lunes, 17 de febrero de 2014

4° Lectura Tobías 9

1 Entonces Tobías llamó a Rafael y le dijo:
2 «Hermano Azarías, toma contigo cuatro servidores y dos camellos, y ve a Ragués.
3 Preséntate a Gabael, entrégale el recibo y ocúpate del dinero; luego tráelo contigo a la boda.
4 Tú sabes que mi padre está contando los días. Si me demoro un solo día más le daré un gran disgusto.
5 Por lo demás, conoces el juramento que hizo Ragüel, y yo no puedo quebrantarlo». Rafael partió para Ragués de Media con los cuatro servidores y los dos camellos, y se alojaron en la casa de Gabael. Le presentó el recibo y le dio la noticia de que Tobías, hijo de Tobit, se había casado y lo invitaba a la boda. Gabael contó en seguida las bolsas de dinero con los sellos intactos, y las cargaron sobre los camellos.
6 Por la mañana temprano, partieron juntos para la boda. Al llegar a la casa de Ragüel, encontraron a Tobías sentado a la mesa. Tobías se levantó de un salto y lo saludó. Gabael lloró y lo bendijo con estas palabras: «¡Qué hijo tan bueno de un padre excelente, justo y generoso! Que el Señor te dé la bendición del Cielo, a ti y a tu mujer, a tu padre y a los padres de tu mujer. ¡Bendito sea Dios, que me ha permitido ver el vivo retrato de mi primo Tobit!».

3° Lectura Proverbios 7:6-77


6 Mientras yo estaba a la ventana de mi casa, miré a través de mi reja,
7 y vi entre los incautos, divisé entre los adolescentes a un joven falto de juicio,
8 que pasaba por la calle, junto a la esquina, y se dirigía hacia la casa de ella,
9 en el crepúsculo, al caer el día, en medio de la noche y la oscuridad.
10 De pronto, le sale al paso esa mujer, con aire de prostituta y el corazón lleno de astucia:
11 es bulliciosa, procaz, sus pies no paran en su casa;
12 unas veces en las calles, otras en las plazas, está al acecho en todas las esquinas.
13 Ella lo agarra, lo cubre de besos, y le dice con todo descaro:
14 «Tenía que ofrecer sacrificios de comunión, hoy mismo he cumplido mis votos;
15 por eso salí a tu encuentro, ansiosa por verte, y te encontré.
16 He cubierto mi lecho con mantas de telas multicolores, de hilo de Egipto;
17 he perfumado mi cama con mirra, con áloes y cinamomo.
18 ¡Ven! Embriaguémonos de amor hasta la mañana, entreguémonos a las delicias del placer.
19 Porque mi marido no está en casa, ha emprendido un largo viaje,
20 se llevó la bolsa del dinero, no volverá hasta la luna llena».
21 Así lo persuade con su gran desenvoltura, lo arrastra con sus labios seductores.
22 En seguida, él la sigue, como un buey que es llevado al matadero, como un ciervo que cae en el lazo,
23 hasta que una flecha le atraviesa el hígado, como un pájaro que se precipita en la trampa, sin advertir que está en juego su vida.
24 Y ahora, hijo mío, escúchame, y presta atención a las palabras de mi boca:
25 que tu corazón no se desvíe hacia sus caminos, que no se extravíe por sus senderos,
26 porque son muchas las víctimas que ella hizo caer, y eran fuertes todos los que ella mató:
27 su casa es el camino del Abismo, que baja a las cámaras de la Muerte.

2° Lectura Éxodo 16-17


Capítulo 16
Las codornices y el maná
1 Luego partieron de Elim, y el día quince del segundo mes después de su salida de Egipto, toda la comunidad de los israelitas llegó al desierto de Sin, que está entre Elim y el Sinaí.
2 En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón.
3 «Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea».
4 Entonces el Señor dijo a Moisés: «Yo haré caer pan para ustedes desde lo alto del cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley.
5 El sexto día de la semana, cuando preparen lo que hayan juntado, tendrán el doble de lo que recojan cada día».
6 Moisés y Aarón dijeron a todos los israelitas: «Esta tarde ustedes sabrán que ha sido el Señor el que los hizo salir de Egipto,
7 y por la mañana verán la gloria del Señor, ya que el Señor los oyó protestar contra él. Porque ¿qué somos nosotros para que nos hagan estos reproches?».
8 Y Moisés añadió: «Esta tarde el Señor les dará carne para comer, y por la mañana hará que tengan pan hasta saciarse, ya que escuchó las protestas que ustedes dirigieron contra él. Porque ¿qué somos nosotros? En realidad, ustedes no han protestado contra nosotros, sino contra el Señor».
9 Moisés dijo a Aarón: «Da esta orden a toda la comunidad de los israelitas: Preséntense ante el Señor, porque él ha escuchado sus protestas».
10 Mientras Aarón les estaba hablando, ellos volvieron su mirada hacia el desierto, y la gloria del Señor se apareció en la nube.
11 Y el Señor dijo a Moisés:
12 «Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos términos: «A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios».
13 Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío alrededor de él.
14 Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra.
15 Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: ¿Qué es esto?». Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: «Este es el pan que el Señor les ha dado como alimento.
16 El señor les manda que cada uno recoja lo que necesita para comer, según la cantidad de miembros que tenga cada familia, a razón de unos cuatro litros por persona; y que cada uno junte para todos los que viven en su carpa».
17 Así lo hicieron los israelitas, y mientras unos juntaron mucho, otros juntaron poco.
18 Pero cuando lo midieron, ni los que habían recogido poco tenían menos. Cada uno tenía lo necesario para su sustento.
19 Además, Moisés les advirtió: «Que nadie reserve nada para el día siguiente».
20 Algunos no le hicieron caso y reservaron una parte; pero esta se llenó de gusanos y produjo un olor nauseabundo. Moisés se irritó contra ellos,
21 y a partir de entonces, lo recogían todas las mañanas, cada uno de acuerdo con sus necesidades; y cuando el sol empezaba a calentar, se derretía.
El maná y el sábado
22 Como la ración de alimento que recogieron el sexto día de la semana resultó ser el doble de la habitual –dos medidas de cuatro litros por persona– todos los jefes de la comunidad fueron a informar a Moisés.
23 El les dijo: «El Señor dice lo siguiente: Mañana es sábado, día de descanso consagrado al Señor. Cocinen al horno o hagan hervir la cantidad que ustedes quieran, y el resto guárdenlo para mañana».
24 Ellos lo guardaron para el día siguiente, como Moisés les había ordenado; pero esta vez no dio mal olor ni se llenó de gusanos.
25 Entonces Moisés les dijo: «Hoy tendrán esto para comer, porque este es un día de descanso en honor del Señor, y en el campo no encontrarán nada.
26 Ustedes lo recogerán durante seis días, pero el séptimo día, el sábado, no habrá nada».
27 A pesar de esta advertencia, algunos salieron a recogerlo el séptimo día, pero no lo encontraron.
28 El Señor dijo a Moisés: «¿Hasta cuando se resistirán a observar mis mandamientos y mis leyes?
29 El Señor les ha impuesto el sábado, y por eso el sexto día les duplica la ración. Que el séptimo día todos permanezcan en su sitio y nadie se mueva del lugar donde está».
30 Y el séptimo día, el pueblo descansó.
31 La casa de Israel llamó «maná» a ese alimento. Era blanco como la semilla de cilantro y tenía un gusto semejante al de las tortas amasadas con miel.
El maná conservado en el Arca
32 Después Moisés dijo: «El Señor ordena lo siguiente: Llenen de maná un recipiente de unos cuatro litros, y consérvenlo para que sus descendientes vean el alimento que les di de comer cuando los hice salir de Egipto».
33 Y Moisés dijo a Aarón: «Toma un recipiente, coloca en él unos cuatro litros de maná y deposítalo delante del Señor, a fin de conservarlo para las generaciones futuras».
34 Aarón puso en el recipiente la cantidad de maná que el Señor había ordenado a Moisés, y lo depositó delante del Arca del Testimonio, a fin de que se conservara.
35 Los israelitas comieron el maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a una región habitada. Así se alimentaron hasta su llegada a los límites de Canaán.

Capítulo 17
El agua brotada de la piedra
1 Toda la comunidad de los israelitas partió del desierto de Sin y siguió avanzando por etapas, conforme a la orden del Señor. Cuando acamparon en Refidim, el pueblo no tenía agua para beber.
2 Entonces acusaron a Moisés y le dijeron: «Danos agua para que podamos beber». Moisés les respondió: «¿Por qué me acusan? ¿Por qué provocan al Señor?».
3 Pero el pueblo, torturado por la sed, protestó contra Moisés diciendo: «¿Para qué nos hiciste salir de Egipto? ¿Sólo para hacernos morir de sed, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?».
4 Moisés pidió auxilio al Señor, diciendo: «¿Cómo tengo que comportarme con este pueblo, si falta poco para que me maten a pedradas?».
5 El Señor respondió a Moisés: «Pasa delante del pueblo, acompañado de algunos ancianos de Israel, y lleva en tu mano el bastón con que golpeaste las aguas del Nilo. Ve,
6 porque yo estaré delante de ti, allá sobre la roca, en Horeb. Tú golpearás la roca, y de ella brotará agua para que beba el pueblo». Así lo hizo Moisés, a la vista de los ancianos de Israel.
7 Aquel lugar recibió el nombre de Masá –que significa «Provocación»– y de Meribá –que significa «Querella»– a causa de la acusación de los israelitas, y porque ellos provocaron al Señor, diciendo: «¿El Señor está realmente entre nosotros, o no?».
La victoria sobre los amalecitas
8 Después vinieron los amalecitas y atacaron a Israel en Refidim.
9 Moisés dijo a Josué: «Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios».
10 Josué hizo lo que le había dicho Moisés, y fue a combatir contra los amalecitas. Entretanto, Moisés, Aarón y Jur habían subido a la cima del monte.
11 Y mientras Moisés tenía los brazos levantados, vencía Israel; pero cuando los dejaba caer, prevalecía Amalec.
12 Como Moisés tenía los brazos muy cansados, ellos tomaron una piedra y la pusieron donde él estaba. Moisés se sentó sobre la piedra, mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Así sus brazos se mantuvieron firmes hasta la puesta del sol.
13 De esa manera, Josué derrotó a Amalec y a sus tropas al fino de la espada.
14 El Señor dijo a Moisés: «Escribe esto en un documento como memorial y grábalo en los oídos de Josué: «Yo borraré debajo del cielo el recuerdo de Amalec».
15 Luego Moisés edificó un altar, al que llamó «El Señor es mi estandarte».
16 y exclamó: «Porque una mano se alzó contra el trono del Señor, el Señor está en guerra contra Amalec de generación en generación».

1° Lectura Hebreos 12


1 Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta.
2 Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se les ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.
3 Piensen en aquel que sufrió semejante hostilidad por parte de los pecadores, y así no se dejarán abatir por el desaliento.
4 Después de todo, en la lucha contra el pecado, ustedes no han resistido todavía hasta derramar su sangre.
5 Ustedes se han olvidado de la exhortación que Dios les dirige como a hijos suyos: "Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, y cuando te reprenda, no te desalientes.
6 Porque el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo".
7 Si ustedes tienen que sufrir es para su corrección; porque Dios los trata como a hijos, y ¿hay algún hijo que no sea corregido por su padre?
8 Si Dios no los corrigiera, como lo hace con todos, ustedes serían bastardos y no hijos.
9 Después de todo, nuestros padres carnales nos corregían, y no por eso dejábamos de respetarlos. Con mayor razón, entonces, debemos someternos al Padre de nuestro espíritu, para poseer la Vida.
10 Porque nuestros padres sólo nos corrigen por un breve tiempo y de acuerdo con su criterio. Dios, en cambio, nos corrige para nuestro bien, a fin de comunicarnos su santidad.
11 Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia en los que han sido adiestrados por ella.
12 Por eso, que recobren su vigor las manos que desfallecen y las rodillas que flaquean.
13 Y ustedes, avancen por un camino llano, para que el rengo no caiga, sino que se cure.
14 Busquen la paz con todos y la santificación, porque sin ella nadie verá al Señor.
15 Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios, y para que no brote ninguna raíz venenosa capaz de perturbar y contaminar a la comunidad.
16 Que no haya ningún impúdico ni profanador, como Esaú, que vendió su derecho a la primogenitura por un plato de comida.
17 Recuerden que después, cuando quiso heredar la bendición de su padre fue rechazado, y por más que la imploró con lágrimas, no pudo obtener un cambio de decisión.
18 Ustedes, en efecto, no se han acercado a algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tinieblas, tempestad,
19 sonido de trompeta, y un estruendo tal de palabras, que aquellos que lo escuchaban no quisieron que se les siguiera hablando.
20 Porque no podrían soportar esta prescripción: Cualquiera que toque la montaña será apedreado, incluso los animales.
21 Este espectáculo era tan terrible, que Moisés exclamó: Estoy aterrado y tiemblo.
22 Ustedes, en cambio, se han acercado a la montaña de Sión, a la Ciudad del Dios viviente, a la Jerusalén celestial, a una multitud de ángeles, a una fiesta solemne,
23 a la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo. Se han acercado a Dios, que es el Juez del universo, y a los espíritus de los justos que ya han llegado a la perfección,
24 a Jesús, el mediador de la Nueva Alianza, y a la sangre purificadora que habla más elocuentemente que la de Abel.
25 Tengan cuidado de no desoír al que habla. Porque si los que rehusaron escuchar al que promulgaba oráculos en la tierra, no pudieron escapar al castigo, ¿cómo podremos escapar nosotros si volvemos las espaldas al que habla desde el cielo?
26 Aquel que en esa ocasión hizo temblar la tierra con su voz, ahora nos ha hecho esta promesa: Una vez más haré temblar no sólo la tierra, sino también el cielo.
27 Estas palabras una vez más quieren decir que las cosas que se conmueven van a cambiar –porque son creadas– para que permanezcan las que son inconmovibles.
28 Así, habiendo recibido la posesión de un Reino inconmovible, aferrémonos a esta gracia, y con piedad y temor, tributemos a Dios un culto que le sea agradable,
29 porque nuestro Dios es un fuego devorador.