miércoles, 23 de abril de 2014

1° Lectura. Hechos 9:26-43

Cuando llegó a Jerusalén, trato de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. 27 Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. 28 Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. 29 Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. 30 Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. 31 La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. 32 Pedro, en una gira por todas las ciudades, visitó también a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años. 34 Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te devuelve la salud: levántate, y arregla tú mismo la cama». El se levantó en seguida, 35 y al verlo, todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón se convirtieron al Señor. 36 Entre los discípulos de Jope había una mujer llamada Tabitá, que quiere decir «gacela». Pasaba su vida haciendo el bien y repartía abundantes limosnas. 37 Pero en esos días se enfermó y murió. Después de haberla lavado, la colocaron en la habitación de arriba. 38 Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, enterados de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres para pedirle que acudiera cuanto antes. 39 Pedro salió en seguida con ellos. Apenas llegó, lo llevaron a la habitación de arriba. Todas las viudas lo rodearon y, llorando, le mostraban las túnicas y los abrigos que les había hecho Tabitá cuando vivía con ellas. 40 Pedro hizo salir a todos afuera, se puso de rodillas y comenzó a orar. Volviéndose luego hacia el cadáver, dijo: «Tabitá, levántate». Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41 El la tomó de la mano y la hizo levantar. Llamó entonces a los hermanos y a las viudas, y se las devolvió con vida. 42 La noticia se extendió por toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro permaneció algún tiempo en Jope, en la casa de un curtidor llamado Simón.

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