domingo, 18 de mayo de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 13:1-30

Capítulo 13
Simón supo que Trifón había reunido un gran ejército para invadir y devastar a Judea. 2 Viendo que el pueblo era presa del pánico, subió a Jerusalén, reunió a sus habitantes 3 y los exhortó, diciéndoles: «Ustedes saben muy bien todo lo que yo, mis hermanos y la familia de mi padre hemos hecho por las leyes y el Santuario, y las guerras y tribulaciones que hemos soportado. 4 A causa de esto, todos mis hermanos han muerto por Israel y he quedado yo solo. 5 ¡Pero lejos de mí tratar de ponerme a salvo en los momentos de peligro, ya que no valgo más que mis hermanos! 6 Al contrario, vengaré a mi nación, al Santuario, a las mujeres y a los hijos de ustedes, porque todos los pueblos, por el odio que nos tienen, se han unido para exterminarnos». 7 Al oír estas palabras, se enardeció el espíritu del pueblo 8 y todos le respondieron a una sola voz: «Tú eres nuestro jefe, en; lugar de Judas y de tu hermano Jonatán: 9 dirige nuestra guerra, y nosotros haremos todo lo que nos mandes». 10 Luego reunió a todos los hombres aptos para la guerra, se apresuró a terminar los muros de Jerusalén y fortificó todo su contorno. 11 En seguida envió a Jonatán, hijo de Absalón, a Jope, con un buen número de hombres, y este expulsó a sus habitantes y se estableció en ella. 12 Trifón partió de Tolemaida al frente de un gran ejército para invadir el país de Judá, llevando prisionero consigo a Jonatán. 13 Entonces Simón acampó en Adidá, frente a la llanura. 14 Al enterarse Trifón de que Simón había sucedido en el mando a su hermano Jonatán y que estaba preparado para combatir con él, le envió mensajeros para decirle: 15 «Tenemos en nuestro poder a tu hermano Jonatán por las deudas contraídas con el tesoro real en el desempeño de su cargo. 16 Envíanos cien talentos de plata y a dos de sus hijos como rehenes, no sea que una vez puesto en libertad se vuelva contra nosotros. Sólo así lo soltaremos». 17 Simón, aunque se dio cuenta del engaño, mandó traer el dinero y a los niños, a fin de no provocar una fuerte oposición de parte del pueblo, 18 que de lo contrario hubiera dicho: «Por no haberle enviado el dinero y a los niños, ha muerto Jonatán». 19 Entonces envió a los niños, junto con los cien talentos, pero Trifón faltó a su palabra y no liberó a Jonatán. 20 Después de esto, se puso en marcha para invadir el país y devastarlo. Dio un rodeo por el camino de Adorá, mientras Simón y su ejército le seguían los pasos por todas las partes donde iba. 21 Al mismo tiempo, los de la Ciudadela enviaban mensajeros a Trifón, instándolo a que viniera por el desierto y les hiciera llegar víveres. 22 Trifón dispuso toda su caballería para ir, pero aquella noche cayó tanta nieve que no pudo avanzar. Por eso partió y se fue a Galaad. 23 En las cercanías de Bascamá, hizo matar a Jonatán, que fue enterrado allí mismo. 24 Luego Trifón dio la vuelta y volvió a su país. 25 Simón mandó recoger los restos de su hermano Jonatán y les dio sepultura en Modín, la ciudad de sus padres. 26 Todo Israel hizo un gran duelo por él y lo lloraron durante muchos días. 27 Simón construyó sobre el sepulcro de su padre y de sus hermanos un mausoleo bien alto, de manera que pudiera verse, cubriéndolo por detrás y por delante con piedras pulidas. 28 Levantó siete pirámides, una frente a otra, dedicadas a su padre;, a su madre y a sus cuatro hermanos. 29 Las adornó, rodeándolas de grande columnas y sobre estas colocó escudos con armas, en recuerdo eterno. Junto a las armas, hizo esculpir unas naves, para que las vieran los que navegan por el mar. 30 Este es el mausoleo que construyó en Modín y que existe hasta el día de hoy.

3° Lectura. Salmos 47

Capítulo 47
D
el maestro de coro. De los hijos de Coré. Salmo.
2 Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen a Dios con gritos de alegría;
3 porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.
4 El puso a los pueblos bajo nuestro yugo,
y a las naciones bajo nuestros pies;
5 él eligió para nosotros una herencia,
que es el orgullo de Jacob, su predilecto.
6 Dios asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
7 Canten, canten a nuestro Dios,
canten, canten a nuestro Rey:
8 Dios es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
9 Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.
10 Los nobles de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham:
de Dios son los poderosos de la tierra,


y él se ha elevado inmensamente.

2° Lectura. Rut 1-2

Capítulo 1 
Durante el tiempo de los Jueces hubo una gran sequía en el país, y un hombre de Belén de Judá emigró a los campos de Moab, con su mujer y sus dos hijos. 2 El hombre se llamaba Elimélec, su esposa Noemí, y sus dos hijos, Majlón y Quilión: eran efrateos, de Belén de Judá. Una vez llegados a los campos de Moab, se establecieron allí. 3 Al morir Elimélec, el esposo de Noemí, ella se quedó con sus hijos. 4 Estos se casaron con mujeres moabitas –una se llamaba Orpá y la otra Rut– y así vivieron unos diez años. 5 Pero también murieron Majlón y Quilión, y Noemí se quedó sola, sin hijos y sin esposo. 6 Entonces se decidió a volver junto con sus nueras, abandonando los campos de Moab, porque se enteró de que el Señor había visitado a su pueblo y le había proporcionado alimento. 7 Así abandonó, en compañía de sus nueras, el país donde había vivido. Mientras regresaban al país de Judá, 8 Noemí dijo a sus nueras: «Váyanse, vuelva cada una a la casa de su madre. ¡Que el Señor tenga misericordia de ustedes, como ustedes la tuvieron con mis hijos muertos y conmigo! 9 Que el Señor les dé un lugar para vivir tranquilas, en compañía de un nuevo esposo». Y las besó. Pero ellas prorrumpieron en sollozos 10 y le respondieron: «No, volveremos contigo a tu pueblo». 11 Noemí insistió: «Regresen, hijas mías. ¿Por qué quieren venir conmigo? ¿Acaso tengo aún hijos en mi seno para que puedan ser sus esposos? 12 Vuélvanse, hijas mías, vayan. Yo soy demasiado vieja para casarme. Y aunque dijera que todavía no perdí las esperanzas, que esta misma noche voy a unirme con un hombre, y que tendré hijos, 13 ¿esperarían ustedes hasta que ellos se hagan grandes? ¿Dejarían por eso de casarse? No, hijas mías; mi suerte es más amarga que la de ustedes, porque la mano del Señor se ha desatado contra mí». 14 Ellas volvieron a prorrumpir en sollozos, pero al fin Orpá despidió a su suegra con un beso, mientras que Rut se quedó a su lado. 15 Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada regresa a su pueblo y a sus dioses; regresa tú también con ella». 16 Pero Rut le respondió: «No insistas en que te abandone y me vuelva, porque yo iré adonde tú vayas y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. 17 Moriré donde tú mueras y allí seré enterrada. Que el Señor me castigue más de lo debido, si logra separarme de ti algo que no sea la muerte». 18 Al ver que Rut se obstinaba en ir con ella, Noemí dejó de insistir. 19 Entonces caminaron las dos juntas hasta llegar a Belén. Su llegada conmocionó a toda la ciudad, y las mujeres exclamaban: «¡Pero si esta es Noemí!». 20 Ella, en cambio, respondía: «No me llamen más Noemí; díganme Mará, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. 21 Partí llena de bienes y el Señor me hace volver sin nada. ¿Por qué me siguen llamando Noemí, si el Señor da testimonio contra mí y el Todopoderoso me ha hecho desdichada?». 22 Así regresó Noemí con su nuera, la moabita Rut, la que había venido de los campos de Moab. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de la cebada.

Capítulo 2

Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente muy rico llamado Booz, de la familia de Elimélec. 2 Rut, la moabita, dijo una vez a Noemí: «Déjame ir a recoger espigas al campo, detrás de alguien que me haga ese favor». «Puedes ir, hija mía», le respondió ella. 3 Entonces Rut se puso a recoger espigas en el campo, detrás de los que cosechaban, y tuvo la suerte de hacerlo en una parcela perteneciente a Booz, el de la familia de Elimélec. 4 En ese preciso momento, llegaba Booz de Belén y saludó a los cosechadores, diciendo: «El Señor esté con ustedes». «El Señor te bendiga», le respondieron. 5 Booz preguntó al capataz: «¿De quién es esta muchacha?». 6 El capataz le respondió: «Es una joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab. 7 Ella pidió que le permitieran recoger y juntar las espigas detrás de los cosechadores. Desde que llegó por la mañana, ha estado de pie todo el tiempo, y ahora está aquí descansando un poco». 8 Entonces Booz dijo a Rut: «¡Oyeme bien, hija mía! No vayas a recoger espigas a otro campo ni te alejes para nada de aquí; quédate junto a mis servidores. 9 Fíjate en qué terreno cosechan y ve detrás de ellos. Ya di orden a mis servidores para que no te molesten. Si tienes sed, ve a beber en los cántaros el agua que ellos saquen». 10 Rut se postró con el rostro en tierra y exclamó: «¿Por qué te he caído en gracia para que te fijes en mí, si no soy más que una extranjera?». 11 Booz le respondió: «Me han contado muy bien todo lo que hiciste por tu suegra después que murió tu marido, y cómo has dejado a tu padre, a tu madre y tu tierra natal, para venir a un pueblo desconocido. 12 Que el Señor te pague lo que has hecho; que te recompense con creces el Señor, el Dios de Israel, al que has acudido para refugiarte bajo sus alas». 13 Rut le dijo: «¡Ojalá pueda contar siempre con tu favor! Tú me has consolado y me has hablado amistosamente, a pesar de que ni siquiera soy como una de tus servidoras». 14 A la hora de la comida, Booz le dijo: «Acércate aquí; come de este pan y moja tu bocado en el vinagre». Rut se sentó al lado de los cosechadores y él le ofreció un puñado de grano tostado. Ella comió hasta quedar saciada y aún le sobró. 15 Cuando se levantó para volver a recoger las espigas, Booz ordenó a sus servidores: «Déjenla recoger también entre las gavillas y no la molesten. 16 Más aún, saquen algunas espigas de las gavillas y déjenlas caer, y cuando ella las recoja, no le digan nada». 17 Así Rut estuvo recogiendo espigas hasta el atardecer. Luego desgranó lo que había recogido, y era casi una bolsa de cebada. 18 Ella tomó el grano, regresó a la ciudad y mostró a su suegra lo que había recogido. También sacó la comida que le había sobrado y se la dio. 19 Su suegra le preguntó: «¿Dónde has ido hoy a recoger espigas? ¿Dónde estuviste trabajando? ¡Bendito sea el que se interesó por ti!». Rut contó a su suegra con quién había estado trabajando y le dijo: «Estuve trabajando en el campo de un hombre llamado Booz». 20 Entonces Noemí exclamó: «¡Bendito sea de parte del Señor, que no deja de manifestar su bondad ni a los vivos ni a los muertos!». Luego añadió: «Ese hombre es pariente cercano nuestro, es uno de los que tienen el deber de responder por nosotros». 21 Rut dijo a su suegra: «Incluso me permitió quedarme con sus servidores hasta que termine la cosecha». 22 Noemí le respondió: «Es conveniente, hija mía, que vayas con las servidoras de ese hombre; así nadie te molestará en otro campo». 23 Rut siguió recogiendo espigas con las servidoras de Booz, hasta que terminó la cosecha de la cebada y del trigo. Mientras tanto, vivía con su suegra.

1° Lectura. Hechos 25

Capítulo 25
L1 Tres días después de haberse hecho cargo de su provincia, Festo subió de Cesarea a Jerusalén. 2 Los sumos sacerdotes y los judíos más importantes acusaron entonces a Pablo en su presencia, 3 y le pidieron la gracia de que lo hiciera trasladar a Jerusalén. En realidad preparaban una emboscada para matarlo en el camino. 4 Pero Festo respondió que Pablo debía quedar bajo custodia en Cesarea, y que él mismo iría allí inmediatamente. 5 «Que los de más autoridad entre ustedes, añadió, vengan conmigo y presenten su acusación, si tienen algo contra él». 6 Festo permaneció en Jerusalén unos ocho o diez días, y luego bajó a Cesarea. Al día siguiente, se sentó en el tribunal e hizo comparecer a Pablo. 7 En cuanto llegó, los judíos venidos de Jerusalén lo rodearon, y presentaron contra él numerosas y graves acusaciones que no podían probar. 8 Pablo se defendía diciendo: «Yo no he cometido ninguna falta contra la Ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra el Emperador». 9 Festo, queriendo congraciarse con los judíos, se dirigió a Pablo y le dijo: «¿Quieres subir a Jerusalén para ser juzgado allí en mi presencia?». 10 Pablo respondió: «Estoy delante del tribunal del Emperador, y es aquí donde debo ser juzgado. Yo no hice ningún mal a los judíos, como tú lo sabes perfectamente. 11 Si soy culpable y he cometido algún delito que merezca la muerte, no me niego a morir, pero si las acusaciones que hacen los judíos contra mí carecen de fundamento, nadie tiene el derecho de entregarme a ellos. Apelo al Emperador». 12 Festo, después de haber consultado con su Consejo, respondió: «Ya que apelaste al Emperador, comparecerás ante él». 13 Algunos días más tarde, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea y fueron a saludar a Festo. 14 Como ellos permanecieron varios días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole: «Félix ha dejado a un prisionero, 15 y durante mi estadía en Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, presentaron quejas pidiendo su condena. 16 Yo les respondí que los romanos no tienen la costumbre de entregar a un hombre antes de enfrentarlo con sus acusadores y darle la oportunidad de defenderse. 17 Ellos vinieron aquí, y sin ninguna demora, me senté en el tribunal e hice comparecer a ese hombre al día siguiente. 18 Pero cuando se presentaron los acusadores, estos no alegaron contra él ninguno de los cargos que yo sospechaba. 19 Lo que había entre ellos eran no sé qué discusiones sobre su religión, y sobre un tal Jesús que murió y que Pablo asegura que vive. 20 No sabiendo bien qué partido tomar en un asunto de esta índole le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí. 21 Pero como este apeló al juicio de Su Majestad imperial, yo ordené que lo dejaran bajo custodia hasta que lo enviara al Emperador». 22 Agripa dijo entonces a Festo: «A mí también me gustaría escuchar a ese hombre». «Mañana lo escucharás», respondió Festo. 23 Al día siguiente, Agripa y Berenice llegaron con gran pompa y entraron en la sala de audiencias, rodeados de los tribunos y de los hombres más importantes de la ciudad. A una orden de Festo, trajeron a Pablo. 24 Festo tomó la palabra, diciendo: «Rey Agripa y todos los que están aquí presentes, ustedes ven a este hombre, por quien toda la comunidad judía ha venido a verme, tanto aquí como en Jerusalén, insistiendo a gritos que no había que dejarlo vivir más. 25 Yo no he encontrado en él nada que merezca la muerte; pero ya que él mismo ha apelado al Emperador, he decidido enviárselo. 26 Como no tengo nada preciso que escribir sobre él al Soberano, lo hice comparecer ante ustedes, especialmente ante ti, rey Agripa; así, después de este interrogatorio, yo tendré algo para informar. 27 Porque me parece absurdo enviar a un prisionero, sin indicar al mismo tiempo los cargos que se le imputan».