miércoles, 9 de abril de 2014

3° Lectura. Job 9

Capítulo 9
Job respondió, diciendo: 2 Sí, yo sé muy bien que es así: ¿cómo un mortal podría tener razón contra Dios? 3 Si alguien quisiera disputar con él, no podría responderle ni una vez entre mil. 4 Su corazón es sabio, su fuerza invencible: ¿quién le hizo frente y se puso a salvo? 5 El arranca las montañas sin que ellas lo sepan y las da vuelta con su furor. 6 El remueve la tierra de su sitio y se estremecen sus columnas. 7 El manda al sol que deje de brillar y pone un sello sobre las estrellas. 
 8 El solo extiende los cielos y camina sobre las crestas del mar. 9 El crea la Osa Mayor y el Orión, las Pléyades y las Constelaciones del sur. 10 El hace cosas grandes e inescrutables, maravillas que no se pueden enumerar. 11 El pasa junto a mí, y yo no lo veo; sigue de largo, y no lo percibo. 12 Si arrebata una presa, ¿quién se lo impedirá o quién le preguntará qué es lo que hace? 13 Dios no reprime su furor: los secuaces de Rahab yacen postrados a sus pies. 14 ¡Cuánto menos podría replicarle yo y aducir mis argumentos frente a él! 15 Aún teniendo razón, no podría responder y debería implorar al que me acusa. 16 Aunque lo llamara y él me respondiera, no creo que llegue a escucharme. 17 El me aplasta por una insignificancia y multiplica mis heridas sin razón. 18 No me da tregua ni para tomar aliento, sino que me sacia de amarguras. 19 Si es cuestión de fuerza, él es el más fuerte; si de justicia, ¿quién podría emplazarlo? 20 Si tengo razón, por mi propia boca me condena; si soy íntegro, me declara perverso. 21 ¡Yo soy un hombre íntegro: nada me importa de mí mismo y siento desprecio por mi vida! 22 ¡Todo es igual! Por eso digo: «El extermina al íntegro y al malvado». 23 Si un azote siembra la muerte de improviso, se ríe de la desesperación de los inocentes. 24 Si un país cae en manos de un malvado, pone un velo sobre el rostro de los jueces: si no es él, ¿quién otro puede ser? 25 Mis días pasan más rápido que un corredor, huyen sin ver la felicidad. 26 Se deslizan como barcas de junco, como un águila que se lanza sobre su presa. 27 Si pienso: «Voy a olvidarme de mis quejas, voy a poner buena cara y sonreír». 28 me asalta el terror por todos mis pesares, sabiendo que tú no me absuelves. 29 Seré juzgado culpable, ¿para qué entonces fatigarme en vano? 30 Aunque me lavara con nieve y purificara mis manos con potasa, 31 tú me hundirías en el fango y hasta mi ropa sentiría abominación por mí. 32 ¡No, él no es un hombre como yo, para responderle y comparecer juntos en un juicio! 33 ¡Si hubiera al menos un árbitro entre nosotros, que pusiera su mano sobre los dos, 34 para que Dios aparte su vara de mí y no me atemorice su terror! 35 Entonces le hablaría sin temor, porque estoy convencido de que no soy así.

2° Lectura. Deuteronomio 11-12

Capítulo 11
Acontecimientos aleccionadores para Israel
Amarás al Señor, tu Dios, y observarás siempre sus prescripciones, sus preceptos, sus leyes y sus mandamientos. 2 Ustedes –y no sus hijos, que no han conocido ni experimentado la lección del Señor– son los que conocen hoy su grandeza, el poder de su mano y la fuerza de su brazo; 3 los signos y las obras que realizó en Egipto contra el Faraón, rey de Egipto, y contra todo su país; 4 lo que hizo con el ejército egipcio, con su caballería y sus carros de guerra, cuando se lanzaron en persecución de ustedes y él desencadenó contra ellos las aguas del Mar Rojo, y los hizo desaparecer hasta el día de hoy; 5 lo que hizo por ustedes en el desierto, hasta que llegaron a este lugar; 6 y la manera como trató a Datán a Abirón, los hijos de Eliab, el rubenita, cuando la tierra abrió sus fauces y los devoró junto con sus familias, sus carpas, y todos sus secuaces, en medio de todo Israel. 7 Sí, son ustedes los que han visto, con sus propios ojos, la gran obra que realizó el Señor. 

 Promesas y amenazas 8 Observen todos los mandamientos que hoy les prescribo. Así tendrán la fuerza necesaria para ir a conquistar el país del que ustedes van a tomar posesión. 9 y podrán vivir largo tiempo en la tierra que el Señor juró dar a sus padres y a su descendencia, tierra que mana leche y miel. 10 Porque la tierra que tú vas a tomar en posesión no es como Egipto, el país de donde ustedes salieron. Allí sembrabas tu semilla, y luego tenías que regar con tu pie, como se riega una huerta. 11 En cambio, la tierra que vas a tomar en posesión es una región de montañas y valles regados por la lluvia del cielo, 12 y está bajo el cuidado constante del Señor, tu Dios. Sobre ella permanecen fijos los ojos del Señor, tu Dios, desde el comienzo hasta el fin del año. 13 Y si ustedes obedecen fielmente los mandamientos que hoy les impongo, amando al Señor, su Dios, y sirviéndolo de todo corazón y con toda el alma, 14 yo enviaré lluvia a la tierra en el momento oportuno –lluvia de otoño y de primavera– y podrás recoger tu trigo, tu vino nuevo y tu aceite. 15 Haré crecer en tus campos pasto para tu ganado, y comerás hasta saciarte. 16 Pero tengan cuidado, no sea que sus corazones se dejen seducir, y ustedes se extravíen, sirviendo a otros dioses y postrándose delante de ellos. 17 Porque entonces la ira del Señor arderá contra ustedes: él cerrará el cielo y ya no habrá más lluvia; el suelo dejará de dar sus frutos, y ustedes no tardarán en desaparecer de esta tierra fértil que les da el Señor. 18 Graben estas palabras en lo más íntimo de su corazón. Atenlas a sus manos como un signo, y que sean como una marca sobre su frente. 19 Enséñalas a tus hijos, inculcándoselas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. 20 Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes. 21 Así, mientras haya cielo sobre la tierra, durarán tus días y los de tus hijos en el suelo que el Señor juró dar a tus padres. 22 Porque si observan realmente todo este mandamiento que yo les doy, amando al Señor, su Dios, siguiendo siempre sus caminos y siendo en todo fieles a él. 23 el Señor desposeerá delante de ustedes a todas esas naciones, y así podrán conquistarlas, aunque sean más grandes y fuertes que ustedes. 24 Todos los lugares donde pongan la planta de sus pies, les pertenecerán. Y estas serán sus fronteras; desde el desierto, el Líbano y el río Eufrates, hasta el mar occidental. 25 Nadie podrá resistirles, porque el Señor, su Dios, sembrará el pánico y el terror en todo el territorio por donde ustedes pasen, como él mismo les ha prometido. 

 La alternativa propuesta por el Señor a Israel 26 Yo pongo hoy delante de ustedes una bendición y una maldición. 27 Bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que hoy les impongo. 28 Maldición, si desobedecen esos mandamientos y se apartan del camino que yo les señalo, para ir detrás de dioses extraños, que ustedes no han conocido. 29 Y cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra de la que vas a tomar posesión, pondrás la bendición sobre el monte Ebal. 30 Estas montañas se encuentran, como es sabido, al otro lado del Jordán, detrás del camino del oeste, en el país de los cananeos que habitan en la Arabá, frente a Guilgal, cerca de la encina de Moré. 31 Porque ustedes van a cruzar el Jordán para ir a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, su Dios Cuando la posean y vivan en ella. 32 cumplan fielmente todos los preceptos y leyes que hoy les impongo.


Capítulo 12
El Santuario único
Estos son los preceptos y las leyes que ustedes deberán observar y poner en práctica, mientras vivan en la tierra que el Señor, el Dios de tus padres, te da en posesión. 2 Harán desaparecer todos los lugares de culto, donde las naciones que ustedes van a desposeer sirven a sus dioses, en las montañas, sobre las colinas y debajo de todo árbol frondoso. 3 Derriben sus altares, rompan sus piedras conmemorativas, prendan fuego a sus postes sagrados, destruyan las imágenes de sus ídolos y borren hasta sus nombres de aquel lugar. 4 Pero con el Señor, su Dios, ustedes se comportarán de una manera distinta. 5 Irán a buscarlo al lugar que él elija entre todas las tribus, para constituirlo morada de su Nombre. 6 Solamente allí presentarán sus holocaustos y sacrificios, sus diezmos y sus dones, sus ofrendas votivas y voluntarias, y también las primicias de sus ganados y rebaños. 7 Allí, ustedes y sus familias comerán en la presencia del Señor, su Dios, y se alegrarán por todos los beneficios que hayan obtenido de su trabajo, porque el Señor, tu Dios, te bendijo. 8 Entonces no se comportarán como lo hacemos ahora. Aquí cada uno hace lo que mejor le parece, 9 porque todavía no han entrado en el lugar del descanso y en la herencia que el Señor, tu Dios, te dará. 10 Pero cuando pasen el Jordán y se establezcan en la tierra que el Señor, su Dios, les dará como herencia, cuando él les dé el descanso, librándolos de todos los enemigos que estén a su alrededor, y ustedes se sientan seguros, 11 llevarán al lugar que el Señor, su Dios, elija para constituirlo morada de su Nombre, todo lo que yo les ordeno: sus holocaustos y sacrificios, sus diezmos, sus dones y las ofrendas escogidas que le hayan prometido al Señor mediante un voto. 12 Y ustedes se alegrarán en la presencia del Señor, su Dios, junto con sus hijos y sus hijas, sus esclavos y sus esclavas y también con el levita que viva en sus ciudades, ya que él no tendrán posesión ni herencia entre ustedes. 

Indicaciones sobre los sacrificios 13 Ten cuidado, entonces, de no ofrecer tus holocaustos en cualquier santuario que veas. 14 Los ofrecerás únicamente en el lugar elegido por el Señor, tu Dios, en una de tus tribus, y allí harás todo lo que yo te ordeno. 15 Sin embargo, podrás matar animales y comer carne en cualquiera de tus ciudades, siempre que así lo desees y en la medida en que el Señor, tu Dios, te bendiga. Podrán comerla igualmente el impuro y el puro, como si se tratara de un ciervo o de una gacela. 16 Pero no comerán la sangre, sino que la derramarás en la tierra, como si fuera agua. 17 Tampoco comerás en tus ciudades el diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, ni las primicias de tu ganado y tus rebaños, ni lo que hayas prometido al Señor mediante un voto, ni tus ofrendas voluntarias, ni tus dones. 18 Lo harás en presencia del Señor, tu Dios –en el lugar elegido por él– junto con tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, y con el levita que viva en tu ciudad. Y en la presencia del Señor, tu Dios, te alegrarás por todos los beneficios que hayas obtenido de tu trabajo. 19 Ten cuidado de no abandonar nunca al levita. 20 Cuando el Señor, tu Dios, ensanche tus fronteras, como te lo ha prometido, y sientas deseos de comer carne, podrás comer toda la que quieras. 21 Si el lugar que el Señor, tu Dios, elija para constituirlo morada de su Nombre, se encuentra demasiado lejos, tú mismo podrás matar, conforme a mis prescripciones, los animales del ganado mayor o menor que el Señor, tu Dios, te dará. Y comerás en tu ciudad todo lo que quieras, 22 del mismo modo que se come una gacela o un ciervo. Podrán comerla igualmente el puro y el impuro; 23 sólo tendrás que abstenerte de comer la sangre, porque la sangre es la vida, y tú no debes comer la vida junto con la carne. 24 Por eso, derramarás la sangre en la tierra, como si fuera agua. 25 Así serán felices. Tú y tus hijos después de ti, porque habrás realizado lo que es bueno y recto a los ojos del Señor tu Dios. 26 Pero los dones que debas consagrar al Señor y los que ofrezcas en cumplimiento de un voto, irás a llevarlos al lugar que el Señor elija. 27 Allí harás el holocausto de la carne y de la sangre sobre el altar del Señor, tu Dios. En cuanto a tus sacrificios, la sangre será derramada sobre el altar del Señor, tu Dios, y tú comerás la carne. 28 Escucha atentamente todas estas cosas que yo te mando. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, porque habrás realizado lo que es bueno y recto a los ojos del Señor, tu Dios. 

 Advertencia contra los cultos cananeos 29 Y cuando el Señor, tu Dios, extirpe a las naciones que tú vas a desposeer, cuando las desalojes y te instales en su territorio, 30 ten cuidado, no sea que caigas en una trampa. No sigas su ejemplo después que hayan desaparecido de tu presencia, ni hagas averiguaciones respecto de sus dioses, diciendo: «¿Cómo servían a sus dioses estas naciones para que yo pueda hacer lo mismo?». 31 No obres de esa manera con el Señor, tu Dios. Porque él considera abominable y detesta todo lo que ellas hacen para honrar a sus dioses, ya que llegan incluso a quemar a sus hijos y a sus hijas en homenaje a esos dioses.

1° Lectura. Hechos 1

Capítulo 1
En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo, 2 hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido. 3 Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se le apareció y les habló del Reino de Dios. 4 En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: «La promesa, les dijo, que yo les he anunciado. 5 Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días». 6 Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». 7 El les respondió: «No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad.

 8 Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». 9 Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos. 10 Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, 11 que les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir». 12 Los Apóstoles regresaron entonces del monte de los Olivos a Jerusalén: la distancia entre ambos sitios es la que está permitida recorrer en día sábado. 13 Cuando llegaron a la ciudad, subieron a la sala donde solían reunirse. Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago, hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. 14 Todos ellos, íntimamente unidos, se dedicaban a la oración, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos. 15 Uno de esos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos –los que estaban reunidos eran alrededor de ciento veinte personas– y dijo: 16 «Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de David, habla de Judas, que fue el jefe de los que apresaron a Jesús. 17 El era uno de los nuestros y había recibido su parte en nuestro ministerio. 18 Pero después de haber comprado un campo con el precio de su crimen, cayó de cabeza, y su cuerpo se abrió, dispersándose sus entrañas. 19 El hecho fue tan conocido por todos los habitantes de Jerusalén, que ese campo fue llamado en su idioma Hacéldama, que quiere decir: «Campo de sangre». 20 En el libro de los Salmos está escrito: Que su casa quede desierta y nadie la habite. Y más adelante: Que otro ocupe su cargo. 21 Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros, 22 desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido junto con nosotros testigo de su resurrección». 23 Se propusieron dos: José, llamado Barsabás, de sobrenombre el Justo, y Matías. 24 Y oraron así: «Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste 25 para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía». 26 Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles.