sábado, 5 de abril de 2014

3° Lectura. Job 5

Capítulo 5
¡C
lama, a ver si alguien te responde! ¿A cuál de los santos te volverás?
2 Porque la exasperación mata al insensato y la pasión hace morir al necio.
3 Yo he visto al insensato echar raíces, pero al instante maldije su morada.
4 Sus hijos estarán lejos de toda ayuda, aplastados en la Puerta, sin que nadie los libre.
5 Lo que ellos cosechen se lo comerá el hambriento, y el sediento suspirará por sus riquezas.
6 No, el mal no sale del suelo ni la miseria brota de la tierra:
7 es el hombre el que engendra la miseria, como las águilas levantan vuelo hacia lo alto.
8 Yo, por mi parte, buscaría a Dios, a él le expondría mi causa.
9 El realiza obras grandes e inescrutables, maravillas que no se pueden enumerar.
10 Derrama la lluvia sobre la tierra y hace correr el agua por los campos.
11 Pone a los humildes en las alturas y los afligidos alcanzan la salvación.
12 Hace fracasar los proyectos de los astutos para que no prospere el trabajo de sus manos.
13 Sorprende a los sabios en su propia astucia y el plan de los malvados se deshace rápidamente.
14 En pleno día, chocan contra las tinieblas, y andan a tientas al mediodía, como si fuera de noche.
15 El salva al huérfano de la espada, y al indigente, de la mano del poderoso.
16 Así, el débil recupera la esperanza y los malvados cierran la boca.
17 ¡Feliz el hombre a quien Dios reprende y que no desdeña la lección del Todopoderoso!
18 Porque él hiere, pero venda la herida; golpea, pero sana con sus manos.
19 Seis veces te librará de la angustia, y la séptima, el mal no te alcanzará.
20 En tiempo de hambre, te librará de la muerte, y en la guerra, del filo de la espada.
21 Estarás protegido contra el azote de las malas lenguas y no temerás cuando llegue la devastación.
22 Te reirás de la devastación y del hambre y no temerás a las fieras de la tierra.
23 Sí, tendrás una alianza con las piedras del campo y las fieras estarán en paz contigo.
24 Sabrás que en tu carpa hay prosperidad, y cuando revises tu morada, nada faltará.
25 Verás que se multiplica tu descendencia y que tus retoños son como la hierba de la tierra.
26 Llegarás a la tumba lleno de vigor como se levanta una parva a su debido tiempo.
27 Esto es lo que hemos comprobado, y es así: escúchalo bien, y saca provecho.

2° Lectura. Deuteronomio 3-4

Capítulo 3
La conquista del reino de Og

Después dimos vuelta y subimos en dirección a Basán. Entonces Og, rey de Basán, nos salió al paso con todo su ejército, dispuesto a presentarnos batalla en Edrei. 2 Pero el Señor me advirtió: «No le tengas miedo, porque yo lo pondré en tus manos con todo su ejército y sus dominios. Trátalo de la misma manera que trataste a Sijón, el rey de los amorreos que habitaba en Jesbón». 3 Efectivamente, el Señor, nuestro Dios, puso también en nuestras manos y Og, rey de Basán, con todo su ejército, y lo derrotamos hasta tal punto que no le quedó ni un sólo sobreviviente. 4 Aquella vez nos apoderamos de todas sus ciudades. Las conquistamos todas, sin exceptuar ninguna: las sesenta ciudades del distrito de Argob, que pertenecía al reino de Og, en Basán. 5 Todas ellas eran ciudades defendidas por altas murallas, puertas y cerrojos, sin contar las ciudades de los perizitas, que también eran muy numerosas. 6 Y las consagramos al exterminio, como habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón, matando en cada ciudad a hombres, mujeres y niños. 7 Pero nos reservamos como botín el ganado y los despojos de las ciudades. 8 Así conquistamos, en aquella ocasión, el territorio de los dos reyes amorreos de la Transjordania, desde el Arnón hasta el monte Hermón. 9 –Al cual los sidonios llaman Sirión y los amorreos Senir– 10 incluidas todas las ciudades del altiplano, todo Galaad y todo Basán, hasta Salcá y Edrei, ciudades del reino de Og, en Basán. 11 En cuanto a Og. rey de Basán, él era el único sobreviviente de la raza de los gigantes. como puede apreciarse por su sarcófago, que todavía se encuentra en Rabat de los amonitas: es un sarcófago de basalto, que mide cuatro metros y medio de largo por cuatro de ancho, según la medida común. La distribución de la Transjordania 12 Una vez que tomamos posesión del país, yo entregué a las tribus de Rubén y de Gad el territorio que se extiende desde Aroer, en el valle del Arnón, hasta la mitad de las montañas de Galaad, con sus ciudades. 13 Y cedí a media tribu de Manasés el resto de Galaad y todo Basán –el reino de Og– incluyendo el distrito de Argob. Ahora bien, todo Basán es lo que hoy se llama Tierra de Gigantes. 14 Pero Jaír, hijo de Manasés, se apoderó del distrito de Argob, hasta la frontera de Gesur y de Maacá, y puso su nombre a esa parte de Basán, que hasta hoy se sigue llamando Jaír. 15 A Maquir le di Galaad. 16 A las tribus de Rubén y de Gad les cedí el territorio que va desde Galaad hasta el Arnón, con la mitad del torrente como frontera, y hasta el torrente laboc, que sirve de límite con los amonitas: 17 Y además, la Arabá, con el Jordán como frontera desde Genesaret hasta el mar de la Arabá o mar de la Sal, al pie de las laderas del Pisgá, hacia el oriente. Instrucciones de Moisés a las tribus de la Transjordania 18 En aquel tiempo, yo les di esta orden: «El Señor, su Dios, los ha puesto en posesión de esta tierra, Ustedes, los guerreros, tomen sus armas y avancen al frente de sus hermanos, los israelitas. 19 Solamente sus mujeres, con los niños y el ganado –yo sé que ustedes tienen mucho ganado– se quedarán en las ciudades que les di, 20 hasta que el Señor, su Dios, conceda el descanso a sus hermanos, como lo hizo con ustedes, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor les dará al otro lado del Jordán. Luego cada uno podrá volver a la herencia que les he asignado». 21 Entonces hice esta advertencia a Josué: «Tú has visto con tus propios ojos todo lo que hizo el Señor, nuestro Dios, con estos dos reyes. De la misma manera tratará el Señor a todos los reinos por donde vas a pasar. 22 No les teman, porque el que combate por ustedes es el Señor, tu Dios». Moisés excluido de la Tierra prometida 23 Y en esa ocasión, yo dirigí al Señor esta súplica: 24 «Señor, tú que has comenzado a mostrar a tu servidor tu grandeza y tu mano poderosa, porque no hay ningún dios en el cielo o en la tierra capaz de realizar las obras y los portentos que tú realizas: 25 Déjame ir a ver la hermosa tierra que está del otro lado del Jordán, esa hermosa montaña, y el Líbano». 26 Pero por culpa de ustedes. El Señor se irritó contra mí y no me escuchó, sino que me dijo: «¡Basta! no vuelvas a hablarme de ese asunto. 27 Sube a la cima del Pisgá y extiende tu mirada hacia el oeste y el norte, hacia el sur y el este, y contempla esa tierra, porque tú no cruzarás el Jordán. 28 Da a Josué las debidas instrucciones, infúndele valor y anímalo, porque él lo cruzará al frente de este pueblo y lo pondrá en posesión de la tierra que ahora vas a ver. 29 Y nos quedamos en el valle que está junto a Bet Peor.


Capítulo 4
Exhortación de Moisés: la Ley del Señor, sabiduría de Israel
Yahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que no les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres. 2 No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo. 3 Ya han visto con sus propios ojos lo que hizo el Señor en Baal Peor: él aniquiló a todos los que siguieron al Baal de Peor. 4 Ustedes, en cambio, los que permanecieron fieles al Señor, su Dios, viven todavía. 5 Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión. 6 Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oir todas estas leyes, dirán: «¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!». 7 ¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? 8 ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?

 La revelación de Dios en el monte Horeb 9 Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un sólo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos. 10 El día en que estabas delante del Señor, tu Dios, en el Horeb, él me dijo: «Reúneme al pueblo y yo les haré oír mis palabras, para que aprendan a temerme mientras vivan sobre la tierra, y enseñen a sus hijos a hacer otro tanto». 11 Ustedes se acercaron y permanecieron al pie de la montaña, mientras la montaña ardía envuelta en un fuego que se elevaba hasta lo más alto del cielo, entre negros nubarrones y una densa oscuridad. 12 El Señor les habló desde el fuego y ustedes escuchaban el sonido de sus palabras, pero no percibían ninguna figura sólo se oía la voz. 13 Así les reveló su alianza y les mandó que la cumplieran: las diez Palabras que él mismo escribió en dos tablas de piedra. 14 En aquella oportunidad, él me ordenó que les diera preceptos y leyes para que ustedes los pusieran en práctica en la tierra de la que van a tomar posesión. 

 Advertencias contra la idolatría 15 Tengan cuidado de ustedes mismos. Cuando el Señor les habló desde el fuego, en el Horeb, ustedes no vieron ninguna figura. 16 No vayan a pervertirse, entonces, haciéndose ídolos de cualquier clase, que tengan figura de hombre o de mujer. 17 De animales que viven en la tierra o de aves que vuelan por el espacio. 18 De reptiles que se arrastran por el suelo, o de peces que viven en las aguas, debajo de la tierra. 19 Y cuando levantes los ojos hacia el cielo y veas el sol, la luna, las estrellas y todo el Ejército de los cielos, no te dejes seducir ni te postres para rendirles culto. Porque ellos son la parte que el Señor, tu Dios, ha dado a todos los pueblos que están bajo el cielo. 20 A ustedes, en cambio, los tomó y los hizo salir de Egipto –ese horno donde se funde el hierro– para que fueran el pueblo de sus herencia, como lo son en el día de hoy. 21 Pero por culpa de ustedes. El Señor se indignó contra mí y juró que yo no pasaría el Jordán ni entraría en la hermosa tierra que él te da como herencia. 22 Sí, yo moriré en este país antes de pasar el Jordán, pero ustedes lo van a cruzar y van a tomar posesión de esa hermosa tierra. 23 Tengan cuidado, entonces, de no olvidar la alianza que el Señor, su Dios, ha establecido con ustedes, y no se fabriquen ningún ídolo que tenga la figura de todo aquello que el Señor les prohibe. 24 Porque el Señor, tu Dios, es un fuego devorador, un Dios celoso. 

 Perspectivas de castigo y conversión del pueblo 25 Y si después de haber tenido hijos y nietos y de haber vivido largo tiempo en el país, ustedes se pervierten y se hacen ídolos de cualquier clase, si cometen lo que es malo a los ojos del Señor, su Dios, y provocan su indignación. 26 Yo les juro hoy, poniendo por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra, que desaparecerán muy pronto del país que van a poseer cuando crucen el Jordán. No vivirán allí mucho tiempo, porque serán exterminados por completo: 27 El Señor los dispersará entre los pueblos y no quedarán más que unos pocos, diseminados en medio de las naciones adonde él los conduzca. 28 Allí ustedes servirán a dioses hechos por la mano de hombre, dioses de madera y de piedra, que no ven ni oyen, no comen ni sienten. 29 Entonces buscarás al Señor, tu Dios, y lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma. 30 Y cuando estés angustiado, porque te habrán sucedido todas estas cosas –al cabo de los años– volverás al Señor, tu Dios, y lo escucharás. 31 Porque el Señor, tu Dios, es un Dios misericordioso, que no te abandonará, ni te destruirá ni se olvidará de la alianza que estableció con tus padres mediante un juramento. 

 La predilección de Dios por su pueblo 32 Pregúntale al tiempo pasado, a los días que se han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. 33 ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir? 34 ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos? 35 A ti se te hicieron ver todas estas cosas, para que sepas que el Señor es Dios, y que no hay otro dios fuera de él. 36 El te hizo oír su voz desde el cielo para instruirte; en la tierra te mostró su gran fuego, y desde ese fuego tú mostró su gran fuego, y desde ese fuego tú escuchaste sus palabras. 37 Por amor a tus padres, y porque eligió a la descendencia que nacería de ellos, el Señor te hizo salir de Egipto con su presencia y su gran poder. 38 desposeyó a naciones más numerosas y fuentes que tú te introdujo en sus territorios y te los dio como herencia, hasta el día de hoy. 39 Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios –allá arriba, en el cielo y aquí abajo, en la tierra– y no hay otro. 40 Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

 Las ciudades de refugio 41 Moisés destinó tres ciudades situadas al este del Jordán. 42 Para que en ellas se refugiara el homicida que hubiera matado a alguien involuntariamente, sin haberlo odiado antes: buscando asilo en una de esas ciudades, salvaría su vida. 43 Estas ciudades eran; para los rubenitas, Béser, que estaba situada en el desierto, en el altiplano; para los gaditas. Ramot de Galaad; y para los manasitas, Golán de Basán. 

 Segundo discurso de Moisés 

 Proemio histórico 44 Esta es la Ley que Moisés expuso a los israelitas. 45 Y estas son las normas, los preceptos y las leyes que les dictó después que salieron de Egipto. 46 Cuando todavía se encontraban al otro lado del Jordán, en el valle que está cerca de Bet Peor. Allí tenía su territorio Sijón, el rey amorreo que habitaba en Jesbón. Pero al salir de Egipto, Moisés y los israelitas lo derrotaron. 47 Y se apoderaron de su territorio lo mismo hicieron con el país de Og, rey de Basán. Así conquistaron los países de los dos reyes amorreos de la transjordania. 48 Desde Aroer, en la orilla del torrente Arnón, hasta el Monte Sirión –o sea, el Hermón–. 49 Incluida toda la Arabá, al este del Jordán hasta el mar de la Arabá, al pie de las laderas del Pisgá.

1° Lectura. Mateo 26:47-75

Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48 El traidor les había dado la señal: «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo». 49 Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole: «Salud, Maestro», y lo besó. 50 Jesús le dijo: «Amigo, ¡cumple tu cometido!». Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron. 51 Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. 52 Jesús le dijo: «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere. 53 ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. 54 Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?». 55 Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: «¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron». 56 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. 57 Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. 58 Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo. 59 Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte; 60 pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos 61 que declararon: «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días"». 62 El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?». 63 Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». 64 Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo». 65 Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. 66 ¿Qué les parece?». Ellos respondieron: «Merece la muerte». 

 67 Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban, 68 diciéndole: «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó». 69 Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el Galileo». 70 Pero él lo negó delante de todos, diciendo: «No sé lo que quieres decir». 71 Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno». 72 Y nuevamente Pedro negó con juramento: «Yo no conozco a ese hombre». 73 Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona». 74 Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, 75 y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo, lloró amargamente.