viernes, 25 de abril de 2014

2° Lectura. Josué 9-10

Capítulo 9
La coalición contra Israel
Al enterarse de esto, todos los reyes que estaban de este lado del Jordán, en la Montaña, en la Sefelá, en toda la costa del gran Mar, hasta la región del Líbano –hititas, amorreos, cananeos, perizitas, jivitas y jebuseos– 2 se aliaron para combatir de común acuerdo contra Josué y contra Israel. La astucia de los gabaonitas 3 También los habitantes de Gabaón se enteraron de lo que había hecho Josué con Jericó y con Ai, 4 y entonces decidieron recurrir a la astucia. Reunieron provisiones para el viaje, tomaron alforjas viejas para sus asnos y unos odres viejos, rotos y vueltos a coser; 5 se calzaron sandalias viejas y remendadas, y se vistieron con ropa gastada. Todo el pan que llevaban como alimento estaba reseco y reducido a migajas. 6 Así fueron hasta el campamento de Josué, en Guilgal, y le dijeron, a él y a los hombres de Israel: «Venimos de un país lejano; por eso, hagan una alianza con nosotros». 7 Pero los hombres de Israel respondieron a aquellos jivitas: «Tal vez ustedes habitan por aquí, entre nosotros. ¿Cómo vamos a hacer una alianza con ustedes?». 8 Ellos dijeron a Josué: «Nosotros somos tus servidores». «¿Quiénes son ustedes?, les preguntó Josué, ¿de dónde vienen? 9 Ellos le respondieron: «Nosotros, tus servidores, venimos de un país muy lejano, atraídos por el renombre del Señor, tu Dios. Porque hemos oído hablar de él, de todo lo que hizo en Egipto, 10 y de la manera que trató a los dos reyes amorreos que estaban al otro lado del Jordán: a Sijón, el rey de Jesbón, y a Og, el rey de Basán que residía en Astarot. 11 Por eso nuestros ancianos y todos los habitantes de nuestro país nos dijeron: «Provéanse de víveres para el camino, vayan a su encuentro y díganles: somos sus servidores, hagan por lo tanto una alianza con nosotros». 12 Este es nuestro pan: todavía estaba caliente cuando nos proveímos de él en nuestras casas, el día en que salimos al encuentro de ustedes; ahora está reseco y convertido en migajas. 13 Estos son los odres de vino: eran nuevos cuando los llenamos, y ahora están aquí, todos rotos. Y estas son nuestra ropa y nuestras sandalias, gastadas por un viaje excesivamente largo». 14 Entonces los israelitas comieron de sus provisiones sin consultar la decisión del Señor. 15 Josué hizo las paces con ellos y también el pacto de conservarles la vida; los jefes de la comunidad, por su parte, les hicieron un juramento. 16 Pero tres días después de haber concluido este pacto, los israelitas se enteraron de que aquellos hombres eran de un pueblo vecino y que vivían en las inmediaciones. 17 Entonces levantaron sus carpas, y en tres días llegaron a las ciudades que ellos habitaban. Estas eran Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat Iearím. 18 Los israelitas no los mataron, porque los jefes de la comunidad les habían hecho un juramento por el Señor, el Dios de Israel. Pero toda la comunidad murmuró contra sus jefes. Las condiciones impuestas a los gabaonitas 19 Los jefes declararon a la comunidad en pleno: «Nosotros les hemos prestado un juramento por el Señor, el Dios de Israel, y ahora no podemos tocarlos. 20 Haremos con ellos lo siguiente: los dejaremos vivir para no atraer sobre nosotros la ira del Señor, a causa del juramento que les hemos hecho». 21 Luego los jefes les dijeron: «¡Qué vivan! Pero estarán al servicio de la comunidad como leñadores y aguateros». Y la comunidad obró de acuerdo con lo que habían dicho los jefes. 22 Josué hizo comparecer a los gabaonitas y les dijo: «¿Por qué ustedes nos han engañado asegurando que vivían muy lejos de nosotros, cuando en realidad viven aquí, en las inmediaciones? 23 Ahora pesa sobre ustedes una maldición, y por eso nunca faltarán entre ustedes esclavos, que sirvan como leñadores y aguateros en la Casa de mi Dios». 24 Ellos respondieron a Josué: «Nosotros estábamos perfectamente informados de que el Señor, tu Dios, había dado a su servidor Moisés la orden de entregarles todo el país, y de exterminar a todos los habitantes que encontraran a su paso. Ante la presencia de ustedes, temimos mucho por nuestras vidas, y por eso hemos hecho esto. 25 Ahora nos tienes en tus manos; trátanos como te parezca más conveniente y justo». 26 Pero Josué los trató según lo convenido y los libró de los Israelitas, que no los mataron. 27 Desde aquel día, Josué los destinó a cortar leña y a sacar agua para la comunidad y para el altar del Señor, en el lugar que el Señor eligiera. Esto es lo que hacen todavía hoy.


