domingo, 2 de febrero de 2014

3° Lectura 2/02/2014 SALMO 33

1 Aclamen, justos, al Señor;
es propio de los buenos alabarlo.

2 Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas;
3 entonen para él un canto nuevo,
toquen con arte, profiriendo aclamaciones.
4 Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
5 él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor.
6 La palabra del Señor hizo el cielo,
y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales;
7 él encierra en un cántaro las aguas del mar
y pone en un depósito las olas del océano.
8 Que toda la tierra tema al Señor,
y tiemblen ante él los habitantes del mundo;
9 porque él lo dijo, y el mundo existió,
él dio una orden, y todo subsiste.
10 El Señor frustra el designio de las naciones
y deshace los planes de los pueblos,
11 pero el designio del Señor permanece para siempre,
y sus planes, a lo largo de las generaciones.
12 ¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
13 El Señor observa desde el cielo
y contempla a todos los hombres;
14 él mira desde su trono
a todos los habitantes de la tierra;
15 modela el corazón de cada uno
y conoce a fondo todas sus acciones.
16 El rey no vence por su mucha fuerza
ni se libra el guerrero por su gran vigor;
17 de nada sirven los caballos para la victoria:
a pesar de su fuerza no pueden salvar.
18 Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles,
sobre los que esperan en su misericordia,
19 para librar sus vidas de la muerte
y sustentarlos en el tiempo de indigencia.
20 Nuestra alma espera en el Señor;
él es nuestra ayuda y nuestro escudo.
21 Nuestro corazón se regocija en él:
nosotros confiamos en su santo Nombre.
22 Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.

2° Lectura 2/02/2014 GÉNESIS 42



El primer viaje de los hermanos de José a Egipto
1 Cuando Jacob se enteró de que en Egipto vendían cereales, preguntó a sus hijos: «¿Por qué se quedan ahí, mirándose unos a otros?».
2 Luego añadió: «He oído que en Egipto venden cereales. Vayan allí y compren algo para nosotros. Así podremos sobrevivir y no moriremos».
3 Entonces, diez de los hermanos de José bajaron a Egipto para abastecerse de cereales;
4 pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José fuera con ellos, por temor a que le sucediera una desgracia.
5 Así llegaron los hijos de Israel en medio de otra gente que también iba a procurarse víveres, porque en Canaán se pasaba hambre.
El primer encuentro de José con sus hermanos
6 José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra.
7 Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. «¿De dónde vienen?», les preguntó. Ellos respondieron: «Venimos de Canaán para abastecernos de víveres».
8 Y al reconocer a sus hermanos, sin que ellos lo reconocieran a él,
9 José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos. Entonces les dijo: «Ustedes son espías, y han venido a observar las zonas desguarnecidas del país».
10 «No, señor», le respondieron. «Es verdad que tus servidores han venido a comprar víveres.
11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y además, personas honradas. No somos espías».
12 Pero él insistió: «No, ustedes han venido a observar las zonas desguarnecidas del país».
13 Ellos continuaron diciendo: «Nosotros, tus servidores, somos doce hermanos, hijos de un hombre que reside en Canaán. El menor está ahora con nuestro padre, y otro ya no vive».
14 Pero él volvió a insistir: «Ya les he dicho que ustedes son espías.
15 Por eso van a ser sometidos a una prueba: juro por el Faraón que ustedes no quedarán en libertad, mientras no venga aquí su hermano menor.
16 Envíen a uno de ustedes a buscar a su hermano, los demás quedarán prisioneros. Así será puesto a prueba lo que ustedes han afirmado, para comprobar si dicen la verdad. De lo contrario, no habrá ninguna duda de que ustedes son espías».
17 E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días.
18 Al tercer día, José les dijo: «Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios.
19 Para probar que ustedes son sinceros, uno de sus hermanos quedará como rehén en la prisión donde están bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de sus familias.
20 Después me traerán a su hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que ustedes han dicho la verdad y no morirán». Ellos estuvieron de acuerdo.
21 Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros: «¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia».
22 Rubén les respondió: «¿Acaso no les advertí que no cometieran ese delito contra el muchacho? Pero ustedes no quisieron hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre».
23 Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete.
24 José se alejó de ellos para llorar; y cuando estuvo en condiciones de hablarles nuevamente, separó a Simeón y ordenó que lo ataran a la vista de todos.
25 Después José mandó que les llenaran las bolsas con trigo y que repusieran el dinero en la bolsa de cada uno. También ordenó que les entregaran provisiones para el camino. Así se hizo.
26 Ellos cargaron sus asnos con los víveres y partieron.
La vuelta de los hermanos de José a Canaán
27 Cuando acamparon para pasar la noche, uno de los abrió la bolsa para dar de comer a su asno, y encontró el dinero junto a la abertura de la bolsa.
28 Entonces dijo a sus hermanos: «Me han devuelto el dinero. Está aquí, en mi bolsa». Ellos se quedaron pasmados y, temblando, se preguntaban unos a otros: «¿Por qué Dios nos habrá hecho esto?».
29 Al llegar a Canaán, relataron a su padre Jacob la aventura que habían tenido.
30 «El hombre que gobierna aquel país, le dijeron, nos habló duramente y nos acusó de haber entrado allí como espías.
31 Nosotros le aseguramos que éramos personas honradas y no espías.
32 También le dijimos que éramos doce hermanos, pero que uno ya no vivía, y que nuestro hermano menor estaba en ese momento en Canaán, al lado de nuestro padre.
33 El hombre que gobierna el país nos respondió: «Para demostrarme que ustedes son sinceros, dejen conmigo a uno de sus hermanos, mientras los demás llevan algo para aliviar el hambre de sus familias.
34 Luego tráiganme a su hermano menor, y así sabré que ustedes no son espías sino personas honradas. Entonces les devolveré a su hermano y podrán recorrer libremente el país».
35 Cuando vaciaron las bolsas, cada uno encontró su dinero y, al verlo, ellos y su padre se llenaron de temor.
36 Entonces Jacob les dijo: «Ustedes me van a dejar sin hijos. Primero, perdí a José, después, a Simeón; y ahora quieren quitarme a Benjamín. ¡A mí tenían que pasarme todas estas cosas!».
37 Pero Rubén le respondió: «Podrás matar a mis dos hijos si no te lo traigo de vuelta. Déjalo bajo mi cuidado, y yo te lo devolveré sano y salvo».
38 Jacob insistió: «Mi hijo no irá con ustedes, porque su hermano ya murió y ahora queda él solo. Si le sucede una desgracia durante el viaje que van a realizar, ustedes me harán bajar a la tumba lleno de aflicción».

1° Lectura 2/02/2014: LUCAS 23:26-56




26 y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
27 Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley,
28 Angel lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
29 «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido,
30 porque mis ojos han visto la salvación
31 que preparaste delante de todos los pueblos:
32 luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
33 Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
34 Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción,
35 y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
36 Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casa en su juventud, había vivido siete años con su marido.
37 Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
38 Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
39 Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
40 El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
41 Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua.
42 Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre,
43 y acababa la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
44 Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
45 Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él.
46 Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
47 Y todos los que los oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
48 Al ver, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados».
49 Jesús les respondió: «¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?».
50 Ellos no entendieron lo que les decía.
51 El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón.
52 Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres.

Lecturas del 2 de Febrero