domingo, 27 de abril de 2014

3° Lectura. Job 27

Capítulo 27
Job continuó pronunciando su poema, y dijo: 2 ¡Por el Dios viviente, que me priva de mi derecho, y por el Todopoderoso, que me llenó de amargura; 3 mientras haya en mí un aliento de vida y el soplo de Dios esté en mis narices, 4 mis labios no dirán nada falso ni mi lengua pronunciará una mentira! 5 ¡Lejos de mí darles la razón a ustedes: hasta que expire, no renunciaré a mi integridad! 6 Me aferré a mi justicia, y no la soltaré mi corazón no se avergüenza de ninguno de mis días. 7 ¡Que mi enemigo tenga la suerte del malvado, y mi adversario, la del hombre injusto! 8 Porque ¿qué puede esperar el impío, aunque suplique, aunque eleve su alma a Dios? 9 ¿Acaso Dios escuchará su grito cuando le sobrevenga la calamidad? 10 ¿Se deleita él en el Todopoderoso e invoca a Dios en todo tiempo? 11 Yo los instruyo sobre la conducta de Dios, no oculto las intenciones del Todopoderoso, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos? 12 Si todos ustedes ya lo han comprobado, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos? 13 Esta es la parte que Dios asigna al malvado y la herencia que los violentos reciben del Todopoderoso. 14 Si tienen muchos hijos, la espada los espera, y sus vástagos no se saciarán de pan. 15 A los que sobrevivan, los sepultará la Muerte, y sus viudas no llorarán. 16 Si él acumula plata como polvo y amontona ropa fina como arcilla, 17 ¡que siga amontonando!: un justo se vestirá con ella y un inocente heredará la plata. 18 Se edificó una casa como la araña, como la choza que hace un guardián. 19 Se acuesta rico, pero es por última vez: abre los ojos, y no queda nada. 20 En pleno día lo asaltan los terrores y por la noche lo arrebata un torbellino. 21 El viento del este lo levanta y se lo lleva, lo barre del lugar donde habita. 22 Se lo hostiga sin compasión y tiene que huir de la mano que lo hiere. 23 La gente aplaude por su ruina y se lo silba por todas partes.

3° Lectura. Capítulo 24 (fragmento que continua al Cap 27)

Capítulo 24 
(fragmento que continua al Cap 27)
Es algo frágil sobre la superficie de las aguas, su posesión es maldecida en el país y nadie toma el camino de sus viñedos. 19 La sequía y el calor consumen las aguas de la nieve, y el Abismo arrebata a aquellos que pecaron. 20 El seno que lo formó se olvida de él, nadie más se acuerda de su hombre, y la injusticia es quebrada como un árbol. 21 El maltrataba a la estéril privada de hijos y no hacía ningún bien a la viuda. 22 Pero aquel que con su fuerza sojuzga a los tiranos, se levanta, y no le permite que cuente más con su vida. 23 El lo dejaba apoyarse con seguridad, pero sus ojos vigilaban sus caminos. 28 Se encumbró por un instante, y ya no existe, se dobla como una hierba amarga que se arranca y se marchita como la cabeza de una espiga.

2° Lectura. Josué 13-14

Capítulo 13
Exhortación del Señor a Josué
Cuando Josué ya era de edad muy avanzada, el Señor le dijo: «Tú eres un anciano muy entrado en años, y todavía queda por conquistar una gran parte del país. 2 El territorio que falta conquistar es el siguiente: todos los distritos de los filisteos y todo el país de los guesuritas, 3 o sea, desde el Sijor, que está sobre la frontera de Egipto, hasta el límite de Ecrón por el norte. Esta región se considera como perteneciente a los cananeos. Allí están los cinco príncipes de los filisteos –el de Gaza, el de Asdod, el de Ascalón, el de Gat y el de Ecrón– y también los avitas, 4 que están al sur. Además queda todo el país de los cananeos, desde Ará de los sidonios hasta Afec y hasta la frontera de los amorreos. 5 Y por último, el país de los guiblitas con todo el Líbano hacia oriente, desde Baal Gad, que está al pie del monte Hermón, hasta la Entrada de Jamat. 6 Yo expulsaré delante de los israelitas a todos los habitantes de la Montaña, desde el Líbano hasta Misrefot Maim, y a todos los sidonios. Tú, por tu parte, distribuye el país entre los israelitas mediante un sorteo, para que lo posean como herencia, según te lo he ordenado. 7 Sí, ya es hora de que repartas este país entre las nueve tribus y media, para que lo posean como herencia. Porque la mitad de la tribu de Manasés, 8 lo mismo que los rubenitas y los gaditas, ya han recibido la herencia que les dio Moisés en el lado oriental del Jordán». El territorio asignado a las tribus de la Transjordania En efecto, Moisés, el servidor del Señor, había asignado a esas tribus, 9 el territorio que va desde Aroer, a orillas del torrente Arnón, con la ciudad que está en medio del valle; todo el altiplano, desde Medbá hasta Dibón, 10 y todas las ciudades de Sijón –el rey de los amorreos que había reinado en Jesbón– hasta la frontera de los amonitas. 11 Además, les había asignado Galaad y el territorio de los guesuritas y de los maacatitas, con toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salcá. 12 Y en Basán, todo el territorio de Og –que había reinado en Astarot y Edrei, y era uno de los últimos sobrevivientes de los Gigantes– a quien Moisés venció y despojó de sus dominios. 13 Pero los israelitas no expulsaron a los guesuritas y a los maacatitas, que por eso continúan viviendo en medio de Israel hasta el día de hoy. 14 A la tribu de Leví, en cambio, Moisés no le asignó ninguna herencia: las ofrendas hechas al Señor, el Dios de Israel, son su herencia, como él mismo se lo había declarado. La tribu de Rubén 15 Moisés ya había dado una parte a los clanes de la tribu de los rubenitas. 16 A ellos les tocó el territorio que sale de Aroer, a orillas del torrente Arnón, con la ciudad que está en medio del valle; todo el altiplano en dirección a Medbá, 17 hasta llegar a Jesbón, y todas las ciudades del altiplano: Dibón, Bamot Baal, Bet Baal Meón, 18 Iajsá, Quedemot, Mefaat, 19 Quiriataim, Sibmá, Séret Ha Sájar en la montaña que da sobre el valle, 20 Bet Peor, las pendientes del Pisgá y Bet Ha Iesimot. 21 Todas las ciudades del altiplano habían pertenecido a Sijón, el rey de los amorreos que reinaba en Jesbón, y al que Moisés había derrotado, lo mismo que a los principes de Madián: Evi, Réquem, Sur, Jur y Reba, vasallos de Sijón que habitaban en aquel país. 22 Asimismo, los israelitas habían pasado al filo de la espada al adivino Balaam, hijo de Beor, junto con las otras víctimas. 23 La ribera del Jordán servía de límite a los rubenitas. Esta fue la herencia asignada a los clanes de los rubenitas: las ciudades y sus poblados. La tribu de Gad 24 Moisés también había dado una parte a los clanes de los gaditas. 25 Su territorio comprendía Iázer, todas las ciudades de Galaad y la mitad del país de los amonitas, hasta Aroer, que está enfrente de Rabbá. 26 Además, desde Jesbón hasta Ramat Ha Mispá y Betoním, y desde Majanaim hasta el territorio de Lo Debar. 27 Y en el valle, Bet Jaram, Bet Mimrá, Sucot y Safón, el resto del reino de Sijón, rey de Jesbón. Y el lado oriental del Jordán, hasta el extremo del mar de Genesaret, les servía de límite. 28 Esta fue la herencia de los clanes de los gaditas: las ciudades y sus poblados. La mitad de la tribu de Manasés 29 Moisés también había dado una parte a los clanes de la mitad de la tribu de Manasés. 30 Su territorio, partiendo de Majanaim, comprendía todo Basán, y todas las poblaciones de Iair, en Basán: en total, sesenta ciudades. 31 La mitad de Galaad, Astarot y Edrei, ciudades del reino de Og en Basán, pasaron a los clanes de los hijos de Maquir, hijo de Manasés. 32 Este fue el reparto que hizo Moisés en las Estepas de Moab, al otro lado del Jordán, al este de Jericó. 33 Pero Moisés no asignó ninguna herencia a la tribu de Leví, porque el Señor, el Dios de Israel, es su herencia, como él mismo se lo había declarado.

Capítulo 14
El territorio asignado a las tribus de la Cisjordania

Estos son los territorios que los israelitas recibieron como herencia en el país de Canaán, o sea, los territorios que les asignaron el sacerdote Eleazar, Josué hijo de Nun, y los jefes de familia de las tribus de Israel. 2 Ellos los distribuyeron mediante un sorteo –como el Señor lo había mandado por medio de Moisés– entre las nueve tribus y media que faltaban. 3 Porque a las otras dos tribus y media, Moisés ya les había asignado una herencia al otro lado del Jordán, pero a los levitas no les había dado ninguna herencia en medio de ellos 4 Los hijos de José, por su parte, habían formado dos tribus: la de Efraím y la de Manasés; pero a los levitas no se les dio ningún territorio dentro del país, sino solamente algunas ciudades de residencia, con los correspondientes campos de pastoreo para su ganado y sus rebaños. 5 En la distribución de la tierra los israelitas hicieron exactamente lo que el Señor había ordenado a Moisés. 6 Los hijos de Judá fueron a Guilgal, donde estaba Josué; y Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, le dijo: «Tú sabes muy bien lo que el Señor dijo a Moisés, el hombre de Dios, acerca de mí y de ti, en Cades Barné. 7 Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, el servidor del Señor, me envió de Cades Barné a explorar el país, y yo lo informé con toda franqueza. 8 Mientras los compañeros que habían ido conmigo desalentaban al pueblo, yo me mantuve plenamente fiel al Señor, mi Dios. 9 Aquel día, Moisés hizo esta promesa, ratificándola con un juramento: «La tierra que pisaron tus pies será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque te has mantenido plenamente fiel al Señor, mi Dios», 10 Ahora ves que el Señor me ha conservado la vida conforme a su promesa. Y han pasado cuarenta y cinco años desde que el Señor dirigió esta palabra a Moisés, cuando todavía Israel iba por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años, 11 pero todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Hoy tengo la misma fuerza que tenía entonces, tanto para combatir como para ir de un lado a otro. 12 Por eso, dame esta montaña que el Señor me prometió aquel día. Tú mismo oíste ese día que allí se encuentran los anaquitas, y que las ciudades son grandes y amuralladas. Pero sin duda el Señor estará conmigo, y yo los expulsaré como él me lo prometió». 13 Entonces Josué bendijo a Caleb, hijo de Iefuné, y le dio Hebrón como herencia. 14 Por eso Hebrón ha sido hasta el día de hoy la herencia de Caleb, hijo de Iefuné, el quenizita, ya que él se había mantenido plenamente fiel al Señor, el Dios de Israel. 15 El nombre primitivo de Hebrón fue Quiriat Arbá, y Arbá fue el más grande de los anaquitas. Después cesó la guerra en el país.

1° Lectura. Hechos 11:19-30

Mientras tanto, los que se habían dispersado durante la persecución que se desató a causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, y anunciaban la Palabra únicamente a los judíos. 20 Sin embargo, había entre ellos algunos hombres originarios de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, también anunciaron a los paganos la Buena Noticia del Señor Jesús. 21 La mano del Señor los acompañaba y muchos creyeron y se convirtieron. 22 Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. 23 Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme. 24 Bernabé era un hombre bondadoso, lleno de Espíritu Santo y de mucha fe. Y una multitud adhirió al Señor. 25 Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, 26 y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de «cristianos». 27 En esos días, unos profetas llegaron de Jerusalén a Antioquía. 28 Uno de ellos, llamado Agabo, movido por el Espíritu, se levantó y anunció que el hambre asolaría toda la tierra. Esto ocurrió bajo el reinado de Claudio. 29 Los discípulos se decidieron a enviar una ayuda a los hermanos de Judea, cada uno según sus posibilidades. 30 Y así lo hicieron, remitiendo las limosnas a los presbíteros por intermedio de Bernabé y de Saulo.