domingo, 16 de febrero de 2014

3° Lectura Proverbios 6 - 7:1-5


Capítulo 6
1 Hijo mío, si te has hecho garante de tu prójimo y has estrechado tu mano en favor de otro,
2 si te has enredado con tus palabras y te has dejado atrapar por tu propia boca,
3 entonces, hijo mío, obra sí para librarte, ya que has caído en las manos de tu prójimo: ve a echarte a sus pies e importúnalo,
4 no concedas descanso a tus ojos ni reposo a tus párpados;
5 líbrate como una gacela de la red y como un pájaro de la mano del cazador.
6 Fíjate en la hormiga, perezoso, observa sus costumbres y aprende a ser sabio:
7 ella, que no tiene jefe ni capataz ni dueño.
8 se provee de alimento en verano y junta su comida durante la cosecha.
9 ¿Hasta cuándo estarás recostado, perezoso, cuándo te levantarás de tu sueño?
10 «Dormir un poco, dormitar otro poco, descansar otro poco de brazos cruzados»:
11 así te llegará la pobreza como un salteador y la miseria como un hombre armado.
12 Es un infame, un malvado, el que tiene la boca llena de perversidad;
13 guiña el ojo, toca con los pies, hace una seña con los dedos:
14 en su corazón depravado maquina el mal, siempre está sembrando discordias.
15 Por eso, llegará su ruina de repente, será destrozado de improviso y sin remedio.
16 Hay seis cosas que detesta el Señor, y siete que son para él una abominación;
17 los ojos altaneros, la lengua mentirosa y las manos que derraman sangre inocente;
18 el corazón que trama proyectos malignos, los pies rápidos para correr hacia el mal,
19 el falso testigo que profiere mentiras, y el que siembra discordias entre hermanos.
20 Observa, hijo mío, el precepto de tu padre y no rechaces la enseñanza de tu madre.
21 Atalos a tu corazón constantemente, anúdalos a tu cuello.
22 Que ellos te guíen mientras caminas, que velen sobre ti cuando estás acostado, y conversen contigo cuando despiertas.
23 Porque el precepto es una lámpara, la enseñanza, una luz, y las reglas de la instrucción, un camino de vida,
24 a fin de preservarte de una mala mujer y de la lengua seductora de una extraña.
25 No codicies su hermosura en tu corazón ni te dejes cautivar por sus miradas.
26 Porque el precio de una prostituta es un mendrugo de pan, pero una mujer casada anda a la pesca de una vida lujosa.
27 ¿Puede un hombre ponerse fuego en el pecho sin que se inflame su ropa?
28 ¿Se puede caminar sobre brasas sin quemarse los pies?
29 Eso le pasa al que se acuesta con la mujer de su prójimo: el que la toque no quedará impune.
30 ¿Acaso no se desprecia al ladrón, aunque robe para sacar su apetito cuando tiene hambre?
31 Una vez descubierto, paga siete veces y tiene que entregar todos los bienes de su casa.
32 El que comete adulterio es un insensato, se arruina a sí mismo el que obra así:
33 lo que conseguirá son golpes e ignominia, y su oprobio nunca se borrará.
34 Porque los celos enfurecen al varón, y no tendrá compasión en el día de la venganza;
35 no aceptará ninguna compensación, ni querrá saber nada aunque quieras darle más.

Capítulo 7
1 Hijo mío, observa mis palabras y atesora mis mandamientos.
2 Observa mis preceptos, y vivirás, guarda mi enseñanza como la pupila de tus ojos.
3 Atalos a tus dedos, escríbelos sobre la tabla de tu corazón.
4 Di a la Sabiduría: «Tú eres mi hermana», y llama «Amiga» a la Inteligencia,
5 para preservarte de la mujer ajena, de la extraña que se vale de palabras seductoras.

2° Lectura Éxodo 15

El canto de Moisés
1 Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: «Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.
2 El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. El es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.
3 El Señor es un guerrero, su nombre es «Señor».
4 El arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.
5 El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar
6 Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo.
7 Con la inmensidad de tu gloria derribas a tus adversarios, desatas tu furor, que los consume como paja.
8 Al soplo de tu ira se agolparon las aguas, las olas se levantaron como un dique, se hicieron compactos los abismos del mar.
9 El enemigo decía: «Los perseguiré, los alcanzaré, repartiré sus despojos, saciaré mi avidez, desenvainaré la espada, mi mano los destruirá».
10 Tú soplaste con tu aliento, y el mar los envolvió; se hundieron como plomo en las aguas formidables.
11 ¿Quién, como tú, es admirable entre los santos, terrible por tus hazañas, autor de maravillas?
12 Extendiste tu mano y los tragó la tierra.
13 Guías con tu fidelidad al pueblo que has rescatado y lo conduces con tu poder hacia tu santa morada.
14 Tiemblan los pueblos al oír la noticia: los habitantes de Filistea se estremecen,
15 cunde el pánico entre los jefes de Edom, un temblor sacude a los príncipes de Moab, desfallecen todos los habitantes de Canaán.
16 El pánico y el terror los invaden, la fuerza de tu brazo los deja petrificados, hasta que pasa tu pueblo, Señor, hasta que pasa el pueblo que tú has adquirido.
17 Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.
18 ¡El Señor reina eternamente!».
19 Cuando la caballería del Faraón, con sus carros y sus guerreros, entró en medio del mar, el Señor hizo que las aguas se volvieran contra ellos; los israelitas, en cambio, cruzaron el mar como si fuera tierra firme.
20 Entonces Miriam, la profetisa, que era hermana de Aarón, tomó en sus manos un tamboril, y todas las mujeres iban detrás de ella, con tamboriles y formando coros de baile.
21 Y Miriam repetía: «Canten al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros».
La marcha a través del desierto
Las aguas de Mará
22 Moisés hizo partir a los israelitas del Mar Rojo. Ellos se dirigieron hacia el desierto de Sur, y después de caminar tres días por ese desierto sin encontrar agua,
23 llegaron a Mará, pero no pudieron beber el agua porque era amarga. De allí procede el nombre de Mará –que significa «Amarga»– dado a ese lugar.
24 Y el pueblo se puso a protestar contra Moisés, diciendo: «¿Qué vamos a beber ahora?».
25 Moisés invocó al Señor, y el Señor le indicó un árbol. Moisés arrojó un trozo de él en el agua, y esta se volvió dulce. Allí el Señor les impuso una legislación y un derecho, y allí los puso a prueba.
26 Luego les dijo: «Si escuchas realmente lo voz del Señor, tu Dios, y practicas lo que es recto a sus ojos, si prestas atención a sus mandamientos y observas todos sus preceptos, no te infligiré ninguna de las enfermedades que envié contra Egipto, porque yo, el Señor, soy el que te da la salud».
27 Después llegaron a Elim, un lugar donde había doce fuentes y setenta palmeras, y allí establecieron su campamento, a orilla de las aguas.

1° Lectura Hebreos11:22-40


22 Por la fe, José, al fin de su vida, hizo alusión al éxodo de los israelitas y dejó instrucciones acerca de sus restos.
23 Por la fe, Moisés, apenas nacido, fue ocultado por sus padres durante tres meses, porque vieron que el niño era hermoso, y no temieron el edicto del rey.
24 Y por la fe, Moisés, siendo ya grande, renunció a ser llamado hijo de la hija del Faraón.
25 El prefirió compartir los sufrimientos del Pueblo de Dios, antes que gozar los placeres efímeros del pecado:
26 consideraba que compartir el oprobio del Mesías era una riqueza superior a los tesoros de Egipto, porque tenía puestos los ojos en la verdadera recompensa.
27 Por la fe, Moisés huyó de Egipto, sin temer la furia del rey, y se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible.
28 Por la fe, celebró la primera Pascua e hizo la primera aspersión de sangre, a fin de que el Exterminador no dañara a los primogénitos de Israel.
29 Por la fe, los israelitas cruzaron el Mar Rojo como si anduvieran por tierra firme, mientras los egipcios, que intentaron hacer lo mismo, fueron tragados por las olas.
30 Por la fe, cayeron los muros de Jericó, después que el pueblo, durante siete días, dio vueltas alrededor de ellos.
31 Por la fe, Rahab, la prostituta, no pereció con los incrédulos, ya que había recibido amistosamente a los que fueron a explorar la Tierra.
32 ¿Y qué más puedo decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los Profetas.
33 Ellos, gracias a la fe, conquistaron reinos, administraron justicia, alcanzaron el cumplimiento de las promesas, cerraron las fauces de los leones,
34 extinguieron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada. Su debilidad se convirtió en vigor: fueron fuertes en la lucha y rechazaron los ataques de los extranjeros.
35 Hubo mujeres que recobraron con vida a sus muertos. Unos se dejaron torturar, renunciando a ser liberados, para obtener una mejor resurrección.
36 Otros sufrieron injurias y golpes, cadenas y cárceles.
37 Fueron apedreados, destrozados, muertos por la espada. Anduvieron errantes, cubiertos con pieles de ovejas y de cabras, des provistos de todo, oprimidos y maltratados.
38 Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas.
39 Pero, aunque su fe los hizo merecedores de un testimonio tan valioso, ninguno de ellos entró en posesión de la promesa.
40 Porque Dios nos tenía reservado algo mejor, y no quiso que ellos llegaran a la perfección sin nosotros.