martes, 18 de febrero de 2014

3° Lectura Proverbios 8


1 ¿No está llamando la Sabiduría y no hace oír su voz la Inteligencia?
2 En las cumbres más altas que bordean el camino, apostada en el cruce de los senderos,
3 al lado de las puertas, a la entrada de la ciudad, en los lugares de acceso, ella dice en alta voz:
4 «A ustedes, hombres, yo los llamo, y mi voz se dirige a los seres humanos.
5 Entiendan, incautos, qué es la perspicacia; entiendan, necios, qué es la sensatez.
6 Escuchen: es muy importante lo que voy a decir, mis labios se abren para expresar lo que es recto.
7 Sí, mi boca profiere la verdad, la maldad es una abominación para mis labios.
8 Todas mis palabras son conformes a la justicia, no hay en ellas nada retorcido o sinuoso;
9 todas son exactas para el que sabe entender y rectas para los que ha hallado la ciencia.
10 Adquieran mi instrucción, no la plata, y la ciencia más que el oro acrisolado.
11 Porque la Sabiduría vale más que las perlas, y nada apetecible se le puede igualar».
12 Yo, la Sabiduría, habito con la prudencia y poseo la ciencia de la reflexión.
13 El temor del Señor es detestar el mal: yo detesto la soberbia, el orgullo, la mala conducta y la boca perversa.
14 A mí me pertenecen el consejo y la habilidad, yo soy la inteligencia, mío es el poder.
15 Por mí reinan los reyes y los soberanos decretan la justicia;
16 por mí gobiernan los príncipes y los nobles juzgan la tierra.
17 Yo amo a los que me aman y los que me buscan ardientemente, me encontrarán.
18 Conmigo están la riqueza y la gloria, los bienes perdurables y la justicia.
19 Mi fruto vale más que el oro, que el oro fino, y rindo más que la plata acrisolada.
20 Yo voy por el sendero de la justicia, en medio de las sendas de la equidad,
21 para repartir posesiones a los que me aman y para colmar sus tesoros.
22 El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde siempre.
23 Yo fui formada desde la eternidad, desde el comienzo, antes de los orígenes de la tierra.
24 Yo nací cuando no existían los abismos, cuando no había fuentes de aguas caudalosas.
25 Antes que fueran cimentadas las montañas, antes que las colinas, yo nací,
26 cuando él no había hecho aún la tierra ni los espacios ni los primeros elementos del mundo.
27 Cuando él afianzaba el cielo, yo estaba allí; cuando trazaba el horizonte sobre el océano,
28 cuando condensaba las nubes en lo alto, cuando infundía poder a las fuentes del océano,
29 cuando fijaba su límite al mar para que las aguas no transgredieran sus bordes, cuando afirmaba los cimientos de la tierra,
30 yo estaba a su lado como un hijo querido y lo deleitaba día tras día, recreándome delante de él en todo tiempo,
31 recreándome sobre la faz de la tierra, y mi delicia era estar con los hijos de los hombres.
32 Y ahora, hijos, escúchenme: ¡felices los que observan mis caminos!
33 Escuchen la instrucción y sean sabios: ¡no la descuiden!
34 ¡Feliz el hombre que me escucha, velando a mis puertas día tras día y vigilando a la entrada de mi casa!
35 Porque el que me encuentra ha encontrado la vida y ha obtenido el favor del Señor;
36 pero el que peca contra mí se hace daño a sí mismo y todos los que me odian, aman la muerte.

