miércoles, 23 de abril de 2014

3° Lectura. Job 23

Capítulo 23
Job respondió diciendo: 2 También hoy, mi queja es un desafío, mientras gimo bajo el peso de su mano. 3 ¡Ah, si supiera cómo encontrarlo, si pudiera llegar hasta su tribunal! 4 Yo expondría mi causa ante él y llenaría mi boca de recriminaciones. 5 Sabría entonces cuál sería su respuesta, y estaría atento a lo que él me dijera. 6 ¿Le haría falta mucha fuerza para disputar conmigo? No, sólo bastaría que me prestara atención. 7 Allí, un hombre recto discutiría con él, y yo haría triunfar mi derecho para siempre. 8 Pero voy hacia adelante, y él no está, hacia atrás, y no lo percibo: 9 lo busco a la izquierda, y no lo diviso, vuelvo a la derecha, y no los veo. 10 Sin embargo, él sabe en qué camino estoy: si me prueba en mi crisol, saldré puro como el oro. 11 Mis pies han seguido sus pasos, me mantuve en su camino y no me desvié. 12 No me aparté del mandamiento de sus labios, guardé en mi pecho las palabras de su boca. 13 Pero él ya decidió: ¿quién lo hará volver atrás? Lo que él desea, lo hace. 14 El va a ejecutar mi sentencia, y hay en él muchos designios semejantes. 15 Por eso, le tengo temor, reflexiono, y tiemblo ante él. 16 Dios me ha quitado el ánimo, el Todopoderoso me ha llenado de espanto: 17 porque no son las tinieblas las que me aniquilan ni tampoco la oscuridad que cubre mi rostro.

2° Lectura. Josué 5-6

Capítulo 5
El pánico de las poblaciones al oeste del Jordán
Cuando todos los reyes de los amorreos que ocupaban la región situada al oeste del Jordán y todos los reyes de los cananeos que estaban junto al mar, oyeron que el Señor había secado las aguas del Jordán delante de los israelitas, hasta que ellos pasaron, su corazón desfalleció y nadie tuvo ánimo para oponerles resistencia. La circuncisión de los israelitas en Guilgal 2 En aquel tiempo, el Señor dijo a Josué: «Fabrícate unos cuchillos de piedra y vuelve a circuncidar a los israelitas». 3 Josué hizo entonces unos cuchillos de piedra y circuncidó a los israelitas en la Colina de los Prepucios. 4 Los circuncidó por el siguiente motivo: toda la población que había salido de Egipto, los varones aptos para la guerra, habían muerto en el desierto durante la travesía, después de la salida de Egipto. 5 Ahora bien, los que habían salido estaban circuncidados; pero los nacidos después de la salida de Egipto, durante la travesía del desierto, no lo estaban. 6 Porque los israelitas anduvieron por el desierto durante cuarenta años, o sea, el tiempo suficiente para que desapareciera la nación entera, con los hombres aptos para la guerra que habían salido de Egipto. Como ellos no escucharon la voz del Señor, el Señor juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido darnos, de acuerdo con el juramento que hizo a nuestros padres, esa tierra que mana leche y miel. 7 Pero en lugar de ellos suscitó a sus hijos; y fue a estos a los que circuncidó Josué, ya que estaban incircuncisos porque no los habían circuncidado durante la travesía. 8 Cuando todo el pueblo fue circuncidado, se quedaron descansando en el campamento hasta que se curaron. 9 Entonces el Señor dijo a Josué: «Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto». Y aquel lugar se llamó Guilgal hasta el día de hoy. La celebración de la Pascua 10 Los israelitas acamparon en Guilgal, y el catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó. 11 Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país –pan sin levadura y granos tostados– ese mismo día. 12 El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán. La aparición del jefe del ejército del Señor 13 Mientras Josué estaba cerca de Jericó, alzó los ojos y vio a un hombre que estaba de pie frente a él, con la espada desenvainada en su mano. Josué avanzó hacia él y le preguntó: «¿Eres de los nuestros o de nuestros enemigos?». 14 El respondió: «No, yo soy el jefe del ejército del Señor y ahora he venido». Josué cayó con el rostro en tierra, se postró y exclamó: «Señor, ¿qué tienes que decir a tu servidor?». 15 El jefe del ejército del Señor le respondió: «Quítate las sandalias de tus pies, porque el lugar donde estás parado es santo». Y Josué así lo hizo.

Capítulo 6
El sitio y la caída de Jericó

Jericó estaba herméticamente cerrada por temor a los israelitas: nadie salía ni entraba. 2 Entonces el Señor dijo a Josué: «Yo he puesto en tus manos a Jericó y a su rey. 3 Por eso ustedes, todos los hombres de la guerra, darán una sola vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella. Así lo harán durante seis días. 4 Además, siete sacerdotes irán delante del Arca llevando siete trompetas de cuerno. El séptimo día, en cambio, ustedes darán siete vueltas alrededor de la ciudad, y los sacerdotes harán sonar las trompetas. 5 A la señal dada con el cuerno, cuando ustedes oigan el sonido de las trompetas, todo el pueblo prorrumpirá en fuertes gritos de guerra. Entonces los muros de la ciudad caerán sobre sí mismos, y el pueblo se lanzará al asalto, cada uno hacia lo que tenga adelante». 6 Josué, hijo de Nun, convocó a los sacerdotes y les dijo: «Levanten el Arca de la Alianza, y que siete sacerdotes lleven siete trompetas de cuerno delante del Arca del Señor». 7 Después dijo al pueblo: «Vayan adelante y den la vuelta alrededor de la ciudad; que los guerreros avancen delante del Arca del Señor». 8 En seguida se hizo lo que Josué había dicho al pueblo: los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno delante del Señor, avanzaron tocando las trompetas, mientras el Arca de la Alianza del Señor iba detrás de ellos. 9 Los guerreros, por su parte, marchaban delante de los sacerdotes que tocaban las trompetas, mientras que la retaguardia iba detrás del Arca. Y en ningún momento se dejó de tocar las trompetas. 10 Pero Josué dio esta orden al pueblo: «No lancen ningún grito de guerra ni dejen oír sus voces; que no salga de la boca de ustedes ninguna palabra, hasta que yo les diga: «¡Griten!». Sólo entonces gritarán». 11 Así hizo que el Arca del Señor diera una vuelta alrededor de la ciudad, formando un círculo en torno a ella. Luego volvieron otra vez al campamento, y allí pasaron la noche. 12 A la mañana siguiente, Josué se levantó de madrugada y los sacerdotes tomaron el Arca del Señor. 13 Los siete sacerdotes que llevaban las siete trompetas de cuerno delante del Arca del Señor, avanzaban sin dejar de tocar las trompetas; los guerreros marchaban delante de ellos, y la retaguardia iba detrás del Arca del Señor. En ningún momento se dejó de tocar las trompetas. 14 Así dieron la vuelta alrededor de la ciudad el segundo día, y después regresaron al campamento. Esto mismo se hizo durante seis días. 15 El séptimo día se levantaron al despuntar el alba y dieron siete vueltas alrededor de la ciudad, de la manera acostumbrada: sólo ese día dieron siete vueltas alrededor de la ciudad. 16 Al dar la séptima vuelta, los sacerdotes tocaron con más fuerza las trompetas, y Josué dijo al pueblo: «Lancen el grito de guerra, porque el Señor les entrega la ciudad. 17 Ustedes consagrarán al Señor la ciudad con todo lo que hay en ella, exterminándola por completo. Quedarán con vida solamente Rajab, la prostituta, y todos los que estén con ella en su casa, porque ella ocultó a los emisarios que nosotros habíamos enviado. 18 En cuanto a ustedes, tengan mucho cuidado con lo que está consagrado al exterminio, no sea que, llevados por la codicia, se adueñen de alguna cosa prohibida. Porque entonces pondrían en entredicho al campamento de Israel y le atraerían una desgracia. 19 Todo el oro, la plata y los objetos de bronce y de hierro serán consagrados al Señor y pasarán a formar parte de su tesoro». 20 Entonces el pueblo lanzó un fuerte grito y se tocaron las trompetas, el pueblo prorrumpió en un griterío ensordecedor, y el muro se desplomó sobre sí mismo. En seguida el pueblo acometió contra la ciudad, cada uno contra lo que tenía adelante, y la tomaron. 21 Luego consagraron al exterminio todo lo que había en ella, pasando al filo de la espada a hombres y mujeres, niños y ancianos, vacas, ovejas y asnos. La familia de Rajab 22 Josué dijo a los dos hombres que habían explorado el país: «Entren en la casa de la prostituta y hagan salir a esa mujer con todo lo que le pertenece, como se lo han jurado». 23 Aquellos jóvenes espías fueron e hicieron salir a Rajab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y todo lo que le pertenecía. También hicieron salir a sus otros parientes, y los instalaron fuera del campamento de Israel. 24 Después incendiaron la ciudad y todo lo que había en ella, salvando únicamente la plata, el oro y los objetos de bronce y de hierro, que fueron depositados en el tesoro de la Casa del Señor. 25 Josué dejó con vida a Rajab, la prostituta, a su familia y a todo lo que le pertenecía, y ella habitó en medio de Israel hasta el día de hoy, por haber ocultado a los emisarios que Josué había enviado para explorar Jericó. La maldición sobre Jericó 26 En aquel tiempo Josué hizo pronunciar el siguiente juramento delante del Señor: «¡Maldito el hombre que intente reconstruir esta ciudad de Jericó! ¡Pondrá los cimientos sobre su primogénito, y colocará las puertas sobre su hijo menor!» 27 El Señor acompaño a Josué, y su fama se extendió por toda la tierra.

1° Lectura. Hechos 9:26-43

Cuando llegó a Jerusalén, trato de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. 27 Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. 28 Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. 29 Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. 30 Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. 31 La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. 32 Pedro, en una gira por todas las ciudades, visitó también a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años. 34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te devuelve la salud: levántate, y arregla tú mismo la cama». El se levantó en seguida, 35 y al verlo, todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón se convirtieron al Señor. 36 Entre los discípulos de Jope había una mujer llamada Tabitá, que quiere decir «gacela». Pasaba su vida haciendo el bien y repartía abundantes limosnas. 37 Pero en esos días se enfermó y murió. Después de haberla lavado, la colocaron en la habitación de arriba. 38 Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, enterados de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres para pedirle que acudiera cuanto antes. 39 Pedro salió en seguida con ellos. Apenas llegó, lo llevaron a la habitación de arriba. Todas las viudas lo rodearon y, llorando, le mostraban las túnicas y los abrigos que les había hecho Tabitá cuando vivía con ellas. 40 Pedro hizo salir a todos afuera, se puso de rodillas y comenzó a orar. Volviéndose luego hacia el cadáver, dijo: «Tabitá, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41 El la tomó de la mano y la hizo levantar. Llamó entonces a los hermanos y a las viudas, y se las devolvió con vida. 42 La noticia se extendió por toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro permaneció algún tiempo en Jope, en la casa de un curtidor llamado Simón.