miércoles, 12 de febrero de 2014

3° Lectura PROVERBIOS 2


1 Hijo mío, si recibes mis palabras y guardas contigo mis mandamientos,
2 prestando oído a la sabiduría e inclinando tu corazón al entendimiento;
3 si llamas a la inteligencia y elevas tu voz hacia el entendimiento,
4 si la buscas como si fuera plata y la exploras como un tesoro,
5 entonces comprenderás el temor del Señor y encontrarás la ciencia de Dios.
6 Porque el Señor da la sabiduría, de su boca proceden la ciencia y la inteligencia.
7 El reserva su auxilio para los hombres rectos, es un escudo para los que caminan con integridad;
8 él protege los senderos de la equidad y cuida el camino de sus fieles.
9 Entonces comprenderás la justicia y la equidad, la rectitud y todas las sendas del bien.
10 Porque la sabiduría penetrará en tu corazón y la ciencia será la delicia de tu alma;
11 la reflexión cuidará de ti y la inteligencia te protegerá,
12 para librarte del mal camino, del hombre que habla con perversidad;
13 de los que abandonan los senderos de la rectitud, para tomar por caminos tenebrosos;
14 de los que gozan haciendo el mal y se regocijan en las perversiones de la maldad;
15 de los que van por caminos tortuosos y por senderos retorcidos.
16 Así te librarás de la mujer ajena, de la extraña que se vale de palabras seductoras,
17 que abandona al amigo de su juventud y olvida la alianza de su Dios.
18 su casa se hunde en la muerte y sus senderos van hacia las Sombras;
19 los que entren en ella no podrán volver atrás ni alcanzarán los senderos de la vida.
20 Así tú irás por el camino de los buenos y seguirás el sendero de los justos,
21 porque los rectos habitarán la tierra y los hombres íntegros permanecerán en ella.
22 Pero los malvados serán extirpados de la tierra y los traidores serán arrancados de ella.

2° Lectura ÉXODO 6:28-30 - 8

La misión de Moisés y Aarón
28 El día en que el Señor habló a Moisés en Egipto,
29 les dijo: «Yo soy el Señor. Repite al Faraón, el rey de Egipto, todo lo que yo te diga».
30 Pero Moisés puso al Señor este pretexto: «Yo tengo dificultad para hablar. ¿Cómo me va a escuchar el Faraón?

Capítulo 7
1 El Señor dijo a Moisés: «Yo hago de ti un dios para el Faraón, y Aarón, tu hermano, será tu profeta.
2 Tú le comunicarás todo lo que yo te mande, y él hablará al Faraón, para que deje salir de su país a los israelitas.
3 Pero yo endureceré el corazón del Faraón, y así podré multiplicar mis signos y mis prodigios en Egipto.
4 El Faraón se resistirá a escucharlos, pero yo descargaré mi mano sobre Egipto, y haré salir de allí a los israelitas –mi ejército y mi pueblo– infligiendo severos y justos castigos.
5 Y cuando extienda mi mano sobre Egipto para hacer salir de allí a los israelitas, los egipcios tendrán que reconocer que yo soy el Señor».
6 Moisés y Aarón realizaron exactamente lo que el Señor les había ordenado.
7 Cuando se entrevistaron con el Faraón, Moisés tenía ochenta años, y Aarón, ochenta y tres.
Aarón y los magos de Egipto
8 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
9 «Cuando el Faraón les pida que hagan un prodigio, tú le dirás a Aarón: «Toma tu cayado y arrójalo delante del Faraón; y el cayado se convertirá en una serpiente»
10 Moisés y Aarón se presentaron entonces ante el Faraón e hicieron todo lo que el Señor les había ordenado. Aarón arrojó su cayado delante del Faraón y de sus servidores, y el cayado se transformó en una serpiente».
11 El Faraón, a su vez, convocó a los sabios y hechiceros; y los magos de Egipto, valiéndose de sus artes secretas, hicieron otro tanto.
12 Cada uno arrojó su bastón, y estos se transformaron en serpientes; pero el de Aarón devoró a todos los demás.
13 A pesar de esto, el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho.
La primera plaga: el agua convertida en sangre
14 El Señor dijo a Moisés: «El Faraón está obstinado y se resiste a dejar partir al pueblo.
15 Preséntate ante él mañana temprano, cuando salga para ir al río; espéralo a la orilla del Nilo, sosteniendo en tu mano el bastón que se transformó en serpiente,
16 y háblale en estos términos: «El Señor, el Dios de los hebreos, me envió a decirte: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto en el desierto. Pero tú no has querido obedecer.
17 Por eso dice el Señor: Ahora te demostraré que soy el Señor. Yo golpearé las aguas del Nilo con el bastón que tengo en la mano, y las aguas se convertirán en sangre.
18 Los peces que hay en el Nilo morirán, y el río dará un olor tan pestilente que los egipcios no podrán beber sus aguas».
19 Luego el Señor dijo a Moisés: «Da esta orden a Aarón: «Toma tu bastón y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto –sobre sus ríos y sus canales, sus pantanos y todos sus depósitos de agua– y que estas se conviertan en sangre a lo largo de todo Egipto, incluso las que están en recipientes de madera y de piedra».
20 Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les había ordenado. El levantó su bastón y golpeó las aguas del Nilo, a la vista del Faraón y de todos sus servidores. Y toda el agua del Nilo se convirtió en sangre.
21 Los peces del Nilo murieron, y el río dio un olor tan pestilente, que los egipcios ya no pudieron beber sus aguas. Entonces hubo sangre en todo el territorio de Egipto.
22 pero los magos egipcios valiéndose de sus artes secretas, hicieron lo mismo. Por eso el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor lo había predicho.
23 Y dándose vuelta, regresó a su palacio sin atribuir mayor importancia a lo que había sucedido.
24 Mientras tanto, los egipcios se pusieron a cavar en los alrededores del Nilo, en busca de agua potable, porque no podrían beber el agua del río.
25 Así pasaron siete días después que el Señor golpeó las aguas del Nilo.
La segunda plaga: las ranas
26 El Señor dijo a Moisés: «Preséntate ante el Faraón y dile: «Así habla el Señor: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto
27 Porque si te niegas a dejarlo partir, haré que tu territorio quede totalmente plagado de ranas.
28 El Nilo estará atestado de ranas, que subirán e invadirán tu palacio, tu dormitorio y hasta tu mismo lecho; se meterán en las casas de tus servidores y en las de tu pueblo, en tus hornos y utensilios de cocina.
29 Y llegarán incluso a trepar sobre ti, sobre tus servidores y sobre tu pueblo».


Capítulo 8
1 Luego el Señor dijo a Moisés: «Da esta orden a Aarón: «Extiende tu mano y tu bastón sobre los ríos, los canales y los pantanos, para que las ranas invadan el territorio de Egipto».
2 Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y las ranas subieron hasta cubrir el país.
3 Pero los magos de Egipto, valiéndose de sus artes secretas, hicieron otro tanto y atrajeron una invasión de ranas sobre el territorio de Egipto.
4 El Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón y les dijo: «Rueguen al Señor que aleje las ranas de mi y de mis súbditos, y yo me comprometo a dejar que el pueblo vaya a ofrecer sacrificios al Señor».
5 Moisés respondió al Faraón: «Dígnate indicarme el momento en que debo rogar por ti, por tus servidores y por tu pueblo para que las ranas se aparten de ti y de tus casas, y queden solamente en el Nilo».
6 «Mañana», dijo el Faraón. Entonces Moisés añadió: «Que suceda conforme a tus palabras. Así sabrás que no hay nadie como el Señor, nuestro Dios.
7 Las ranas se apartarán de ti, de tus casas, de tus servidores y de tu pueblo, y quedarán únicamente en el Nilo».
8 Cuando Moisés y Aarón se separaron del Faraón, Moisés rogó al Señor para que alejara las ranas con que había castigado al Faraón,
9 y el Señor accedió el pedido de Moisés. Las ranas quedaron muertas en las casas, en los patios y en los campos.
10 Las juntaron en grandes montones, y se extendió por todas partes un olor pestilente.
11 Pero el Faraón, al ver que la situación mejoraba, se obstinó y no escuchó a Moisés y a Aarón, como el Señor lo había predicho.
La tercera plaga: los mosquitos
12 El Señor dijo a Moisés: «Da esta orden a Aarón: «Extiende tu bastón y golpea el polvo del suelo, para que se transforme en mosquitos a lo largo de todo Egipto».
13 Aarón extendió la mano empuñando su bastón, golpeó el polvo del suelo, y en seguida, nubes de mosquitos se lanzaron contra la gente y los animales. Todo el polvo del suelo se transformó en mosquitos, a lo largo de todo el país.
14 Los magos intentaron producir mosquitos, valiéndose de sus artes secretas, pero no lo consiguieron. Los mosquitos atacaron a los hombres y animales.
15 Entonces dijeron al Faraón: «Aquí está el dedo de Dios» A pesar de esto, el Faraón persistió en su obstinación y no los escuchó, como el Señor había predicho.
La cuarta plaga: los tábanos
16 El Señor dijo a Moisés: «Mañana temprano, cuando el Faraón salga para ir al río, preséntate ante él y dile: «Así habla el Señor: Deja que mi pueblo vaya a rendirme culto.
17 Porque si te niegas a dejarlo partir, yo enviaré contra ti, contra tus servidores, tu pueblo y tus casas, una invasión de tábanos. Las casas de los egipcios y el suelo donde ellos habitan quedarán atestados de tábanos.
18 Pero al mismo tiempo, haré una excepción con la región de Gosen, donde reside mi pueblo. Allí no habrá tábanos, para que sepas que yo, el Señor, estoy en medio de este país.
19 Yo haré una distinción entre mi pueblo y el tuyo. Este signo sucederá mañana».
20 Así lo hizo el Señor, y una gran cantidad de tábanos se precipitó sobre el palacio del Faraón y sobre las casas de sus servidores; y todo el territorio de Egipto fue devastado por los tábanos.
21 Entonces el Faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: «Pueden ir a ofrecer sacrificios a su Dios, pero que sea dentro del país».
22 Moisés respondió: «Eso no puede ser. Porque los sacrificios que nosotros ofreceremos al Señor, nuestro Dios, son una abominación para los egipcios. Y si nos ven ofrecer sacrificios que ellos consideran abominables, nos matarán a pedradas.
23 Haremos una marcha de tres días por el desierto, y allí ofreceremos sacrificios al Señor, nuestro Dios, conforme a lo que él nos diga».
24 El Faraón dijo: «Les permitiré que vayan a ofrecer sacrificios al Señor, su Dios, en el desierto, con tal de que no se alejen demasiado. De paso, rueguen por mí.»
25 «En cuanto salga, respondió Moisés, rogaré al Señor, y mañana los tábanos se apartarán de ti, de tus servidores y de tu pueblo; pero deja de una vez por todas de burlarte de nosotros, y no impidas que el pueblo vaya a ofrecer sacrificios al Señor.
26 Luego Moisés se alejó de la presencia del Faraón, y oró al Señor.
27 El Señor hizo lo que Moisés le había pedido, y los tábanos se apartaron del Faraón, de sus servidores y de su pueblo. No quedó ni siquiera uno.
28 Pero a pesar de eso, el Faraón se obstinó una vez más, y no dejó partir al pueblo.

