miércoles, 30 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 8

Capítulo 8
Entre tanto, la fama de los romanos llegó a oídos de Judas: supo que eran guerreros valerosos, se mostraban benévolos con todos sus aliados y entablaban amistad con todos los que acudían a ellos; sobre todo, se enteró de que eran guerreros valerosos. 2 Le habían contado, en efecto, sus campañas y las proezas que habían realizado entre los galos, dominándolos y sometiéndolos a tributo, 3 como así también todo lo que habían hecho en la región de España, para adueñarse de las minas de plata y de oro que hay allí, 4 y cómo gracias a su habilidad y constancia, se habían apoderado de todo el territorio, a pesar de ser un lugar muy distante. Asimismo, a los reyes que habían venido a combatirlos desde los confines de la tierra, los habían derrotado, aplastándolos completamente, mientras que los restantes les pagaban tributo cada año. 5 Ellos habían derrotado y sometido a Filipo y a Perseo, reyes de Quitím, y a cuantos se les opusieron. 6 También habían vencido a Antíoco el Grande, rey de Asia, que les había hecho la guerra con ciento veinte elefantes, con caballos, carros y un ejército muy numeroso: 7 lo tomaron prisionero y le impusieron, a él y a sus sucesores, un fuerte tributo, además de la entrega de rehenes y la cesión 8 de sus mejores provincias –la región de la India, Media y Lidia– que luego entregaron al rey Eumenes. 9 Los de Grecia habían pensado ir a exterminarlos, 10 pero los romanos, al enterarse, habían enviado contra ellos a un solo general para combatirlos: así mataron a muchos de ellos, llevaron prisioneros a sus mujeres y sus niños, saquearon sus bienes, sometieron al país, arrasaron sus fortalezas y les impusieron su dominio hasta el día de hoy. 11 También destruyeron y sometieron a los demás reinos y a las islas que alguna vez les opusieron resistencia. 12 En cambio, mantuvieron su amistad con sus aliados y con todos los que buscaron su apoyo. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y lejanos y son temidos por todos los que oyen en hablar de ellos. 13 Sólo reinan los que ellos quieren ayudar a reinar, y deponen a los que quieren. Están en el apogeo de su poder. 14 Sin embargo, ninguno de ellos se ciñe la corona ni se reviste de púrpura para engrandecerse. 15 Antes bien, han creado un Senado, donde cada día sesionan trescientos veinte senadores, que deliberan constantemente sobre los asuntos del pueblo, a fin de asegurar el orden público. 16 Cada año confían a un solo hombre el poder y el dominio sobre toda la nación, y todos le obedecen, sin que haya entre ellos envidias ni celos. 17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, hijo de Hacós, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma para concertar un pacto de amistad, 18 con el fin de librarse del yugo, porque veían que los griegos tenían esclavizado a Israel. 19 Ellos partieron para Roma y, después de un larguísimo viaje, se presentaron ante el Senado y dijeron: 20 «Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el Pueblo judío nos han enviado para concertar con ustedes un pacto de paz y para que nos inscriban en el número de sus aliados y amigos». 21 La propuesta agradó a los romanos. 22 Y esta es la copia del documento que grabaron en planchas de bronce y enviaron a Jerusalén como memorial de paz y de alianza: 23 «¡Que los romanos y la nación de los judíos tengan felicidad en el mar y en la tierra para siempre! ¡Lejos de ellos la espada y el enemigo! 24 Si una guerra amenaza primero a Roma, o a cualquiera de sus aliados, en cualquier parte de sus dominios, 25 la nación de los judíos luchará a su lado de todo corazón según se lo exijan las circunstancias. 26 Los enemigos no recibirán trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido Roma. Observarán sus compromisos sin ninguna compensación. 27 De la misma manera, si una guerra amenaza primero a la nación de los judíos, los romanos lucharán a su lado, con toda el alma según se lo exijan las circunstancias. 28 Sus agresores no recibirán trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido Roma. Observarán sus compromisos con lealtad». 29 Estas son las cláusulas que los romanos estipularon con el Pueblo judío. 30 «Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo harán de común acuerdo, y lo que añadan o quiten tendrá fuerza obligatoria». 31 Con relación a los males que el rey Demetrio ha causado a los judíos, ya le hemos escrito lo siguiente: «¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo sobre los judíos, nuestros amigos y aliados? 32 Si vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y te haremos la guerra por mar y por tierra».

3° Lectura. Job 30

Capítulo 30
Pero ahora se ríe de mí hasta la gente más joven que yo., a cuyos padres yo no consideraba dignos de juntarlos con los perros de mis rebaños. 2 ¿De qué me hubiera servido la fuerza de sus manos? Ellos habían perdido todo su vigor: 3 agotados por la penuria y el hambre, roían el suelo reseco, la tierra desierta y desolada. 4 Arrancaban malezas de los matorrales y raíces de retama eran su alimento. 5 Se los expulsaba de en medio de los hombres; se los echaba a gritos, como a un ladrón. 6 Habitaban en los barrancos de los torrentes, en las grietas del suelo y los peñascos. 7 Rebuznaban entre los matorrales, se apretujaban bajo los cardos 8 ¡Gente envilecida, raza sin nombre, echados a golpes del país! 9 ¡Y ahora, ellos me hacen burla con sus cantos, soy el tema de sus dichos jocosos! 10 Abominan y se alejan de mí no les importa escupirme en la cara. 11 Porque Dios aflojó mi cuerda y me humilló, ellos también pierden el freno ante mí. 12 A mi derecha se levanta una turba: se abren camino hasta mi para arruinarme. 13 destruyen mi sendero para perderme: atacan sin que nadie los detenga, 14 irrumpen como por una ancha brecha, avanzan rodando como un torbellino. 15 Los terrores se han vuelto contra mí. mi dignidad es arrastrada como por el viento, mi esperanza de salvación ha pasado como una nube. 16 Y ahora mi vida se diluye en mi interior, me han tocado días de aflicción. 17 De noche, siento taladrar mis huesos, los que me roen no se dan descanso. 18 El me toma de la ropa con gran fuerza, me ciñe como el cuello de mi túnica. 19 El me ha arrojado en el fango, y me asemejó al polvo y la ceniza. 20 Clamo a ti, y no me respondes; me presento, y no me haces caso. 21 Te has vuelto despiadado conmigo, me atacas con todo el rigor de tu mano. 22 Me levantas y me haces cabalgar en el viento, y me deshaces con la tempestad. 23 Sí, ya lo sé, me llevas a la muerte, al lugar de reunión de todos los vivientes. 24 ¿Acaso no tendí mi mano al pobre cuando en su desgracia me pedía auxilio? 25 ¿No lloré con el que vivía duramente y mi corazón no se afligió por el pobre? 26 Yo esperaba lo bueno y llegó lo malo, aguardaba la luz y llegó la oscuridad. 27 Me hierven las entrañas incesantemente, me han sobrevenido días de aflicción. 28 Ando ensombrecido y sin consuelo, me alzo en la asamblea y pido auxilio. 29 Me he convertido en hermano de los chacales y en compañero de los avestruces. 30 Mi piel ennegrecida se me cae, mis huesos arden por la fiebre. 31 Mi cítara sólo sirve para el duelo y mi flauta para acompañar a los que lloran.

2° Lectura. Josué 20-21

Capítulo 20
Las ciudades de refugio
El Señor dijo a Josué: 2 «Habla en estos términos a los israelitas: Determinen cuáles serán las ciudades de refugio –esas de las que yo les hablé por medio de Moisés– 3 para que allí puedan encontrar asilo los homicidas que hayan matado a una persona sin premeditación e inadvertidamente. Así ustedes tendrán un refugio contra el vengador del homicidio. 4 El homicida huirá a una de estas ciudades, se detendrá a la entrada de la puerta, y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos lo admitirán, y le asignarán un lugar para que habite con ellos. 5 Y si el vengador del homicidio lo persigue, no lo pondrán en sus manos, porque mató a su prójimo inadvertidamente, sin haberlo odiado antes. 6 Después de comparecer delante de la comunidad para ser juzgado, el homicida permanecerá en aquella ciudad hasta la muerte del Sumo Sacerdote que esté en funciones en aquellos días. Entonces podrá entrar de nuevo en la ciudad y en su casa, en la ciudad de donde había huido». 7 Con este fin, los israelitas consagraron las siguientes ciudades: Quedes, en Galilea, en la montaña de Neftalí; Siquem, en la montaña de Efraím; Quiriat Arba –o sea Hebrón– en la montaña de Judá. 8 Y al otro lado del Jordán, al este de Jericó, se designó a Béser –de la tribu de Rubén, que estaba situada en el desierto, sobre el altiplano– a Ramot de Galaad, de la tribu de Gad, y a Golán, situada en Basán y perteneciente a la tribu de Manasés. 9 Estas fueron las ciudades asignadas a todos los israelitas y a los extranjeros que residían en medio de ellos, para que todo el que matara sin premeditación a una persona pudiera refugiarse en ellas, y así no muriera en manos del vengador del homicidio, antes de comparecer delante de la comunidad.


Capítulo 21
Las ciudades levíticas

Los jefes de familia de los levitas se acercaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los jefes de familia de las tribus israelitas, 2 que estaban en Silo, en le país de Canaán, y les dijeron: «El Señor ordenó por medio de Moisés que se nos asignaran algunas ciudades, a fin de que residiéramos en ellas, y también sus campos de pastoreo para nuestros ganados». 3 Entonces los israelitas, conforme a la orden del Señor, dieron a los levitas las siguientes ciudades con sus campos de pastoreo, tomándolas de sus propias posesiones. 4 Se hizo el sorteo para los clanes de los quehatitas; y a los levitas descendientes de Aarón, el sacerdote, les tocaron en suerte trece ciudades de las tribus de Judá, de Simeón y de Benjamín; 5 a los clanes de los otros quehatitas les tocaron en suerte diez ciudades de las tribus de Efraím, de Dan y de la mitad de Manasés. 6 A los clanes de los gersonitas les tocaron en suerte trece ciudades de las tribus de Isacar, de Aser, de Neftalí y de la mitad de Manasés, en Basán. 7 Y a los clanes de los meraritas les tocaron en suerte doce ciudades de las tribus de Rubén, de Gad y de Zabulón. 8 Así los israelitas dieron a los levitas, mediante un sorteo, esas ciudades con sus campos de pastoreo, como el Señor lo había ordenado por medio de Moisés. Las ciudades de los quehatitas 9 Ellos les entregaron las ciudades de la tribu de Judá y de la tribu de Simeón que se nombran más adelante. 10 Y como la primera suerte les tocó a los levitas que pertenecían a los clanes de los quehatitas y eran descendientes de Aarón, 11 a ellos les dieron Quiriat Arbá –la ciudad de Arba, el padre de Anac, o sea, Hebrón– en la montaña de Judá, con los campos de pastoreo que tenía a su alrededor. 12 Los campos de cultivo y los poblados próximos a la ciudad, en cambio, ya habían sido dados a Caleb, hijo de Iefuné. 13 Y Además de Hebrón –que era una ciudad de refugio para los homicidas– los israelitas dieron a los descendientes del sacerdote Aarón las ciudades de Libná, 14 Iatir, Estemoa, 15 Jolón, Debir, 16 Ain, Iutá y Bet Semes, cada una con su respectivo campo de pastoreo: nueve ciudades de aquellas dos tribus. 17 De la tribu de Benjamín les dieron Gabaón, Gueba, 18 Anatot y Almón, todas con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 19 Trece ciudades y sus campos de pastoreo era el total de las ciudades pertenecientes a los sacerdotes hijos de Aarón. 20 A los clanes de los otros levitas descendientes de Quehat les tocaron en suerte ciudades de la tribu de Efraím. 21 A ellos les dieron Siquem, en la montaña de Efraím –la ciudad de refugio para los homicidas– con sus correspondientes campos de pastoreo, y también Guézer, 22 Quibsaim, Bet Jorón, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 23 De la tribu de Dan les dieron Eltequé, Guibetón, 24 Aialón, Gat Rimón, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 25 De la mitad de la tribu de Manasés les dieron Taanac e Ibleam, cada una con sus campos de pastoreo: dos ciudades. 26 Eran en total diez ciudades, con sus campos de pastoreo, para los restantes clanes de los quehatitas. Las ciudades de los gersonitas 27 A los clanes levíticos de los gersonitas les dieron: de la mitad de la tribu de Manasés, Golán en Basán –la ciudad de refugio para los homicidas– y también Astarot, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 28 De la tribu de Isacar les dieron Quisión, Daberat, 29 Iarmut y En Ganím, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 30 De la tribu de Aser les dieron Misal, Abdón, 31 Jelcat y Rejob, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 32 De la tribu de Neftalí les dieron Quedes en Galilea –la ciudad de refugio para los homicidas– Jamot Dor y Racat, cada una con sus campos de pastoreo: tres ciudades. 33 Las ciudades de los clanes de los gersonitas, con sus respectivos campos de pastoreo, eran trece en total. Las ciudades de los meraritas 34 El resto de los levitas, o sea, a los clanes de los meraritas les dieron: de la tribu de Zabulón, Iocneam, Cartá, 35 Rimón y Nahalal, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 36 De la tribu de Rubén, al otro lado del Jordán les dieron Beser –la ciudad de refugio para los homicidas– que está situada en el desierto, sobre el altiplano, y además Iahás, 37 Quedemot y Mefaat, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 38 De la tribu de Gad, les dieron Ramot de Galaad –la ciudad de refugio para los homicidas– y además, Majanaim, 39 Jesbón y Lázer, cada una con sus campos de pastoreo: cuatro ciudades. 40 En total, eran doce las ciudades asignadas mediante un sorteo al resto de los clanes levíticos, o sea, a los meraritas. 41 Por lo tanto, las ciudades levíticas en medio de las posesiones de los israelitas eran cuarenta y ocho en total, con sus campos de pastoreo. 42 Cada una de estas ciudades incluía, además de la ciudad, los campos de pastoreo que tenían a su alrededor. Lo mismo sucedía con todas las ciudades mencionadas. Conclusión general 43 Así el Señor entregó a Israel todo el territorio que había jurado dar a sus padres. Los israelitas tomaron posesión de él y lo habitaron. 44 El Señor les dio la paz en todas sus fronteras, como lo había jurado a sus padres, y ninguno de sus enemigos pudo resistirles, porque el Señor se los entregó a todos. 45 Ni una sola de las admirables promesas que el Señor había hecho a los israelitas cayó en el vacío: todas se cumplieron.

1° Lectura. Hechos 13:26-52

Hermanos, este mensaje de salvación está dirigido a ustedes: los descendientes de Abraham y los que temen a Dios. 27 En efecto, la gente de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Jesús, ni entendieron las palabras de los profetas que se leen cada sábado, pero las cumplieron sin saberlo, condenado a Jesús. 28 Aunque no encontraron nada en él que mereciera la muerte, pidieron a Pilato que lo condenara. 29 Después de cumplir todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del patíbulo y lo pusieron en el sepulcro. 30 Pero Dios lo resucitó de entre los muertos 31 y durante un tiempo se apareció a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los mismos que ahora son sus testigos delante del pueblo. 32 Y nosotros les anunciamos a ustedes esta Buena Noticia: la promesa que Dios hizo a nuestros padres, 33 fue cumplida por él en favor de sus hijos, que somos nosotros, resucitando a Jesús, como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy. 34 Que Dios lo ha resucitado de entre los muertos y que no habrá de someterse a la corrupción, es lo que el mismo Dios ha declarado diciendo: Cumpliré las santas promesas hechas a David, aquellas que no pueden fallar. 35 Por eso también dice en otro pasaje: No permitirás que tu Santo sufra la corrupción. 36 Sin embargo David, después de haber cumplido la voluntad de Dios en su tiempo, murió, fue a reunirse con sus padres y sufrió la corrupción. 37 Pero aquel a quien Dios resucitó no sufrió la corrupción. 38 Ustedes deben saber que la remisión de los pecados les ha sido anunciada por él. Y la justificación que ustedes no podían alcanzar por la Ley de Moisés, gracias a él, 39 la alcanza todo el que cree. 40 Tengan cuidado de que no les suceda lo que dijeron los profetas: 41 "¡Ustedes, los que desprecian, llénense de estupor y ocúltense! Porque en estos días voy a realizar algo, que si alguien lo contara no lo podrían creer"». 42 A la salida, les pidieron que retomaran el mismo tema el sábado siguiente. 43 Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos, exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios. 44 Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra de Dios. 45 Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias contradecían las palabras de Pablo. 46 Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: «A ustedes debíamos anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos. 47 Así nos ha ordenado el Señor: "Yo te he establecido para ser la luz de las naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra"». 48 Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y todos los que estaban destinados a la vida eterna abrazaron la fe. 49 Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región. 50 Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio. 51 Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos, se dirigieron a Iconio. 52 Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu Santo.