domingo, 9 de febrero de 2014

2° Lectura ÉXODO 1-2

Los descendientes de Jacob
1 Los nombres de los israelitas que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia, son los siguientes:
2 Rubén, Simeón, Leví y Judá,
3 Isacar, Zabulón y Benjamín,
4 Dan y Neftalí, Gad y Aser.
5 Los descendientes de Jacob eran, en total, setenta personas, José ya estaba en Egipto.
El crecimiento y la opresión de los israelitas
6 Después murieron José y sus hermanos, y toda aquella generación.
7 Pero los israelitas fueron fecundos y se multiplicaron, hasta convertirse en una muchedumbre numerosa y muy fuerte, que llenaba el país.
8 Mientras tanto, asumió el poder en Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José.
9 El dijo a su pueblo: «El pueblo de los israelitas es más numeroso y fuerte que nosotros.
10 Es preciso tomar precauciones contra él, para impedir que siga multiplicándose. De lo contrario, en caso de guerra se pondrá de parte de nuestros enemigos, combatirá contra nosotros y se irá del país»
11 Entonces los egipcios pusieron a Israel a las órdenes de capataces, para que lo oprimieran con trabajos forzados. Así Israel construyó para el Faraón las ciudades de almacenamiento de Pitom y Ramsés.
12 Pero a medida que aumentaba la opresión, más se multiplicaba y más se expandía. Esto hizo que la presencia de los israelitas se convirtiera en un motivo de inquietud.
13 Por eso, los egipcios redujeron a los israelitas a la condición de los esclavos,
14 y les hicieron insoportable la vida, forzándolos a realizar trabajos extenuantes: la preparación de la arcilla, la fabricación de ladrillos y toda clase de tareas agrícolas.
15 Además, el rey de Egipto se dirigió a las parteras de las mujeres hebreas –una de ellas se llamaba Sifrá y la otra Puá–
16 y les ordenó: «Cuando asistan durante el parto a las mujeres hebreas, observen bien el sexo del recién nacido: si es varón, mátenlo, y si es una niña, déjenla vivir».
17 Pero las parteras tuvieron temor de Dios, y en lugar de acatar la orden que les había dado el rey de Egipto, dejaban con vida a los varones.
18 El rey las mandó llamar y les preguntó: «Por qué han obrado así y han dejado con vida a los varones?».
19 Ellas le respondieron: «Por que las mujeres hebreas no son como las egipcias: tienen mucha vitalidad, y antes que llegue la partera, ya han dado a luz».
20 Por eso Dios fue bondadoso con las parteras. El pueblo creció cada vez más y se hizo muy poderoso,
21 y como ellas habían obrado con temor de Dios, él les concedió una familia numerosa.
22 Entonces el Faraón dio esta orden a su pueblo: «Arrojen al Nilo a todos los varones recién nacidos, pero dejen con vida a las niñas».

Capítulo 2

El nacimiento de Moisés
1 Un hombre de la familia de Leví se casó con la hija de un levita.
2 La mujer concibió y dio a luz un hijo; y viendo que era muy hermoso, lo mantuvo escondido durante tres meses.
3 Cuando ya no pudo ocultarlo más tiempo, tomó una cesta de papiro y la impermeabilizó con betún y pez. Después puso en ella al niño y la dejó entre los juncos, a orillas del Nilo.
4 Pero la hermana del niño se quedó a una cierta distancia, para ver qué le sucedería.
5 La hija del Faraón bajó al Nilo para bañarse, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera. Al ver la cesta en medio de los juncos, mandó a su esclava que fuera a recogerla.
6 La abrió, y vio al niño que estaba llorando; y llena de compasión, exclamó: «Seguramente es un niño de los hebreos».
7 Entonces la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: «Quieres que vaya a buscarte entre las hebreas una nodriza para que te lo críe»?
8 «Sí», le respondió la hija del Faraón. La jovencita fue a llamar a la madre del niño,
9 y la hija del Faraón le dijo: «Llévate a este niño y críamelo; yo te lo voy a retribuir». La mujer lo tomó consigo y lo crió;
10 y cuando el niño creció, lo entregó a la hija del Faraón, que lo trató como a un hijo y le puso el nombre de Moisés, diciendo: «Sí, yo lo saqué de las aguas».
La huida de Moisés a Madián
11 Siendo ya un hombre, Moisés salió en cierta ocasión a visitar a sus hermanos, y observó los penosos trabajos a que estaban sometidos. También vio que un egipcio maltrataba a un hebreo, a uno de sus hermanos.
12 Entonces dirigió una mirada a su alrededor, y como no divisó a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena.
13 Al día siguiente regresó y encontró a dos hebreos que se estaban pelando. «¿Por qué golpeas a tu compañero?» Preguntó el agresor.
14 Pero este le respondió: «¿Quién te ha constituido jefe o árbitro nuestro? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?». Moisés sintió temor y pensó: «Por lo visto, el asunto ha trascendido».
15 En efecto, el Faraón se enteró de lo sucedido, y buscó a Moisés para matarlo. Pero este huyó del Faraón, y llegó al país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.
16 El sacerdote de Madián tenía siete hijas. Ellas fueron a sacar agua para llenar los bebederos y dar de beber al rebaño de su padre.
17 De pronto llegaron unos pastores y las echaron. Moisés, poniéndose de pie, salió en defensa de ellas y dio de beber a sus ovejas.
18 Cuando llegaron al lugar donde estaba Reuel, su padre, este les preguntó: ¿Por qué hoy han vuelto tan pronto?».
19 «Un hombre, un egipcio, le explicaron ellas, nos libró de los pastores, nos sacó agua, y hasta dio de beber al rebaño».
20 «¿Dónde está ese hombre?», preguntó él a sus hijas. «¿Por qué lo dejaron allí? Invítenlo a comer».
21 Moisés accedió a quedarse en casa de aquel hombre, y este le dio como esposa a su hija Sipora.
22 Ella tuvo un hijo, y Moisés lo llamó Gersón, porque dijo: «Fui un emigrante en tierra extranjera».
El clamor de los israelitas escuchado por Dios
23 Pasó mucho tiempo y, mientras tanto, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que gemían en la esclavitud, hicieron oír su clamor, y ese clamor llegó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud.
24 Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob.
25 Entonces dirigió su mirada hacia los israelitas y los tuvo en cuenta

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