martes, 8 de abril de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 2:42-70

Entonces se les unió el grupo de los asideos, hombres valientes en Israel, todos ellos sinceramente fieles a la Ley. 43 También se les unieron y les prestaron su ayuda todos los que querían escapar de la opresión. 44 Así formaron una fuerza armada que comenzó a descargar su ira contra los pecadores y su furor contra los impíos. Los demás tuvieron que salvarse, huyendo a las naciones extranjeras. 45 Matatías y sus adeptos recorrieron el país, destruyendo altares, 46 y circuncidando por la fuerza a los niños incircuncisos que hallaron en el territorio de Israel. 47 Persiguieron a los arrogantes, y la campaña dio buenos resultados. 










48 De esa manera defendieron la Ley contra los paganos y sus reyes, y no permitieron que prevalecieran los malvados. 49 Cuando la vida de Matatías llegaba a su fin, este dijo a sus hijos: «Ahora reinan la insolencia y el ultraje, es tiempo de perturbación y de furor desencadenado. 50 Por lo tanto, hijos míos, ardan de celo por la Ley, dando la vida por al Alianza de nuestros padres 51 Recuerden las obras que realizaron nuestros padres en su tiempo: así alcanzarán una inmensa gloria y una ama imperecedera. 52 ¿Acaso Abraham no fue hallado fiel en la prueba y por eso Dios lo contó entre los justos? 53 José, en el momento de la angustia, observó la Ley, y así llegó a ser señor de Egipto. 54 Pinjás, nuestro padre, por su ardiente celo, recibió la alianza de un sacerdocio eterno. 55 Josué, por haber cumplido la palabra de Dios, llegó a ser juez en Israel. 56 Caleb, por haber dado testimonio ante la asamblea, recibió una herencia en el país. 57 David, por su piedad, heredó un trono real para siempre 58 Elías, por su ardiente celo por la Ley, fue arrebatado al cielo. 59 Ananías, Azarías y Misael, por haber confiado en Dios, fueron salvados de la llama. 60 Daniel, por su integridad, fue librado de las fauces de los leones. 61 Adviertan, entonces, que a lo largo de las generaciones los que esperan en él no sucumben jamás. 62 No teman las amenazas de un hombre pecador, porque su gloria acabará en podredumbre y gusanos. 63 hoy es exaltado y mañana desaparece, porque habrá vuelto al polvo de donde vino y sus proyectos quedarán frustrados. 64 Por eso, hijos míos, sean valientes, y manténganse firmes en el cumplimiento de la Ley, ya que gracias a ella serán colmados de gloria. 65 Ahí tienen a Simeón, su hermano. Yo sé que es hombre sensato: escúchenlo siempre, y hará las veces de padre. 66 Judas Macabeo ha sido valiente desde su juventud: que él sea el jefe del ejército y dirija la guerra contra los extranjeros. 67 Ustedes, por su parte, reúnan a todos los que practican la Ley y reivindiquen a nuestro pueblo. 68 Devuelvan a los paganos el mal que ellos les han hecho y observen los preceptos de la Ley». 69 Después los bendijo y fue a reunirse con sus padres. 70 Matatías murió el año ciento cuarenta y seis y fue sepultado en Modín, en el sepulcro de sus padres. Todo Israel hizo un gran duelo por él.

3° Lectura. Job 8

Capítulo 8
Bildad de Súaj replicó, diciendo: 2 ¿Hasta cuándo hablarás de esta manera y tus palabras serán un viento impetuoso? 3 ¿Acaso Dios distorsiona el derecho y el Todopoderoso tergiversa la justicia? 4 Si tus hijos pecaron contra él, él los dejó librados a sus propios delitos. 5 En cambio, si tú recurres a Dios e imploras al Todopoderoso, 6 si te mantienes puro y recto, seguramente, él pronto velará por ti y restablecerá tu morada de hombre justo. 7 Tus comienzos habrán sido poca cosa, frente a la grandeza de tu porvenir. 8 Interroga, si no, a las generaciones pasadas, considera lo que experimentaron sus padres. 9 Nosotros somos de ayer y no sabemos nada, nuestros días sobre la tierra son una sombra. 10 Ellos te instruirán y te hablarán, sacarán de su corazón estas palabras. 11 ¿Brota el papiro fuera de los pantanos? ¿Crece el junto donde no hay agua? 12 Tierno aún, y sin que nadie lo corte, se seca más pronto que cualquier otra hierba. 13 Tal es la suerte de los que olvidan a Dios, así perece la esperanza del impío. 14 Su confianza es apenas un hilo, su seguridad, una tela de araña. 15 Se apoya sobre su casa, y ella no resiste, se aferra a ella, y no queda en pie. 
 16 Ahí está lleno de savia ante los rayos del sol, sus retoños se extienden sobre su jardín; 17 sus raíces se entrelazan en el pedregal, se prenden al terreno rocoso. 18 Pero apenas lo arrancan de su sitio, este reniega de él, diciendo: «Nunca te vi». 19 ¡Esa es la buena suerte que le toca, mientras otro brota del polvo! 20 No, Dios no desdeña al hombre íntegro, ni toma de la mano a los malvados. 21 El llenará otra vez tu boca de risas y tus labios de aclamaciones jubilosas. 22 Los que te odian se cubrirán de vergüenza, y la carpa de los malvados no existirá más

2° Lectura. Deuteronomio 9-10

Capítulo 9
La victoria, obra del Señor
Escucha, Israel. Hoy vas a cruzar el Jordán, para desposeer a naciones más numerosas y fuertes que tú, y a grandes ciudades defendidas por murallas que se alzan hasta el cielo. 2 Son los anaquitas, un pueblo numeroso y de elevada estatura. Tú ya los conoces y has oído decir de ellos: «¿Quién es capaz de enfrentar a los anaquitas?». 3 Pero ten presente que desde hoy el Señor irá delante de ti como un fuego devorador, y los destruirá. El los someterá a ti para que puedas desposeerlos y hacerlos desaparecer rápidamente, como el Señor te lo ha prometido. 4 Y cuando el Señor, tu Dios, los arroje lejos de ti, no digas en tu corazón: «A causa de mi justicia, el Señor me ha puesto en posesión de esta tierra». Porque sólo por la perversidad de esas naciones, el Señor, tu Dios, las despoja ante ti. 5 No son ni tu justicia ni la rectitud de tu corazón las que te harán tomar posesión de esa tierra. todo lo contrario: es a causa de la maldad de esas naciones que el Señor las despoja ante ti, para cumplir la promesa que él juró a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob. 6 Reconoce, entonces, que el Señor no te da la posesión de esa hermosa tierra a causa de tu justicia, porque tú eres un pueblo obstinado. 


 Recuerdo de las rebeldías pasadas 7 Acuérdate de esto, no lo olvides: has irritado en el desierto al Señor, tu Dios. Desde el día en que salieron de Egipto hasta que llegaron a este lugar, ustedes han sido rebeldes al Señor. 8 Ya en el Horeb lo irritaron, y él se indignó tanto que estuvo a punto de destruirlos. 9 Eso sucedió cuando yo subí a la montaña para recibir las tablas de piedra, las tablas de la alianza que el Señor hizo con ustedes. Yo estuve arriba, en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, sin comer ni beber. 10 Entonces el Señor me entregó las dos tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios, donde estaban todas las palabras que él les dirigió en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea. 11 Al cabo de esos cuarenta días, cuando el Señor me entregó las dos tablas de piedras, las tablas de la alianza. 12 me dijo: «Baja de la montaña ahora mismo, porque tu pueblo, ese que sacaste de Egipto, se ha pervertido. Ellos se apartaron rápidamente del camino que yo les había trazado y se han fabricado una estatua de metal fundido». 13 Después agregó» «Ya veo que este es un pueblo obstinado. 14 Por eso, déjame que los destruya y que borre de la tierra hasta su nombre. De ti, en cambio, suscitaré una nación más numerosa y fuerte que ellos». 15 Yo me di vuelta y bajé de la montaña, que ardía envuelta en llamas, llevando en mis manos las tablas de la alianza. 16 Entonces vi que ustedes habían pecado contra el Señor, su Dios, haciéndose un ternero de metal fundido y apartándose rápidamente del camino que él les había trazado. 17 Por eso tomé las dos tablas de piedras, las arrojé violentamente, y las hice añicos en presencia de todos. 

 La intercesión de Moisés 18 Luego me postré delante del Señor, y permanecí cuarenta días y cuarenta noches sin comer ni beber, como lo había hecho la vez anterior. Lo hice a causa de todos los pecados que ustedes habían cometido, haciendo lo que es malo a los ojos del Señor y provocando su enojo. 19 Porque yo sentía un gran temor ante la ira y la indignación del Señor que se había desatado contra ustedes, hasta el punto de querer aniquilarlos. Pero él me escuchó una vez más. 20 El Señor estaba tan irritado contra Aarón que quería destruirlo, y en aquella oportunidad también intercedí por él. 21 Y a esa obra del pecado, a ese ternero que ustedes habían fabricado, lo tomé, lo quemé y lo molí, hasta convertirlo en polvo muy fino, y después lo arrojé en el torrente que baja de la montaña. 

 Nuevas infidelidades de Israel 22 Además, ustedes irritaron al Señor en Taberá, en Masá y en Quibrot Hataavá. 23 Y cuando el Señor les ordenó que salieran de Cades Barné, diciéndoles. «Suban a tomar posesión de la tierra que yo les he dado», ustedes se rebelaron contra la orden del Señor, su Dios; no le tuvieron confianza ni le obedecieron. 24 Rebeldes! Eso es lo que ustedes han sido para con el Señor, su Dios, desde el día en que los conocí. 

 Nueva intercesión de Moisés 25 A pesar de todo, yo me postré delante del Señor y así estuve cuarenta días y cuarenta noches, porque el Señor amenazaba con destruirlos. 26 Entonces intercedí ante el Señor con estas palabras: «Señor, no destruyas al pueblo que es tu herencia, ese pueblo que tú has rescatado por tu grandeza, y que hiciste salir de Egipto con mano poderosa. 27 Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, y no tengas en cuenta la obstinación de este pueblo, ni su maldad, ni su pecado. 28 De lo contrario, se dirá en el país de donde nos hiciste salir: «El Señor es impotente para introducirlos en la tierra que les había prometido, y por el odio que les tiene, los sacó para hacerlos morir en el desierto». 29 Después de todo, ellos son tu pueblo y tu herencia, y tú los libraste con tu gran fuerza y tu brazo poderoso».

Capítulo 10
Las tablas de la Ley depositadas en el Arca
En aquel tiempo, el Señor me dijo: «Talla dos tablas de piedra iguales a las primeras y sube a la montaña para encontrarte conmigo. Construye también un arca de madera. 2 Yo escribiré en esas tablas las mismas palabras que estaban escritas en las que tú rompiste. Después las depositarás en el arca». 3 Hice un arca de madera de acacia, tallé dos tablas de piedra iguales a las primeras y subí a la montaña con las dos tablas en la mano. 4 Entonces el Señor escribió en ellas lo mismo que había escrito antes: las diez Palabras que había promulgado en la montaña, desde el fuego, el día de la asamblea. Cuando me las entregó, 5 yo me di vuelta, bajé de la montaña y deposité las tablas en el arca que había construido. Allí están todavía, como el Señor me lo ordenó. 

 La elección de los levitas 6 Los israelitas partieron de los pozos de Bené Iaacán y se dirigieron hacia Moserá. Allí murió y fue enterrado Aarón, y su hijo Eleazar lo sucedió en el ejercicio del sacerdocio. 7 Luego siguieron avanzando hasta Gudgodá, y de allí fueron a Jotbá, una región donde abundan los torrentes. 8 Entonces el Señor puso aparte a la tribu de Leví para que transportaba al Arca de la Alianza del Señor, para que estuviera en su presencia y lo sirviera, y para que bendijera en su Nombre, como lo ha venido haciendo hasta ahora. 9 Por eso Leví no tiene parte ni herencia entre sus hermanos: el Señor es su herencia, como él mismo se lo ha declarado. Moisés, intercesor y guía del pueblo 10 Yo estuve en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, como lo había estado la vez anterior, y también esa vez me escuchó el Señor. El no quiso destruirte, 11 sino que me dijo: «Ve ahora mismo a ponerte al frente del pueblo, para que entren a tomar posesión de la tierra que juré dar a sus padres». 

 La fidelidad al Señor 12 Y ahora, Israel, esto es lo único que te pide el Señor, tu Dios: que lo temas y sigas todos sus caminos, que ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. 13 observando sus mandamientos y sus preceptos, que hoy te prescribo para tu bien. 14 Al Señor, tu Dios, pertenecen el cielo y lo más alto del cielo, la tierra y todo lo que hay en ella. 15 Sin embargo, sólo con tus padres se unió con lazos de amor, y después de ellos los eligió a ustedes, que son su descendencia, prefiriéndolos a todos los demás pueblos. 16 Por eso, circunciden sus corazones y no persistan en su obstinación, 17 Porque el Señor, su Dios, es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios grande, valeroso y temible, que no hace acepción de personas ni se deja sobornar. 18 El hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y le da ropa y alimento. 19 También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido extranjeros en Egipto. 20 Teme al Señor, tu Dios, y sírvelo; vive unido a él y jura por su Nombre. 21 El es tu gloria y tu Dios, y él realizó en tu favor esas tremendas hazañas de que fuiste testigo. 22 Porque cuando tus padres bajaron a Egipto, eran apenas setenta personas, y ahora el Señor te ha hecho numeroso como las estrellas del cielo.

1° Lectura. Mateo 28

Capítulo 28
Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. 2 De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. 4 Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. 5 El Angel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, 7 y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles». 8 Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos. 9 De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. 10 Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán». 11 Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido. 12 Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, 13 con esta consigna: «Digan así: «Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos». 14 Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo». 
 15 Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy. 16 Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. 17 Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. 18 Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».