Job continuó pronunciando su poema, y dijo:
2 ¡Por el Dios viviente, que me priva de mi derecho, y por el Todopoderoso, que me llenó de amargura;
3 mientras haya en mí un aliento de vida y el soplo de Dios esté en mis narices,
4 mis labios no dirán nada falso ni mi lengua pronunciará una mentira!
5 ¡Lejos de mí darles la razón a ustedes: hasta que expire, no renunciaré a mi integridad!
6 Me aferré a mi justicia, y no la soltaré mi corazón no se avergüenza de ninguno de mis días.
7 ¡Que mi enemigo tenga la suerte del malvado, y mi adversario, la del hombre injusto!
8 Porque ¿qué puede esperar el impío, aunque suplique, aunque eleve su alma a Dios?
9 ¿Acaso Dios escuchará su grito cuando le sobrevenga la calamidad?
10 ¿Se deleita él en el Todopoderoso e invoca a Dios en todo tiempo?
11 Yo los instruyo sobre la conducta de Dios, no oculto las intenciones del Todopoderoso, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos?
12 Si todos ustedes ya lo han comprobado, ¿por qué se pierden en pensamientos vanos?
13 Esta es la parte que Dios asigna al malvado y la herencia que los violentos reciben del Todopoderoso.
14 Si tienen muchos hijos, la espada los espera, y sus vástagos no se saciarán de pan.
15 A los que sobrevivan, los sepultará la Muerte, y sus viudas no llorarán.
16 Si él acumula plata como polvo y amontona ropa fina como arcilla,
17 ¡que siga amontonando!: un justo se vestirá con ella y un inocente heredará la plata.
18 Se edificó una casa como la araña, como la choza que hace un guardián.
19 Se acuesta rico, pero es por última vez: abre los ojos, y no queda nada.
20 En pleno día lo asaltan los terrores y por la noche lo arrebata un torbellino.
21 El viento del este lo levanta y se lo lleva, lo barre del lugar donde habita.
22 Se lo hostiga sin compasión y tiene que huir de la mano que lo hiere.
23 La gente aplaude por su ruina y se lo silba por todas partes.
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