viernes, 21 de febrero de 2014

4° Lectura Tobías 11

1 Cuando se acercaron a Caserín, que está frente a Nínive,
2 Rafael dijo a Tobías: «Ya sabes en qué estado dejamos a tu padre.
3 Adelantémonos para preparar la casa, antes que llegue tu esposa con los demás».
4 Los dos siguieron caminando juntos, y el ángel le recomendó a Tobías que tuviera a mano la hiel. El perro iba detrás de ellos.
5 Ana estaba sentada con la mirada fija en el camino por donde debía volver su hijo.
6 De pronto presintió que él llegaba y dijo al padre: «¡Ya viene tu hijo con su compañero!».
7 Rafael dijo a Tobías, antes que él se acercara a su padre: «Seguro que tu padre va a recobrar la vista.
8 Untale los ojos con la hiel del pez; el remedio hará que las manchas blancas se contraigan y se desprendan de sus ojos. Así tu padre recobrará la vista y verá la luz».
9 La madre corrió a echarse al cuello de su hijo, diciéndole: «¡Ahora sí que puedo morir, porque te he vuelto a ver, hijo mío!». Y se puso a llorar.
10 Tobit también se levantó y, tropezando, salió por la puerta del patio. Tobías corrió hacia él,
11 con la hiel del pez en su mano; le sopló en los ojos y, sosteniéndolo, le dijo: «¡Animo, padre!». Después le aplicó el remedio y se lo frotó.
12 Luego le sacó con ambas manos las escamas de los ojos.
13 Entonces su padre lo abrazó llorando y le dijo: «¡Te veo, hijo mío, luz de mis ojos!».
14 Y añadió: «¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea su gran Nombre! ¡Benditos sean todos sus santos ángeles! ¡Que su gran Nombre esté sobre nosotros! benditos sean los ángeles por todos los siglos!
15 Porque él me había herido, pero tuvo compasión de mí, y ahora veo a mi hijo Tobías». Tobías entró en la casa, lleno de gozo y bendiciendo a Dios en alta voz. Luego informó a su padre sobre el buen resultado del viaje: le contó cómo había recuperado el dinero y cómo se había casado con Sara, hija de Ragüel. Y añadió: «Llegará de un momento a otro, porque está a las puertas de Nínive».
16 Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive, bendiciendo a Dios lleno de alegría. Al verlo caminar con todo su vigor, sin la ayuda de nadie, los habitantes de Nínive quedaron maravillados. Tobit proclamaba delante de todos que Dios había tenido misericordia de él y le había devuelto la vista.
17 Después se acercó a Sara, la esposa de su hijo Tobías, y la bendijo, diciendo: «¡Bienvenida, hija mía! ¡Bendito sea Dios, que te trajo hasta nosotros! ¡Bendito sea tu padre, bendito sea mi hijo Tobías, y bendita seas tú, hija mía! ¡Entra en tu casa con gozo y bendición!».
18 Ese fue un gran día de fiesta para todos los judíos de Nínive, y los sobrinos de Tobit, Ajicar y Nadab, vinieron a compartir su alegría.

