jueves, 6 de marzo de 2014

3° Lectura Proverbios 24


1 No envidies a los malvados ni desees estar con ellos,
2 porque su corazón sólo trama violencia y sus labios no hablan más que de fechorías.
3 Con la sabiduría se construye una casa y con la inteligencia se mantiene firme;
4 con la ciencia se llenan las despensas de todos los bienes precios y agradables.
5 Más vale un sabio que un hombre fuerte y un hombre instruido que uno muy vigoroso,
6 porque la guerra se gana con estrategia y la victoria, con el número de consejeros.
7 La sabiduría es demasiado elevada para el necio: en la puerta de la ciudad, él no abre la boca.
8 Al que sólo piensa en hacer el mal se lo llama maestro en malignidad.
9 La necedad no trama más que el pecado, y el insolente se hace abominable a los hombres.
10 Si flaqueas en el día de la adversidad, ¡qué poca fuerza tienes!
11 Libra a los que son arrastrados a la muerte, salva a los que van con pasos vacilantes al suplicio.
12 Si dices: «¡Este no es asunto mío!», ¿no lo tendrá en cuenta el que pesa los corazones? Aquel que te observa lo sabrá y retribuirá a cada uno según sus obras.
13 Come miel, hijo mío, porque es buena; la miel de panal es dulce a tu paladar.
14 Ten presente que así es la sabiduría para tu alma: si la encuentras, tendrás un porvenir y tu esperanza no quedará defraudada.
15 No aceches, malvado, la morada del justo ni despojes su vivienda,
16 porque el justo, aunque caiga siete veces, se levantará, mientras que los malvados se hunden en la desgracia.
17 Si cae tu enemigo, no te alegres, y si tropieza, no te regocijes,
18 no sea que el Señor lo vea y lo tome a mal, y aparte de él su indignación.
19 No te exasperes contra los malhechores ni tengas envidia de los malvados,
20 porque el malvado no tiene porvenir y su lámpara se extinguirá.
21 Teme al Señor, hijo mío, y también al rey, y no te mezcles con los sediciosos,
22 porque su calamidad surgirá de repente y ¿quién conoce la ruina que causarán ellos dos?
23 También estas son palabras de los sabios. No está bien hacer acepción de personas en el juicio.
24 Al que dice a un culpable: «Tú eres inocente», lo maldicen los pueblos y lo execran las naciones;
25 a quienes lo condenan todo les va bien y serán bendecidos con la felicidad.
26 Da un beso en los labios el que da una respuesta acertada.
27 Ordena tu trabajo afuera, prepáralo en el campo, y después edificarás tu casa.
28 No atestigües sin motivo contra tu prójimo: ¿acaso pretendes engañar con tus labios?
29 No digas: «Le haré lo mismo que él me hizo, le pagaré conforme a sus obras».
30 Yo pasé junto al campo de un holgazán y junto a la viña de un falto de entendimiento,
31 y vi que las ortigas habían crecido por todas partes, los cardos cubrían la superficie y su cerco de piedras estaba demolido.
32 Al ver esto, me puse a reflexionar, miré y aprendí la lección:
33 «Dormir un poco, dormitar otro poco, y descansar otro poco de brazos cruzados»:


34 así te llegará la pobreza como un salteador y la miseria como un hombre armado.

