domingo, 8 de junio de 2014

3° Lectura. Salmos 68

Capítulo 68
D
el maestro de coro. De David. Salmo. Canto.
2 ¡Se alza Dios!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
3 Tú los disipas como se disipa el humo;
como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los impíos ante Dios.
4 Pero los justos se regocijan,
gritan de gozo delante de Dios
y se llenan de alegría.
5 ¡Canten a Dios,
entonen un himno a su Nombre!
¡Abranle paso al que cabalga sobre las nubes!
Su Nombre es «el Señor»:
¡griten de alegría en su presencia!
6 Dios en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
7 él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos,
mientras los rebeldes habitan en un lugar desolado.
8 Oh Dios, cuando saliste al frente de tu pueblo,
cuando avanzabas por el desierto,
9 tembló la tierra y el cielo dejó caer su lluvia,
delante de Dios –el del Sinaí–,
delante de Dios, el Dios de Israel.
10 Tú derramaste una lluvia generosa, Señor:
tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste;
11 allí es estableció tu familia,
y tú, Señor, la afianzarás
por tu bondad para con el pobre.
12 El Señor pronuncia una palabra
y una legión de mensajeros anuncia la noticia:
13 «Huyen los reyes, huyen con sus ejércitos,
y te repartes como botín los adornos de un palacio.
14 ¡No se queden recostados entre los rebaños!
Las alas de la Paloma están recubiertas de plata,
y su plumaje, de oro resplandeciente»
15 Cuando el Todopoderoso dispersó a los reyes,
caía la nieve sobre el Monte Umbrío.
16 ¡Montañas divinas, montañas de Basán,
montañas escarpadas, montañas de Basán!
17 ¿Por qué miran con envidia, montañas escarpadas,
a la Montaña que Dios prefirió como Morada?
¡Allí el Señor habitará para siempre!
18 Los carros de guerra de Dios
son dos miríadas de escuadrones relucientes;
¡el Señor está en medio de ellos,
el Sinaí está en el Santuario!
19 Subiste a la altura llevando cautivos,
recogiste dones entre los hombres
–incluso entre los rebeldes–
cuando te estableciste allí, Señor Dios.
20 ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
El carga con nosotros día tras día;
21 él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte.
22 Sí, Dios aplastará la cabeza de sus enemigos,
el cráneo de los que se obstinan en sus delitos.
23 Dice el Señor: «Los traeré de Basan,
los traeré desde los abismos del mar,
24 para que hundas tus pies en la sangre del enemigo
y la lengua de tus perros también tenga su parte».
25 Ya apareció tu cortejo, Señor,
el cortejo de mi Rey y mi Dios hacia el Santuario:
26 los cantores van al frente, los músicos, detrás;
las jóvenes, en medio, van tocando el tamboril.
27 ¡Bendigan al Señor en medio de la asamblea!
¡Bendigan al Señor desde la fuente de Israel!
28 Allí Benjamín, el más pequeño, abre la marcha
con los príncipes de Judá, vestidos de brocado,
y con los príncipes de Zabulón
y los príncipes de Neftalí.
29 Tu Dios ha desplegado tu poder:
¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!
30 A causa de tu Templo, que está en Jerusalén,
los reyes te presentarán tributo.
31 Reprime a la Fiera de los juncos,
al tropel de los toros y terneros:
que esos pueblos se rindan a tus pies,
trayendo lingotes de oro.
El Señor dispersó a los pueblos guerreros;
32 telas preciosas llegan de Egipto
y Etiopía, con sus propias manos,
presenta sus dones a Dios.
33 ¡Canten al Señor, reinos de la tierra,
entonen un himno a Dios,
34 al que cabalga por el cielo,
por el cielo antiquísimo!
El hace oír su voz poderosa,
35 ¡reconozcan el poder de Dios!
Su majestad brilla sobre Israel
y su poder, sobre las nubes.
36 Tú eres temible, oh Dios, desde tus santuarios.
El Dios de Israel concede a su pueblo
el poder y la fuerza.
¡Bendito sea Dios!

