jueves, 8 de mayo de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 10:49-89


Ambos reyes entablaron batalla, y el ejército de Alejandro emprendió la retirada. Demetrio los persiguió y se impuso sobre ellos. 50 Y aunque combatió encarnizadamente hasta la puesta del sol, Demetrio sucumbió aquel día. 51 Alejandro mandó una embajada a Tolomeo, rey de Egipto, con este mensaje. 52 «Yo he vuelto a mi reino, y me he sentado en el trono de mis padres, adueñándome del poder. Después de derrotar a Demetrio, he tomado posesión de mi país, 53 porque combatí con él, lo derroté, a él y a su ejército, y ocupé su trono real. 54 Establezcamos ahora vínculos de amistad entre nosotros: dame a tu hija por esposa, y yo seré tu yerno, y a ti y a ella les haré regalos dignos de ti». 55 El rey Tolomeo respondió en estos términos: «¡Feliz el día en que regresaste al país de tus padres, para sentarte en su trono real! 56 Voy a cumplir ahora mismo lo que tú has escrito. Ven hasta Tolemaida para que nos entrevistemos, y yo seré tu suegro como tú lo has dicho». 57 Tolomeo partió de Egipto con su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida, el año ciento sesenta y dos. 58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra, celebrándose la boda en Tolemaida con la magnificencia propia de los reyes. 59 Luego Alejandro escribió a Jonatán para que fuera a entrevistarse con él. 60 Este fue a Tolemaida con gran pompa; allí se entrevistó con los dos reyes y los obsequió con plata y oro, ofreciendo además numerosos presentes a sus Amigos. De esa manera se ganó el favor de ellos. 61 Entonces un grupo de prevaricadores, la gente más indeseable de Israel, se confabularon contra él y lo acusaron ante el rey. Pero este, en lugar de hacerles caso, 62 ordenó que quitaran a Jonatán la ropa que tenía puesta y lo vistieran de púrpura. Así lo hicieron. 63 El rey lo hizo sentar a su lado y dijo a sus dignatarios: «Recorran con él la ciudad y proclamen que nadie se atreva a levantar ninguna acusación contra él ni a molestarlo por ningún motivo». 64 Apenas sus detractores vieron los honores que le tributaban, los términos de la proclama y la púrpura con que estaba revestido, se dieron a la fuga. 65 El rey lo honró inscribiéndolo entre sus principales Amigos, y lo constituyó general y gobernador. 66 Así Jonatán regresó a Jerusalén en paz y lleno de alegría. 67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, llegó al país de sus padres, procedente de Creta, 68 y Alejandro, muy contrariado por esta noticia regresó a Antioquía. 69 Demetrio designó general a Apolonio, el gobernador de la Celesiria, y este reclutó un numeroso ejército y acampó en Iamnia, enviando a decir al Sumo Sacerdote Jonatán: 70 «Tú eres el único que te rebelas contra nosotros, y a causa de ti, y ho soy objeto de burla y de desprecio. ¿Por qué usas de tu autoridad contra nosotros en las montañas? 71 Si realmente confías en tus tropas, baja ahora a medirte con nosotros en la llanura, porque yo cuento con las tropas de las ciudades. 72 Averigua, y sabrás quién soy yo y quiénes son los que nos ayudan: ellos dicen que ustedes no pueden resistirnos, ya que dos veces fueron derrotados tus padres en su propio país. 73 Ahora no podrás enfrentar a la caballería y a un ejército tan grande en esta llanura, donde no hay una piedra, ni una roca, ni un sitio donde refugiarse». 74 Cuando Jonatán escuchó el mensaje de Apolonio, se turbó profundamente. Entonces eligió a diez mil hombres y salió de Jerusalén. Su hermano Simón se unió a él para ayudarlo. 75 Luego acampó frente a Jope, pero los habitantes de la ciudad le cerraron las puertas porque allí había una guarnición de Apolonio. Apenas comenzó el ataque, 76 los habitantes de la ciudad, aterrorizados, le abrieron las puertas, y así Jonatán se adueñó de Jope. 77 Al enterarse de esto, Apolonio puso en pie de guerra tres mil jinetes y una numerosa infantería, y partió en dirección a Azoto, como si fuera de paso; pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura, confiado en su numerosa caballería. 78 Jonatán lo persiguió en dirección a Azoto, y los dos ejércitos entablaron batalla. 79 Apolonio había dejado mil jinetes ocultos a espaldas de ellos. 80 Pero Jonatán se dio cuenta de que estaban emboscados detrás de él. Los enemigos rodearon a su ejército, arrojándole flechas durante todo el día. 81 Las tropas se mantuvieron firmes, como lo había ordenado Jonatán, mientras que los caballos de los enemigos se cansaron. 