2° Lectura Levítico 11-12


Capítulo 11
Los animales puros e impuros: los terrestres
1 El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
2 Hablen en estos términos a los israelitas: Ustedes podrán comer cualquier animal terrestre
3 que tenga las pezuñas partidas –es decir, divididas en dos mitades– y que sea rumiante.
4 Pero se abstendrán de comer los siguientes animales, a pesar de que tienen la pezuña partida o son rumiantes: el camello,
5 el damán
6 y la liebre, porque son rumiantes, pero no tienen las pezuñas partidas;
7 y también el cerdo, porque tiene las pezuñas partidas, pero no es rumiante: a este deberán considerarlo impuro.
8 Ustedes no comerán la carne de estos animales ni tocarán sus cadáveres, sino que deberán considerarlos impuros.
Los animales acuáticos
9 Entre los animales que viven en el agua, ya sea en el mar o en los ríos, ustedes podrán comer aquellos que tienen aletas y escamas.
10 Pero deberán tener por una cosa inmunda a cualquier animal que carezca de aletas y escamas, entre los seres que se mueven por las aguas y entre los vivientes que están en las aguas, ya sea en el mar o en los ríos.
11 No comerán su carne y sentirán repulsión por sus cadáveres.
12 Todo lo que vive en el agua y no tiene aletas ni escamas, será para ustedes una cosa inmunda.
Las aves
13 También deberán considerar inmundas –y por lo tanto, no las podrán comer– a las siguientes aves: el águila, el quebrantahuesos, el águila marina,
14 el milano, las diversas especies de halcón,
15 todas las variedades de cuervos,
16 el avestruz, la golondrina, la gaviota,
17 la lechuza, el corvejón, el búho,
18 el ibis, el pelícano, el buitre,
19 la cigüeña, las diversas especies de garza, la abubilla y el murciélago.
Otros animales alados
20 Además, ustedes deberán considerar inmundos a todos los insectos con alas que andan sobre cuatro patas.
21 Pero podrán comer, entre los animales de esta clase, todos aquellos que tienen más largas las patas de atrás, y por eso pueden saltar sobre el suelo,
22 o sea, todas las variedades de langostas y grillos.
23 Cualquier otro insecto alado que tenga cuatro patas, será para ustedes una cosa inmunda.
El contacto con los animales impuros
24 A causa de estos animales, ustedes podrán incurrir en impureza. El que toque sus cadáveres, será impuro hasta la tarde.
25 El que levante el cadáver de alguno de ellos, tendrá que lavar su ropa y será impuro hasta la tarde.
26 Asimismo, todos los animales que no tengan las pezuñas partidas y que no sean rumiantes, serán impuros para ustedes. El que los toque será impuro.
27 Todos los cuadrúpedos que para caminar se apoyan sobre la planta de los pies, serán impuros para ustedes. El que toque sus cadáveres, será impuro hasta la tarde,
28 y el que levante el cadáver de alguno de ellos, tendrá que lavar su ropa y será impuro hasta la tarde. Ustedes deberán considerarlos impuros.
Los animales pequeños
29 Entre los animales pequeños que caminan arrastrándose por el suelo, serán impuros para ustedes los siguientes: el topo, el ratón y las diversas especies de lagartos;
30 las diferentes clases de lagartijas, la salamandra y el camaleón.
31 Ustedes deberán considerar impuros a todos estos animales pequeños. El que toque sus cadáveres, será impuro hasta la tarde.
32 También será impuro el objeto sobre el que caiga el cadáver de alguno de ellos, sea que se trate de un objeto de madera, de una prenda de vestir, de un cuero, de una bolsa, o de cualquier otra cosa que preste alguna utilidad. Estos objetos deberán ser sumergidos en el agua y serán impuros hasta la tarde; después serán puros.
33 Si uno de estos cadáveres cae en una vasija de barro, todo lo que haya dentro de ella será impuro y la vasija se deberá romper.
34 Cualquier comestible que entre en contacto con el agua contenida en esa vasija, será impuro, y cualquier bebida se volverá impura a causa de esa vasija.
35 El objeto sobre el que caiga alguno de esos cadáveres, será impuro. Si se trata de un horno o de un fogón, tendrán que ser derribados: son impuros, y ustedes tendrán que considerarlos como tales.
36 Sin embargo, la fuente o la cisterna donde se recoge el agua, permanecer[a pura, pero el que toque uno de esos cadáveres será impuro.
37 Y si un cadáver cae sobre la semilla que a ser sembrada, esta será pura.
38 En cambio, si se arroja agua sobre la semilla y algo de esos cadáveres cae sobre ella, ustedes deberán tenerla por impura.
39 Si muere un animal que ustedes pueden comer, el que toque el cadáver será impuro hasta la tarde.
40 El que coma carne de ese cadáver deberá lavar su ropa y será impuro hasta la tarde; y el que levante el cadáver deberá lavar su ropa y será impuro hasta la tarde.
Los reptiles
41 Todos los animales que se arrastran por el suelo son una cosa inmunda: no está permitido comerlos.
42 Por lo tanto, ustedes no comerán ningún reptil que se arrastra sobre su vientre, ningún insecto que camina sobre cuatro patas o que tiene muchas patas, y ningún otro animal que arrastra el suelo, porque son algo inmundo.
43 No se contaminen ustedes mismos a causa de esos animales. No incurran en impureza a causa de ellos, para no quedar contaminados.
44 Porque yo soy el Señor, su Dios, y ustedes tienen que santificarse y ser santos, porque yo soy santo. No incurran en impureza a causa de esos animales que se arrastran por el suelo.
45 Porque yo soy el Señor, el que los hice subir del país de Egipto para ser su Dios. Ustedes serán santos, porque yo soy santo.
Conclusión
46 Estas son las instrucciones acerca de los animales, de las aves, de todos los seres vivientes que se mueven en las aguas, y de todos los demás animales que se arrastran por el suelo.
47 Así se establecerá una distinción entre lo puro y lo impuro, y entre los seres vivientes que está permitido comer y los que no pueden ser comidos.

Capítulo 12
La purificación después del parto
1 El Señor dijo a Moisés:
2 Habla en estos términos a los israelitas: Cuando una mujer quede embarazada y dé a luz un varón, será impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su menstruación.
3 Al octavo día será circuncidado el prepucio del niño,
4 pero ella deberá continuar purificándose de su sangre durante treinta y tres días más. No tocará ningún objeto consagrado ni irá al Santuario, antes de concluir el tiempo de su purificación.
5 Pero si da a luz una niña, será impura durante dos semanas, como lo es durante su menstruación, y deberá continuar purificándose de su sangre durante sesenta y seis días más.
6 Al concluir el período de su purificación, tanto por el hijo como por la hija, la madre presentará al sacerdote, a la entrada de la Carpa del Encuentro, un cordero de un año para ofrecer un holocausto, y un pichón de paloma o una torcaza, para ofrecerlos como sacrificio por el pecado.
7 El sacerdote lo presentará delante del Señor y practicará el rito de expiación en favor de ella. Así quedará purificada de su pérdida de sangre. Este es el ritual concerniente a la mujer que da a luz un niño o una niña.
8 Y si no dispone de recursos suficientes para adquirir un cordero, tomará dos torcazas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado. El sacerdote realizará el rito de expiación en favor de ella, y así quedará purificada.

1° Lectura Mateo 11:1-19


1 Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
2 Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y mandó a dos de sus discípulos para preguntarle:
3 «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?».
4 Jesús les respondió: «Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven:
5 los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia es anunciada a los pobres.
6 ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de escándalo!».
7 Mientras los enviados de Juan se retiraban, Jesús empezó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento?
8 ¿Qué fueron a ver? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que se visten de esa manera viven en los palacios de los reyes.
9 ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta.
10 El es aquel de quien está escrito: "Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino".
11 Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él.
12 Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo.
13 Porque todos los Profetas, lo mismo que la Ley, han profetizado hasta Juan.
14 Y si ustedes quieren crearme, él es aquel Elías que debe volver.
15 ¡El que tenga oídos, que oiga!
16 ¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros:
17 «¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»
18 Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: «¡Ha perdido la cabeza!».
19 Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores». Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras».