viernes, 7 de marzo de 2014

4° Lectura Judit 4


1 Los israelitas que habitaban en Judea se enteraron de la manera como Holofernes, general en jefe de Nabucodonosor, rey de los asirios, había tratado a aquellos pueblos y cómo había devastado sus santuarios, entregándolos luego a la destrucción.
2 Un pánico indescriptible cundió entre ellos ante la presencia de Holofernes y temblaron por la suerte de Jerusalén y la del Templo del Señor, su Dios.
3 Hacía poco tiempo, en efecto, que ellos habían vuelto del cautiverio, y sólo recientemente se había congregado todo el pueblo de Judea y habían sido consagrados los objetos de culto, el altar y el Templo, antes profanados.
4 Entonces alertaron a toda la región de Samaría, a Coná, a Bet Jorón, a Belmain, a Jericó, a Jobá, a Esorá y al valle de Salem.
5 Luego ocuparon apresuradamente las cimas de las montañas más elevadas, fortificaron las aldeas situadas en ellas y se abastecieron de víveres en previsión de una guerra, ya que hacía poco que había terminado la cosecha de sus campos.
6 Joaquím, el sumo sacerdote que entonces residía en Jerusalén, escribió a los habitantes de Betulia y de Betomestaim, que están frente a Esdrelón, ante la llanura contigua a Dotaim,
7 para decirles que ocuparan las subidas de la montaña, porque eran el único camino de acceso a la Judea. Les advertía, además, que sería fácil detener a los invasores, ya que lo angosto del desfiladero no permitía el paso de más de dos hombres a la vez.
8 Los israelitas cumplieron todo lo que les había ordenado el sumo sacerdote Joaquím y el consejo de los ancianos del pueblo de Israel, que residían en Jerusalén.
9 Todos los hombres de Israel clamaron insistentemente a Dios y observaron un riguroso ayuno.
10 Ellos con sus mujeres y sus hijos, su ganado, y todos los que residían con ellos, sus mercenarios y esclavos, se vistieron con sayales.
11 Y todos los israelitas que habitaban en Jerusalén, hombres, mujeres y niños, se postraron ante el Templo, cubrieron de ceniza sus cabezas y extendieron sus sayales ante la presencia del Señor. Cubrieron el altar con un sayal
12 y clamaron ardientemente todos juntos al Dios de Israel, a fin de que no permitiera que sus hijos fueran entregados al pillaje, sus mujeres deportadas, las ciudades de su herencia destruidas y el Santuario execrado y escarnecido, para satisfacción de los paganos.
13 El Señor escuchó sus plegarias y miró su aflicción. Entretanto, el pueblo, en toda la Judea y en Jerusalén, siguió ayunando durante largo tiempo, ante el Santuario del Señor todopoderoso.
14 El sumo sacerdote Joaquím y todos los que prestaban servicio ante el Señor, sacerdotes y ministros del Señor, vestidos con sayales, ofrecían el holocausto perpetuo, las oblaciones votivas y los dones voluntarios del pueblo;
15 y, con los turbantes cubiertos de ceniza, imploraban al Señor con todas sus fuerzas, para que visitara favorablemente a toda la casa de Israel.

3° Lectura Proverbios 25


1 Estos también son proverbios de Salomón, coleccionados por los hombres de Ezequías, rey de Judá.
2 Es gloria de Dios mantener oculta una cosa, y gloria de los reyes investigarla.
3 El cielo por su altura, la tierra por su profundidad, y el corazón de los reyes son impenetrables.
4 Quita las escorias de la plata, y saldrá un vaso para el orfebre;
5 quita al malvado de la presencia del rey, y su trono se afianzará en la justicia.
6 No te des importancia en la presencia del rey ni te pongas en el lugar de los grandes:
7 más vale que te digan: «Sube aquí», que verte humillado ante un noble. Lo que han visto tus ojos,
8 no te apresures a llevarlo a juicio; porque ¿qué harás al final, cuando tu prójimo te cubra de confusión?
9 Defiende tu causa contra tu prójimo, pero no reveles el secreto de otro,
10 no sea que te eche en cara el que lo oye y tu infamia sea irreparable.
11 Manzanas de oro con filigranas de plata es la palabra dicha oportunamente.
12 Anillo de oro y collar de oro fino es el sabio que reprende al que sabe escuchar.
13 Como frescura de nieve en tiempo de cosecha es el emisario fiel para aquel que lo envía: él reconforta el ánimo de su señor.
14 Nubes y viento, pero sin lluvia, es el que se jacta de dar y no da nada.
15 Con mucha paciencia se convence a un magistrado, y la lengua suave quiebra hasta un hueso.
16 ¿Has encontrado miel? Come lo indispensable, no sea que te hartes y la tengas que vomitar.
17 Pon tu pie raramente en la casa de tu vecino, no sea que se harte de ti y te aborrezca.
18 Maza, espada y flecha puntiaguda es el que atestigua falsamente contra su prójimo.
19 Diente picado, pie que vacila es confiar en el traidor cuando llega la adversidad.
20 Quitar el manto en un día de frío, echar vinagre sobre una llaga es entonar canciones a un corazón afligido.
21 Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber:
22 así acumulas carbones encendidos sobre tu cabeza y el Señor te recompensará.
23 El viento del norte engendra la lluvia y la lengua simuladora, un rostro irritado.
24 Más vale habitar en un rincón del techo que compartir la casa con una mujer pendenciera.
25 Agua fresca para una garganta reseca es una buena noticia que llega de un país lejano.
26 Fuente enturbiada y manantial contaminado es el justo que vacila ante el malvado.
27 No es bueno comer mucha miel ni buscar excesivos honores.
28 Ciudad desmantelada y sin muralla es el hombre que no domina su genio.

2° Lectura Levíticos 13


La impureza provacada por la lepra
1 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
2 Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes,
3 el cual examinará la afección. Si en la zona afectada el vello se ha puesto blanco, y aquella aparece más hundida que el resto de la piel, es un caso de lepra. El sacerdote, después de haberla observado, deberá declarar impura a esa persona.
4 Si la mancha lustrosa es blancuzca pero no aparece más hundida que la piel y el vello que la recubre no se ha puesto blanco, el sacerdote mantendrá aislada a la persona afectada durante siete días.
5 Al séptimo día volverá a examinarla y si comprueba que la afección continúa estacionaria y no se ha propagado por la piel, el sacerdote la mantendrá aislada siete días más.
6 Al séptimo día volverá a examinar, y si la afección ha cedido y no se ha extendido por la piel, declarará puro al enfermo; no es más que una erupción. El enfermo lavará su ropa y será puro.
7 Pero si después de haberse presentado al sacerdote y de haber sido declarado puro, la erupción continúa extendiéndose por la piel, se presentará nuevamente al sacerdote.
8 Y si este ve que la erupción se ha propagado, deberá declararlo impuro, porque es lepra.
La lepra crónica
9 Cuando en una persona aparezcan síntomas de lepra, será llevada al sacerdote.
10 Si este descubre en la piel una hinchazón blancuzca, que ha emblanquecido el vello, y si en la parte hinchada se ha formado una úlcera,
11 entonces se trata de lepra crónica. El sacerdote debe declarar impuro al enfermo, sin necesidad de aislarlo, porque ciertamente es impuro.
12 Pero si la lepra prolifera hasta cubrir por completo la piel de la persona afectada, de la cabeza a los pies, en cuanto el sacerdote alcanza a ver,
13 y si este, al hacer el examen, comprueba que la lepra cubre todo el cuerpo, entonces deberá declarar pura a la persona afectada. Es pura, porque se ha vuelto totalmente blanca.
14 Sin embargo, apenas aparezca una úlcera, será impura.
15 Cuando el sacerdote vea la úlcera, la declarará impura: la úlcera es impura porque es lepra.
16 Pero si la úlcera se vuelve a poner blanca, el enfermo irá de nuevo al sacerdote,
17 y él lo examinará. Si la afección ha recuperado el color blanco, el sacerdote tendrá que declarar pura a la persona afectada, porque es pura.
Las inflamaciones de la piel
18 Si en la piel de una persona aparece una inflamación, que luego se cura,
19 pero en el lugar donde estaba la inflamación se forma una hinchazón blancuzca o una mancha de color rojizo pálido, el enfermo se presentará al sacerdote.
20 Si el sacerdote ve que la zona afectada está más hundida que la piel, y que el vello se ha puesto blanco, deberá declararlo impuro: es un caso de lepra que ha proliferado en la inflamación.
21 Pero sin advierte que no hubo emblanquecimiento del vello ni hundimiento de la epidermis, sino que la afección fue cediendo, mantendrá al enfermo aislado durante siete días,
22 y si la inflamación continúa extendiéndose por la piel, deberá declararlo impuro: es una verdadera afección.
23 En cambio, si la mancha permanece estacionaria y no se extiende, es la cicatriz de la inflamación, y por lo tanto, el sacerdote deberá declarar pura a la persona afectada.
La lepra causada por una quemadura
24 Si una persona se quema con fuego y se forma sobre la quemadura una mancha lustrosa de color rojizo pálido o blancuzco,
25 el sacerdote la examinará. Si en la mancha lustrosa el vello se ha puesto blanco y la parte afectada aparece más hundida que el resto de la piel, se trata de lepra que ha proliferado en la quemadura. El sacerdote deberá declarar impuro al enfermo, porque es lepra.
26 Pero si el sacerdote comprueba que no hay emblanquecimiento del vello ni hundimiento de la epidermis, y que la mancha ha ido cediendo, mantendrá aislado al enfermo durante siete días.
27 Al séptimo día lo examinará, y si la afección se ha extendido por la piel, el sacerdote deberá declararlo impuro: es un caso de lepra.
28 Pero si la mancha permanece estacionaria, sin extenderse por la piel, y pierde intensidad, es simplemente efecto de la quemadura. El sacerdote tendrá que declararlo puro, porque no es más que la cicatriz de la quemadura.
Las afecciones del cuero cabelludo
29 Si un hombre o una mujer tienen una afección en la cabeza o en el mentón,
30 el sacerdote examinará la parte afectada. Si esta aparece más hundida que el resto de la piel, y en ella el pelo se ha vuelto amarillento y débil, el sacerdote tendrá que declarar impuro al enfermo: es tiña, o sea, lepra de la cabeza y del mentón.
31 Pero si el sacerdote comprueba que la zona afectada de tiña no aparece más hundida que el resto de la piel, y que en ella no hay pelo negro, mantendrá aislado al enfermo durante siete días.
32 Al séptimo día examinará la afección, y si tiña no se ha propagado ni hay pelo amarillento, y la zona afectada no aparece más hundida que el resto de la piel,
33 el enfermo se afeitará, excluida la parte afectada, y el sacerdote lo mantendrá aislado siete días más.
34 Al séptimo día lo someterá a un nuevo examen, y si la tiña no se ha extendido por la piel y la zona afectada no aparece más hundida, el sacerdote tendrá que declararlo puro.
35 Si después de haber sido declarado puro, la tiña se propaga por la piel,
36 el sacerdote lo examinará, y si la tiña se ha extendido, no necesitará verificar si hay pelo amarillento: el enfermo es impuro.
37 En cambio, si advierte que la tiña permanece estacionaria y que en la zona afectada ha crecido pelo negro, la tiña está curada. La persona es pura, y el sacerdote deberá declararla como tal.
La eczema
38 Si un hombre o una mujer tienen en la piel manchas lustrosas de color blanco,
39 y el sacerdote ve que las manchas son de un blanco tenue, se trata de una eczema que ha brotado en la piel: esa persona es pura.
La lepra en la cabeza
40 Si a un hombre se le cae el cabello y queda calvo, es puro.
41 Si pierde el cabello en la parte delantera de la cabeza y se vuelve calvo sobre la frente, también es puro.
42 Pero si en la parte calva, ya sea sobre la frente o en la parte posterior de la cabeza, aparece una afección de color rojizo pálido, es lepra que ha proliferado en la parte calva.
43 El sacerdote lo examinará, y si la hinchazón de la zona afectada es de un color rojizo pálido y tiene el mismo aspecto que la lepra de la piel del cuerpo,
44 se trata de un leproso. Esa persona es impura, y el sacerdote deberá declararla como tal: tiene lepra en la cabeza.
Prescripciones sobre los leprosos
45 La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: «¡Impuro, impuro!»
46 Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.
Las manchas de lepra en la ropa y en los cueros
47 Cuando aparezca una mancha de lepra en una prenda de lana o de lino
48 –en la trama o en la urdimbre de la lana o del lino– o en un cuero, o en algo fabricado con cuero,
49 si la mancha es amarillenta o rojiza, se trata de una mancha de lepra y por lo tanto deberá ser mostrada al sacerdote.
50 Este la examinará y mantendrá aislado durante siete días el objeto afectado.
51 Al séptimo día volverá a examinar la mancha, y si se ha extendido por la prenda de vestir –en la trama o la urdimbre– o por el cuero –cualquiera sea el uso para el que se lo destina– es lepra maligna: ese objeto es impuro
52 y será quemado. Como se trata de lepra maligna, deberá ser consumido por el fuego.
53 Pero si el sacerdote comprueba que la mancha no se ha extendido,
54 ordenará que laven el objeto donde está la misma y lo mantendrá aislado siete días más.
55 El sacerdote examinará la mancha después de haber sido lavada: si esta no ha cambiado de aspecto, aunque no se haya extendido, el objeto es impuro y deberás quemarlo: es una corrosión, sea en la parte interior o en la parte exterior.
56 Pero si el sacerdote comprueba que la mancha, una vez lavada, ha disminuido, la arrancará de la ropa o del cuero, de la trama o de la urdimbre.
57 Y si vuelve a aparecer, es un brote contagioso: el objeto deberá ser consumido por el fuego.
58 Pero si la mancha desaparece de la ropa –de la trama o de la urdimbre– o del objeto de cuero que sido lavado, se lo volverá a lavar, y entonces será puro.
59 Estas son las instrucciones relativas a la lepra de la ropa de lana o de lino –en la urdimbre o la trama– o de cualquier objeto de cuero, para declararlos puros o impuros.

1° Lectura Mateo 11:20-30


20 Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido.
21 «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
22 Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.
23 Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría.
24 Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú».
25 En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
26 Sí, Padre, porque así lo has querido.
27 Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
28 Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
29 Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
30 Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.