jueves, 20 de marzo de 2014

3° Lectura Eclesiastés 7

 Más vale el buen nombre que un buen perfume y el día de la muerte, más que el del nacimiento.
2 Más vale ir a una casa donde hay duelo que asistir a un banquete, porque ese es el fin de todo hombre y allí reflexionan los vivientes.
3 Más vale la tristeza que la risa, porque el rostro serio ayuda a pensar.
4 El corazón del sabio está en la casa de duelo y el del necio, en el lugar de diversión.
5 Más vale escuchar el reproche de un sabio que oír el canto de los necios.
6 porque como el crepitar de las espinas bajo la olla, así es la risa de los necios. Y también esto es vanidad.
7 La opresión puede enloquecer a un sabio, y los regalos pierden el corazón.
8 Más vale el fin de una cosa que su comienzo y más vale ser paciente que pretender demasiado.
9 No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios.
10 No digas: «¿A qué se debe que el tiempo pasado fue mejor que el presente?». Porque no es la sabiduría la que te lleva a hacer esa pregunta.
11 La sabiduría vale tanto como una herencia y el provechosa para los que ven la luz del sol.
12 Porque estar a la sombra de la sabiduría es como estar a la sombra del dinero, y la ventaja de la ciencia es que la sabiduría hace vivir al que la posee.
13 Observa la obra de Dios: ¿quién puede enderezar lo que él torció?
14 Disfruta de los días felices y en los días adversos, reflexiona: Dios hizo que se sucedan unos a otros, de manera que el hombre no descubra nada de lo que vendrá después de él.
15 Yo he visto de todo en mis días vanos: hay justos que parecen a pesar de su justicia y malvados que sobreviven a pesar de su maldad.
16 No seas excesivamente justo ni quieras ser demasiado sabio: ¿para qué te vas a arruinar?
17 No seas demasiado malo ni te comportes como un necio: ¿para qué vas a morir antes de tiempo?
18 Lo mejor es procurar esto sin dejar de lado aquello: el que teme a Dios sabe unir las dos cosas.
19 La sabiduría hace más fuerte al sabio que diez magistrados de una ciudad.
20 No hay un hombre justo sobre la tierra que haga el bien sin pecar jamás.
21 Tampoco prestes atención a todo lo que se dice. no sea que escuches a tu servidor que te maldice.
22 Porque, además, tú sabes muy bien cuántas veces has maldecido a otros.
23 Yo experimenté todo esto con sabiduría, pensando: «Voy a ser sabio». Pero ella está fuera de mi alcance:
24 lo que existe es lejano y profundo, más profundo de lo que se puede vislumbrar.
25 Yo me dediqué con el mayor empeño a conocer, a explorar, y a buscar la sabiduría y la razón de las cosas y reconocí que la maldad es una insensatez, y la necedad, una locura.
26 Y yo encuentro más amarga que la muerte a la mujer, cuando ella misma es una trampa, su corazón, una red, y sus brazos, ataduras. Con el favor de Dios, uno puede librarse, pero el pecador se deja atrapar.
27 Mira: esto es lo que descubrí, dice Cohélet. tratando de razonar caso por caso.
28 Pero esto es lo que todavía busco, sin haberlo encontrado: He logrado encontrar a un hombre entre mil, pero entre todas las mujeres no hallé ni una sola.
29 En resumen, he descubierto lo siguiente: Dios hizo recto al hombre, pero ellos se buscan muchas complicaciones.

