viernes, 2 de mayo de 2014

4° Lectura. 1° Macabeos 9:1-34

Capítulo 9
Cuando Demetrio se enteró de que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, envió por segunda vez al país de Judá a Báquides y Alcimo, con el ala derecha de su ejército. 2 Estos tomaron el camino de Guilgal y sitiaron a Mesalot en el territorio de Arbela; se apoderaron de ella y mataron a mucha gente. 3 El primer mes del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén, 4 de donde partieron con veinte mil hombres y dos mil jinetes en dirección a Berzet. 5 Judas tenía puesto su campamento en Elasá y había con él tres mil hombres elegidos. 6 Pero al ver la multitud de los enemigos, se atemorizaron y muchos desertaron del campamento, de manera que no quedaron más que ochocientos hombres. 7 Judas advirtió que su ejército se había desbandado, precisamente cuando la batalla era inminente y quedó descorazonado, porque no había tiempo de volverlos a reunir. 8 A pesar de su desaliento, dijo a los que habían quedado: «Ataquemos lo mismo a nuestros enemigos; tal vez podamos hacerles frente». 9 Pero ellos trataban de disuadirlo, diciéndole: «¡Imposible! Salvemos primero nuestras vidas; después volveremos con nuestros hermanos para continuar luchando, ya que ahora somos muy pocos». 10 Judas les respondió: «¡Eso nunca! No podemos huir ante ellos. Si es que ha llegado nuestra hora, muramos valientemente por nuestros hermanos, sin que nuestra gloria sufra menoscabo». 11 El ejército enemigo salió del campamento y se aprestó para enfrentarlos. La caballería se había dividido en dos escuadrones; en primera línea, avanzaban los más aguerridos, precedidos por los arqueros y los honderos. 12 Báquides estaba en el ala derecha. Las tropas avanzaron por ambos lados, al sonido de las trompetas. 13 Los hombres de Judas también tocaron las trompetas y la tierra tembló por el estruendo de los ejércitos. La lucha se inició al amanecer y duró hasta la tarde. 14 Judas vio que Báquides y el grueso de su ejército estaban a la derecha. Entonces los israelitas más decididos se reunieron a él 15 y derrotaron el ala derecha, persiguiéndola hasta las últimas estribaciones de la montaña. 16 Pero los del ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvieron contra Judas y los suyos, tomándolos por la espalda. 17 La lucha se hizo más encarnizada, y hubo muchas víctimas de uno y otro bando. 18 También cayó Judas y los demás huyeron. 19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y lo sepultaron en el sepulcro de sus padres en Modín. 20 Todo Israel lloró e hizo un gran duelo por él, y muchos días repitieron esta lamentación: 21 «¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!». 22 El resto de las acciones de Judas, de sus guerras, de las proezas que realizó y de sus títulos de gloria no ha sido escrito, porque fueron innumerables. 23 Después de la muerte de Judas, reaparecieron los renegados en todo el territorio de Israel y se envalentonaron los impíos. 24 En aquellos días, el hambre asoló el país y la gente se puso de parte de ellos. 25 Báquides eligió a unos hombres impíos y los hizo dueños del país. 26 Ellos buscaban a los amigos de Judas, siguiéndoles las pistas, y se los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía. 27 Esta fue una gran tribulación para Israel, como no se había visto desde que dejaron de manifestarse los profetas. 28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán: 29 «Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre como él, capaz de enfrentar a nuestros enemigos, a Báquides y a los que odian a nuestra nación. 30 Por eso, hoy te elegimos a ti para que ocupes el lugar de tu hermano, y seas nuestro jefe y nuestro guía en la lucha que sostenemos». 31 En ese momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas. 32 Cuando Báquides lo supo, trató de matarlo. 33 Pero Jonatán, su hermano Simón y todos sus partidarios, al enterarse de esto, huyeron al desierto de Técoa y acamparon junto a las aguas de la cisterna de Asfar. 34 Báquides se enteró el día sábado, y atravesó el Jordán con todo su ejército.

