domingo, 23 de marzo de 2014

4° Lectura. Judit 12

L
uego Holofernes la hizo pasar al lugar donde tenía preparada su vajilla de plata, y ordenó que le sirvieran de sus propios manjares y le dieran a beber de su vino. 2 Pero Judit le dijo: «No comeré de ellos, para no incurrir en falta; lo que he traído conmigo me bastará». 3 Holofernes le respondió: «Y cuando se acaben tus provisiones, ¿De dónde sacaremos otras semejantes, ya que entre nosotros no hay nadie de tu pueblo?». 4 Judit le dijo: «Quédate tranquilo, señor, porque antes que consuma mis provisiones, el Señor habrá cumplido por mi intermedio lo que tiene determinado». 5 Luego los oficiales de Holofernes la condujeron a su carpa, y ella durmió hasta la medianoche. Antes de la aurora, se levantó, 6 y mandó decir a Holofernes: «Señor, ordena que me dejen salir para hacer oración». 7 Y él ordenó a sus guardias personales que no se lo impidieran. Así permaneció Judit tres días en el campamento; cada noche salía al valle de Betulia y se bañaba en la fuente que estaba en el campamento. 
 8 Cuando salía del agua, oraba al Señor, el Dios de Israel, que dirigiera sus pasos para resurgimiento de los hijos de su pueblo. 9 Y cuando regresaba, ya purificada, permanecía en al carpa hasta que le traían su alimento, hacia el atardecer. 10 Al cuarto día, Holofernes ofreció un banquete, exclusivamente para su personal de servicio, sin invitar a ninguno de sus oficiales. 11 Y dijo a Bagoas, el eunuco que era su mayordomo: «Trata de convencer a esa mujer hebrea que está bajo tu cuidado para que venga a comer y a beber con nosotros. 12 Porque sería vergonzoso que dejáramos partir a una mujer como esta sin haber gozado de ella. Si no logramos conquistarla, ella se burlará de nosotros». 13 Bagoas salió de la presencia de Holofernes, fue adonde estaba Judit y le dijo: «No tenga reparo esta preciosa joven en presentarse ante mi señor, para ser honrada por él y beber alegremente con nosotros. Hoy serás tratada como una de las asirias que viven en el palacio de Nabucodonosor». 14 Judit le respondió: «¿Quién soy yo para contradecir a mi señor? Haré gustosamente todo lo que le agrade, y eso será para mí un motivo de alegría hasta el día de mi muerte». 15 En seguida se levantó, y se atavió con sus vestiduras y con todos sus adornos femeninos. Su servidora, se adelantó y le extendió en el piso, ante Holofernes, las pieles que Bagoas le había dado para su uso diario, a fin de que comiera reclinada sobre ellas. 16 Judit entró y se reclinó; el corazón de Holofernes quedó cautivado por ella, su espíritu se turbó, y ardía en deseos de poseerla, porque desde la primera vez que la vio, buscaba la oportunidad de seducirla. 17 «Bebe, le dijo Holofernes, y alégrate con nosotros». 18 Judit le replicó: «Beberé con mucho gusto, señor, porque desde el día en que nací, jamás he apreciado tanto la vida como hoy». 19 Entonces tomó lo que le había preparado su servidora, y comió y bebió en presencia de él, 20 mientras Holofernes, encantado con ella, bebió tanto vino como nunca lo había hecho en un solo día desde su nacimiento.


3° Lectura. Eclesiastés 9:13-18 - 10

13 También he visto bajo el sol un caso de sabiduría que considero realmente notable
14 Había una pequeña ciudad, con pocos habitantes; un gran rey la atacó, la cercó, y construyó contra ella grandes empalizadas.
15 Allí se encontraba un hombre pobre pero sabio, que salvó la ciudad con su sabiduría. A pesar de eso, nadie se acordó más de ese pobre hombre.
16 Entonces pensé: «Más vale maña que fuerza». pero la sabiduría del pobre es despreciada y nadie escucha sus palabras.
17 Las palabras de los sabios oídas con calma valen más que los gritos del que gobierna a los necios.
18 Vale más la sabiduría que las máquinas de guerra, pero una sola falla malogra mucho bien.

Capítulo 10

U
na mosca muerta corrompe y hace fermentar el óleo del perfumista. Pesa más un poco de insensatez que la sabiduría y la gloria.
2 El sabio piensa rectamente, y el necio lo hace torcidamente.
3 Por cualquier camino que vaya, al necio le falta el buen sentido, y hace que se diga de él: «Es un necio».
4 Si el que gobierna se irrita contra ti, no te salgas de quicio, porque la sangre fría evita grandes fallas.
5 Hay un mal que yo he visto bajo el sol, como error que procede de la autoridad:
6 el necio es promovido a los puestos más altos y los nobles rebajados a los puestos inferiores.
7 Yo vi esclavos montados a caballo y príncipes de a pie, como los esclavos.
8 El que cava una fosa cae en ella y al que derriba un cerco, lo muerde una serpiente.
9 El que saca piedras se lastima con ellas y el que corta leña está expuesto al peligro.
10 Si el hierro está mellado, y no lo afilan, es preciso redoblar las fuerzas: por eso es provechoso emplear bien la sabiduría.
11 Si la serpiente muerde porque falla el encantamiento, ¿qué provecho saca el encantador?
12 Las palabras del sabio son recibidas con agrado, pero al necio lo pierde su propia lengua:
13 cuando empieza a hablar, dice insensateces, y cuando termina, las peores locuras;
14 el insensato multiplica las palabras. El hombre no sabe lo que va a suceder: ¿quién puede anunciarle lo que vendrá después de él?
15 El esfuerzo fatiga al necio, porque no se da maña ni para ir a la ciudad.
16 ¡Ay de ti, nación, si tu rey es un joven y tus príncipes comen desde la mañana!
17 ¡Feliz de ti, nación, si tienes por rey a un noble de nacimiento, y tus príncipes comen cuando es debido, para reparar sus fuerzas y no para embriagarse!
18 Por la pereza se desploman las vigas y por la dejadez se viene abajo la casa.
19 ¡Para divertirse se celebra un banquete, el vino alegra la vida y el dinero responde por todo!
20 Ni siquiera en privado maldigas al rey, y ni en tu habitación maldigas a un rico, porque un pájaro puede hacer correr la voz y la indiscreción tiene alas.



2° Lectura. Números 15-16


Capítulo 15
Disposiciones relativas a los sacrificios

E
 l Señor dijo a Moisés: 2 Habla en estos términos a los israelitas: Cuando entren en la tierra que yo les daré para que vivan en ella, 3 y presenten un animal del ganado mayor o menor como ofrenda que se quema en holocausto o en sacrificio al Señor, ya sea para cumplir un voto, ya sea como ofrenda voluntaria o en las fiestas fijas –ofreciendo así un aroma agradable al Señor– 4 la persona que presente la ofrenda al Señor deberá traer, como oblación, la décima parte de una medida de harina de la mejor calidad, amasada con un litro y medio de aceite. 5 También deberás ofrecer, con el holocausto o el sacrificio, un litro y medio de vino como libación para cada cordero. 6 Si se trata de un carnero, presentarás como oblación dos décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad, amasada con dos litros y cuarto de aceite; 7 y como libación –como ofrenda de aroma agradable al Señor– ofrecerás dos litros y cuarto de vino. 8 Si ofreces al Señor como holocausto o sacrificio un animal del ganado mayor o menor, sea para cumplir un voto o como sacrificio de comunión, 9 además del animal, se ofrecerá una oblación consistente en tres décimas partes de una medida de harina de la mejor calidad, amasada con un litro y medio de aceite; 10 y como libación ofrecerás tres litros y medio de vino. Estas son ofrendas que se queman con aroma agradable al Señor. 11 Lo mismo se hará con cada toro, con cada carnero, y con cada oveja o cabra, 12 cualquiera sea la cantidad que ofrezcas: lo mismo harás con cada uno de sus animales, cualquiera sea su número. 13 Todos los israelitas procederán de la misma manera, cuando presenten una ofrenda que se quema con aroma agradable al Señor. 14 Y si un extranjero residente entre ustedes, o cualquiera que viva en medio de ustedes, a lo largo de las generaciones, quiere presentar una ofrenda que se quema con aroma agradable al Señor, lo hará también él como lo hacen ustedes. 15 En la asamblea, habrá una sola ley para ustedes y para los extranjeros. Este es un decreto válido para siempre, a lo largo de las generaciones. El extranjero hará lo mismo que ustedes delante del Señor. 16 En una palabra, el mismo ritual y la misma disposición estará en vigencia para ustedes y para los extranjeros que residan entre ustedes. 