2° Lectura Éxodo 18-19


Capítulo 18
La visita de Jetro a Moisés
1 Jetró, sacerdote de Madián y suegro de Moisés, se enteró de todo lo que Dios había hecho en favor de Moisés y de su pueblo Israel, cuando el Señor hizo salir a Israel de Egipto.
2 Entonces partió llevando consigo a Sipora, la esposa de Moisés –que este había hecho regresar a su casa–
3 y a sus dos nietos. uno de ellos se llamaba Gersón, porque Moisés había dicho: «Fui un emigrante en tierra extranjera»;
4 y el otro se llamaba Eliezer, porque Moisés había dicho: «El Dios de mi padre es mi ayuda y me libró de la espada del Faraón».
5 Cuando Jetró, que venía con la esposa y los hijos de su yerno, llegó al desierto donde había acampado Moisés, junto a la montaña de Dios,
6 se hizo anunciar con estas palabras: «Aquí está Jetró, tu suegro, que viene a verte acompañado de tu esposa y de tus hijos».
7 Moisés salió enseguida al encuentro de su suegro, le hizo una profunda reverencia y lo besó. Después de saludarse mutuamente, entraron en la carpa.
8 Moisés relató a su suegro todo lo que el Señor había hecho al Faraón y a los egipcios a causa de Israel, las dificultades con que habían tropezado en el camino, y cómo el Señor los había librado.
9 Jetró manifestó su alegría por todo el bien que el Señor había dispensado a Israel, librándolo del poder de Egipto.
10 y exclamó: «Bendito sea el Señor que los libró de las manos de los egipcios y de las manos del Faraón.
11 Ahora sé que el Señor es más grande que todos los dioses, porque él salvó a su pueblo del poder de los egipcios, a causa de la arrogancia con que estos lo trataron».
12 Luego Jetró ofreció un holocausto y sacrificios a Dios, y Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a participar de la comida con el suegro de Moisés, en la presencia de Dios.
La institución de los jueces, colaboradores de Moisés
13 Al día siguiente, Moisés se sentó para juzgar los asuntos que le presentaba el pueblo, mientras la gente permanecía de pie junto a él, de la mañana a la noche.
14 Su suegro, al ver todo lo que él hacía por el pueblo, le preguntó: «¿Qué significa eso que haces con el pueblo? ¿Por qué lo haces tú solo, mientras la gente se queda de pie junto a ti, de la mañana a la noche?
15 Moisés respondió a su suegro: Esa gente acude a mí para consultar a Dios.
16 Cuando tienen un pleito, acuden a mí. Entonces yo decido quién tiene razón, y les doy a conocer las disposiciones y las instrucciones de Dios».
17 El Suegro de Moisés le dijo: «Lo que haces no está bien.
18 Así quedarán completamente agotados, tú y toda esa gente que está contigo. Esa tarea es demasiado pesada para ti, y tú solo no puedes realizarla.
19 Ahora escúchame. Yo te daré un consejo, y que Dios esté contigo. Tú debes representar al pueblo delante de Dios y exponerle los asuntos de la gente.
20 Al mismo tiempo, tienes que inculcarles los preceptos y las instrucciones de Dios, y enseñarles el camino que deben seguir y la manera cómo deben comportarse.
21 Pero además tienes que elegir, entre todo el pueblo, a algunos hombres capaces, temerosos de Dios, dignos de confianza e insobornables, para constituirlos jefes del pueblo: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas.
22 Ellos administrarán justicia al pueblo permanentemente. Si hay algún caso difícil, que te lo traigan a ti, pero que juzguen por sí mismos los casos de menor importancia. De esa manera, se aliviará tu carga, y ellos la compartirán contigo.
23 Si obras así, y Dios te da sus órdenes, tú podrás resistir y toda esa gente regresará en paz a sus hogares».
24 Moisés siguió el consejo de su suegro y puso en práctica todo lo que él le había indicado.
25 Entre todos los israelitas, eligió a algunas personas capaces, y las puso como jefes del pueblo: jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas,
26 que administraban justicia al pueblo permanentemente. Ellos presentaban a Moisés los asuntos más difíciles, y juzgaban por sí mismos las cuestiones de menor importancia.
27 Luego Moisés despidió a su suegro, y este regresó a su país.
La Alianza del Sinaí

