viernes, 6 de junio de 2014

3° Lectura. Salmos 66

Capítulo 66
D
el maestro de coro. Canto. Salmo.
¡Aclame a Dios toda la tierra!
2 ¡Canten la gloria de su Nombre!
Tribútenle una alabanza gloriosa,
3 digan a Dios: «¡Qué admirables son tus obras!».
Por la inmensidad de tu poder,
tus enemigos te rinden pleitesía;
4 toda la tierra se postra ante ti,
y canta en tu honor, en honor de tu Nombre.
5 Vengan a ver las obras de Dios,
las cosas admirables que hizo por los hombres:
6 él convirtió el Mar en tierra firme,
a pie atravesaron el Río.
Por eso, alegrémonos en él,
7 que gobierna eternamente con su fuerza;
sus ojos vigilan a las naciones,
y los rebeldes no pueden sublevarse.
8 Bendigan, pueblos, a nuestro Dios,
hagan oír bien alto su alabanza:
9 él nos concedió la vida
y no dejó que vacilaran nuestros pies.
10 Porque tú nos probaste, oh Dios,
nos purificaste como se purifica la plata;
11 nos hiciste caer en una red,
cargaste un fardo sobre nuestras espaldas.
12 Dejaste que cabalgaran sobre nuestras cabezas,
pasamos por el fuego y por el agua,
¡hasta que al fin nos diste un respiro!
13 Yo vengo a tu Casa a ofrecerte holocaustos,
para cumplir los votos que te hice:
14 los votos que pronunciaron mis labios
y que mi boca prometió en el peligro.
15 Te ofreceré en holocausto animales cebados,
junto con el humo de los carneros;
te sacrificaré bueyes y cabras.
16 Los que temen a Dios, vengan a escuchar,
yo les contaré lo que hizo por mí:
17 apenas mi boca clamó hacia él,
mi lengua comenzó a alabarlo.
18 Si hubiera tenido malas intenciones,
el Señor no me habría escuchado;
19 pero Dios me escuchó
y atendió al clamor de mi plegaria.
20 Bendito sea Dios,
que no rechazó mi oración


ni apartó de mí su misericordia.

