? ¿Ves tú las cosas como las ven los hombres? 5 ¿Son tus días como los de un mortal y tus años como los días de un hombre, 6 para que estés al acecho de mi culpa y vayas en busca de mi pecado, 7 aún sabiendo que no soy culpable y que nadie puede librar de tu mano? 8 Tus manos me modelaron y me hicieron, y luego, cambiando de parecer, me destruyes. 9 Acuérdate que me hiciste de la arcilla y que me harás retornar al polvo. 10 ¿Acaso no me derramaste como leche y me cuajaste como el queso? 11 Me revestiste de piel y de carne y me tejiste con huesos y tendones. 12 Me diste la vida y me trataste con amor, y tu solicitud preservó mi aliento. 13 ¡Pero tú ocultabas alto en tu corazón, ahora comprendo lo que tenías pensado! 14 Si yo peco, tú me vigilas y no me absuelves de mi culpa. 15 Si soy culpable, ¡ay de mí! Si soy inocente, tampoco puedo alzar cabeza, saturado de ignominia, embriagado de aflicción. 16 Si me levanto, tú me cazas como un león y redoblas contra mi tu asombroso poder. 17 Suscitas contra mí nuevos testigos, acrecientas tu furor contra mí y me atacas con tropas de relevo. 18 ¿Por qué me sacaste del seno materno? Yo habría expirado sin que nadie me viera, 19 sería como si nunca hubiera existido, me habrían llevado del vientre a la tumba. 20 ¡Duran tan poco los días de mi vida! ¡Apártate de mí! Así podré sonreír un poco, 21 antes que me vaya, para no volver, a la región de las tinieblas y las sombras, 22 a la tierra de la oscuridad y el desorden, donde la misma claridad es tiniebla.

2° Lectura. Deuteronomio 13-14

Capítulo 13
Castigo de los falsos profetas
Practiquen cuidadosamente todo lo que yo les ordeno, sin añadir ni quitar nada. 2 Si surge en medio de ustedes un profeta o un intérprete de sueños, que te propone un signo o un prodigio, 3 y te dice: «Vamos detrás de otros dioses –que tú no conoces– para rendirles culto», aunque se cumplan el signo o el prodigio, 4 no hagas caso de las palabras de ese profeta o de los sueños de ese visionario. Porque el Señor, su Dios, los pone a prueba para ver si ustedes lo aman realmente con todo su corazón y con toda su alma. 5 Sigan al Señor, su Dios. Témanlo y observen sus mandamientos, escuchen su voz, sírvanlo y sean fieles a él. 6 Y ese profeta o ese intérprete de sueños deberá ser castigado con la muerte, por haber incitado a la rebelión contra el Señor, tu Dios –el que te hizo salir de Egipto y te rescató de la esclavitud– para desviarte del camino por donde el te ordenó que fueras. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes. 

 Castigo de los que instigan a la idolatría 7 Si tu hermano –el hijo de tu padre o de tu madre– tu hijo o tu hija, la esposa que duerme en tus brazos, o tu amigo más íntimo, trata de seducirte en secreto, diciendo: «Vamos a servir a otros dioses», que ni tú ni tus padres conocieron 8 –los dioses de los pueblos próximos o lejanos que están a tu alrededor, de un extremo al otro de la tierra– 9 no cedas a sus instigaciones ni le hagas caso. Sé implacable con él, no lo perdones ni lo encubras. 10 Tendrás que hacerlo morir irremediablemente. que tu mano sea la primera en levantarse contra él para quitarle la vida. y que después todo el pueblo haga lo mismo. 11 Deberás apedrearlo hasta que muera, porque intento apartarte del Señor, tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 12 Todo Israel, cuando se entere, sentirá temor, y no volverá a cometerse esta infamia entre ustedes. 

 Castigo de las ciudades apóstatas 13 Si de una de las ciudades que te dio el Señor, tu Dios, para que vivas en ella, te llega esta noticia: 14 Gente despreciable de tu misma raza ha logrado seducir a los habitantes de su ciudad, diciendo» «Vamos a servir a otros dioses» –que tú no conociste– 15 investiga el caso, examinalo e infórmate debidamente. Y si es verdad que la cosa es así, que se ha cometido semejante abominación, 16 pasa sin compasión al filo de la espada a los habitantes de la ciudad, y conságrala al exterminio total con todo lo que hay en ella, incluido su ganado. 17 Reúne luego todos sus despojos en medio de la plaza, e incendia la ciudad con todos esos despojos, como un holocausto para el Señor, tu Dios. Ella se convertirá para siempre en un montón de ruinas y nunca más será reconstruida. 18 Y no retengas nada de lo que debe ser consagrado al exterminio. Así el Señor aplacará el ardor de su ira, se apiadará y tendrá misericordia de ti, y te multiplicará, como lo juró a tus padres, 19 con tal que tú escuches la voz del Señor, tu Dios. observando los mandamientos que hoy te prescribo y haciendo lo que es recto a los ojos del Señor, tu Dios.