2° Lectura Número 9-10

Capítulo 9
Nuevas prescripciones sobre la Pascua

 En el primer mes del segundo año después de la salida de Egipto, el Señor dijo a Moisés en el desierto del Sinaí:
2 «Que los israelitas celebren la Pascua en el tiempo establecido.
3 La celebrarán el día catorce de este mes, a la hora del crepúsculo, en el tiempo establecido, ateniéndose estrictamente a las prescripciones del ritual».
4 Entonces Moisés mandó a los israelitas que celebraran la Pascua,
5 y el día catorce del primer mes, a la hora del crepúsculo, ellos la celebraron en el desierto del Sinaí. Los israelitas lo hicieron exactamente como el Señor lo había ordenado a Moisés.
6 Sin embargo, había algunas personas que se encontraban en estado de impureza a causa de un cadáver y no pudieron celebrar la Pascua ese día. Por eso se presentaron a Moisés y a Aarón aquel mismo día
7 y les dijeron: «Aunque somos impuros a causa de un cadáver, ¿por qué nos vamos a ver excluidos de presentar la ofrenda del Señor a su debido tiempo, como los demás israelitas?».
8 Moisés les respondió: «Quédense aquí, mientras yo voy a oír las instrucciones que me da el Señor respecto de ustedes».
9 Entonces el Señor dijo a Moisés:
10 Habla en estos términos a los israelitas: Si alguno de ustedes o alguno de sus descendientes cae en impureza a casa de un cadáver, o está de viaje en un lugar lejano, también podrá celebrar la Pascua del Señor.
11 Pero lo harán en el segundo mes, el día catorce, a la hora del crepúsculo. Comerán la víctima pascual con pan sin levadura y con hierbas amargas,
12 y no dejarán nada para la mañana siguiente. No le quebrarán ningún hueso y celebrarán la Pascua ateniéndose estrictamente al ritual.
13 Pero si una persona que es pura y no está de viaje, deja de celebrar la Pascua, será excluida de su pueblo, por no haber presentado la ofrenda del Señor en el tiempo establecido: ese hombre cargará con su pecado.
14 Y si algún extranjero reside entre ustedes podrá celebrar la Pascua del Señor; lo hará conforme a las prescripciones del ritual. Las mismas prescripciones valdrán para todos ustedes, sean extranjeros o nativos del país.
La nube
15 El día en que se erigió la Morada –la Carpa del Testimonio– la nube la cubrió, y desde el anochecer hasta la mañana estuvo sobre ella con aspecto de fuego.
16 Así sucedía siempre: la nube cubría la Morada y de noche tomaba el aspecto de fuego.
17 Siempre que la nube se alzaba por encima de la Morada, los israelitas levantaban el campamento, y en el lugar donde se detenía la nube, allí acampaban.
18 A una señal del Señor, levantaban el campamento; a otra señal del Señor, levantaban el campamento; a otra señal del Señor, acampaban, y permanecían acampados mientras la nube se quedaba detenida sobre la Morada.
19 Cuando la nube se detenía sobre la Morada varios días, los israelitas acataban la orden del Señor y no levantaban el campamento.
20 Cuando la nube estaba sobre la Morada unos pocos días, permanecían acampados de acuerdo con la señal del Señor; y a una nueva señal del Señor, levantaban el campamento.
21 Cuando la nube sólo se detenía desde el atardecer hasta la mañana, levantaban el campamento por la mañana, tan pronto como se alzaba la nube. De día o de noche, siempre que se alzaba la nube, levantaban el campamento.
22 Siempre que la nube estaba sobre la Morada –ya fueran dos días, un mes o un año– los israelitas permanecían acampados y no levantaban el campamento.
23 Pero a una señal del Señor, partían. Así acataban la orden del Señor, conforme a las instrucciones que él les había dado por medio de Moisés.


Capítulo 10
Las trompetas de plata
El Señor dijo a Moisés:
2 Manda hacer dos trompetas de plata, forjadas a martillo. Ellas te servirán para convocar a la comunidad y para movilizar las divisiones.
3 Cuando se hagan sonar las dos trompetas, toda la comunidad se reunirá delante de ti, a la entrada de la Carpa del Encuentro.
4 Pero si tocan una sola, se reunirán contigo los jefes, es decir, los capitanes de los regimientos de Israel.
5 Cuando ustedes den un toque de trompeta acompañado de una aclamación, se pondrán en movimiento las divisiones acampadas al este;
6 y al segundo toque de trompeta, realizado de la misma manera, lo harán las divisiones acampadas al sur. Así, el toque de trompetas acompañado de una aclamación, los hará avanzar,
7 mientras que para reunir a la comunidad se tocarán las trompetas sin proferir ninguna aclamación.
8 Las trompetas las tocarán los hijos de Aarón, los sacerdotes. Este será para ustedes y para sus descendientes un decreto irrevocable, a lo largo de las generaciones.
9 Cuando ustedes, en su propia tierra, tengan que combatir contra un enemigo que venga a atacarlos, deberán tocar las trompetas profiriendo aclamaciones, y el Señor, su Dios, se acordará de ustedes, y se verán libre de sus enemigos.
10 En las grandes ocasiones, en las fiestas días de luna nueva, tocarán las trompetas sobre sus holocaustos y sus sacrificios de comunión; y este será para ustedes un memorial delante de su Dios. Yo soy el Señor, su Dios.

