jueves, 20 de marzo de 2014

1° Lectura. Mateo 19:1-15

 Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
2 Lo siguió una gran multitud y allí curó a los enfermos.
3 Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?».
4 El respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer;
5 y que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne"?
6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido».
7 Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?».
8 El les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era sí.
9 Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio».
10 Los discípulos le dijeron: «Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse».
11 Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido.
12 En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!».
13 Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron,
14 pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos».
15 Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.

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