3° Lectura. Job 32

Capítulo 32
Estos tres hombres dejaron de responder a Job, porque él estaba convencido de su justicia. 2 Entonces se encendió la ira de Elihú, hijo de Baraquel, el buzita de la familia de Ram. Su ira se encendió contra Job, porque él pretendía ser más justo que Dios. 3 Y su ira se encendió también contra sus tres amigos, porque no habían encontrado una respuesta, con lo cual condenaban a Dios. 4 Mientras ellos hablaban con Job, Elihú se había mantenido a la expectativa, porque ellos tenían más edad que él. 5 Pero al ver que estos tres hombres se habían quedado sin respuesta, se llenó de indignación. 6 Entonces Elihú, hijo de Baraquel, el buzita, tomó la palabra y dijo: Yo soy muy joven todavía y todos ustedes son ancianos; por eso me sentí intimidado, temeroso de exponerles mi saber. 7 Yo pensaba: «Que hable la edad, que los muchos años enseñen la sabiduría». 8 Pero es el espíritu que hay en el hombre y el soplo del Todopoderoso, el que lo hace inteligente: 9 no son los viejos los más sabios, ni los ancianos comprenden lo que es recto. 10 Por eso les digo: «Escúchenme, también yo expondré mi saber». 11 Yo esperaba que ustedes hablaran, prestaba oído a sus razonamientos; mientras trataban de expresarse, 12 fijaba mi atención en ustedes. Pero no hay nadie que haya refutado a Job, ninguno de ustedes respondió a sus palabras. 13 No digan, entonces» «Hemos hallado la sabiduría; es Dios el que nos instruye, no un hombre». 14 No voy a dirigir palabras como esas, no voy a responder como lo hacen ustedes. 15 Han quedado consternados, no han vuelto a responder; se han quedado sin palabras. 16 ¡Y esperé bastante! Si ellos no hablan, si se quedan allí y no responden más, 17 yo también recitaré mi saber. 18 Porque las palabras bullen dentro de mí, el espíritu me impulsa en mi interior. 19 Mi pecho es como un vino que no tiene salida y hace estallar los odres nuevos. 20 Quiero hablar para desahogarme, abriré mis labios y responderé. 21 No tomaré partido por nadie, no adularé a ningún hombre. 22 Porque yo no sé lo que es adular: si lo hiciera, pronto me llevaría mi Creador.

2° Lectura. Josué 23-24

Capítulo 23
Las últimas recomendaciones de Josué al pueblo



Cuando ya hacía mucho tiempo que el Señor había concedido la paz a Israel, librándolo de todos los enemigos que tenía a su alrededor, Josué –que era un anciano de edad muy avanzada– 2 convocó a todo Israel, a sus ancianos, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y les dijo: «Yo estoy viejo; ya tengo muchos años. 3 Ustedes han visto cómo trató el Señor, su Dios, a todos esos pueblos a causa de ustedes, porque era el Señor, su Dios, el que combatía por ustedes. 4 Ahora miren bien: yo les he sorteado como herencia para cada tribu tanto a las naciones que todavía quedan como a las que yo mismo exterminé, desde el Jordán hasta el gran mar Occidental. 5 El Señor, su Dios, las dispersará delante de ustedes y las desposeerá de sus dominios, para que ustedes puedan tomar posesión de su tierra, conforme a la promesa que les hizo el Señor, su Dios. 6 Por eso, sean cada vez más constantes en observar y en cumplir todo lo que está escrito en el libro de la Ley de Moisés, sin desviarse de él ni a la derecha ni a la izquierda, 7 y sin mezclarse con esos pueblos que todavía quedan con ustedes. No invoquen el nombre de sus dioses ni juren por ellos; no los sirvan ni se postren ante ellos. 8 Por el contrario, manténganse fieles al Señor, su Dios, como lo han hecho hasta el día de hoy. 9 El Señor desposeyó delante de ustedes a naciones numerosas y fuertes; y hasta el presente, nadie ha podido resistirles. 10 Bastaba uno solo para perseguir a mil, porque el Señor, su Dios, era el que combatía por ustedes, como él mismo les había prometido. 11 Por eso, pongan sumo cuidado en amar al Señor, su Dios. 12 Pero si se vuelven atrás y se unen al resto de esos pueblos que todavía quedan con ustedes; si establecen con ellos lazos de parentesco, mezclándose ustedes con ellos y ellos con ustedes, 13 entonces, tengan la plena seguridad de que el Señor, su Dios, no seguirá desposeyendo a esas naciones delante de ustedes, y ellos serán para ustedes una red, un lazo, un látigo sobre sus costados, y aguijones en sus ojos, hasta que por fin desaparecerán de esta hermosa tierra que les dio el Señor, su Dios. 14 Ya estoy a punto de irme por el camino que les toca recorrer a todos. Reconozcan entonces con todo su corazón y con toda su alma, que ni una sola de todas esas admirables promesas que les hizo el Señor, ha caído en el vacío: todas se han cumplido, y no falló ni una sola. 15 Pero así como se han cumplido todas las admirables promesas que les hizo el Señor, su Dios, también él atraerá sobre ustedes todas las amenazas, hasta exterminarlos de esta hermosa tierra que les dio el Señor, su Dios. 16 Si quebrantan la alianza del Señor, su Dios, la que él les impuso, y van a servir a otros dioses y a postrarse delante de ellos, la ira del Señor arderá contra ustedes, y desaparecerán muy pronto de la hermosa tierra que él les dio».


Capítulo 24
La asamblea de Siquém

Josué reunió en Siquem a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se presentaron delante del Señor. 2 Entonces Josué dijo a todo el pueblo: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Sus antepasados, Téraj, el padre de Abraham y Najor, vivían desde tiempos antiguos al otro lado del Río, y servían a otros dioses. 3 Pero yo tomé a Abraham, el padre de ustedes, del otro lado del Río, y le hice recorrer todo el país de Canaán. Multipliqué su descendencia, y le di como hijo a Isaac. 4 A Isaac lo hice padre de Jacob y de Esaú. A Esaú le di en posesión la montaña de Seir, mientras que Jacob y sus hijos bajaron a Egipto 5 Luego envié a Moisés y a Aarón, y castigué a Egipto con los prodigios que realicé en medio de ellos. Después los hice salir de Egipto, a ustedes 6 y a sus padres, y ustedes llegaron al mar. Los egipcios persiguieron a sus padres, con carros y guerreros, hasta el Mar Rojo. 7 Pero ellos pidieron auxilio al Señor: él interpuso una densa oscuridad entre ustedes y los egipcios, y envió contra ellos el mar, que los cubrió. Ustedes vieron con sus propios ojos lo que hice en Egipto. Luego permanecieron en el desierto durante largo tiempo, 8 y después los introduje en el país de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán. Cuando ellos les hicieron la guerra, yo los entregué en sus manos, y así pudieron tomar posesión de su país, porque los exterminé delante de ustedes. 9 Entonces Balac –hijo de Sipor, rey de Moab– se levantó para combatir contra Israel, y mandó llamar a Balaam, hijo de Beor, para que los maldijera. 10 Pero yo no quise escuchar a Balaam, y él tuvo que bendecirlos. Así los libré de su mano. 11 Después ustedes cruzaron el Jordán y llegaron a Jericó. La gente de Jericó les hizo la guerra, y lo mismo hicieron los amorreos, los perizitas, los cananeos, los hititas, los guirgasitas, los jivitas y los jebuseos; pero yo los entregué en sus manos. 12 Hice cundir delante de ustedes el pánico, que puso en fuga a toda esa gente y a los dos reyes amorreos. Esto no se o debes ni a tu espada ni a tu arco. 13 Así les di una tierra que no cultivaron, y ciudades que no edificaron, donde ahora habitan; y ustedes comen los frutos de viñas y olivares que no plantaron. 14 Por lo tanto, teman al Señor y sírvanlo con integridad y lealtad; dejen de lado a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del Río y en Egipto, y sirvan al Señor. 15 Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor». 16 El pueblo respondió: «Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses. 17 Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos. 18 Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que él es nuestro Dios». 19 Entonces Josué dijo al pueblo: «Ustedes no podrán servir al Señor, porque él es un Dios santo, un Dios celoso, que no soportará ni las rebeldías ni los pecados de ustedes. 20 Si abandonan al Señor para servir a dioses extraños, él, a su vez, los maltratará y los aniquilará, después de haberles hecho tanto bien». 21 Pero el pueblo respondió a Josué: «No; nosotros serviremos al Señor». 22 Josué dijo al pueblo: «Son testigos contra ustedes mismos, de que han elegido al Señor para servirlo». «Somos testigos», respondieron ellos. 23 «Entonces dejen de lado los dioses extraños que hay en medio de ustedes, e inclinen sus corazones al Señor, el Dios de Israel». 24 El pueblo respondió a Josué: «Nosotros serviremos al Señor, nuestro Dios y escucharemos su voz». La alianza de Siquém 25 Aquel día Josué estableció una alianza para el pueblo, y les impuso una legislación y un derecho, en Siquem. 26 Después puso por escrito estas palabras en el libro de la Ley de Dios. Además tomó una gran piedra y la erigió allí, al pie de la encina que está en el Santuario del Señor. 27 Josué dijo a todo el pueblo: «Miren esta piedra: ella será un testigo contra nosotros, porque ha escuchado todas las palabras que nos ha dirigido el Señor; y será un testigo contra ustedes, para que no renieguen de su Dios». 28 Finalmente, Josué despidió a todo el pueblo, y cada uno volvió a su herencia. La muerte de Josué 29 Después de un tiempo, Josué, hijo de Nun, el servidor del Señor, murió a la edad de ciento diez años. 30 Lo enterraron en el territorio que había recibido en herencia, en Timnat Séraj, en la montaña de Efraím, al norte del monte Gaás. 31 Israel sirvió al Señor mientras vivió Josué, y durante toda la vida de los ancianos que le sobrevivieron y que habían experimentado las obras del señor en favor de Israel. Los restos de José 32 Los huesos de José, que los israelitas trasladaron desde Egipto, fueron enterrados en Siquem, en la parcela de campo que Jacob había comprado a los hijos de Jamor, padre de Siquem, por cien monedas de plata, y que había pasado a ser propiedad de los hijos de José. 33 También murió Eleazar, hijo de Aarón y lo enterraron en Guibeá, ciudad situada en la montaña de Efraím, que había sido entregada a su hijo Pinjás.

1°Lectura. Hechos 15:1-21

Capítulo 15
L1 Algunas personas venidas de Judea enseñaban a los hermanos que si no se hacían circuncidar según el rito establecido por Moisés, no podían salvarse. 2 A raíz de esto, se produjo una agitación: Pablo y Bernabé discutieron vivamente con ellos, y por fin, se decidió que ambos, junto con algunos otros, subieran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los Apóstoles y los presbíteros. 3 Los que habían sido enviados por la Iglesia partieron y atravesaron Fenicia y Samaría, contando detalladamente la conversión de los paganos. Esto causó una gran alegría a todos los hermanos. 4 Cuando llegaron a Jerusalén, fueron bien recibidos por la Iglesia, por los Apóstoles y los presbíteros, y relataron todo lo que Dios había hecho con ellos. 5 Pero se levantaron algunos miembros de la secta de los fariseos que habían abrazado la fe, y dijeron que era necesario circuncidar a los paganos convertidos y obligarlos a observar la Ley de Moisés. 6 Los Apóstoles y los presbíteros se reunieron para deliberar sobre este asunto. 7 Al cabo de una prolongada discusión, Pedro se levantó y dijo: «Hermanos, ustedes saben que Dios, desde los primeros días, me eligió entre todos ustedes para anunciar a los paganos la Palabra del Evangelio, a fin de que ellos abracen la fe. 8 Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio en favor de ellos, enviándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. 9 El no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros, y los purificó por medio de la fe. 10 ¿Por qué ahora ustedes tientan a Dios, pretendiendo imponer a los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos soportar? 11 Por el contrario, creemos que tanto ellos como nosotros somos salvados por la gracia del Señor Jesús». 12 Después, toda la asamblea hizo silencio para oír a Bernabé y a Pablo, que comenzaron a relatar los signos y prodigios que Dios había realizado entre los paganos por intermedio de ellos. 13 Cuando dejaron de hablar, Santiago tomó la palabra, diciendo: «Hermano, les ruego que me escuchen: 14 Simón les ha expuesto cómo Dios dispuso desde el principio elegir entre las naciones paganas, un Pueblo consagrado a su Nombre. 15 Con esto concuerdan las palabras de los profetas que dicen: 16 "Después de esto, yo volveré y levantaré la choza derruida de David; restauraré sus ruinas y la reconstruiré, 17 para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que llevan mi Nombre. Así dice el Señor, que da 18 a conocer estas cosas desde la eternidad". 19 Por eso considero que no se debe inquietar a los paganos que se convierten a Dios, 20 sino que solamente se les debe escribir, pidiéndoles que se abstengan de lo que está contaminado por los ídolos, de las uniones ilegales, de la carne de animales muertos sin desangrar y de la sangre. 21 Desde hace muchísimo tiempo, en efecto, Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que leen la Ley en la sinagoga todos los sábados».