1° Lectura HEBREOS 9: 1-22


1 La Primera Alianza tenía un ritual para el culto y un santuario terrestre.
2 En él se instaló un primer recinto, donde estaban el candelabro, la mesa y los panes de la oblación: era el lugar llamado Santo.
3 Luego, detrás del segundo velo había otro recinto, llamado el Santo de los santos.
4 Allí estaban el altar de oro para los perfumes y el Arca de la Alianza, toda recubierta de oro, en la cual había un cofre de oro con el maná, la vara de Aarón que había florecido y las tablas de la alianza.
5 Sobre ella estaban los Querubines de la Gloria, que cubrían el Propiciatorio con la sombra de sus alas. Pero no es este el momento de entrar en detalles.
6 Dentro de este ordenamiento, los sacerdotes entran siempre al primer recinto para celebrar el culto.
7 Pero al segundo, sólo entra una vez al año el Sumo Sacerdote, llevando consigo la sangre que ofrece por sus faltas y las del pueblo.
8 El Espíritu Santo da a entender con esto que el camino del Santuario no es accesible mientras subsista el primer recinto.
9 Esto es un símbolo para el tiempo presente: en efecto, allí se ofrecen dones y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica el culto.
10 Sólo se trata de prescripciones externas sobre alimentos, bebidas y abluciones diversas, válidas hasta el momento de la renovación.
11 Cristo, en cambio, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. El, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua –no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado–
12 entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna.
13 Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa,
14 ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por otra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente!
15 Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
16 Porque para que se cumpla un testamento es necesario que muera el testador:
17 mientras se vive, el testamento no vale, y sólo a su muerte entra en vigor.
18 De allí que tampoco la primera Alianza fuera inaugurada sin derramamiento de sangre.
19 Efectivamente, cuando Moisés promulgó delante de todo el pueblo cada uno de los mandamientos escritos en la Ley, tomó la sangre de novillos y chivos –junto con el agua, la lana escarlata y el hisopo– y roció el Libro y también a todo el pueblo,
20 diciendo: "Esta es la sangre de la Alianza que Dios ha establecido con ustedes".
21 De la misma manera, roció con sangre la Morada y todos los objetos del culto.
22 Además, según prescribe la Ley, casi todas las purificaciones deben hacerse con sangre, ya que no hay remisión de pecados sin derramamiento de sangre.