2° Lectura. 1° Samuel 25

Capítulo 25
La muerte de Samuel
Mientras tanto, murió Samuel. Todo Israel se reunió y estuvo de duelo por él, y lo sepultaron en su casa, en Ramá, David, por su parte, bajó al desierto de Parán. El pedido de David a Nabal 2 Había en Maón un hombre que tenía su hacienda en Carmel. Era un hombre muy rico; tenía tres mil ovejas y mil cabras, y estaba esquilando su rebaño en Carmel. 3 Su nombre era Nabal, del clan de Caleb, y su mujer se llamaba Abigail. La mujer era inteligente y atractiva, pero él era rudo y de mal carácter. 4 David oyó en el desierto que Nabal estaba esquilando su rebaño, 5 y envió a diez jóvenes con este encargo: «Suban a Carmel, preséntense a Nabal, y salúdenlo de mi parte. 6 Díganle: «¡Salud! ¡Paz para ti, paz para tu casa y para todos tus bienes! 7 Acabo de oír que te están esquilando el rebaño. Ahora bien, cuando tus pastores estuvieron con nosotros, nunca los hemos molestado, ni se les perdió nada durante todo el tiempo que estuvieron en Carmel. 8 Pregunta a tus servidores y ellos te informarán. Que estos muchachos reciban de ti una buena acogida, ya que llegamos en un día de fiesta. Dales, te lo ruego, lo que tengas a mano, para tus servidores y para tu hijo David». 9 Los jóvenes fueron a decir a Nabal todas estas cosas de parte de David, y se quedaron esperando. 10 Pero Nabal respondió a los servidores de David: «¿Quién es David y quién es el hijo de Jesé? Hoy en día hay muchos esclavos que se evaden de su dueño. 11 ¿Voy a tomar mi pan, mi agua y los animales que maté para mis esquiladores, y se los voy a dar a gente que ni siquiera sé de dónde viene?». 12 Los jóvenes de David reanudaron la marcha y se fueron de vuelta. Al llegar, transmitieron a David todas estas palabras. 13 Entonces David dijo a sus hombres: «Que cada uno se ciña su espada». Ellos se ciñeron cada uno su espada, y también David se ciñó la suya. Luego, unos cuatrocientos hombres subieron detrás de David, y los otros doscientos se quedaron con el equipaje. 