Capítulo 10
La coalición de los cinco reyes amorreos
L1 Adonisedec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ai y la había consagrado al exterminio, tratando a Ai y a su rey como antes había tratado a Jericó y a su rey. También se enteró de que los gabonitas habían hecho las paces con Israel y se les habían sometido. 2 Esto le produjo un gran temor, porque Gabaón era tan importante como una ciudad real y más grande aún que Ai. Además, todos sus habitantes eran aguerridos. 3 Entonces Adonisedec, rey de Jerusalén, hizo llegar a Hohán, rey de Hebrón, a Pirán, rey de Iarmut, a Iafia, rey de Laquís, y a Debir, rey de Eglón, el siguiente mensaje: 4 «Vengan conmigo y derrotaremos a Gabaón, porque ellos han hecho las paces con Josué y con los israelitas». 5 Una vez reunidos, los cinco reyes amorreos –los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón– marcharon con sus tropas, acamparon frente a Gabaón, y se dispusieron a atacarla. La vicoria de Gabaón 6 Entonces los gabaonitas mandaron decir a Josué, que estaba en el campamento de Guilgal: «No dejes solos a tus servidores. Ven a salvarnos lo antes posible. Ayúdanos, porque todos los reyes amorreos que habitan en la montaña se han reunido contra nosotros». 7 Josué subió desde Guilgal con todos los combatientes y con todos los guerreros valerosos, 8 y el Señor le dijo: «No les temas, porque yo los he puesto en tus manos; ninguno de ellos te podrá resistir». 9 Después de marchar toda la noche desde Guilgal, Josué cayó sobre ellos sorpresivamente. 10 Y el Señor hizo que huyeran despavoridos delante de Israel, de manera que este les infligió una gran derrota en Gabaón. Luego los persiguieron en dirección a la subida de Bet Jorón, y continuaron exterminándolos hasta Azecá y Maquedá. El auxilio divino 11 Mientras huían delante de Israel –precisamente cuando estaban en la bajada de Bet Jorón– el Señor arrojó sobre ellos desde el cielo, hasta la altura de Azecá, unas piedras tan grandes que les provocaban la muerte. Fueron más los que murieron a causa del granizo que los que mató Israel al filo de la espada. 12 Aquella vez, cuando el Señor puso a los amorreos en manos de los israelitas, Josué se dirigió al Señor y exclamó, en presencia de Israel: «Detente, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Aialón». 13 Y el sol se detuvo, y la luna permaneció inmóvil, hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está eso escrito en el libro del Justo? El sol se mantuvo inmóvil en medio del cielo y dejó de correr hacia el poniente casi un día entero. 14 Jamás hubo otro día, ni antes ni después, en que el Señor obedeciera a la voz de un hombre. Realmente, el Señor combatía en favor de Israel. 15 Luego Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel. El fin de los cinco reyes amorreos 16 Aquellos cinco reyes, por su parte, habían logrado escapar, refugiándose en una caverna, cerca de Maquedá. 17 Cuando se notificó a Josué que habían encontrado a los cinco reyes escondidos en esa caverna, 18 les ordenó: «Hagan rodar unas piedras bien grandes hasta la entrada de la caverna, y dejen allí apostados a unos cuantos hombres para que los vigilen. 19 Pero ustedes no se detengan: persigan a sus enemigos y córtenles la retirada, para impedirles que entren en sus ciudades. Porque el Señor se los ha entregado». 20 Y cuando Josué y los israelitas los derrotaron por completo, hasta aniquilarlos –sólo algunos fugitivos habían escapado de ellos y se habían refugiado en las ciudades fortificadas– 21 todo el ejército regresó sano y salvo al campamento de Josué, en Maquedá. Nadie había podido causar el menor daño a los israelitas. 22 Entonces Josué dijo: «Despejen la abertura de la caverna, hagan salir a esos cinco reyes, y tráiganlos aquí». 23 Así lo hicieron: sacaron de la caverna a los cinco reyes –los reyes de Jerusalén, de Hebrón, de Iarmut, de Laquís y de Eglón– 24 y una vez que los tuvieron afuera, se los llevaron a Josué. Este convocó a todos los hombres de Israel y dijo a los oficiales que lo habían acompañado: «Acérquense y pongan sus pies sobre la nuca de estos reyes». Ellos se acercaron y les pusieron el pie sobre la nuca. 25 Luego continuó diciéndoles: «No tengan miedo ni se acobarden; sean fuertes y valientes, porque el Señor hará lo mismo con todos los enemigos, contra los que ustedes tengan que luchar». 26 Después de esto, Josué los mandó matar y los hizo colgar de cinco árboles. Allí quedaron suspendidos hasta la tarde, 27 y a la puesta del sol, Josué mandó que los descolgaran de los árboles. Luego los arrojaron en la cueva donde habían estado escondidos, y a la entrada de la misma pusieron grandes piedras, que todavía están allí. La conquista del sur de Canaán: Maquedá 28 Aquel mismo día, Josué se apoderó de Maquedá y pasó al filo de la espada a la ciudad y a su rey, consagrándolos al exterminio junto con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó. Libná 29 Luego Josué, con todo Israel pasó de Maquedá a Libná y la atacó. 30 El Señor puso a la ciudad y al rey en manos de Israel, que la pasó al fino de la espada con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató a su rey como había tratado al rey de Jericó. Laquís 31 Después Josué, con todo Israel, pasó de Libná a Laquís, la asedió y la atacó. 32 El Señor puso también a Laquís en manos de Israel, que la conquistó al segundo día, y la pasó al filo de la espada con todos los seres vivientes que había en ella, exactamente como había hecho con Libná. 33 Mientras tanto, Horam, rey de Guézer, subió en ayuda de Laquís; pero Josué lo derrotó, a él y a su ejército, hasta no dejar ningún sobreviviente. Eglón 34 Luego Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La sitiaron, la atacaron, 35 y ese mismo día la tomaron y la pasaron al filo de la espada. Aquel día Josué consagró al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, exactamente como había hecho con Laquís. Hebrón 36 Después Josué, con todo Israel, subió de Eglón a Hebrón. La atacaron, 37 la tomaron, y pasaron al filo de la espada a la ciudad, a su rey, y a todos los seres vivientes que había en ella. Josué no dejó a nadie con vida, sino que hizo con ella lo mismo que había hecho con Eglón: consagró al exterminio a la ciudad y a todos los seres vivientes que había en ella. Debir 38 Luego Josué, con todo Israel, volvió atrás hasta Debir, la atacó, 39 y se apoderó de la ciudad, de su rey y de todas sus otras ciudades. Los israelitas los pasaron al filo de la espada, y consagraron al exterminio a todos los seres vivientes que había en la ciudad, sin dejar a nadie con vida. Josué trató a Debir como había tratado a Hebrón y a su rey, y como había tratado a Libná y a su rey. Recapitulación de las conquistas realizadas en el Sur 40 Así Josué conquistó toda la región: la Montaña, con todos sus reyes. No dejó a nadie con vida, sino que consagró al exterminio a todos los seres vivientes, como el Señor, Dios de Israel, le había ordenado. 41 Josué conquistó desde Cades Barné hasta Gaza, y toda la región de Gosen hasta Gabaón. 42 En una sola campaña se apoderó de todos estos reyes y de sus territorios, porque el Señor, el Dios de Israel, combatía a favor de los israelitas. 43 Finalmente, Josué regresó al campamento de Guilgal, acompañado de todo Israel.

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