domingo, 6 de abril de 2014

1° Lectura. Mateo 27:1-31

Capítulo 27
Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. 2 Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron. 3 Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos, 4 diciendo: «He pecado, entregando sangre inocente». Ellos respondieron: «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo». 5 Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó. 6 Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre». 7 Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. 8 Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy «Campo de sangre». 9 Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. 10 Con el dinero se compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado. 11 Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». El respondió: «Tú lo dices». 12 Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. 13 Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?». 14 Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador. 15 En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. 16 Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. 17 Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». 18 El sabía bien que lo habían entregado por envidia. 19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho». 20 Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. 21 Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». 22 Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?». Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!». 23 El insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!». 
 24 Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes». 25 Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos». 26 Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. 27 Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. 28 Entonces lo desvistieron y le pusieron un mano rojo. 29 Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos». 30 Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. 31 Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.

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