Ambos reyes entablaron batalla, y el ejército de Alejandro emprendió la retirada. Demetrio los persiguió y se impuso sobre ellos.
50 Y aunque combatió encarnizadamente hasta la puesta del sol, Demetrio sucumbió aquel día.
51 Alejandro mandó una embajada a Tolomeo, rey de Egipto, con este mensaje.
52 «Yo he vuelto a mi reino, y me he sentado en el trono de mis padres, adueñándome del poder. Después de derrotar a Demetrio, he tomado posesión de mi país,
53 porque combatí con él, lo derroté, a él y a su ejército, y ocupé su trono real.
54 Establezcamos ahora vínculos de amistad entre nosotros: dame a tu hija por esposa, y yo seré tu yerno, y a ti y a ella les haré regalos dignos de ti».
55 El rey Tolomeo respondió en estos términos: «¡Feliz el día en que regresaste al país de tus padres, para sentarte en su trono real!
56 Voy a cumplir ahora mismo lo que tú has escrito. Ven hasta Tolemaida para que nos entrevistemos, y yo seré tu suegro como tú lo has dicho».
57 Tolomeo partió de Egipto con su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida, el año ciento sesenta y dos.
58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra, celebrándose la boda en Tolemaida con la magnificencia propia de los reyes.
59 Luego Alejandro escribió a Jonatán para que fuera a entrevistarse con él.
60 Este fue a Tolemaida con gran pompa; allí se entrevistó con los dos reyes y los obsequió con plata y oro, ofreciendo además numerosos presentes a sus Amigos. De esa manera se ganó el favor de ellos.
61 Entonces un grupo de prevaricadores, la gente más indeseable de Israel, se confabularon contra él y lo acusaron ante el rey. Pero este, en lugar de hacerles caso,
62 ordenó que quitaran a Jonatán la ropa que tenía puesta y lo vistieran de púrpura. Así lo hicieron.
63 El rey lo hizo sentar a su lado y dijo a sus dignatarios: «Recorran con él la ciudad y proclamen que nadie se atreva a levantar ninguna acusación contra él ni a molestarlo por ningún motivo».
64 Apenas sus detractores vieron los honores que le tributaban, los términos de la proclama y la púrpura con que estaba revestido, se dieron a la fuga.
65 El rey lo honró inscribiéndolo entre sus principales Amigos, y lo constituyó general y gobernador.
66 Así Jonatán regresó a Jerusalén en paz y lleno de alegría.
67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, llegó al país de sus padres, procedente de Creta,
68 y Alejandro, muy contrariado por esta noticia regresó a Antioquía.
69 Demetrio designó general a Apolonio, el gobernador de la Celesiria, y este reclutó un numeroso ejército y acampó en Iamnia, enviando a decir al Sumo Sacerdote Jonatán:
70 «Tú eres el único que te rebelas contra nosotros, y a causa de ti, y ho soy objeto de burla y de desprecio. ¿Por qué usas de tu autoridad contra nosotros en las montañas?
71 Si realmente confías en tus tropas, baja ahora a medirte con nosotros en la llanura, porque yo cuento con las tropas de las ciudades.
72 Averigua, y sabrás quién soy yo y quiénes son los que nos ayudan: ellos dicen que ustedes no pueden resistirnos, ya que dos veces fueron derrotados tus padres en su propio país.
73 Ahora no podrás enfrentar a la caballería y a un ejército tan grande en esta llanura, donde no hay una piedra, ni una roca, ni un sitio donde refugiarse».
74 Cuando Jonatán escuchó el mensaje de Apolonio, se turbó profundamente. Entonces eligió a diez mil hombres y salió de Jerusalén. Su hermano Simón se unió a él para ayudarlo.
75 Luego acampó frente a Jope, pero los habitantes de la ciudad le cerraron las puertas porque allí había una guarnición de Apolonio. Apenas comenzó el ataque,
76 los habitantes de la ciudad, aterrorizados, le abrieron las puertas, y así Jonatán se adueñó de Jope.
77 Al enterarse de esto, Apolonio puso en pie de guerra tres mil jinetes y una numerosa infantería, y partió en dirección a Azoto, como si fuera de paso; pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura, confiado en su numerosa caballería.
78 Jonatán lo persiguió en dirección a Azoto, y los dos ejércitos entablaron batalla.
79 Apolonio había dejado mil jinetes ocultos a espaldas de ellos.
80 Pero Jonatán se dio cuenta de que estaban emboscados detrás de él. Los enemigos rodearon a su ejército, arrojándole flechas durante todo el día.
81 Las tropas se mantuvieron firmes, como lo había ordenado Jonatán, mientras que los caballos de los enemigos se cansaron.
82 Entonces Simón hizo avanzar sus escuadrones y atacó a la infantería, porque la caballería estaba extenuada: así los derrotó y los obligó a huir.
83 La caballería se desbandó por la llanura, y los fugitivos huyeron a Azoto y entraron en la Casa de Dagón, el templo de su ídolo, para ponerse a salvo.
84 Jonatán incendió a Azoto y a las ciudades vecinas y se apoderó del botín. También incendió el templo de Dagón, con todos los que se habían refugiado en él.
85 Los que perecieron por la espada o por el fuego fueron unos ocho mil hombres.
86 Luego Jonatán partió de allí y acampó frente a Ascalón, cuyos habitantes salieron a recibirlo con grandes honores.
87 Después regresó con su gente a Jerusalén, llevando consigo un gran botín.
88 Cuando el rey Alejandro se enteró de todo esto, concedió nuevos honores a Jonatán;
89 le envió un prendedor de oro, como se acostumbra conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón con todo su reino.
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