Capítulo 14
Prohibición de una práctica pagana
Ustedes son hijos del Señor, su Dios. No se hagan incisiones ni se rapen el cabello sobre la frente en homenaje a un muerto. 2 Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios y él te eligió para que fueras su propio pueblo, prefiriéndote a todos los demás pueblos de la tierra. 

 Los animales puros e impuros 3 No comerán nada que sea abominable. 4 Ustedes podrán comer los siguientes animales: el buey, la oveja, la cabra, 5 el ciervo, la gacela, el venado, la cabra montés, el íbice, el antílope y la gamuza. 6 Podrán comer, asimismo, cualquier animal que tenga la pezuña partida –es decir, dividida en dos mitades– y que sea rumiante. 7 Pero se abstendrán de comer los animales que son solamente rumiantes y los que solamente tienen la pezuña partida por la mitad. No comerán camello, liebre ni damán, porque aunque son rumiantes, no tienen la pezuña partida. A estos animales deberán considerarlos impuros. 8 Tampoco comerán cerdo, porque aunque tiene la pezuña partida, no es rumiante. También a este deberán considerarlo impuro, y no podrán comer su carne ni tocar su cadáver. 9 De entre los animales que viven en el agua, les estará permitido comer todos aquellos que tengan aletas y escamas. 10 Pero no podrán comer los que o tengan aletas ni escamas: a éstos deberán considerarlos impuros. 11 Podrán comer todas las especies de aves puras. 12 Pero se abstendrán de comer las siguientes: el águila marina. 13 el milano, las diversas especies de halcón. 14 las diversas especies de cuervo: 15 el avestruz, la golondrina, la gaviota y las diversas especies de gavilán; 16 la lechuza, el búho, el ibis. 17 el pelícano, el buitre, el corvejón, 18 la cigüeña, las diversas especies de garza, la abubilla y el murciélago. 19 También deberán considerar impuros a todos los insectos con alas, 20 pero podrán comer cualquier clase de pájaros puros. 21 No comerán ningún animal muerto. Se lo darás al extranjero que resida en tu ciudad para que él lo coma, o se lo venderás al extranjero que va de paso. Porque tú eres un pueblo consagrado al Señor, tu Dios. No harás cocer un cabrito en la leche de su madre. 

 El diezmo anual 22 Cada año deberás separar la décima parte de todo lo que hayan producido tus sembrados. 23 y en la presencia del Señor, tu Dios, en el lugar que él elija para constituirlo morada de su Nombre, comerás del diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, y también los primogénitos de tu ganado mayor y menor. Así aprenderás a tener siempre al Señor, tu Dios. 24 Si el camino es demasiado largo para que puedas transportar el diezmo –porque el lugar que el Señor elija te queda muy lejos– cuando el te haya bendecido, 25 los cambiarás por dinero y luego irás a ese lugar, llevando contigo el dinero. 26 Allí podrás comprar con ese dinero todo lo que desees: ganado mayor o menor, vino o bebida fermentada, en una palabra, cualquier cosa que sea de tu agrado. Entonces comerás en la presencia del Señor, tu Dios, y te alegrarás junto con tu familia. 27 No olvides al levita que vive en tus ciudades, ya que él no tiene posesión ni herencia contigo. 

 El diezmo trienal 28 al cabo de tres años, deberás separar la décima parte de todo lo producido ese año, y lo depositarás en la puerta de tu ciudad. 29 Entonces vendrá a comer el levita, ya que él no tiene posesión ni herencia contigo; y lo mismo harán el extranjero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades, hasta quedar saciados. Así el Señor te bendecirá en todas tus empresas.

1° Lectura. Hechos 2:1-13

Capítulo 2
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. 2 De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. 3 Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. 4 Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. 5 Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. 6 Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. 7 Con gran admiración y estupor decían: «¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? 8 ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? 9 Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, 10 en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, 11 judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios». 12 Unos a otros se decían con asombro: «¿Qué significa esto?». 13 Algunos, burlándose, comentaban: «Han tomado demasiado vino».