Marcha de los israelitas desde el Sinaí hasta las estepas de Moab
El orden de la marcha

11 En el segundo año, el día veinte del segundo mes, la nube se alzó por encima de la Morada del Testimonio,
12 y los israelitas fueron avanzando por etapas desde el desierto del Sinaí, hasta que la nube se detuvo en el desierto de Parán.
13 Cuando se inició la marcha, según la orden que dio el Señor por medio de Moisés,
14 el primero en partir fue el estandarte de la división de Judá, distribuida por regimientos, Al frente de sus tropas iba Najsón, hijo de Aminadab;
15 al frente de las tropas de la tribu de Isacar iba Natanael, hijo de Suar;
16 y al frente de las tropas de la tribu de Zabulón iba Eliab, hijo de Jelón.
17 Una vez que se desarmó la Morada, avanzaron los gersonitas y los meraritas, que eran los encargados de transportarla.
18 Luego avanzó el estandarte de la división de Rubén, distribuida por regimientos. Al frente de sus tropas iba Elisur, hijo de Sedeur;
19 al frente de las tropas de la tribu de Simeón iba Selumiel, hijo de Surisadai;
20 y al frente de las tropas de la tribu de Gad iba Eliasaf, hijo de Deuel.
21 Los quehatitas, que llevaban los objetos sagrados, avanzaron después, a fin de que la Morada ya estuviera erigida antes de su llegada.
22 A continuación avanzó el estandarte de la división de Efraím, distribuida por regimientos. Al frente de sus tropas iba Elisamá, hijo de Amihud;
23 al frente de las tropas de la tribu de Manasés, iba Gamaliel, hijo de Padasur;
24 y al frente de las tropas de la tribu de Benjamín, iba Abidán, hijo de Gedeón.
25 Finalmente, a la retaguardia de todos los campamentos, avanzó el estandarte de la tribu de Dan, distribuida por regimientos. Al frente de sus tropas iba Ajiézer, hijo de Amisaddai;
26 al frente de la tribu de Aser, iba Peguiel, hijo de Ocrán;
27 y al frente de los descendientes de Neftalí, iba Ajirá, hijo de Enán.
28 Este era el orden en que avanzaban los israelitas, distribuidos por regimientos cuando emprendían la marcha.

La invitación de Moisés a Jobab

29 Moisés dijo a Jobab, que era hijo de su suegro Reuel, el madianita: «Nosotros vamos a emprender la marcha hacia el lugar que el Señor prometió darnos. Ven con nosotros, y seremos generosos contigo, porque el Señor prometió ser generoso con Israel».
30 El replicó: «No iré con ustedes, sino que regresaré a mi país natal».
31 «Por favor, no nos abandones, le insistió Moisés; tú sabes muy bien en qué lugar del desierto podemos acampar, y por eso nos servirás de guía.
32 Si vienes con nosotros, te haremos participar de los bienes que el Señor nos conceda».
La partida
33 Ellos partieron de la montaña del Señor y recorrieron un camino de tres días. Durante todos ese tiempo, el Arca de la Alianza del Señor avanzó al frente de ellos, para buscarles un lugar donde hacer un alto.
34 Desde que dejaron el campamento, la nube del Señor estaba sobre ellos durante el día.
35 Cuando el Arca se ponía en movimiento, Moisés exclamaba: ¡Levántate, Señor! ¡Que tus enemigos se dispersen y tus adversarios huyan delante de ti!
36 Y cuando se detenía, exclamaba: ¡Descansa, Señor, entre los diez mil millares de Israel!

1° Lectura. Mateo 19:1-15

 Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
2 Lo siguió una gran multitud y allí curó a los enfermos.
3 Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?».
4 El respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer;
5 y que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne"?
6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
7 Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?».
8 El les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era sí.
9 Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio».
10 Los discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse».
11 Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido.
12 En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!».
13 Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron,
14 pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos».
15 Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.