 La actitud de Abigail con respecto a David 14 Uno de sus servidores le avisó a Abigail, la esposa de Nabal: «Mira que David envió a unos emisarios desde el desierto, para saludar a nuestro patrón, y él se abalanzó sobre ellos. 15 Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros. Nunca nos molestaron, ni perdimos nada durante todo el tiempo que anduvimos con ellos, cuando estábamos en campo abierto. 16 Ellos fueron para nosotros una muralla, de día y de noche, mientras estuvimos con ellos apacentando el rebaño. 17 Ahora piensa bien lo que debes hacer, porque es cosa decidida la ruina de nuestro patrón y de toda su casa. En cuanto a él, ¡no es más que un miserable, al que ni siquiera se le puede hablar!». 18 Sin pérdida de tiempo, Abigail tomó doscientos panes, dos odres de vino, cinco carneros adobados, cinco bolsas de grano tostado, cien racimos de pasas de uva y doscientas tortas de higo, y los cargó sobre unos asnos. 19 Luego dijo a sus servidores; «Adelántense ustedes, y yo iré detrás». Pero no le avisó nada a su esposo Nabal. 20 Mientras Abigail, montada en su asno, bajaba por un recodo de la montaña, David y sus hombres bajaban en dirección a ella. 21 Entre tanto, David pensaba: «En vano he protegido todo lo que este tenía en el desierto, sin que se le perdiera ninguno de sus bienes. El me ha devuelto mal por bien. 22 ¡Que Dios castigue a David una y otra vez, si dejo con vida hasta el alba a uno solo de sus hombres!». 23 Apenas vio a David, Abigail bajó inmediatamente del asno, y cayó ante él con el rostro en tierra. 24 Y postrada a sus pies, exclamó: «¡Que la falta recaiga sobre mí, señor! ¡Pero permite que tu servidora hable en tu presencia! ¡Escucha sus palabras! 25 Que mi señor no le haga caso a ese miserable de Nabal, porque su nombre dice lo que él es: él se llama Nabal, que significa "insensato", y la insensatez lo acompaña. Pero yo, tu servidora, no había visto a los jóvenes que había enviado mi señor. 26 Y ahora, ¡por la vida del Señor y por tu propia vida! es el mismo Señor el que te impide derramar sangre y hacerte justicia por tu mano. ¡Que tus enemigos y todos los que tratan de hacerte mal corran la misma suerte que Nabal! 27 Con respecto a este obsequio que le he traído a mi señor, que lo repartan entre tus seguidores. 28 Perdona, te lo ruego, la falta de tu servidora. Porque el Señor te hará seguramente una casa perdurable, ya que tú has combatido en las guerras del Señor y en toda tu vida no se encuentra en ti nada malo. 29 Y si un hombre se alza para perseguirte y atentar contra tu vida, la vida de mi señor estará bien guardada en la bolsa de los vivientes, junto al Señor, tu Dios, mientras que él revoleará con su honda la vida de tus enemigos. 30 Cuando el Señor te haga todo el bien que te ha prometido y te ponga como jefe en Israel, 31 que no tengas que sentir turbación ni remordimiento de conciencia, por haber derramado sangre sin motivo y por haberte hecho justicia por ti mismo. Y cuando el Señor te colme de bienes, acuérdate de tu servidora». 32 Entonces David dijo a Abigail: «¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, que hoy te envía a mi encuentro! 33 ¡Bendito sea tu buen tino, y bendiga también tú, que hoy me has impedido derramar sangre y hacerme justicia por mí mismo! 34 ¡Por la vida del Señor, el Dios de Israel, que me ha impedido hacerte daño, si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, juro que antes de brillar el alba no le habría quedado vivo a Nabal ni un solo hombre!». 35 Luego David tomó lo que la mujer le había traído y le dijo: «Sube a tu casa en paz. He escuchado tu demanda y la tendré en cuenta». La muerte de Nabal 36 Cuando Abigail llegó a su casa, Nabal estaba celebrando un regio banquete. Nabal desbordaba de alegría; y como estaba completamente borracho, ella no le dijo ni una sola palabra antes del alba. 37 Pero a la mañana, cuando a Nabal ya se le había pasado la embriaguez, su mujer lo puso al tanto de lo sucedido. Entonces él tuvo un ataque al corazón y quedó paralizado. 38 Al cabo de unos diez días, el Señor hizo morir a Nabal. 39 Cuando David supo que Nabal había muerto, exclamó: «¡Bendito sea el Señor, que ha defendido mi causa contra la afrenta que recibí de Nabal y ha preservado del mal a su servidor! ¡El Señor hizo que la maldad de Nabal recayera sobre él mismo!». El matrimonio de David con Abigail Luego David mandó decir a Abigail que quería tomarla por esposa. 40 Los servidores de David se presentaron a Abigail en Carmel y le dijeron: «David nos ha mandado a verte para tomarte por esposa». 41 Ella se puso de pie, se postró con el rostro en tierra, y respondió: «Aquí está tu esclava dispuesta a lavar los pies de los servidores de mi señor». 42 Abigail se levantó rápidamente y montó en un asno, seguida de cinco de sus esclavas. Luego partió detrás de los enviados de David y él la tomó por esposa. 43 David también se había casado con Ajinóam de Izreel, y tuvo a las dos por esposas. 44 Saúl, por su parte, había dado a su hija Mical, la esposa de David, a Paltí, hijo de Lais, que era de Galím.

1° Lectura. Romanos 13

Capítulo 13
Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. 2 En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. 3 Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. 4 Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal. 5 Por eso es necesario someterse a la autoridad, no sólo por temor al castigo sino por deber de conciencia. 6 Y por eso también, ustedes deben pagar los impuestos: los gobernantes, en efecto, son funcionarios al servicio de Dios encargados de cumplir este oficio. 7 Den a cada uno lo que le corresponde: al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y honor, a quien le es debido. 8 Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. 9 Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 10 El amor no hace más al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley. 11 Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. 12 La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. 13 Como en pleno día, procedamos dignamente: basta de excesos en la comida y en la bebida, basta de lujuria y libertinaje, no más peleas ni envidias. 14 Por el contrario, revístanse del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la carne.