2° Lectura. 1° Samuel 21-22

Capítulo 21
La ejecución de siete descendientes de Saúl
En los tiempos de David, hubo hambre durante tres años consecutivos. David consultó al Señor, y el Señor le respondió: «Esto se debe a Saúl y a esa casa sanguinaria, porque él dio muerte a los gabaonitas». 2 Entonces David convocó a los gabaonitas y les habló. Ellos no pertenecían a Israel, sino que eran un resto de los amorreos, con quienes los israelitas se habían comprometido mediante un juramento. Sin embargo, Saúl había intentado eliminarlos, en su celo por Israel y Judá. 3 David preguntó a los gabaonitas: «¿Qué puedo hacer por ustedes y con qué podré expiar, para que ustedes bendigan la herencia del Señor?». 4 Los gabaonitas le dijeron: «No tenemos con Saúl y su familia ninguna queja por cuestiones de plata y oro, ni tenemos cuestiones con ningún otro hombre en Israel, para hacerlo morir». David respondió: «Haré por ustedes lo que me pidan». 5 Ellos dijeron al rey: «Aquel hombre trató de exterminarnos y proyectaba aniquilarnos, para que no subsistiéramos en todo el territorio de Israel. 6 Que nos entreguen a siete de sus descendientes y nosotros los colgaremos delante del Señor, en Gabaón, en la montaña del Señor». «Yo se los entregaré», respondió el rey. 7 El rey le perdonó la vida a Meribaal, hijo de Jonatán, a causa del juramento que David y Jonatán, hijo de Saúl, se habían hecho en nombre del Señor. 8 Pero tomó a Armoní y Meribaal, los dos hijos que Rispá, hija de Aiá, había tenido con Saúl, y los cinco hijos que Merab, hija de Saúl, había tenido con Adriel, hijo de Barzilai, el de Mejolá, 9 y se los entregó a los gabaonitas. Ellos los colgaron en la montaña, delante del Señor, y sucumbieron los siete al mismo tiempo. Fueron ejecutados en los primeros días de la cosecha, al comienzo de la recolección de la cebada. 10 Rispá, hija de Aiá, tomó una lona y la tendió para poder recostarse sobre la roca. Así estuvo desde el comienzo de la cosecha hasta que las lluvias cayeron del cielo sobre los cadáveres, espantando durante el día a las aves del cielo y durante la noche a las fieras del campo. 11 Cuando informaron a David de lo que hacía Rispá, hija de Aiá, la concubina de Saúl, 12 él fue a pedir los huesos de Saúl y los de su hijo Jonatán a los ciudadanos de Iabés de Galaad, que los habían retirado furtivamente de la explanada de Betsán, donde los habían suspendido los filisteos el día en que derrotaron a Saúl en Gelboé. 13 David se llevó de allí los huesos de Saúl y los de su hijo Jonatán, y también recogió los huesos de los que habían sido colgados. 14 Todos fueron sepultados en el país de Benjamín, en la tumba de Quis, el padre de Saúl. Y una vez que hicieron todo lo que el rey había ordenado, Dios se mostró propicio con el país. David salvado por Abisai 15 Los filisteos reanudaron la guerra contra Israel. Entonces, David bajó con sus servidores y presentaron batalla a los filisteos David estaba extenuado, 16 e Isbó Benob, uno de los descendientes de Rafá, cuya lanza pesaba trescientos siclos de bronce y que llevaba ceñida una espada nueva, amenazó con matar a David. 17 Pero Abisai, hijo de Seruiá, acudió en su auxilio y abatió el filisteo, dándole muerte. Los hombres de David lo conjuraron, diciendo: «Tú no irás más a combatir con nosotros, no sea que extingas la lámpara de Israel». Hazañas contra los filisteos 1 Crón. 20.4-8 18 Después hubo un combate contra los filisteos en Gob. Fue entonces cuando Sibecai, el jusatita, mató a Saf, que era uno de los descendientes de Rafá. 19 Luego hubo otro combate contra los filisteos en Gob. Eljanán, hijo de Jaír, el de Belén, mató a Goliat, de Gat. El asta de la lanza de Goliat era gruesa como el palo grande de un telar. 20 También hubo un combate en Gat. Allí había un hombre de enorme estatura, que tenía seis dedos en cada mano y seis en cada pie, veinticuatro en total. También él era descendiente de Rafá. 21 Y como desafiaba a Israel, lo mató Jonatán, hijo de Simeá, hermano de David 22 Estos cuatro eran descendientes de Rafá, en Gat, y fueron abatidos por la mano de David y de sus servidores.


Capítulo 22
Salmo de David
E1 David dirigió al Señor las palabras de este canto, cuando el Señor lo libró de todos sus enemigos y de la mano de Saúl. 2 El dijo: Yo te amo, Señor, mi fuerza 3 Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador, mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte, mi salvador, que me libras de la violencia. 4 Yo invoco al Señor, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos. 5 Las olas de la Muerte me envolvieron, me aterraron los torrentes devastadores, 6 me cercaron los lazos del Abismo, las redes de la Muerte llegaron hasta mí. 7 Pero en mi angustia invoqué al Señor, grité a mi Dios pidiendo auxilio, y él escuchó mi voz desde su Templo, mi grito llegó hasta sus oídos. 8 Entonces tembló y se tambaleó la tierra: vacilaron los fundamentos de las montañas, y se conmovieron a causa de su furor; 9 de su nariz se alzó una humareda, de su boca, un fuego abrasador, y arrojaba carbones encendidos. 10 El Señor inclinó el cielo, y descendió con un espeso nubarrón bajo sus pies; 11 montó en el Querubín y emprendió vuelo, planeando sobre las alas del viento. 12 Se envolvió en un manto de tinieblas; un oscuro aguacero y espesas nubes lo cubrían como un toldo; 13 las nubes se deshicieron en granizo y centellas al fulgor de su presencia. 14 El Señor tronaba desde el cielo, el Altísimo hacía oír su voz; 15 arrojó flechas y los dispersó, lanzó rayos y sembró la confusión. 16 Al proferir tus amenazas, Señor, al soplar el vendaval de tu ira, aparecieron los cauces del mar y quedaron a la vista los cimientos del mundo. 17 El tendió su mano desde lo alto y me tomó, me sacó de las aguas caudalosas; 18 me libró de mi enemigo poderoso, de adversarios más fuertes que yo. 19 Ellos me enfrentaron en un día nefasto, pero el Señor fue mi apoyo: 20 me sacó a un lugar espacioso, me libró, porque me ama. 21 El Señor me recompensó de mis manos: 22 porque seguí fielmente los caminos del Señor, y no me aparté de mi Dios, haciendo el mal; 23 porque tengo presente todas sus decisiones y nunca me alejé de sus preceptos. 24 Tuve ante él una conducta irreprochable y me esforcé por no ofenderlo. 25 El Señor me premió, porque yo era justo y era inocente ante sus ojos. 26 Tú eres bondadoso con los buenos y eres íntegro con el hombre intachable; 27 eres sincero con los que son sinceros y te muestras astuto con los falsos. 28 Porque tú salvas al pueblo oprimido y humillas los ojos altaneros: 29 tú eres mi lámpara, Señor; Dios mío, tú iluminas mis tinieblas 30 Contigo puedo atacar a un tropel; con mi Dios, puedo asaltar una muralla. 31 El camino de Dios es perfecto, la promesa del Señor es digna de confianza. El Señor es un escudo para los que se refugian en él, 32 porque ¿Quién es Dios fuera del Señor? ¿y quién es la Roca fuera de nuestro Dios? 33 El es el Dios que me ciñe de valor y hace intachable mi camino; 34 el que me da la rapidez de un ciervo y me afianza en las alturas; 35 el que adiestra mis manos para la guerra y mis brazos para tender el arco de bronce. 36 Me entregaste tu escudo victorioso y tu mano derecha me sostuvo; me engrandeciste con tu triunfo, 37 me hiciste dar largos pasos, y no se doblaron mis tobillos. 38 Perseguí y alcancé a mis enemigos, no me volví hasta que fueron aniquilados; 39 los derroté y no pudieron rehacerse, quedaron abatidos bajo mis pies. 40 Tú me ceñiste de valor para la lucha, doblegaste ante mí a mis agresores; 41 pusiste en fuga a mis enemigos, y yo exterminé a mis adversarios. 42 Imploraron, pero nadie los salvó; gritaban al Señor, pero no les respondía. 43 Los deshice como polvo de la tierra, los pisé como el barro de las calles. 44 Tú me libraste de un ejército incontable y me pusiste al frente de naciones: pueblos extraños son mis vasallos. 45 Gente extranjera me rinde pleitesía; apenas me oyen nombrar, me prestan obediencia. 46 Los extranjeros palidecen ante mí y, temblando, abandonan sus refugios. 47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Glorificado sea Dios, la Roca de mi salvación, 48 el Dios que venga mis agravios y pone a los pueblos a mis pies! 49 Tú me liberas de mis enemigos, me haces triunfar de mis agresores y me libras del hombre violento. 50 Por eso te alabaré entre las naciones y cantaré, Señor, en honor de tu Nombre. 51 El concede grandes victorias a su rey y trata con fidelidad a su Ungido. a David y a su descendencia para siempre.




1° Lectura. Romanos 11:25-36


Hermanos, no quiero que ignoren este misterio, a fin de que no presuman de ustedes mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos. 26 Y entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: "De Sión vendrá el Libertador. El apartará la impiedad de Jacob. 27 Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados". 28 Ahora bien, en lo que se refiere a la Buena Noticia, ellos son enemigos de Dios, a causa de ustedes; pero desde el punto de vista de al elección divina, son amados en atención a sus padres. 29 Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. 30 En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia. 31 De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia. 32 Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos. 33 ¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos! 34 ¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero? 35 ¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido? 36 Porque todo viene de él, ha sido por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén.