jueves, 27 de marzo de 2014

4° Lectura. Judit 14

J
udit les dijo: «Escúchenme, hermanos; tomen esta cabeza y cuélguenla sobre las almenas de la muralla, 2 Después, cuando despunte el alba y se levante el sol sobre la tierra, cada uno de ustedes tomará sus armas de combate, y todos los que puedan hacerlo saldrán de la ciudad. Pónganles al frente un jefe como si fuera a descender a la llanura, hasta los puestos de avanzada de los asirios, pero no bajen. 
 3 Ellos tomarán sus armas e irán al campamento a despertar a los jefes de su ejército. Estos, a su vez, se precipitarán hacia la carpa de Holofernes y, al no encontrarlo, quedarán aterrorizados y huirán delante de ustedes. 4 Ustedes y todos los habitantes del territorio de Israel los perseguirán, exterminándolos en su retirada. 5 Pero antes de ejecutar todo esto, tráiganme a Ajior, el amonita, para que él vea y reconozca al que había despreciado al pueblo de Israel, y lo envió para que muriera entre nosotros». 6 Llamaron entonces a Ajior, que estaba en la casa de Ozías. Cuando este llegó y vio la cabeza de Holofernes en la mano de uno de los hombres de la asamblea del pueblo, cayó desvanecido. 7 Apenas lo reanimaron, se arrojó a los pies de Judit y, postrándose ante ella, exclamó: «Bendita seas en todos los campamentos de Judá y en todas las naciones, las que al escuchar tu nombre, quedarán asombradas. 8 Pero ahora cuéntame lo que has hecho durante todos estos días». Judit, en medio del pueblo, le contó todo lo que había hecho desde el día de su partida hasta ese momento. 9 Cuando terminó de hablar, el pueblo la aclamó dando grandes vítores, y los gritos de júbilo se extendieron por toda la ciudad. 10 Ajior, por su parte, al ver todo lo que había realizado el Dios de Israel, creyó firmemente en él, se hizo circuncidar y fue incorporado al pueblo de Israel hasta el día de hoy. 11 Al despuntar el alba, colgaron de las murallas la cabeza de Holofernes, y todos los israelitas empuñaron sus armas y avanzaron en escuadrones por las laderas de la montaña. 12 Los asirios, al divisarlos, enviaron mensajeros a sus jefes; estos, a su vez, se dirigieron a los generales y capitanes y a todos sus oficiales. 13 Ellos llegaron a la carpa de Holofernes y dijeron a su mayordomo: «Despierta a nuestro señor, porque esos esclavos han tenido la audacia de bajar a combatir contra nosotros, para ser totalmente exterminados». 14 Bagoas entró y golpeó las manos ante la cortina de la carpa, suponiendo que Holofernes estaba acostado con Judit. 15 Como nadie respondía, descorrió la cortina, penetró en el dormitorio y lo encontró muerto, tendido sobre el umbral y decapitado. 16 El lanzó un alarido, llorando y sollozando; y dando grandes gritos, desgarró sus vestiduras. 17 Luego entró en la carpa donde se alojaba Judit, y al no encontrarla, se precipitó hacia la tropa, vociferando: 18 «¡Esos esclavos nos han traicionado! ¡Una mujer hebrea ha cubierto de vergüenza la casa de Nabucodonosor! ¡Miren cómo yace Holofernes, tendido en el suelo y sin cabeza!». 19 Al oír estas palabras, los jefes del ejército asirio rasgaron sus túnicas, completamente desconcertados, y lanzaron grandes gritos y alaridos por todo el campamento.


3° Lectura. Cantares 2:8-17 - 3:1-5

[La Amada]
8 ¡La voz de mi amado! Ahí viene, saltando por las montañas, brincando por las colinas.
9 Mi amado es como una gacela, como un ciervo joven. Ahí está: se detiene detrás de nuestro muro; mira por la ventana, espía por el enrejado.
10 Habla mi amado, y me dice: «¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
11 Porque ya pasó el invierno, cesaron y se fueron las lluvias.
12 Aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola.
13 La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalan su perfume. ¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
14 Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas, en lugares escarpados, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz; porque tu voz es suave y es hermoso tu semblante».

[Coro]
15 Cacen a los zorros, a esos zorros pequeños que arrasan las viñas, ¡y nuestras viñas están en flor!

[La Amada]
16 ¡Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado, que apacienta su regaño entre los lirios!
17 Antes que sople la brisa y huyan las sombras ¡vuelve, amado mío, como una gacela, o como un ciervo joven, por las montañas de Beter!

Capítulo 3

E
n mi lecho, durante la noche, busqué al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
2 Me levantaré y recorreré la ciudad; por las calles y las plazas, buscaré al amado de mi alma. ¡Lo busqué y no lo encontré!
3 Me encontraron los centinelas que hacen la ronda por la ciudad: «¿Han visto al amado de mi alma?».
4 Apenas los había pasado, encontré al amado de mi alma. Lo agarré, y no lo soltaré hasta que lo haya hecho entrar en la casa de mi madre, en la habitación de la que me engendró.

[El Amado]
5 ¡Júrenme, hijas de Jerusalén, por las gacelas y las ciervas del campo, que no despertarán ni desvelarán a mi amor, hasta que ella quiera.

2° Lectura. Números 22

Capítulo 22
El primer llamado de Balac a Balaam
L
uego los israelitas reanudaron la marcha y fueron a acampar en las estepas de Moab, el otro lado del Jordán, a la altura de Jericó. 2 Balac, hijo de Sipor, vio todo lo que los israelitas habían hecho a los amorreos, 3 y los moabitas sintieron un gran temor a la vista de ese pueblo tan numeroso. Atemorizados por la presencia de los israelitas, 4 los moabitas dijeron a los ancianos de Madián: «Ahora esta turba va a devorarlo todo a nuestro alrededor como un buey devora la hierba del campo». Entonces Balac, hijo de Sipor, que era rey de Moab en aquel tiempo, 5 envió unos mensajeros a Balaam, hijo de Beor –que vivía en Petor, junto al Eufrates, en el país en Petor, junto al Eufrates, en el país de los descendientes de Amav– para que le hicieran esta invitación: «Un pueblo que salió de Egipto y cubrió toda la tierra se ha establecido frente a mí. 6 Ven, por favor, y maldíceme a este pueblo, porque es más fuerte que yo. Tal vez así podré derrotarlo y expulsarlo del país. Porque yo sé que el que tú bendices, queda bendecido, y el que maldices, queda maldecido». 7 Los ancianos de Moab y de Madián partieron, llevando la retribución para el adivino. Cuando se presentaron a Balaam y le transmitieron el mensaje de Balac, 8 Balaam les respondió: «Pasen aquí la noche, y yo les daré la respuesta que el Señor me inspire». Entonces los jefes de Moab se quedaron con Balaam. 9 Pero Dios se manifestó a Balaam y le dijo: «¿Quiénes son esos hombres que están contigo?». 10 Balaam respondió a Dios: «Balac, hijo de Sipor, rey de Moab, me envió este mensaje: 11 «Aquí hay un pueblo que salió de Egipto y cubrió toda la tierra. Por eso, ven a maldecírmelo. Tal vez así podré combatir contra él y expulsarlo». 12 Dios dijo a Balaam: «No vayas con ellos ni maldigas a ese pueblo, porque está bendecido». 13 A la mañana siguiente, Balaam se levantó y dijo a los jefes enviados por Balac: «Vuélvanse a su país, porque el Señor me prohíbe acompañarlos». 14 Entonces los jefes de Moab partieron, y cuando estuvieron de regreso dijeron a Balac: «Balaam se niega a venir con nosotros». El segundo llamado a Balaam 15 Entonces Balac envió otros jefes, más numerosos y distinguidos que los primeros. 16 Ellos se presentaron a Balaam y le dijeron: «Así habla Balac, hijo de Sipor: «Por favor, no te niegues a venir en mi ayuda. 17 Yo te colmaré de honores y haré todo lo que me digas. Te ruego que vengas y me maldigas a este pueblo». 18 Pero Balaam respondió a los servidores de Balac: «Aunque Balac me diera su casa llena de planta y oro, yo no podría transgredir, ni siguiera en lo más mínimo, una orden del Señor, mi Dios. 19 Con todo, quédense aquí también ustedes esta noche, y veré qué me dice el Señor esta vez». 20 Durante la noche, Dios se manifestó a Balaam y le dijo: «Si esta gente ha venido a buscarte, puedes ir con ellos. Pero no hagas nada fuera de lo que yo te ordene». 21 Por la mañana, Balaam se levantó, ensilló su asna y partió junto con los jefes de Moab. El encuentro de Balaam con el Ángel del Señor 22 Pero su partida encendió la ira de Dios, y el Angel del Señor se interpuso en el camino para cerrarle el paso. Balaam iba montado en su asna y lo acompañaban dos muchachos. 23 Cuando el asna vio al Angel del Señor parado en el camino, con la espada desenvainada en su mano, se apartó y se fue por el campo. Pero Balaam la castigó para hacerla volver al camino. 24 El Angel del Señor se paró entonces en un sendero angosto, que pasaba por los viñedos y estaba rodeado de los dos lados por un cerco. 25 Al verlo, el asna se fue contra el cerco y apretó el pie de Balaam que la castigó nuevamente. 26 Una vez más, el Angel del Señor se adelantó y fue a colocarse en un lugar tan estrecho, que imposible desviarse a la derecha o a la izquierda. 27 Cuando el asna lo vio, se echó al suelo debajo de Balaam, y este, enfurecido, la golpeó con su bastón. 28 Entonces el Señor abrió la boca del asna, y ella, dijo a Balaam: «¿Qué te hice para que me golpearas así tres veces?». 29 «¡Te estás burlando de mí!, respondió Balaam. Si tuviera una espada en mi mano, te mataría ahora mismo». 30 El asna le respondió: «¿Acaso yo no soy tu asna, la que siempre has montado hasta el día de hoy? ¿Acostumbro yo a tratarte de ese modo?». El respondió: «No». 
31 El Señor abrió los ojos de Balaam, y este vio al Angel del Señor parado en la camino, con la espada desenvainada en su mano; se inclinó y lo adoró con el rostro en tierra. 32 El Angel del Señor le dijo: «¿Por qué le has pegado tres veces a tu asna? Era yo el que te cerraba el paso, porque tu viaje me disgusta. 33 Ella me vio y se apartó de mí tres veces. Hizo muy bien en apartarse, porque de los contrario yo te hubiera matado, mientras que a ella la hubiera dejado con vida». 34 Balaam dijo al Angel del Señor: «He pecado, porque no sabía que tú estabas apostado delante de mí en el camino. Si esto te desagrada, ahora mismo regreso». 35 El Angel del Señor respondió a Balaam: «Ve con estos hombres, pero dirás solamente lo que yo te indique». Y Balaam se fue con los jefes que le había enviado Balac. La llegada de Balaam a Moab 36 Cuando Balac supo que Balaam estaba por llegar, fue a encontrarlo en Ar Moab, sobre la frontera del Arnón, en el límite de su territorio, 37 y le dijo: «Yo te mandé a llamar urgentemente. ¿Por qué no querías venir? ¿Acaso no dispongo de medios para colmarte de honores?». 38 Entonces Balaam respondió a Balac: «Aquí me tienes. Pero, ¿qué puedo decir yo ahora? Sólo diré la palabra que Dios ponga en mi boca». 39 Luego Balaam se fue con Balac. Llegados a Quiriat Jusot, 40 Balac inmoló vacas y ovejas y se las envió a Balaam, 41 y lo hizo subir a Bamot Baal, desde donde pudo ver a una parte del pueblo.

1° Lectura. Mateo 22:23-46

A
quel mismo día se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: 24 «Maestro, Moisés dijo: "Si alguien muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda". 25 Ahora bien, había entre nosotros siete hermanos. El primero se casó y como murió sin tener hijos, dejó su esposa al hermano. 26 Lo mismo ocurrió con el segundo, después con el tercero, y así sucesivamente hasta el séptimo. 27 Finalmente, murió la mujer. 28 Respóndenos: cuando resuciten los muertos, ¿de cuál de los siete será esposa, ya que lo fue de todos?». 29 Jesús les dijo: «Están equivocados, porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios. 30 En la resurrección ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que todos serán como ángeles en el cielo. 31 Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído la palabra de Dios, que dice: 32 "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob"? ¡El no es un Dios de muertos, sino de vivientes!». 33 La multitud, que había oído esto, quedó asombrada de su enseñanza. 34 Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, 35 y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: 36 «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». 
 37 Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. 38 Este es el más grande y el primer mandamiento. 39 El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas». 41 Mientras los fariseos estaban reunidos, Jesús les hizo esta pregunta: 42 «¿Qué piensan acerca del Mesías? ¿De quién es hijo?». Ellos le respondieron: «De David». 43 Jesús les dijo: «¿Por qué entonces, David, movido por el Espíritu, lo llama "Señor", cuando dice: 44 "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies"? 45 Si David lo llama "Señor", ¿cómo puede ser hijo suyo?». 46 Ninguno fue capaz de responderle una sola palabra, y desde aquel día nadie se atrevió a hacerle más preguntas.