82 Entonces Simón hizo avanzar sus escuadrones y atacó a la infantería, porque la caballería estaba extenuada: así los derrotó y los obligó a huir. 83 La caballería se desbandó por la llanura, y los fugitivos huyeron a Azoto y entraron en la Casa de Dagón, el templo de su ídolo, para ponerse a salvo. 84 Jonatán incendió a Azoto y a las ciudades vecinas y se apoderó del botín. También incendió el templo de Dagón, con todos los que se habían refugiado en él. 85 Los que perecieron por la espada o por el fuego fueron unos ocho mil hombres. 86 Luego Jonatán partió de allí y acampó frente a Ascalón, cuyos habitantes salieron a recibirlo con grandes honores. 87 Después regresó con su gente a Jerusalén, llevando consigo un gran botín. 88 Cuando el rey Alejandro se enteró de todo esto, concedió nuevos honores a Jonatán; 89 le envió un prendedor de oro, como se acostumbra conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón con todo su reino.

3° Lectura. Job 38

Capítulo 38
El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo: 2 ¿Quién es ese que oscurece mi designio con palabras desprovistas de sentido? 3 ¡Ajústate el cinturón como un guerrero: yo te preguntaré, y tú me instruirás! 4 ¿Dónde estabas cuando yo fundaba la tierra? Indícalo, si eres capaz de entender. 5 Quién fijó sus medidas? ¿Lo sabes acaso? ¿Quién tendió sobre ella la cuerda para medir? 6 ¿Sobre qué fueron hundidos sus pilares o quién asentó su piedra angular, 7 mientras los astros de la mañana cantaban a coro y aclamaban todos los hijos de Dios? 8 ¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del seno materno, 9 cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones? 10 Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas, 11 y le dije: «Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia de tus olas». 12 ¿Has mandado una vez en tu vida a la mañana, le has indicado su puesto a la aurora, 13 para que tome a la tierra por los bordes y sean sacudidos de ella los malvados? 14 Ella adquiere forma como la arcilla bajo el sello y se tiñe lo mismo que un vestido: 15 entonces, a los malvados se los priva de su luz y se quiebra el brazo que se alzaba. 16 ¿Has penetrado hasta las fuentes del mar y has caminado por el fondo del océano? 17 ¿Se te han abierto las Puertas de la Muerte y has visto las Puertas de la Sombra? 18 ¿Abarcas con tu inteligencia la extensión de la tierra? Indícalo, si es que sabes todo esto. 19 ¿Por dónde se va adonde habita la luz y dónde está la morada de las tinieblas, 20 para que puedas guiarla hasta su dominio y mostrarle el camino de su casa? 21 ¡Seguro que lo sabes, porque ya habías nacido y es muy grande el número de tus días! 22 ¿Has penetrado hasta los depósitos de la nieve y has visto las reservas del granizo, 23 que yo guardo para los tiempos de angustia, para los días de guerra y de combate? 24 ¿Por qué camino se expande la luz y el viento del este se propaga sobre la tierra? 25 ¿Quién ha abierto un cauce al aguacero y un camino al estampido de los truenos, 26 para hacer llover sobre una tierra despoblada, sobre un desierto donde ningún hombre habita, 27 para regar los páramos desolados y hacer brotar una hierba en la estepa? 28 ¿Acaso la lluvia tiene un padre, y quién ha engendrado las gotas del rocío? 29 ¿Del vientre de quién sale el hielo y quién da a luz la escarcha del cielo, 30 cuando las aguas se endurecen como piedra y se congela la superficie del océano? 31 ¿Anudas tú los lazos de las Pléyades o desatas las cuerdas del Orión? 32 ¿Haces salir las Híadas a su tiempo y guías a la Osa y sus cachorros? 33 ¿Conoces las leyes de los cielos? ¿Regulas su dominio sobre la tierra? 34 ¿Puedes alzar tu voz hasta las nubes para que te cubra una masa de agua? 35 ¿Parten los relámpagos cuanto tú los envías y ellos te dicen: «Aquí estamos»? 36 ¿Quién puso en el ibis la sabiduría o quién dio al gallo la inteligencia? 37 ¿Quién cuenta las nubes sabiamente y quién inclina los odres del cielo, 38 cuando el polvo se funde en una masa y los terrones se pegan entre sí? 39 ¿Cazas tú la presa para la leona y aplacas el hambre de sus cachorros, 40 cuando se agazapan en sus guaridas y están al acecho en la espesura? 41 ¿Quién prepara las provisiones para el cuervo, cuando sus pichones claman a Dios y andan errantes por falta de alimento?

