lunes, 28 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 7:26-50

El rey envió entonces a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo acérrimo de Israel, con la orden expresa de exterminar al pueblo. 27 Nicanor llegó a Jerusalén con un gran ejército, y envió a Judas y sus hermanos un falso mensaje de paz, diciéndoles: 28 «No nos hagamos la guerra; iré a entrevistarlos en son del paz con una pequeña escolta». 29 Cuando se presentó ante Judas, ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para secuestrar a Judas. 30 Este, al darse cuenta de que Nicanor había venido con pérfidas intenciones, tuvo miedo de él y no quiso verlo más. 31 Entonces Nicanor comprendió que sus planes habían sido descubiertos y salió a combatir contra Judas cerca de Cafarsalamá. 32 Allí cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor, y los demás huyeron a la Ciudad de David. 33 Después de esto, Nicanor subió al monte Sión. Algunos sacerdotes y ancianos del pueblo salieron del Santuario para saludarlo amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey. 34 Pero él se burló de ellos con desprecio, los ultrajó y les habló insolentemente. 35 Después, juró muy enojado: «Si no me entregan ahora mismo a Judas y a su ejército, cuando vuelva victorioso, prenderé fuego a esta Casa». Y salió enfurecido. 36 Los sacerdotes entraron al Santuario, y de pie ante el altar y el Templo, exclamaron llorando: 37 «Tú has elegido esta Casa, que es llamada con tu Nombre, a fin de que fuera una casa de oración y de súplica para tu pueblo. 38 Dales su merecido a este hombre y a su ejército, y que caigan al filo de la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no les des tregua». 39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Betjorón, donde se le unió un contingente de Siria. 40 Judas, por su parte, acampó en Adasa con tres mil hombres, e hizo esta oración: 41 «Cuando los enviados del rey blasfemaron, apareció tu Angel y exterminó a ciento ochenta y cinco mil de ellos. 42 Así también, destruye hoy ante nosotros a este ejército, para que los demás reconozcan que su jefe blasfemó contra tu Santuario, y júzgalo conforme a su maldad». 43 El día trece del mes de Adar, los ejércitos entraron en combate y el de Nicanor fue desbaratado. El primero en caer fue el mismo Nicanor, 44 y cuando los soldados vieron que había caído, tiraron las armas y huyeron. 45 Los israelitas los persiguieron durante todo un día, desde Adasa hasta las proximidades de Gázara, tocando detrás de ellos las trompetas de alarma. 46 De todas las poblaciones judías de los alrededores salía gente que los fue envolviendo, hasta obligarlos a volverse unos contra otros. 47 Así cayeron todos al filo de la espada, y no quedó ni uno solo. Los judíos se apoderaron de los despojos y del botín, y cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, que él había levantado con prepotencia. Luego las llevaron y las colgaron a la entrada de Jerusalén. 48 El pueblo se llenó de alegría; todos celebraron ese día como una gran fiesta 49 y determinaron conmemorar cada año aquel día, trece de Adar. 50 Y el país de Judá gozó de paz durante algún tiempo.

3° Lectura. Job 28

Capítulo 28
Hay un sitio de donde se extrae la plata y un lugar donde se refina el oro; 2 el hierro se saca del polvo y la piedra fundida da el cobre. 3 El hombre disipa las tinieblas y explora hasta el límite más extremo la roca lóbrega y sombría. 4 Gente extranjera perfora galerías ignoradas por el pie del caminante; allí, lejos de los mortales, oscilan suspendidos en el vacío. 5 La tierra, de donde sale el alimento, se transforma en su interior como por el fuego. 6 Sus piedras son el lugar del zafiro y contienen polvo de oro. 7 El ave de rapiña no conoce ese camino y el ojo del buitre nunca lo vio. 8 No lo pisaron los animales feroces ni el león anduvo por él. 9 El hombre extiende su mano al pedernal y conmueve las montañas hasta su raíz. 10 Abre túneles en la roca y ve toda clase de piedras preciosas. 11 Explora las fuentes de los ríos y saca a luz tesoros escondidos. 12 Pero la Sabiduría, ¿de dónde sale? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia? 13 El hombre no conoce su camino ni se la encuentra en la tierra de los vivientes. 14 El Abismo dice: «No está en mí», y el Mar: «No está conmigo». 15 No se puede dar oro fino a cambio de ella ni se la compra a precio de plata. 16 No se la evalúa con oro de Ofir ni con ónix precioso o zafiro. 17 No se le igualan ni el oro ni el cristal, ni se la puede cambiar por vasos de oro. 18 Los corales y el cuarzo, ¡mejor ni nombrarlos!, y adquirir la Sabiduría vale más que las perlas. 19 El topacio de Cus no se le iguala, ni se la puede evaluar con oro fino. 20 La Sabiduría, entonces, ¿de dónde viene? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia? 21 Ella se oculta a los ojos de todos los vivientes y se esconde de los pájaros del cielo. 22 La Perdición y la Muerte dicen: «Sólo su fama llegó a nuestros oídos». 23 Dios es el que discierne sus caminos y sólo él sabe dónde está, 24 porque él mira hasta los confines de la tierra y ve todo lo que hay bajo el cielo. 25 Cuando él daba consistencia al viento y fijaba las medidas de las aguas; 26 cuando imponía una ley a la lluvia y un camino al estampido de los truenos, 27 entonces, él la vio y la valoró, la apreció y la escrutó hasta el fondo. 28 Y dijo al hombre: «El temor de Dios es la Sabiduría, y apartarse del mal, la Inteligencia».

2° Lectura. Josué 15-17

Capítulo 15
La tribu de Judá
El territorio que tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá, limitaba en su extremo meridional, hacia el sur, con Edom y el desierto de Sin. 2 Su frontera sur se extendía desde los bordes del mar de la Sal –de la punta que da hacia el sur– 3 hasta la parte meridional de la subida de los Escorpiones; luego pasaba por Sin y subía hasta el sur de Cades Barné; de allí pasaba a Jesrón, subía hasta Adar y daba vuelta hacia Carcaá; 4 finalmente pasaba por Asmón y llegaba al Torrente de Egipto, para ir a terminar en el mar. Este será para ustedes el límite meridional. 5 La frontera oriental era el mar de la Sal hasta la desembocadura del Jordán. La frontera norte, a su vez, partía de la parte del mar, que está junto a la desembocadura del Jordán; 6 Luego subía hasta Bet Joglá, pasaba al norte de Be Ha Arabá y legaba hasta la Piedra de Boján, el rubenita. 7 Después ascendía del valle de Acor a Debir, y daba vuelta hacia Guilgal, que está frente a la subida de Adumím al sur del Torrente. La frontera pasaba inmediatamente junto a las aguas de En Semes, llegaba a En Roguel, 8 y volvía a subir, viniendo desde el sur, por el valle de Ben Hinnóm, por el oeste, y al extremo septentrional del valle de los Refaím. 9 Desde la cima del monte, la frontera daba vuelta hacia la fuente de Neftóaj, y seguía hasta el monte Efrón, para volverse luego hacia Baalá, o sea, hacia Quiriat Iearím. 10 Desde Baalá, la frontera giraba hacia el oeste, hacia el monte Seir, y pasando por el flanco septentrional del monte Iearím –o sea Quesalóm– bajaba hasta Bet Semes y llegaba hasta Timná. 11 Después seguía hasta la pendiente de Ecrón, hacia el norte, giraba hacia Sicrón, y cruzando por el monte de Baalá, salía por Iabneel para ir a terminar en el mar. 12 Finalmente, el límite occidental estaba formado por el Mar Grande y su playa. Estos eran los límites que bordeaban el territorio asignado a los clanes de los hijos de Judá. Caleb en Hebrón 13 A Caleb, hijo de Iefuné, se le asignó una parte en medio de los hijos de Judá, como el Señor se lo había ordenado a Josué. Esa parte era Quiriat Arbá –Arbá era el padre de Anac y Quiriat Arbá es Hebrón–. 14 Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac –Sesai, Ajimán y Talmai– descendientes de Anac. 15 Luego subió contra los habitantes de Debir, que antes se llamaba Quiriat Séfer. 16 Entonces Caleb dijo: «Al que derrote y conquiste a Quiriat Séfer, yo le daré como esposa a mi hija Acsá». 17 El que la conquistó fue Otniel, hijo de Quenaz y hermano de Caleb, y este le dio como esposa a su hija Acsá. 18 Cuando ella llegó a la casa de su esposo, este le sugirió que pidiera un campo a su padre. Ella se bajó del asno, y Caleb le preguntó: «¿Qué quieres?». 19 «Quiero que me hagas un regalo, le respondió. Ya que me has mandado al territorio del Négueb, concédeme al menos un manantial». Y él le dio el manantial de Arriba y el manantial de Abajo. Las ciudades de la tribu de Judá 20 Esta fue la herencia de los clanes de la tribu de Judá. 21 Las ciudades fronterizas pertenecientes a la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom, en el Négueb, eran las siguientes: Cabseel, Eder, Iagur, 22 Quiná, Dimoná, Adadá, 23 Quedes, Jasor, Itnam, 24 Zif, Télem, Bealot, 25 Jasor Jadatá, Queriot, Jesrón –o sea Jasor– 26 Amam, Semá, Moladá, 27 Jasar Gadá, Jesmón, Bet Pélet, 28 Jasar Sual, Berseba, Biziotiá, 29 Baalá, Iyim, Esem, 30 Eltolad, Quesil, Jormá, 31 Siquelag, Madmaná, Sansaná; 32 Lebaot, Silijím, En Rimón: en total veintinueve ciudades con sus poblados. 33 En la Sefelá: Estaol Sorá, Asna, 34 Zanóaj, En Ganín, Tupúaj, Enán, 35 Iarmut, Adulán, Socó, Azecá, 36 Saaraim, Aditaim, Ha Guederá, Guedorotaim: en total catorce ciudades con sus poblados. 37 Senan, Jadasá, Migdal Gad. 38 Dilán, Ha Mispá, Iocteel, 39 Laquís, Boscat, Eglón, 40 Cabón, Lajmás, Quitlís, 41 Guederot, Bet Dagón, Naamá, Maquedá: en total dieciséis ciudades con sus poblados. 42 Libná, Eter, Asán, 43 Iftaj, Asná, Nesib, 44 Queilá, Aczib, Maresá: en total, nueve ciudades con sus poblados. 45 Ecrón, con las ciudades dependientes y sus poblados, 46 y a partir de Ecrón, hacia el mar, todas aquellas ciudades que están al lado de Asdod, con sus poblados: 47 Asdod con las ciudades dependientes y sus poblados, Gaza con las ciudades dependientes y sus poblados, hasta el Torrente de Egipto, limitando con el mar Grande. 48 En la Montaña: Samir, Iatir, Socó, 49 Daná, Quiriat Séfer –o sea, Debir– 50 Anab, Estemoa, Aním, 51 Gosen, Jolón, Guiló: en total, once ciudades con sus poblados. 52 Arab, Dumá, Esán, 53 Ianúm, Bet Tapúaj, Afec, 54 Jumtá, Quiriat Arbá –o sea, Hebrón– y Sior: en total nueve ciudades con sus poblados. 55 Maón, Carmel, Zif, Iutá, 56 Izreel, Zanoaj, 57 Ha Caín, Guibeá y Timná: en total, diez ciudades con sus poblados. 58 Jaljul, Bet Sur, Guedor, 59 Maarat, Bet Anot, Eltecón: en total seis ciudades con sus poblados. 60 Quiriat Baal –o sea, Quiriat Iearim– y Ha Rabá: en total, dos ciudades con sus poblados. 61 En el desierto: Bet Ha Arabá, Midím, Secacá, 62 Nigsán, la ciudad de la Sal y Engadí: en total, seis ciudades con sus poblados. 63 Pero los hijos de Judá no pudieron desposeer a los jebuseos, que ocupaban Jerusalén. Por eso los jebuseos viven todavía hoy en Jerusalén, junto a los hijos de Judá.