 Las primicias del pan 17 El Señor dijo a Moisés: 18 Habla en estos términos a los israelitas: Cuando entren en la tierra adonde yo los haré entrar, 19 y coman el pan de esa tierra, reservarán una ofrenda para el Señor: 20 como primicias de la harina, ofrecerán una torta; como se reserva la ofrenda de la era, se reservará también aquella. 21 Así presentarán al Señor una ofrenda de las primicias de su harina, a lo largo de las generaciones. La expiación de las faltas cometidas inadvertidamente 22 Si ustedes, por inadvertencia, dejan de cumplir cualquiera de estos mandamientos que el Señor prescribió a Moisés 23 –cualquiera de las cosas que el Señor les ordenó por medio de él– desde el momento en que el Señor les impuso el mandamiento, y después, a lo largo de las generaciones, se procederá de la siguiente manera: 24 Si quien obró inadvertidamente fue la comunidad, toda la comunidad ofrecerá un novillo como holocausto de aroma agradable al Señor –con su oblación y la libación prescrita– y un chivo como sacrificio por el pecado. 25 El sacerdote practicará el rito de expiación en favor de toda la comunidad, y esta será perdonada, porque se trata de un error, y ellos, para reparar ese error, presentaron delante del Señor su ofrenda –una ofrenda que se quema para el Señor– y su sacrificio por el pecado. 26 Así será perdonadas toda la comunidad de los israelitas, y también el extranjero que resida en medio de ellos, porque esto le sucedió a todo el pueblo inadvertidamente. 27 Si quien obró inadvertidamente fue una sola persona, ofrecerá una cabra de un año como sacrificio por el pecado. 28 El sacerdote del Señor, en favor de esa persona, porque ella pecó inadvertidamente. Y cuando se practique en favor de ella el rito de expiación, será perdonada, 29 tanto el israelita como el extranjero residente entre ustedes: habrá una sola ley para todo el que obra por inadvertencia. 30 Pero el que obra deliberadamente –tanto el israelita como el extranjero– ultraja al Señor y será excluido de su pueblo. 31 Por haber despreciado la palabra del Señor y violado su mandamiento, esa persona será extirpada: es responsable de su culpa. 

 Un caso de violación del sábado 32 Mientras los israelitas estaban en el desierto, se encontraron con un hombre que estaba juntando leña en sábado. 33 Los que lo encontraron juntando leña lo llevaron ante Moisés, Aarón y toda la comunidad. 34 Entonces fue puesto bajo custodia, porque no estaba determinado lo que se debía hacer con él. 35 Pero el Señor dijo a Moisés: «Ese hombre debe ser castigado con la muerte: que toda la comunidad lo mate a pedradas fuera del campamento». 36 Toda la comunidad lo sacó fuera del campamento, y lo mataron a pedradas, como el Señor lo había ordenado a Moisés. 

 Los flecos de los mantos 37 El Señor dijo a Moisés: 38 «Habla a los israelitas, e instrúyelos para que tanto ellos como sus descendientes se pongan unos flecos en las puntas de sus mantos, y para que aten a los flecos de cada punta un cordón de púrpura violeta. 39 Ustedes llevarán esos flecos, y al verlos se acordarán de todos los mandamientos del Señor. Así los pondrán en práctica, y no seguirán los caprichos de su corazón y de sus ojos que los arrastran al desenfreno. 40 Así se acordarán de cumplir mis mandamientos, y serán santos para su Dios. 41 Yo soy el Señor, su Dios, que los hice salir de Egipto para ser su Dios. Yo soy el Señor, su Dios».


Capítulo 16
La rebelión de Coré 

C
oré –hijo de Ishar, hijo de Quehat, hijo de Leví– junto con Datán y Abirón, hijos de Eliab, y On, hijo de Pelet –estos últimos eran descendientes de Rubén– decidieron 2 sublevarse contra Moisés, secundados por otros doscientos cincuenta israelitas, todos ellos jefes de la comunidad, representantes de la asamblea y personas de renombre. 3 Se amotinaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron: «¡Ustedes se han excedido en sus atribuciones! Toda la comunidad es sagrada, y el Señor está en medio de ella. ¿Por qué entonces ustedes se ponen por encima de la asamblea del Señor?». 4 Cuando Moisés oyó esto, cayó con el rostro en tierra. 5 Luego dijo a Coré y a todos sus secuaces: «Mañana, el Señor pondrá de manifiesto quién es el que le pertenece y quién está consagrado; y permitirá que se le acerque el que ha sido elegido por él. 6 Por eso, hagan lo siguiente: tú, Coré, y todos tus secuaces, tomen unos incensarios, 7 pongan fuego en ellos, y mañana échenles incienso en la presencia del Señor. Aquel a quien el Señor elija será el consagrado. ¡Ustedes, hijos de Leví, se han excedido en sus atribuciones!». 8 Luego Moisés siguió diciendo a Coré: «Escúchenme, hijos de Leví. 9 ¿No les basta que el Señor los haya separado de toda la comunidad de Israel y los haya acercado a él, para prestar servicios en la Morada del Señor y para estar como ministros al frente de la comunidad? 10 El Señor te promovió a ti y a todos tus hermanos, los descendientes de Leví, ¿y todavía reclaman el sacerdocio? 11 En realidad, tú y tus secuaces se han confabulado contra el Señor. Porque ¿quién es Aarón para que ustedes protesten contra él?». 12 Moisés manó llamar a Datán y a Abirón, hijos de Eliab. Pero ellos replicaron: «¡No iremos 13 ¿No te basta con habernos sacado de una tierra que mana leche y miel, para hacernos morir en el desierto, que todavía quieres dominarnos? 14 El lugar al que nos has traído no es una tierra que mana leche y miel, y no nos has dado como herencia campos y viñedos. ¿O pretendes impedir que esta gente vea? No iremos». 15 Moisés se indignó profundamente y dijo al Señor: «No aceptes su oblación. Yo no les he quitado ni un solo asno ni he perjudicado a ninguno de ellos». 

 El castigo de los rebeldes 16 Entonces Moisés dijo a Coré: «Tú y tus secuaces comparecerán mañana delante del Señor, y también comparecerá Aarón. 17 Cada uno de ustedes tomará su incensario, le pondrá incienso y lo ofrecerá al Señor: serán doscientos cincuenta incensarios en total. También tú y Aarón llevarán cada uno el suyo». 18 Cada uno tomó su incensario, le puso fuego y le echó incienso. Luego ocuparon sus puestos a la entrada de la Carpa del Encuentro, junto con Moisés y Aarón. 19 Y una vez que Coré convocó contra ellos a toda la comunidad, a la entrada de la Carpa del Encuentro, la gloria del Señor se apareció a toda la comunidad, 20 y el Señor dijo a Moisés y a Aarón: 21 «Sepárense de esta comunidad, porque los voy a exterminar en un instante». 22 Pero ellos cayeron con el rostro en tierra y exclamaron: «Dios, tú que das el aliento a todos los vivientes, ¿te vas a irritar contra toda la comunidad cuando el que peca es uno solo?». 23 El Señor dijo a Moisés: 24 «Habla en estos términos a la comunidad: "Aléjense de los alrededores de la Morada de Coré, Datán y Abirón"». 25 Moisés se levantó, fue adonde estaban Datán y Abirón, seguido de los ancianos de Israel, 26 y dijo a la comunidad: «Apártense de las carpas de estos hombres perversos y no toquen nada de lo que les pertenece, porque de lo contrario también ustedes serán exterminados a causa de sus pecados». 27 Y todos se separaron de las moradas de Coré, Datán, y Abirón. Datán y Abirón, por su parte, salieron y se pusieron de pie a la entrada de sus carpas, junto con sus mujeres, sus hijos y sus pequeños. 28 Moisés dijo: «En esto conocerán que ha sido el Señor el que me envió a hacer estas cosas, y que no es un capricho mío: 29 si estos hombres mueren de muerte natural y su suerte es igual a la de todos los hombres, no ha sido el Señor el que me envió. 30 Pero si el Señor realiza algo inusitado –si la tierra abre sus fauces para tragarlos con todos sus bienes y ellos bajan vivos al Abismo– ustedes sabrán que esta gente ha despreciado al Señor». 31 Apenas Moisés terminó de pronunciar estas palabras, el suelo se partió debajo de sus pies, 32 la tierra abrió sus fauces y los tragó junto con sus familias, con toda la gente de Coré y con todos sus bienes. 33 Ellos bajaron vivos al Abismo, con todo lo que les pertenecía. La tierra los cubrió y desaparecieron de en medio de la asamblea. 34 Al oír sus gritos, todos los israelitas que estaban cerca de ellos huyeron, diciendo: «¡Que no nos trague la tierra!». 35 Luego bajó fuego del Señor y consumió a los doscientos cincuenta hombres que habían ofrecido incienso.



1° Lectura. Mateo 20:17-34

C
uando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: 18 «Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte 19 y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará». 20 Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. 21 «¿Qué quieres?», le preguntó Jesús. Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda». 22 «No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?». «Podemos», le respondieron. 23 «Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre». 24 Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. 25 Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. 26 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; 27 y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: 28 como el Hijo del hombre, que no vino para ser vendido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud». 29 Cuando salieron de Jericó, mucha gente siguió a Jesús. 30 Había dos ciegos sentados al borde del camino y, al enterarse de que pasaba Jesús, comenzaron a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!». 31 La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!». 32 Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». 33 Ellos le respondieron: «Señor, que se abran nuestros ojos». 34 Jesús se compadeció de ellos y tocó sus ojos. Inmediatamente, recobraron la vista y lo siguieron.