3° Lectura Proverbios 11


1 El Señor aborrece las balanzas falseadas, pero le agradan las pesas exactas.
2 Junto con la arrogancia llega la ignominia, pero la sabiduría está con los humildes.
3 La integridad guía a los hombres rectos, pero la perversidad arruina a los traidores.
4 La fortuna no sirve de nada en el día de la ira, pero la justicia libra de la muerte.
5 La justicia del hombre íntegro allana su camino, pero el malvado cae por su maldad.
6 La justicia libra a los hombres rectos, pero los traidores quedan atrapados por su avidez.
7 Cuando muere el malvado, se desvanece toda esperanza y se esfuma la confianza puesta en las riquezas.
8 El justo es librado del peligro y en lugar de él cae el malvado.
9 El impío arruina al prójimo con su boca, pero los justos se salvan por su experiencia.
10 Cuando los justos son felices, se alegra la ciudad, cuando perecen los malvados, se oyen gritos de alegría.
11 Con la bendición de los hombres rectos se levanta una ciudad, la boca de los malvados la destruye.
12 El que desprecia a su prójimo es un insensato, y el hombre inteligente sabe callar.
13 El chismoso revela los secretos, pero el hombre fiel guarda la debida reserva.
14 Por falta de gobierno un pueblo se hunde, pero se salva si hay muchos hombres de consejo.
15 El que sale fiador de otro la pasa muy mal, el que evita las fianzas está seguro.
16 Una mujer agraciada obtiene la gloria, y los audaces obtienen la riqueza.
17 El hombre fiel se hace bien a sí mismo, pero el cruel atormenta su propia carne.
18 El malvado obtiene un salario engañoso, y el que siembra justicia, una recompensa segura.
19 Así como la justicia conduce a la vida, el que va detrás del mal camina hacia la muerte.
20 Los corazones tortuosos son abominables para el Señor, pero los que caminan con integridad gozan de su favor.
21 Tarde o temprano, el malo no quedará impune, pero la descendencia de los justos se salvará.
22 Anillo de oro en la trompa de un cerdo es la mujer hermosa pero falta de juicio.
23 Los justos no desean más que el bien, y los malvados sólo pueden esperar el furor.
24 Uno da generosamente y acrecienta su haber, otro ahorra más de la cuenta y acaba en la indigencia.
25 El hombre generoso prosperará, y al que da de beber le saciarán la sed.
26 El pueblo maldice al que acapara el trigo, pero cubre de bendiciones al que lo vende.
27 El que busca ardientemente el bien se gana el favor, pero al que busca el mal, el mal lo alcanzará.
28 El que confía en su riqueza se marchita, pero los justos crecerán como el follaje.
29 El que perturba su propia casa heredará viento, y el necio será esclavo del sabio.
30 El fruto de la justicia es árbol de vida, y el sabio cautiva los corazones.

31 Si el justo es retribuido en la tierra, ¡cuánto más el malvado y el pecador!

2° Lectura Éxodo 24


La conclusión de la Alianza
1 El Señor dijo a Moisés: «Sube a encontrarte con el Señor en compañía de Aarón, Nadab y Abihú, y de setenta de los ancianos de Israel, y permanezcan postrados a distancia.
2 Tú serás el único que te acercarás al Señor. Que los demás no se acerquen y que el pueblo no suba contigo».
3 Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: «Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor».
4 Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación a las doce tribus de Israel.
5 Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.
6 Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar.
7 Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: «Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho».
8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: «Esta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas».
9 Luego Moisés subió en compañía de Aarón, Nadab, Abihú y de setenta de los ancianos,
10 y ellos vieron al Dios de Israel. A sus pies había algo así como una plataforma de lapislázuli, resplandeciente como el mismo cielo.
11 El Señor no extendió su mano contra esos privilegiados de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron.
Moisés en la cumbre de la montaña
12 El Señor dijo a Moisés: «Sube hasta mí, a la montaña, y quédate aquí. Yo te daré las tablas de piedra, con la ley y los mandamientos, que escribí para instruirlos».
13 Entonces Moisés se levantó junto con Josué, su ayudante, y subió a la montaña de Dios.
14 El había dicho a los ancianos de Israel: «Espérennos aquí, hasta nuestro regreso. Con ustedes quedarán Aarón y Jur: el que tenga algún pleito que se dirija a ellos».
15 Y Luego subió a la montaña. La nube cubrió la montaña,
16 y la gloria del Señor se estableció sobre la montaña del Sinaí, que estuvo cubierta por la nube durante seis días. Al séptimo día, el Señor llamó a Moisés desde la nube.
17 El aspecto de la gloria del Señor era a los ojos de los israelitas como un fuego devorador sobre la cumbre de la montaña.
18 Moisés entró en la nube y subió a la montaña. Allí permaneció cuarenta días y cuarenta noches.

1° Lectura Mateo 3


1 En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea:
2 «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
3 A él se refería el profeta Isaías cuando dijo: "Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos".
4 Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
5 La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro,
6 y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
7 Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca?
8 Produzcan el fruto de una sincera conversión,
9 y no se contenten con decir: «Tenemos por padre a Abraham». Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham.
10 El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
11 Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
12 Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible».
13 Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él.
14 Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!».
15 Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
16 Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él.
17 Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».