Capítulo 16
La tribu de Efraím

La parte que tocó en suerte a los hijos de José se extendía desde el Jordán, a la altura de Jericó, hasta las aguas de Jericó, por el este; luego venía el desierto, que desde Jericó sube por la montaña hasta Betel; 2 siguiendo de Betel hasta Luz, pasaba por Atarot, o sea por el territorio de los arquitas; 3 después bajaba al oeste, hacia el territorio de los iafletitas, hasta la región de Bet Jorón de Abajo y hasta Guézer, y terminaba en el mar, 4 Esta es la parte que recibieron como herencia Manasés y Efraím, los hijos de José. 5 El territorio correspondiente a los clanes de los efraimitas fue el siguiente: el límite de su herencia, por el lado oriental, era Atarot Adar hasta Bet Jorón de Arriba, 6 y llegaba hasta el mar. Al norte estaba Micmetat, y al este, el límite doblaba hacia Taanat Silo, pasando al este de Ianóaj. 7 Después bajaba de Ianóaj a Atarot y a Naará, y tocaba Jericó, para terminar en el Jordán. 8 Desde Tapúaj, la frontera iba hacia el oeste por el torrente de Caná, y terminaba en el mar. Esta es la herencia asignada a los clanes de los efraimitas, 9 además de las ciudades distribuidas a ellos dentro de las posesiones de los hijos de Manasés, todas las ciudades con sus poblados. 10 Pero ellos no pudieron desposeer a los cananeos que habitaban en Guézer, y por eso siguen viviendo en medio de Efraím hasta el día de hoy, aunque tienen que pagar tributo.


Capítulo 17
La tribu de Manasés
También a la tribu de Manasés le tocó en suerte una parte del territorio, porque él era el primogénito de José. Pero Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, como era un hombre belicoso, ya había recibido la región de Galaad y la de Basán, 2 y por eso la suerte correspondió a los otros clanes de los hijos de Manasés, a saber: a los hijos de Abiézer, a los hijos de Jelec, a los hijos de Asriel, a los hijos de Sequém, a los hijos de Semidá. Estos eran los hijos varones de Manasés, hijo de José, con sus respectivos clanes. 3 Pero Selofjad –hijo de Jéfer hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés– no tenía hijos varones. Sus hijas se llamaban: Majlá, Noá, Joglá, Milcá y Tirsá. 4 Estas se presentaron al sacerdote Eleazar, a Josué hijo de Nun, y a los jefes, y les dijeron : «El Señor ordenó a Moisés que nos diera una herencia entre nuestros hermanos». Y conforme a la orden del Señor, se les dio una herencia entre los hermanos de su padres. 5 Así Manasés obtuvo en suerte diez porciones de territorio, además de la región de Galaad y de Basán, que está al otro lado del Jordán, 6 ya que las hijas de Manasés recibieron una herencia entre sus hijos. La región de Galaad pertenecía a los otros hijos de Manasés. 7 La frontera de Manasés, por el lado de ser, era Micmetat, que está enfrente de Siquem; luego seguía hacia el sur, hasta Iasib, la fuente de Tapúaj. 8 El territorio de Tapúaj pertenecía a Manasés, mientras que Tapúaj –en los límites de Manasés– pertenecía a los efraimitas. 9 Luego la frontera bajaba al torrente de Caná e iba a terminar en el mar. Al sur del torrente hay unas ciudades de Efraím en medio de las ciudades de Manasés, y el territorio de Manasés se encuentra al norte del torrente. 10 Al sur el territorio pertenecía a Efraím y al norte a Manasés; el mar les servía de frontera, y lindaban con Aser por el norte, y con Isacar por el este. 11 Además, Manasés tenía en Isacar y en Aser a Bet Seán, Ibleam y Dor, con sus respectivas ciudades dependientes; y a los habitantes de En Dor, de Taanac y de Meguido –las tres alturas– con sus respectivas ciudades dependientes. 12 Los hijos de Manasés no lograron conquistar esas ciudades, y los cananeos pudieron permanecer en aquella región. 13 Pero después, cuando los israelitas se hicieron más fuertes, obligaron a los cananeos a pagar tributo, aunque no llegaron a desposeerlos. 14 Los hijos de José dijeron a Josué: «¿Por qué nos has asignado como herencia en el sorteo una sola porción de territorio, siendo nosotros un pueblo numeroso, ya que el Señor nos ha bendecido tanto?» 15 Entonces Josué les respondió: «Si son un pueblo tan numeroso, suban a los bosques y talen allí a su gusto en la región de los perizitas y de los refaitas, porque la montaña de Efraím es demasiado estrecha para ustedes». 16 Los hijos de José dijeron: «La montaña no nos basta, y en las llanuras todos los cananeos tienen carros de hierro, tanto los de Bet Seán y sus ciudades dependientes, como los de la llanura de Izreel». 17 Josué respondió a la casa de José, es decir, a Efraím y Manasés: «Ustedes son un pueblo numeroso y tienen mucha fuerza. No tendrán solamente una porción, 18 porque la montaña les pertenecerá. Y si ella está cubierta de bosques, la talarán y será de ustedes hasta sus límites, ya que desposeerán a los cananeos, por más que tengan carros de hierro y sean muy fuertes.

1° Lectura. Hechos 12

Capítulo 12
Por aquel entonces, el rey Herodes hizo arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. 2 Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, 3 y al ver que esto agradaba a los judíos, también hizo arrestar a Pedro. Eran los días de «los panes Acimos». 4 Después de arrestarlo, lo hizo encarcelar, poniéndolo bajo la custodia de cuatro relevos de guardia, de cuatro soldados cada uno. Su intención era hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. 5 Mientras Pedro estaba bajo custodia en la prisión, la Iglesia no cesaba de orar a Dios por él. 6 La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, Pedro dormía entre los soldados, atado con dos cadenas, y los otros centinelas vigilaban la puerta de la prisión. 7 De pronto, apareció el Angel del Señor y una luz resplandeció en el calabozo. El Angel sacudió a Pedro y lo hizo levantar, diciéndole: «¡Levántate rápido!». Entonces las cadenas se le cayeron de las manos. 8 El Angel le dijo: «Tienes que ponerte el cinturón y las sandalias» y Pedro lo hizo. Después de dijo: «Cúbrete con el manto y sígueme». 9 Pedro salió y lo seguía; no se daba cuenta de que era cierto lo que estaba sucediendo por intervención del Angel, sino que creía tener una visión. 10 Pasaron así el primero y el segundo puesto de guardia, y llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad. La puerta se abrió sola delante de ellos. Salieron y anduvieron hasta el extremo de una calle, y en seguida el Angel se alejó de él. 11 Pedro, volviendo en sí, dijo: «Ahora sé que realmente el Señor envió a su Angel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío». 12 Y al advertir lo que le había sucedido, se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, llamado Marcos, donde un grupo numeroso se hallaba reunido en oración. 13 Cuando golpeó a la puerta de calle, acudió una sirvienta llamada Rosa; 14 esta, al reconocer su voz, se alegró tanto, que en lugar de abrir, entró corriendo a anunciar que Pedro estaba en la puerta. 15 «Estás loca», le respondieron. Pero ella insistía que era verdad. Ellos le dijeron: «Será su ángel». 16 Mientras tanto, Pedro seguía llamando. Cuando abrieron y vieron que era él, no salían de su asombro. 17 Pedro le hizo señas con la mano para que se callaran, y les relató cómo el Señor lo había sacado de la cárcel, añadiendo: «Hagan saber esto a Santiago y a los hermanos». Y saliendo de allí, se fue a otro lugar. 18 Cuando amaneció, se produjo un gran alboroto entre los soldados, porque no podían explicarse qué había pasado con Pedro. 19 Herodes lo hizo buscar, pero como no lo encontraron, después de haber interrogado a los guardias, dio orden de ejecutarlos. Luego descendió de Judea a Cesarea, y permaneció allí. 20 Herodes estaba en grave conflicto con los habitantes de Tiro y Sidón. Estos se pusieron de acuerdo para ir a verlo, y después de haberse conquistado a Blasto, el camarero del rey, solicitaron la reconciliación, ya que importaban sus víveres del territorio del rey. 21 El día fijado, Herodes se sentó en su trono con la vestidura real y les dirigió la palabra. 22 El pueblo comenzó a gritar: «¡Es un dios el que habla, no un hombre!». 23 Pero en ese mismo instante, el Angel del Señor lo hirió, por no haber dado gloria a Dios, y Herodes murió carcomido por los gusanos. 24 Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente. 25 Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos.