Job respondió, diciendo:
2 Ya escuché muchos discursos semejantes ¡tristes consoladores son todos ustedes!
3 ¿Terminarán de una vez las palabras en el aire? ¿Qué es lo que te incita a replicar así?
4 También yo hablaría como ustedes, si ustedes estuvieran en mi lugar. Los ensordecería con palabras y les haría gestos de conmiseración.
5 Los reconfortaría con mi boca y mis labios no dejarían de moverse.
6 Pero si hablo, no se alivia mi dolor; si me callo, tampoco se aparta de mí.
7 Porque ahora, él me ha extenuado y desolado, todos sus temores
8 me tienen acorralado; se levanta contra mí con testigo, mi debilidad me acusa en mi propia cara.
9 Su ira me desgarra y me hostiga, él rechina sus dientes contra mí. Mi adversario me atraviesa con la mirada;
10 ellos abrieron sus fauces contra mí. me golpearon con desprecio las mejillas, se confabularon todos contra mí.
11 Dios me entrega al poder del injusto, me arroja en manos de los malvados.
12 Yo estaba tranquilo y él me destrozó, me tomó por el cuello y me hizo pedazos. Me puso como blanco ante él,
13 sus flechas vuelan a mi alrededor. Traspasa mis riñones sin piedad y derrama por tierra mi hiel.
14 Abre en mí una brecha tras otra, arremete contra mí como un guerrero.
15 Llevo cosido un cilicio a mi piel, tengo hundida la frente en el polvo.
16 Mi rostro está enrojecido por el llanto y la oscuridad envuelve mis pupilas.
17 Sin embargo, no hay violencia en mis manos y mi plegaria es pura.
18 ¡Tierra, no cubras mi sangre, que no haya un lugar de descanso para mi clamor!
19 Aún ahora, mi testigo está en el cielo y mi garante, en las alturas.
20 Mis amigos se burlan de mí, mientras mis ojos derraman lágrimas ante Dios.
21 ¡Que él sea árbitro entre un hombre y Dios, como entre un hombre y su prójimo!
22 Porque mis años están contados y voy a emprender el camino sin retorno.
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