2° Lectura. Jueces 9

Capítulo 9
La coronación de Abimélec
Abimélec, hijo de Ierubaal, fue a Siquem, donde estaban los hermanos de su madre, y les dijo a ellos y a todo el clan de la casa paterna de su madre: 2 «Digan a todos los señores de Siquem: «¿Qué es mejor para ustedes, que los gobiernen setenta hombres –todos los hijos de Ierubaal– o que los gobierne uno solo? Recuerden además que yo soy de la misma sangre que ustedes». 3 Los hermanos de su madre comunicaron estas palabras de Abimélec a los señores de Siquem, y estos se pusieron de parte de él, porque decían: «Es nuestro hermano». 4 Luego le dieron setenta siclos de plata del templo de Baal Berit, con los que Abimélec contrató a unos hombres y aventureros, que le sirvieron de escolta. 5 Enseguida entró en la casa de su padre, en Ofrá, y mató a sus hermanos, los setenta hijos de Ierubaal, sobre una misma piedra. Sólo escapó Jotam, el hijo menor de Ierubaal, porque logró esconderse. 6 Entonces se reunieron todos los señores de Siquem y todo Bet Miló, y fueron a proclamar rey a Abimélec, junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en Siquem. La fábula de Jotám 7 Cuando le llevaron la noticia a Jotam, este se puso en la cima del monte Garizim, y gritó con voz potente: «Escúchenme, señores de Siquem, y que Dios los escuche a ustedes: 8 Los árboles se pusieron en camino para ungir a un rey que los gobernará. Entonces dijeron al olivo: «Sé tú nuestro rey». 9 Pero el olivo les respondió: «¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles? 10 Los árboles dijeron a la higuera: «Ven tú a reinar sobre nosotros». 11 Pero la higuera les respondió: «¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?» 12 Los árboles le dijeron a la vid: «Ven tú a reinar sobre nosotros». 13 Pero la vid les respondió: «¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?». 14 Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza: «Ven tú a reinar sobre nosotros». 15 Pero la zarza respondió a los árboles: «Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano». 16 Y ahora, díganme: ¿Han obrado ustedes con sinceridad al proclamar rey a Abimélec? ¿Se han portado bien con Ierubaal y con su familia, y lo han tratado como se merecía? 17 Mi padre combatió por ustedes, arriesgó su vida y los libró del poder de Madián, 18 y ahora ustedes se han levantado contra la familia de mi padre, han matado sobre una misma piedra a sus setenta hijos, y han proclamado rey de los señores de Siquem y Abimélec, el hijo de su esclava, aduciendo que es hermano de ustedes. 19 Si hoy han sido sinceros y leales con Ierubaal y su familia, que Abimélec sea para ustedes un motivo de Alegría, y ustedes para él. 20 De lo contrario, que salga fuego de Abimélec para devorar a los señores de Siquem y de Bet Miló, y que salga fuego de los señores de Siquem y de Bet Miló, para devorar a Abimélec. 21 Después Jotam huyó para ponerse a salvo, y se estableció en Beer, lejos de su hermano Abimélec. Rebelión de los siquemitas contra Abimélec 22 Abimélec gobernó tres años en Israel, 23 Pero Dios envió un espíritu de discordia entre Abimélec y los señores de Siquem, y estos traicionaron a Abimélec. 24 Así debía ser castigado el crimen cometido contra los setenta hijos de Ierubaal, y su sangre debía recaer sobre su hermano Abimélec, que los había matado, y sobre los señores de Siquem, que habían sido cómplices en la matanza de sus hermanos. 25 Por eso, los señores de Siquem preparaban emboscadas contra él en las cimas de los montes, y saqueaban a todos los que pasaban por allí. Abimélec fue informado de todo esto. 26 Una vez, Gaal, hijo de Ebed, pasó por Siquem junto con sus hermanos, y se ganó la confianza de los señores de Siquem. 27 Estos salieron al campo a vendimiar, pisaron las uvas, hicieron festejos y entraron en el templo de su dios. Después de comer y beber, maldijeron a Abimélec. 28 Entonces Gaal, hijo de Ebed, exclamó: «¿Qué autoridad tiene Abimélec sobre Siquem que le estamos sometidos? ¿El hijo de Ierubaal, y de Zebul, su lugarteniente, no han estado sometidos a la gente de Jamor, el padre de Siquem? ¿Por qué tenemos que estar sometidos a ellos? 29 ¡Si pusieran a este pueblo en mis manos, yo expulsaría a Abimélec, desafiándolo a que refuerce su ejército y salga a combatir!». 30 Zebul, el gobernador de la ciudad, al enterarse de las palabras de Gaal, hijo de Ebed, se enfureció 31 y envió disimuladamente mensajeros a Arumá, donde estaba Abimélec, para avisarle: «Gaal, hijo de Ebed, ha llegado a Siquem con sus hermanos, y está sublevando la ciudad contra ti. 32 Por eso, ven durante la noche con toda la gente que tienes contigo y quédate al acecho en campo abierto. 33 Por la mañana temprano, apenas brille el sol, irrumpirás contra la ciudad. Y cuando Gaal con su gente salga a enfrentarse contigo, lo tratarás como más convenga». 34 Abimélec salió durante la noche con toda su gente y se puso al acecho cerca de Siquem, con su tropa dividida en cuatro grupos. 35 Cuando Gaal, hijo de Ebed, salió y se detuvo a las puertas de la ciudad, Abimélec y la tropa que lo acompañaba salieron de los lugares donde estaban al acecho. 36 Al ver las tropas, Gaal dijo a Zebul: «Mira esa gente que baja de la cima de los montes». «Es la sombra de los montes, y a ti te parecen hombres», le respondió Zebul. 37 Pero Gaal insistió: «Es gente que baja por la ladera del Ombligo de la Tierra, y otro grupo viene por el camino de la Encina de los Adivinos». 38 Entonces Zebul le dijo: «¿No eras tú el que te envalentonabas, diciendo: «¿Quién es Abimélec para que le estemos sometidos?». ¡Ahí está la gente que tú despreciabas! ¡Ve ahora a combatir contra ellos!». 39 Gaal salió al frente de los señores de Siquem y presentó batalla a Abimélec. 40 Abimélec lo persiguió: Gaal emprendió la retirada y muchos cayeron muertos antes de llegar a la puerta de la ciudad. 41 Abimélec regresó a Arumá, y Zebul expulsó de Siquem a Gaal y a sus hermanos, impidiéndoles habitar allí. Destrucción de Siquém 42 Al día siguiente, la gente de Siquem se puso en campaña. Cuando Abimélec recibió la noticia, 43 reunió sus tropas, las dividió en tres grupos y se puso al acecho en el campo. Al ver que la gente salía de la ciudad, irrumpió contra ellos y los derrotó. 44 Después, Abimélec y el grupo que lo acompañaba volvieron a atacar, y tomaron posiciones frente a la puerta de la ciudad. Mientras tanto, los otros dos grupos se lanzaron contra los que estaban en el campo y los derrotaron. 45 Abimélec atacó la ciudad durante todo el día. Cuando la tomó, mató a la población, arrasó la ciudad y esparció sal sobre ella. Destrucción de Migdal Siquém 46 Al enterarse, los señores de Migdal Siquem, se refugiaron en la cripta del templo de El Berit. 47 Cuando Abimélec recibió la noticia de que todos los señores de Migdal Siquem estaban en un solo lugar, 48 subió al monte Salmón con todas sus tropas; y tomando un hacha, cortó una rama de árbol, se la puso al hombre, y dijo a las tropas que lo acompañaban: «¡Apúrense! Hagan lo mismo que yo». 49 Cada uno de sus hombres cortó una rama y todos fueron detrás de Abimélec. Después cubrieron la cripta con las ramas y les prendieron fuego. Así murieron también los habitantes de Migdal Siquem, unos mil hombres y mujeres. 50 Luego Abimélec marchó contra Tebes, la asedió y la conquistó. 51 En medio de la ciudad había una torre fortificada, y todos los habitantes de la ciudad, hombres y mujeres, se refugiaron en ella. La cerraron por dentro y se subieron a la parte más alta de la torre. 52 Abimélec se adelantó para atacar la torre y llego hasta la puerta con la intención de prenderle fuego. 53 Pero una mujer le arrojó una rueda de molino sobre la cabeza y le partió el cráneo. 54 El llamó en seguida a su escudero y le dijo: «Desenvaina tu espada y mátame, para que no se pueda decir que me mató una mujer». Entonces el escudero lo atravesó con su espada y el murió. 55 Al ver que Abimélec estaba muerto, los hombres de Israel regresaron cada uno a su lugar. 56 Dios hizo recaer sobre Abimélec el crimen que había cometido contra su padre, cuando mató a sus setenta hermanos. 57 Y también hizo que toda la maldad de la gente de Siquem recayera sobre ellos mismos. Así se cumplió la maldición que Jotam, hijo de Ierubaal, había pronunciado contra ellos.

1° Lectura. Hechos 18

Capítulo 18
Después de esto, Pablo dejó Atenas y fue a Corinto. 2 Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, 3 y como ejercía el mismo oficio, se alojó en su casa y trabajaba con ellos haciendo tiendas de campaña. 4 Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga y trataba de persuadir tanto a los judíos como a los paganos. 5 Cuando Silas y Timoteo llegaron a Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías. 6 Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: «Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos». 7 Entonces, alejándose de allí, fue a lo de un tal Ticio Justo, uno de los que adoraban a Dios y cuya casa lindaba con la sinagoga. 8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor, junto con toda su familia. También muchos habitantes de Corinto, que habían escuchado a Pablo, abrazaron la fe y se hicieron bautizar. 9 Una noche, el Señor dijo a Pablo en una visión: «No temas. Sigue predicando y no te calles. 10 Yo estoy contigo. Nadir pondrá la mano sobre ti para dañarte, porque en esta ciudad hay un pueblo numeroso que me está reservado». 11 Pablo se radicó allí un año y medio, enseñando la Palabra de Dios. 12 Durante el gobierno del procónsul Galión en Acaya, los judíos se confabularon contra Pablo y lo condujeron ante el tribunal, 13 diciendo: «Este hombre induce a la gente a que adore a Dios de una manera contraria a la Ley». 14 Pablo estaba por hablar, cuando Galión dijo a los judíos: «Si se tratara de algún crimen o de algún delito grave, sería razonable que los atendiera. 15 Pero tratándose de discusiones sobre palabras y nombres, y sobre la Ley judía, el asunto les concierne a ustedes; yo no quiero ser juez en estas cosas». 16 Y los hizo salir del tribunal. 17 Entonces todos se apoderaron de Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon ante el tribunal. Pero a Galión todo esto lo tuvo sin cuidado. 18 Pablo permaneció todavía un cierto tiempo en Corinto. Después se despidió de sus hermanos y se embarcó hacia Siria en compañía de Priscila y de Aquila. En Cencreas, a raíz de un voto que había hecho, se hizo cortar el cabello. 19 Cuando llegaron a Efeso, Pablo se separó de sus compañeros para ir a la sinagoga y dialogar con los judíos. 20 Estos le rogaron que se quedara más tiempo, pero Pablo no accedió, 21 sino que se despidió de ellos, diciéndoles: «Volveré otra vez, si Dios quiere». Y partió de Efeso. 22 Desembarcó en Cesarea, subió para saludar la Iglesia y luego descendió a Antioquía. 23 Después de haber permanecido un tiempo allí, partió de nuevo y recorrió sucesivamente la región de Galacia y la Frigia, animando a todos los discípulos. 24 Un judío llamado Apolo, originario de Alejandría, había llegado a Efeso. Era un hombre elocuente y versado en las Escrituras. 25 Había sido iniciado en el Camino del Señor y, lleno de fervor, exponía y enseñaba con precisión lo que se refiere a Jesús, aunque no conocía otro bautismo más que el de Juan. 26 Comenzó a hablar con decisión en la sinagoga. Después de oírlo, Priscila y Aquila lo llevaron con ellos y le explicaron más exactamente el Camino de Dios. 27 Como él pensaba ir a Acaya, los hermanos lo alentaron, y escribieron a los discípulos para que lo recibieran de la mejor manera posible. Desde que llegó a Corinto fue de gran ayuda, por la gracia de Dios, para aquellos que habían abrazado la fe, 28 porque refutaba vigorosamente a los judíos en público, demostrando por medio de las Escrituras que Jesús es el Mesías.