Capítulo 19
La llegada al Sinaí
1 El primer día del tercer mes, después de su salida de Egipto, los israelitas llegaron al desierto del Sinaí.
2 Habían partido de Refidim, y cuando llegaron al desierto de el Sinaí, establecieron allí su campamento. Israel acampó frente a la montaña.
Ofrecimiento de la Alianza
3 Moisés subió a encontrarse con Dios. El Señor lo llamó desde la montaña y le dijo: «Habla en estos términos a la casa de Jacob y anuncia este mensaje a los israelitas:
4 «Ustedes han visto cómo traté a Egipto, y cómo los conduje sobre alas de águila y los traje hasta mí.
5 Ahora, si escuchan mi voz y observan mi alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece.
6 Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada». Estas son las palabras que transmitirás a los israelitas».
7 Moisés fue a convocar a los ancianos de Israel y les expuso todas estas palabras, como el Señor se lo había ordenado.
8 El pueblo respondió unánimemente: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el Señor». Y Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo.
Los preparativos de la teofanía
9 El Señor dijo a Moisés: «Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo te hable. Así tendrá en ti una confianza a toda prueba». Y Moisés comunicó al Señor las palabras del pueblo.
10 Luego añadió: «Ve adónde está el pueblo y ordénales que se purifiquen hoy y mañana. Que laven su ropa
11 y estén preparados para pasado mañana. Porque al tercer día el Señor descenderá sobre la montaña del Sinaí, a la vista de todo el pueblo.
12 Fija también un límite alrededor del pueblo, haciendo esta advertencia: «Cuídense de subir a la montaña y hasta de tocar sus bordes, porque todo el que toque la montaña será castigado con la muerte.
13 Pero nadie pondrá su mano sobre el culpable, sino que deberá ser apedreado o muerto a flechazos; sea hombre o animal, no quedará vivo. Y cuando suene la trompeta, ellos subirán a la montaña».
14 Moisés bajó de la montaña y ordenó al pueblo que se sometiera a las purificaciones rituales. Todos lavaron su ropa,
15 y luego les dijo: «Estén preparados para pasado mañana. Mientras tanto, absténganse de tener relaciones sexuales».
La teofanía
16 Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. Todo el pueblo que estaba en el campamento se estremeció de temor.
17 Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios, y todos se detuvieron al pie de la montaña.
18 La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella en el fuego. El humo se elevaba como el de un horno, y toda la montaña temblaba violentamente.
19 El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y el Señor le respondía con el fragor del trueno.
20 El Señor bajó a la montaña del Sinaí, a la cumbre de la montaña, y ordenó a Moisés que subiera a la cumbre. Moisés subió,
21 y el Señor le dijo: «Baja y ordena al pueblo que no traspase los límites para ver al Señor, porque muchos de ellos perderían la vida.
22 Incluso los sacerdotes que se acerquen al Señor deberán purificarse, para que el Señor no les quite la vida».
23 Moisés le respondió: «El pueblo no se atreverá a subir a la montaña del Sinaí, porque tú se lo prohibiste cuando mandaste poner un límite alrededor de la montaña declarada sagrada».
24 El Señor le dijo: «Baja enseguida y vuelve después en compañía de Aarón. Pero que los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites para subir adonde está el Señor, no sea que él les quite la vida».
25 Moisés bajó adonde estaba el pueblo y les dijo todas esas cosas.

1° Lectura Hebreos 13


1 Perseveren en el amor fraternal.
2 No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles.
3 Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo.
4 Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros.
5 No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré.
6 De manera que podemos decir con plena confianza: El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?
7 Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe.
8 Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre.
9 No se dejen extraviar por cualquier clase de doctrinas extrañas. Lo mejor es fortalecer el corazón con la gracia, no con alimentos que de nada aprovechan a quienes los comen.
10 Nosotros tenemos un altar del que no tienen derecho a comer los ministros de la Antigua Alianza.
11 Los animales sacrificados, cuya sangre es llevada al Santuario por el Sumo Sacerdote para la expiación del pecado, son quemados fuera del campamento.
12 Por eso Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció fuera de las puertas de la ciudad.
13 Salgamos nosotros también del campamento, para ir hacia él, cargando su deshonra.
14 Porque no tenemos aquí abajo una ciudad permanente, sino que buscamos la futura.
15 Y por medio de él, ofrezcamos sin cesar a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su Nombre.
16 Hagan siempre el bien y compartan lo que poseen, porque esos son sacrificios agradables a Dios.
17 Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho.
18 Rueguen por nosotros. En realidad, estamos convencidos de tener buena conciencia, ya que nuestra intención es proceder correctamente en todo.
19 Además, les pido insistentemente que oren, para que yo pueda encontrarme con ustedes lo antes posible.
20 Que el Dios de la paz –el mismo que resucitó de entre los muertos a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, por la sangre de una Alianza eterna–
21 los capacite para cumplir su voluntad, practicando toda clase de bien. Que él haga en nosotros lo que es agradable a sus ojos, por Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22 Les ruego, hermanos, que acepten con paciencia estas palabras de exhortación, teniendo en cuenta que les he escrito brevemente.
23 Sepan que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad; si llega a tiempo, iré a verlos con él.
24 Saluden a todos sus dirigentes y a todos los hermanos. Los hermanos de Italia les envían saludos.
25 Que la gracia permanezca con todos ustedes.